31

La mañana clareó con los primeros destellos de luz, el sol se erigía tímidamente sobre la ciudad de Nueva York, escondido en las nubes más altas. Ya no llovía, pero los nubarrones negros que aún podían verse lucían amenazadores.

A primera hora, Noah fue a la galería. Se quedó apoltronado en su coche, había dormido mal y estaba de pésimo humor, y vigilaba la entrada desde la esquina. Llevaba las Ray Ban puestas y su cabeza era un martilleo incesante, había tomado un analgésico y bebía un café que había adquirido en un puesto callejero de la esquina; sabía asqueroso, parecía agua sucia. De pronto vio llegar a Alexa, así que salió del coche resuelto a interceptarla antes de que entrase.

—Caramelito, ¡qué sorpresa! ¿Tú aquí?

Alexa vio que él la miraba con cara de enfado. Por encima de las gafas, sin mediar palabra, la cogió del codo, le quitó las llaves de la mano y abrió la puerta.

—Espera que desactivo la alarma, intuyo que estás de mal humor.

—¡De muy mal humor! —Sonó tan furioso, que Alexa sintió un escalofrío—. Y no querrás que me ponga de peor humor, porque te aseguro que sería espeluznante.

—¿Peor que anoche?

—Peor que anoche.

—Tranquilízate, déjame preparar café para que nos sentemos a conversar. Acompáñame al altillo, que ahí estaremos más cómodos.

Subieron la escalera y Alexa, tras quitarse el abrigo y el bolso, se ocupó del café.

—Siéntate.

Noah se quitó las gafas, se las guardó en el bolsillo de la chaqueta y a continuación se acomodó en el sillón. Tenía muy mal aspecto, estaba ojeroso y muy serio.

Alexa puso el servicio de café sobre una bandeja, la apoyó en la mesa baja y mientras ella se sentaba, Noah la ayudó a servirlo.

—Tienes muy mal aspecto.

—Ni sé lo que siento. —Hizo una pausa, mientras sorbía el brebaje—. Estoy cabreado, desilusionado, apesadumbrado... —chasqueó la lengua—, asqueado. Tu amiga se burló de mí, y tú... también has sido su cómplice.

—Lo siento. —Alexa frunció la boca—. No pienses ni por un momento que para mí fue cómodo mentirte.

—¿Y para ella sí? Porque lo hacía muy bien.

—Quítate esas ideas de la cabeza, no seas tonto.

Alexa se estiró, le acarició la mano que tenía apoyada en el respaldo y se sentó a su lado.

—Cuéntamelo todo, dame una razón para no pensar ni creer lo que creo, y no me vengas con que no te corresponde porque eso ya me ha tocado demasiado las pelotas. He venido por respuestas y las quiero ya.

En la galería, debido a la falta de muebles, los sonidos retumbaban por nimios que fueran. Por eso se oyó claramente cómo se cerraba una puerta. Alexa dio un respingo.

—Ed está en Londres —dijo alertada.

Noah metió la mano bajo la chaqueta y desabrochó el cierre de la pistolera axilar, preparando su arma.

—Alexita, soy Oli. ¿Dónde estás?

—No quiero verla —le indicó él entre dientes.

—¡Ya bajo, he subido a hacer café! —gritó Alexa para que no subiera, pero al salir se la encontró en la escalera—. Joder, Olivia —casi tira la bandeja—, ese hijo de puta te ha pegado otra vez.

—Tranquilízate, fue sólo una bofetada, pero me la dio tan de lleno que me ha dejado este moretón. Sabes que mi piel se resiente con facilidad, pero te aseguro que en este momento hay otras cosas que me duelen más que esto.

Noah, que permanecía atento y por lo tanto había escuchado el intercambio con claridad, no se pudo contener y salió del altillo. La sangre se le había calentado, iba a hacer lo que hacía tiempo tendría que haber hecho. Olivia se quedó anonadada al verlo, no imaginaba que se lo encontraría ahí. Miller bajó como un torbellino y le agarró la cara para observarla con detenimiento, aunque desde lejos ya se notaba el moretón. El simple contacto hizo que ambos se estremecieran.

—Voy a moler a palos a ese hijo de puta.

Esclavo de una fiereza incontenible, intentó seguir bajando, pero Olivia y Alexa lo retuvieron.

—Noah, por favor, no cometas una locura. —Olivia lo sujetaba por la cintura mientras le suplicaba forcejeando con él, la cercanía de sus alientos era palpable—. Te lo ruego.

—Espera, caramelito, tienes que tranquilizarte. Ese hijo de mala madre se lo merece, pero no es el momento. ¿Por qué no habláis vosotros dos? Yo me voy a la oficina, subid al altillo y aclaradlo todo.

—Yo no tengo nada que aclarar —dijo Olivia soltando a Noah y alejándose de él.

Él se sintió afectado por la serenidad con que Olivia se había expresado.

Se miraron con seriedad y enfado. Alexa aún cargaba la bandeja, se la puso en las manos a Olivia y bajó dejándolos solos mientras refunfuñaba de forma ininteligible.

El silencio se hizo muy doloroso. Noah no bajaba la vista, la miraba acusador, y Olivia otro tanto. Finalmente, sin poder contenerse y sorprendiéndola, él le tocó la mejilla magullada y Olivia tragó saliva con dificultad. Miller cogió la bandeja y cogió de la mano a Olivia para guiarla hacia arriba. Dentro, depositó la bandeja sobre la mesa, el silencio no menguó, ninguno estaba dispuesto a romperlo. Las formas del silencio podían ser muchas, y en ese caso se manifestaba en miradas peyorativas, cargadas de reproche, dolor y angustia.

—Ambos nos merecemos una explicación, ¿no crees?

Noah decidió romper con sus palabras el mutismo que a ambos los había invadido.

—Yo no necesito ninguna explicación, lo que vi anoche en tu cama me bastó para saber que ya me has reemplazado.

—Yo sí necesito una explicación, yo sí exijo una, estoy aquí precisamente por eso, y qué mejor que escucharla de tu boca y no por terceros.

—Pero yo no quiero dártela.

—Mira cómo te ha dejado ese hijo de puta. —Quiso volver a tocarle el rostro pero ella se lo apartó.

—No es tu problema.

—Te equivocas, sí que lo es. Soy un oficial de la fuerza pública.

—No quiero que te metas en mi vida. Anoche... con esa que metiste en tu cama, tú mismo decidiste salir por completo de ella.

—¿Qué me reprochas? Yo te encontré en tu casa con tu marido y descubrí que me has estado mintiendo todo este tiempo. No sabes todo el orgullo que yo me he tragado por ti. Me has decepcionado.

—¿Y tú a mí qué? Tú también me mentiste. Y luego me demostraste que podías revolcarte con cualquiera de la misma forma en que te revolcaste conmigo, porque ahora eso es lo que creo, que sólo he sido un revolcón para ti.

—Lo mío es diferente. Y yo contigo no me di un revolcón, no tienes derecho a decirme eso.

Medían sus fuerzas, cada uno gritaba más y más fuerte a medida que intercambiaban frases.

—¿Por qué es diferente? Lo de ésa tampoco parecía un revolcón, porque si lo hubiera sido no se habría quedado durmiendo en tu cama.

Se observaron con rencor y el silencio que los invadió nuevamente se transformó en castigo mutuo.

—Yo confié en ti, te di mil oportunidades para que te sincerases, fui paciente, no tenías necesidad de mentirme. Hace semanas que me tienes engañado, y resulta que nuevamente estás conviviendo con él.

En un rapto de irracionalidad, la cogió por la cintura y la ciñó contra su pecho, no podía evitar el deseo que ella le despertaba. La quiso besar por la fuerza, pero Olivia le negó la boca.

—No me toques. —Él hizo caso omiso y siguió intentándolo sin éxito. Lo indignaba su frialdad.

—A ese infeliz anoche lo dejaste manosearte. No —se corrigió—, a él le permites mucho más, le permites que te golpee. ¿O es que acaso te gusta?

—¿Cómo te atreves a decirme algo así? Eres un desgraciado.

—Me volví loco cuando te aferró de la cintura. —Respiraba con dificultad—. Creí que moriría cuando te descubrí en la fiesta. En un primer momento pensé que sentías vergüenza de mí, de mi entorno, que como te movías en ese círculo social me habías dejado de lado, y te odié por ser tan frívola, pero cuando comprendí que eras la hermana de Brian, cuando me di cuenta de que ésa era tu casa... —Hasta ese instante en que se apartó de ella, Noah le había hablado con la cabeza apoyada en su frente. Pero al alejarse la miró desdeñoso—. ¿Y me reprochas que me encontraste con alguien?

Se quedó mirándola unos instantes, y luego comprendió que todo lo que debía saber ya lo sabía. Se movió con ligereza, agarró el picaporte y salió del lugar. Bajó los escalones de dos en dos, estaba furioso, preguntándose qué mierda le reprochaba si ella ya había elegido, y además, como había dicho, ella ya no era su problema.

Cuando llegó al salón se encontró con Brian y con Alexa.

«Bingo —pensó—. No falta nadie.»

—¿Noah? ¿Qué haces aquí?

Miller se pasó la mano por la frente.

—¿Y tú qué haces? —Intentó eludir la respuesta con otra pregunta.

—Es la galería de mi hermana —le contestó como si no fuera una obviedad—. Ella me ha citado aquí.

Olivia se encontró con todos al bajar, y entonces Brian se dio cuenta de que ambos llegaban del altillo y a juzgar por las caras que tenían, algo no iba bien.

—Yo me voy, que te lo explique tu hermana.

—Nooo, mi querido detective, de aquí no te vas, y ésta —dijo Alexa de forma despectiva refiriéndose a Olivia— va a explicarlo todo ahora mismo, pero a los dos, porque yo ya estoy harta de dar la cara y de estar en el medio. Por otra parte, no voy a permitir que esto vuelva a ocurrir.

Agarró a Olivia del brazo y la puso frente a Brian para que viese el moretón del pómulo.

—¿Qué mierda te ha pasado, Olivia? —Brian, que hasta ese momento no se había dado cuenta, cogió desesperado el rostro de su hermana para ver más de cerca el golpe—. ¿Quién te ha hecho esto?

—¡¡Basta... por favor basta!! Quisiera morirme aquí mismo para dejar de sufrir —gritó, abrazándose a Alexa mientras lloraba—. No tengo más fuerzas, no cabe en mi cuerpo una sola humillación más.

La correa del bolso se le deslizó por el hombro y cayó al suelo en aquel momento, de manera que las fotografías de Brian que llevaba guardadas allí se desparramaron. Brian se reconoció enseguida, levantó una y preguntó:

—¿Qué es esto, por qué estoy yo en esa fotografía?

Alexa chasqueó la lengua.

—Bah, como si no supieras lo que estabas haciendo con ese narco.

Las alarmas de Noah sonaron al escuchar esa palabra, miró lo que se había abierto como un abanico en el suelo y su vista reconoció de inmediato el logotipo de la DEA, con el águila, y el de la INTERPOL, con la espada atravesada. Se agachó y cogió los papeles, los leyó rápidamente y no tardó en comprender lo que eso significaba.

—¿En qué mierda te has metido, pedazo de idiota? —dijo mientras se agarraba la cabeza con ambas manos sin soltar las hojas de papel.

De pronto lo entendió todo, en un abrir y cerrar de ojos comprendió que Olivia estaba amenazada y que por eso había regresado con su marido. Cerró los ojos con fuerza, la vista le escoció, las sienes le latieron y la garganta se le hizo un nudo.

La había prejuzgado, ahora lo entendía. Se apoyó contra la pared más cercana, porque el llanto de Olivia lo estaba rasgando por dentro. Se acercó a ella y quiso abrazarla contra su pecho, pero ella le gruñó en la cara:

—¡No te atrevas a tocarme, no me toques nunca más! Estoy harta de todos los hombres que hay en mi vida; de mi padre, que me condenó a la infelicidad manipulándome; de mi exmarido, que se encargó de hacer más amargos cada uno de los días de mi existencia; de ti, Brian, que me arrastras en tus cosas, y de ti —miró a Miller con rencor y se encargó de sonar muy despectiva—, a quien consideré otra clase de hombre; sin embargo, me has defraudado como todos. Siempre termino llorando y sufriendo por vuestra causa y estoy harta, estoy cansada de vivir la vida pensando en los demás.

Brian le había quitado los papeles de la mano a Noah.

—Un momento, este tipo que está conmigo en la foto, ¿es un narco?

—¡Como si no lo supieras! —le gritó Olivia—. Deja de hacerte el tonto.

Noah lo agarró de la ropa y casi pegando la cara a la suya, le exigió a Brian que le contara cada detalle.

—No sé nada, te juro que no sé nada más de lo que se ve ahí. Era la primera vez que veía a ese tipo en mi vida. Me cago en la puta, Noah, estoy cagado, fue un favor que le hice a mi cuñado.

»¿Cómo podéis creer que yo estoy metido en algo así? —Noah lo soltó y dio un paso atrás mientras intentaba serenarse y ordenar el rompecabezas de los hechos—. Olivia, hermanita, tranquilízate, te juro que no estoy metido en nada raro, tienes que creerme. Tu marido va a tener que explicarme esto.

—No vas a pedir ninguna explicación —le indicó Noah, más bien fue una orden—. ¿O acaso quieres aparecer muerto?

—¿Cómo? —Brian abrió los ojos como platos.

—Tranquilicémonos todos —exhortó Alexa—. Vamos al altillo, tomemos café; gritando no nos vamos a entender.

Estaban todos sentados. Noah, antes de subir, había recogido todo lo del bolso y tenía en su poder las fotos y los informes, que estaba releyendo.

—Esto no es broma, Brian. ¿Estás diciendo la verdad, que sólo fue un favor?

—Te lo juro, yo soy un bala perdida, ya lo sabes, pero no sería capaz de meterme en algo así. Me conoces como nadie, a mí me gusta pasarlo bien, pero sabes de sobra que las drogas las prefiero bien lejos, tú y yo hemos salido miles de veces, nos han ofrecido consumirlas y siempre las he rechazado. ¿Te parece que me metería en algo así? ¡Qué va! Si te digo que el intachable senador se tendrá que explicar, es porque es así. ¿En qué mierda está metido tu marido?

—Murray no es mi marido, hace tiempo que dejó de serlo, ahora sólo tenemos un trato. —Miró odiosamente a Noah a los ojos—. Yo aparento ser la esposa más feliz del mundo, como pantalla para su carrera, y él no te manda a la cárcel.

—¿Qué? Si yo no he hecho nada para ir a la cárcel.

—¿Por qué mierda no me lo dijiste todo, Olivia? ¿Cómo pensabas frenar esto sola? ¿Por qué no confiaste en mí? —Noah se lo reprochaba, no podía contenerse.

—Te lo dije.

Alexa se lo dijo en la cara a Olivia, que no le contestó, sólo la miró para que se callara.

—Brian, hasta que se demuestre que tú no tienes nada que ver, podrías pasarte un buen tiempo en la cárcel.

—¿Qué?

—Por eso te digo que de esto no hables con nadie.

—¿Murray te ha pegado?

—Esto no es nada, tu cuñadito hace años que muele a palos a tu hermana. Si tú la hubieras visto como yo la vi no creerías que aún estuviera con vida, pero como es una cabezota...

Brian se quedó de piedra, se acuclilló frente a Olivia, que se retorcía las manos, y las cogió entre las de él.

—Oli, ¿es eso cierto? —Olivia se abrazó a su hermano y lloró desconsoladamente hundiendo la cara en su cuello, él, para que se tranquilizara, le acarició la espalda y le dio besos en el pelo—. ¿Por qué no me lo dijiste, por qué me entero ahora?

—No era fácil, él... él me tenía tan sometida que yo no era dueña de mis pensamientos. Además, era muy humillante para mí.

—Quiero matarlo, Olivia, quiero pegarle hasta que no pueda más.

—Yo también quiero destriparlo —intervino Miller—. Pero ahora, con esas fotos, el muy desgraciado nos tiene atados de pies y manos. Escuchadme muy bien: ni una sola palabra a nadie de todo esto. ¿Quién más lo sabe? —le preguntó a Olivia, que se negaba a contestar.

—Ed también lo sabe —dijo Alexa. Noah clavó los ojos en Olivia.

—Nadie más —aseguró ella.

—Edmoncito es una tumba, no hay de qué preocuparse, caramelito.

—¿Caramelito? —Brian lo miró y Noah puso los ojos en blanco—. ¿Qué me estoy perdiendo? ¿Os conocéis de antes? Alexa... Alexa se llama tu chica... —Señaló a Noah y a Alexa—. Un momento, tú dijiste que estaba casada y que su marido... ¡Oh, Dios mío! ¡Tú y Oli...!

—Eres corto, nene… ¿cómo puedes tener tantas mujeres, con tan poco cerebro? —Alexa se mofó.

—Porque tú, eres muyyyy larga, tengo lo adecuado para mantener contenta a una mujer, si quieres puedo enseñártelo.

—Voy a terminar creyendo que el mito de los modelos es cierto, son sólo una cara bonita.

—Cuando quieras, te demuestro si sólo se trata de lo que ves. Nena, te aseguro que tengo mucho que ofrecerte —se miró la entrepierna.

—Paso de ti, no estoy interesada, eres un pedante que no termina de madurar.

—¿Tienes miedo?

—¡Basta! Basta ya por Dios, no es momento, me harta que os peleéis cada vez que os veis, ¡¿por qué no os vais a un hotel, os desfogáis, y os dejáis de estupideces y juegos de palabras?! —gritó Olivia para que cesaran de una vez.

—No sé de donde sacas que puedo tener ganas de esta.

—Un momento, me llamo Alexa, y te aseguro que he salido con tipos mejor plantados que tú, así que no te envalentones, chiquito, soy yo la que no tiene ganas de ti.

—¡¿Queréis parar ya?! —volvió a gritar Olivia exasperada—. Por una vez en la vida, podrías tomarte las cosas en serio. —no podía creer que su hermano aún tuviera ganas de bromear.

—¿Puedo hacerme cargo de esto? —Noah levantó las fotos y los informes.

—Ya te has hecho cargo, no entiendo para qué preguntas.

—Un momento, ahora la irracional eres tú, Olivia. Se trata de mi pellejo; si vosotros tenéis otro problema, lo arregláis aparte, yo voto porque sí te hagas cargo, no quiero ir a la cárcel —dijo Brian.

Noah se puso de pie.

—Lo primero es que nadie más se entere. Esta gente no son simples matones. Si estorbas o consideran que eres un problema o cabo suelto, te matan y sanseacabó.

Brian palideció, y a Olivia se le escapó una exclamación seguida de un escalofrío.

—Por otra parte, ese desgraciado debe seguir creyendo que nadie lo sabe y que te sigue teniendo en un puño.

—No tenía otras intenciones.

—Me duele mucho pedirte esto. —Se agachó frente a Olivia y quiso tomarla de las manos, pero ella se las negó—. Sólo necesitaré unos días para investigar, y aunque me duela admitirlo, hasta que no pueda seguir la pista estaré nadando en hielo. ¿Crees que serás capaz de hacerlo?

—Está en Washington.

—¿Cuántos días?

—No lo sé, él nunca me dice nada, y ahora menos todavía. —Olivia le contestaba sin mirarlo—. Sé que está allí porque oí que se lo comentaba a Cliff.

—¿Quién es Cliff?

—El mayordomo.

—Perfecto. Necesito investigar, pero no será fácil, porque no debe quedar nada registrado.

—Por favor, Noah.

—Tranquilo, confía en mí, Brian.

—Sabes que confío como si fueras mi hermano.

—Olivia, no quiero que te arriesgues por nada, déjame manejar esto a mí, intenta cruzarte lo menos posible con él. Nada querría más que pedirte que te fueras de allí, pero la gente con la que imagino que está metido el senador no se anda con advertencias: extirpan el problema de raíz, y si se sienten amenazados por algo es lo que harán, por eso es preciso que él siga creyendo que te tiene comiendo de su mano. ¡Dios! No puedo creer que realmente te esté pidiendo esto.

—De todos modos, estoy segura de que no utilizará esas fotos, porque él también caerá por su peso —intervino Alexa.

—Eso es lo que menos importa. Si ellos se sienten amenazados no sólo corre peligro Olivia, lo corre todo su entorno íntimo; esa gente terminará con todos los cabos sueltos, y listo. No se arriesgarán a dejar a nadie que pueda saber algo.

»No permitiré que te pase nada, no debes tener miedo. Sólo necesito que me cuentes todo lo que sabes.

—No sé absolutamente nada, he aprendido a no oír. Ahora entiendo por qué me golpeaba cuando creía que lo espiaba.

—Mi hermana no puede seguir en esa casa, Noah.

—No queda otra opción, si me voy me temo que sería peor. Ahora sé un gran secreto, uno que nos pone a todos en peligro, y si él lo puso de manifiesto es porque no le importa nada con tal de conseguir lo que desea. No tengo miedo por mí, sino por vosotros. Sé que a mí no me hará nada porque se estropearían sus planes, pero para forzarme lo hará a través de vosotros, ya lo ha demostrado con estas fotos. Estoy convencida de que debo permanecer en la casa; siempre lo he sabido, por eso regresé. —Miró a Noah con ojos desafiantes.

—Tendrías que habérmelo contado y yo ya podría haber averiguado algo, hace quince días que estás perdiendo el tiempo en esa casa.

—Ya sé que yo pierdo el tiempo, y me ha quedado muy claro que tú no lo pierdes, anoche lo comprobé.

Olivia sentía la cabeza abotargada. Noah le siguió sosteniendo la mirada. Se puso en pie, cogió los papeles y las fotos y dijo:

—Me voy, cuando tenga novedades os informaré. Recordad no levantar sospechas. Una cosa más. —Miró severamente a Olivia, clavó la mirada en ella, se agachó y sacó su pistola de repuesto de su pantorrilla—: Quiero que tengas esta arma y que mantengas el móvil encendido. Aunque no me contestes, quiero que en cuanto veas mis llamadas me las devuelvas, para estar tranquilo sabiendo que estás bien. Mantenlo bien escondido, porque es el único medio que tenemos para comunicarnos contigo.

—No es necesario. No me gustan las armas, les tengo mucho miedo.

—Sí que lo es, y no hay discusión. Se usa así. —Le mostró rápidamente cómo se quitaba el seguro—. Luego te afirmas con ambas manos, apuntas y disparas.

—No la usaré, no la quiero.

—La madre que te parió, Olivia, guarda esa arma y no discutas más. —Alexa se la quitó de la mano a Noah, cogió el bolso de Oli y la metió dentro.

—No te expongas, por favor, y recuerda todo lo que te he dicho —indicó Miller con gesto penetrante—. Tú, Brian, vente conmigo, necesitamos que me des detalles de ese encuentro.

Rompe tu silencio
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