39

Noah entró en la habitación. Alexa aún estaba allí, arreglándole las manos a Olivia para matar el tiempo.

—¡Pero mira quién ha llegado! Aquí lo tienes; la susodicha estaba extrañada de que tardases.

Noah se acercó y besó candorosamente la frente a Olivia; anhelaba poder estrecharla entre sus brazos, pero el estado en el que se encontraba lo hacía desistir de oprimirla contra su pecho; en ese momento era una muñeca de porcelana.

—Te he invadido la habitación, caramelito.

—Ésta es tu casa, Alexa. Además, veo que mi hermosa chica está muy animada, así que, por lo visto, tu compañía le resulta muy beneficiosa.

—Mentiroso, de hermosa no tengo nada, parezco Celia Mae de la película Monstruos, S.A. de Disney, por lo púrpura y por el único ojo que tengo a la vista entre tanta hinchazón.

Alexa se rio y se revolvió en la cama.

—¡Estás igual, amiguita! No lo había pensado.

—No muevas la cama —se quejó Olivia.

—Perdón, es que me ha hecho mucha gracia la comparación. De todos modos, el ojo se ha deshinchado bastante con el bistec que te puso Ana, es increíble.

Noah hizo un gesto adusto.

—No me parece motivo para bromear el estado en que te encuentras.

—No seas aguafiestas, Noah, desdramaticemos un poco —lo amonestó Alexa.

—No se trata de desdramatizar, sino de que tome conciencia y no se le ocurra nunca más alejarse de mí.

Se hizo un silencio que Alexa rompió al levantarse de la cama.

—Hasta mañana. —Le dio un beso a su amiga, otro en la mejilla a Miller y le dijo al oído—: No seas duro, está muy sensible. —Él entrecerró los ojos—. Me voy a dormir.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Noah suavizando el gesto cuando se quedaron solos.

—Mucho mejor, pero necesitaría darme un baño.

—Ya me encargo, deja que ponga a llenar el jacuzzi.

Olivia lo oía andar, el borboteo del agua se oía claramente, y también cómo Noah abría y cerraba armarios. La hora tan tardía de la noche potenciaba los sonidos, que llegaban para romper el monocorde silencio. Miller volvió a la habitación, sacó de los cajones ropa interior limpia y perfumada para ambos y la dejó preparada. Concentrado, pero caminando grácil y seductor, se despojó de su camiseta, desabrochó el primer botón de su vaquero y se quitó sus Converse bajo la atenta mirada de Olivia; ella admiraba su cuerpo mientras iba y venía ocupándose de todo.

Cuando la bañera estuvo lo suficientemente llena, Miller echó un gel de espuma, fue a por ella y la ayudó a trasladarse hasta allí.

—Quiero caminar —le hizo saber Oli—, tengo que hacerlo.

Se empeñó al ver que él no estaba dispuesto a ceder y pensaba llevarla en brazos.

—Mira que eres testaruda, vamos despacio.

Tambaleante y a paso muy lento, llegaron al cuarto de baño. Noah la dejó sentada en el retrete y terminó de desvestirse, luego la desvistió a ella con cuidado y se metieron en el agua.

La recostó sobre su pecho. Al primer contacto con el agua caliente, el cuerpo de Olivia se estremeció, sintió un escozor que poco a poco fue cediendo para inmediatamente dejarla laxa, percibió cómo el torrente sanguíneo se le aceleraba y su circulación drenaba sangre por todo su cuerpo. Miller puso en marcha el jacuzzi y el masaje la relajó aún más.

—¿Te sienta bien? —indagó él, preocupado por su bienestar.

—Perfectamente, y a tu lado parece irreal. ¿Qué has averiguado?

—Te suplico que ahora disfrutemos el momento, no empieces con las preguntas.

—No empieces tú con tus juegos de palabras para evitar contestarme, no me vas a distraer.

Noah comenzó a darle besos en el cuello, en los hombros, detrás de la oreja, mientras los alternaba con suaves pasadas de sus manos en los brazos y piernas.

—Estás intentando hacerte el sueco y que me olvide de lo que te acabo de preguntar.

—Sí, eso mismo estoy haciendo; además, quiero mimarte, cuidarte, arrullarte en mi pecho, lavarte, adorarte con mis manos y mis besos. Quiero curar con ellos todas las heridas.

—Eres un zalamero, sabes que todo eso me deja sin voluntad.

—Es lo que quiero. Quiero conseguir que con mis besos te olvides de todo. —Le hablaba susurrándole al oído, mientras continuaba con sus expertas caricias.

—Noah, por favor, todo esto me encanta, pero necesito respuestas, necesito saber qué harás, no puedo vivir escondida en Austin.

—Chist, tú no debes preocuparte, todo está en manos de quien debe estar.

—¿Y en manos de quién se supone que debe estar todo?

—Eres insistente —resopló—. ¿Recuerdas a C.C., el que nos llevó al aeropuerto? Mi excompañero es agente del FBI y está encargándose de la investigación.

—Tengo recuerdos borrosos de ese día, estaba muy dopada.

—Lo sé, mañana lo conocerás porque vendrá aquí. Te aseguro que es de mi entera confianza y está moviendo cielo y tierra para conectar a Wheels con Montoya.

—¿Y ha podido averiguar algo?

—Tú ocúpate de ponerte bien, que te echo demasiado de menos. —Le mordió la oreja y la abrazó posesivamente aunque sin hacer presión.

Permanecieron en silencio, un silencio que ocupó todo y que acrecentó el sentimiento de culpa que Noah profesaba al reparar en los cardenales que ella exhibía; cerró los ojos y se sintió más culpable aún, de pronto tuvo la necesidad de expresar lo que sentía y le habló al oído:

—Perdóname. Estás así por mi culpa. —La locuacidad se le había esfumado, las palabras no le salían porque ese sentimiento parecía ingobernable en su cuerpo.

—Noah, no te sientas culpable por nada.

—No tendría que haber permitido que regresaras a esa casa. Pero me dejé cegar por el enfado de que me mintieras y eso me hace el único responsable de que hayas tenido que pasar por todo esto nuevamente, te juro que la culpa me está matando, sólo espero que puedas perdonarme.

Olivia lo escuchó silenciosamente mientras Noah le refería su pesar; se había abierto ante ella sin caer en ninguno de los subterfugios de los que últimamente se había valido para no hablarle.

—Yo me empeciné en volver por Brian —afirmó la joven sin dar el brazo a torcer.

—Pero yo no te lo tendría que haber permitido, esa noche ya había dado indicios de que volvería a tornarse violento. Eres lo que más quiero, y me comporté como un necio haciéndote sufrir. Debo pedirte perdón por todo, por la humillación que pasaste al llegar esa noche a mi casa y que me vieras en la cama con otra, fui un iluso al pensar que podía borrarte de mi vida; perdón por no haberte cuidado, por no poner por encima de todo lo que significas para mí y haberte expuesto. Te prometo, y no es en vano, que te cuidaré con mi vida. No soy un charlatán, voy a demostrarte que puedes confiar en mí.

—Basta, Noah, por favor, basta. No quiero que te sientas culpable. Yo tomé una decisión y nadie me obligó, asumo todas las consecuencias.

Él sacudió la cabeza, porque no lo creía así, pero para no incordiarla no siguió con el asunto, Olivia podía ser muy tozuda si se lo proponía. Tenían las manos entrelazadas.

—¿Por qué, cuando me llamaste avisándome de lo que había pasado, me dijiste que él sabía lo nuestro?

—Por algo que me dijo cuando me asestó el primer golpe y... —dudó en continuar—, por lo que dijo cuando se fue.

—Quiero que me lo cuentes todo, todo.

Olivia dudó una vez más, pero Miller insistía y la animaba a sincerarse; además, le pesaba todo tanto que finalmente ella se dejó vencer por sus resquemores y le relató con un hilo de voz cada uno de los hechos, le contó desde que había despertado esa mañana feliz por el recuerdo de sus caricias y sus besos, hasta que su felicidad se había transformado en tormento cuando abrió los ojos y lo vio allí sentado mirándola impasible.

—Me preguntó adónde había ido por la noche, y cuando le respondí que estuve con Alexa me gritó que era una mentirosa y comenzó a golpearme.

Revivió cada golpe, cada atropello, revivió cada palabra, cada grito; de repente paraba su relato y él la animaba a que continuara, necesitaba oírlo todo para poder hacer su trabajo y dilucidar cuánto sabía Murray.

—No entiendo por qué dices que sabe de lo nuestro.

Olivia no le había contado nada verdaderamente revelador.

A ella le faltó el aliento, sabía que después de contar lo que estaba a punto de contar nada sería igual, dudó una vez más si continuar, pero ella también necesitaba sacarlo todo, necesitaba mutar de piel, salir de la que llevaba y hacerse con otra para comenzar de nuevo. Se echó a llorar y finalmente dijo:

—Prométeme que no dejarás de amarme después de que te lo cuente todo.

—Jamás, jamás podría dejar de amarte.

Noah le aferró las manos con fuerza y le besó la mejilla y el cuello, cerró los ojos para profundizar su promesa y el beso. Se estaba preparando para escuchar lo que no deseaba oír, presentía que no era algo bueno. Incluso lo supo antes de que ella lo expresara, se sintió temeroso, cobarde, más cobarde que nunca, y rogó e imploró a su Dios que no fuera lo que estaba intuyendo.

—Cuando ya me tenía desprovista de todas las fuerzas... —Hizo una pausa, y tras ella se hizo un silencio insondable hasta que finalmente reunió coraje y continuó—: Me violó, yo no quería, te juro que luché para quitármelo de encima, pero no pude, sentí mucho asco, pero no tenía más fuerzas.

Noah se levantó del agua y apretó los puños, mientras salía de su garganta un grito impío, un grito resonante que masculló entre dientes, un grito que le quemó en la garganta y que se la destrozó; pero ese dolor no llegó a superar el sufrimiento que había horadado su pecho. De su cuerpo caían gotas de agua mezcladas con sudor, producto del estrés que la noticia le había ocasionado en el torrente sanguíneo, llevando a subir su adrenalina de manera inusitada.

—Cuando se estaba yendo —continuó ella relatando temblorosa entre respiraciones y sollozos—, me indicó que se iba de viaje nuevamente, y que si salía de ahí me enviaría la cabeza de Brian. Antes de cerrar la puerta dijo, burlándose de mí: «Ahora ya tienes lo que saliste a buscar por ahí. No entiendo, Oli, por qué necesitas que otro satisfaga tus necesidades, cuando bien sabes que siempre estoy dispuesto a darte mi amor».

La verdad tronó contra su entendimiento y se insertó de lleno en su alma. Noah apretó los dientes y los hizo rechinar, sintió las mandíbulas entumecidas por la presión.

Ciego por el escarnio al que su mujer había sido sometida, creyó que se abrían grietas a sus pies y él era alcanzado por el magma que ascendía a través de las fisuras de la tierra; su cuerpo ardía de rabia, de impotencia, de dolor, creyó que era más de lo que podía soportar. Sacudió la cabeza y pensó en retrospectiva, ansió que la misma grieta lo tragara. Un cariz de cordura moderó su temple y lo hizo reparar en los sollozos sin consuelo que Olivia emitía. Se obligó a buscar la templanza que su ánimo había perdido y volvió a sumergirse en el agua para acunarla en su desdicha.

—Te amo, no llores, lo superaremos, lo superaremos todo, te prometo que mi amor será lo suficientemente grande para acallar tu dolor.

—Perdóname, me pediste que me protegiera y no lo hice. Cuando lo tenía encima de mí, en lo único que pensaba era en los besos y las caricias que me habías regalado la noche anterior, pensé en todo momento en ti, y en cuanto me di cuenta de que luchar era en vano, separé mi cuerpo de mi mente y me transporté a otro lugar.

Aunque Miller intentó contenerlas, no lo logró. Sus lágrimas brotaron sin mesura y se hundió en el cuello de Olivia: no la merecía, no se creía digno de ella. Él la había desprotegido, sentía que se la había servido en bandeja y ahora se consideraba un ser despreciable a su lado; su egocentrismo lo había llevado a darle la espalda y ahora no había marcha atrás.

Tragó el nudo de sensaciones que se había desatado en él, estaba devastado. La consoló hasta serenarla, la aseó como un experto hasta que se cercioró de que la lavaba íntegramente, como si haciéndolo sacara las huellas que ese malnacido había dejado en ella. Se enjabonó él con rapidez y salió del agua para secarse deprisa, después la ayudó a ponerse en pie y la cobijó en su pecho, envolviéndola en una mullida, fragante y suave toalla. En silencio, la levantó en sus brazos y la llevó a la cama. La secó, le aplicó el vendaje en las costillas, como le había explicado Nacary que lo hiciera, y pensó en que tendría que instruir a Alexa para cuando él ya no estuviera en Austin. Le secó el pelo y luego la ayudó a que se acostara, acomodó las almohadas para que quedara semisentada y se aseguró de que estuviera cómoda, arropándola en el más profundo de los silencios, un silencio que recrudecía el momento. Se acostó a su lado y apagó la luz.

Su cabeza era un martirio de pensamientos. Deseaba inmolarse; si con eso hubiera podido cambiar el curso de las cosas, en ese momento le habría entregado su alma al diablo con tal de volver la página y reescribir la historia.

Ninguno de los dos dormía, ninguno de los dos tenía la paz suficiente para conciliar el sueño.

—¿Duermes?

—No.

—Me odias, me desprecias, te da asco tocarme, ¿no?

—No, Olivia, ¿cómo puedes creer eso? —Aunque se esforzaba, no podía darse la vuelta y enfrentarse a sus ojos, que brillaban en la oscuridad de la habitación—. Deja de pensar bobadas.

—¿Por qué no me hablas? De pronto te has puesto frío conmigo.

Miller apretó los ojos y respiró de forma disonante. Se obligó a mirarla, pero no pudo.

—Me odio a mí mismo. No soy digno de tu amor.

—No puedo abrazarte, no puedo darme la vuelta, hazlo tú, por favor —le imploró—. Tu amor es lo mejor que me ha podido pasar en la vida, ¿cómo puedes decir eso?

—Un amor que te pone en brazos de otro.

—Dios, no tendría que habértelo dicho, sabía que me rechazarías.

—No te rechazo, Oli.

—Abrázame, entonces.

—No puedo, no debo hacerlo, no te merezco, me estoy castigando a mí mismo por no protegerte. Me considero tan nocivo como él en tu vida.

Olivia emitió un grito de dolor, y es que a pesar de la inmovilidad por la fractura, se había incorporado en la cama.

—¿Qué haces? ¡Vas a lastimarte!

—Tú me estás lastimando, al negarme tus abrazos. —Noah se arrodilló en la cama y la ayudó para que se recostara—. Hace un momento en la bañera me has dicho que lo superaremos, que tu amor es inmenso para que pueda olvidarlo todo, y ahora, ¿qué me dices? Necesito un abrazo que me haga sentir que me amas. ¿Es mucho pedirte?

—Es que... no quiero hacerte más daño, y últimamente todo lo que hago te daña, estoy devastado, creo que en el fondo eres más fuerte que yo.

—Te doy mi fuerza, entonces, pero no te alejes, te necesito a mi lado.

Miller se acercó a sus labios, se los lamió, ella no podía devolverle el beso porque los tenía muy lastimados, apenas podía moverlos para gesticular palabras.

—Te amo —le dijo arrullándolos. Siguió besándolos suavemente.

—Eres la fuerza de mis latidos, por ti me levanto cada día, sólo deseo que llegue el momento de que podamos vivir esto que sentimos, sin necesidad de ocultarnos, necesito que la gente vea y sienta lo mucho que has cambiado mi vida, que me vean feliz, en paz, que me vean cómo soy, porque tú con tu amor has rescatado a ese ser que vivía en mí y que estaba muriendo poco a poco cada día y que ha vuelto a renacer por ti, por tu amor.

—No te dejaré sola en esto. No estás sola, aunque dude de mi esencia, aunque dude de cómo seguir, aquí estaré siempre que me necesites.

Rompe tu silencio
titlepage.xhtml
Dedicatoria_0001_0000.htm
Capitulo_1_0002_0000.htm
Capitulo_2_0003_0000.htm
Capitulo_3_0004_0000.htm
Capitulo_4_0005_0000.htm
Capitulo_5_0006_0000.htm
Capitulo_6_0007_0000.htm
Capitulo_7_0008_0000.htm
Capitulo_8_0009_0000.htm
Capitulo_9_0010_0000.htm
Capitulo_10_0011_0000.htm
Capitulo_11_0012_0000.htm
Capitulo_12_0013_0000.htm
Capitulo_13_0014_0000.htm
Capitulo_14_0015_0000.htm
Capitulo_15_0016_0000.htm
Capitulo_16_0017_0000.htm
Capitulo_17_0018_0000.htm
Capitulo_18_0019_0000.htm
Capitulo_19_0020_0000.htm
Capitulo_20_0021_0000.htm
Capitulo_21_0022_0000.htm
Capitulo_22_0023_0000.htm
Capitulo_23_0024_0000.htm
Capitulo_24_0025_0000.htm
Capitulo_25_0026_0000.htm
Capitulo_26_0027_0000.htm
Capitulo_27_0028_0000.htm
Capitulo_28_0029_0000.htm
Capitulo_29_0030_0000.htm
Capitulo_30_0031_0000.htm
Capitulo_31_0032_0000.htm
Capitulo_32_0033_0000.htm
Capitulo_33_0034_0000.htm
Capitulo_34_0035_0000.htm
Capitulo_35_0036_0000.htm
Capitulo_36_0037_0000.htm
Capitulo_37_0038_0000.htm
Capitulo_38_0039_0000.htm
Capitulo_39_0040_0000.htm
Capitulo_40_0041_0000.htm
Capitulo_41_0042_0000.htm
Capitulo_42_0043_0000.htm
Capitulo_43_0044_0000.htm
Capitulo_44_0045_0000.htm
Capitulo_45_0046_0000.htm
Capitulo_46_0047_0000.htm
Capitulo_47_0048_0000.htm
Capitulo_48_0049_0000.htm
Capitulo_49_0050_0000.htm
Capitulo_50_0051_0000.htm
Capitulo_51_0052_0000.htm
Epilogo_0053_0000.htm
0054_0000.htm
Agradecimientos_0055_0000.htm
notas_split_000.htm
notas_split_001.htm
notas_split_002.htm
notas_split_003.htm
notas_split_004.htm
notas_split_005.htm
notas_split_006.htm
notas_split_007.htm
notas_split_008.htm
notas_split_009.htm
notas_split_010.htm
notas_split_011.htm
notas_split_012.htm
notas_split_013.htm
notas_split_014.htm
notas_split_015.htm
notas_split_016.htm
notas_split_017.htm
Creditos_0057_0000.htm