34

El hastío y la soledad moraban en su cuerpo, la felicidad concebida semanas atrás se había esfumado y parecía una utopía imposible de alcanzar.

El recuerdo de Noah y de sus caricias merodeaba por cada centímetro de su piel, y mientras las imaginaba sentía cómo le rasgaban el alma, porque se habían convertido en una mera quimera que la agobiaba. De todas formas, se obligaba a no borrarlas de su memoria, ya que formaban parte de lo mejor de su vida.

No obstante, consumida por la realidad inmediata, le resultaba muy doloroso pensar en aferrarse al recuerdo. Wheels nuevamente había encontrado la forma de hacer que se doblegara, obligándola a aceptar su voluntad. Una vez más se había convertido en su verdugo y en el dueño de su destino. Una espada de Damocles yacía sobre su cuerpo, una sombría y pérfida ilusión por conseguir la felicidad se esfumaba con tanta facilidad como partículas al viento.

Tumbada en su cama, miraba el techo despojada de toda esperanza; su mente sólo guardaba un rostro y una boca suntuosa y gallarda que le había dado los más dulces besos y a la que añoraba más de la cuenta, aunque se exhortaba a despreciarla por haber sido capaz de besar otros labios.

Llamaron a su dormitorio y el pomo de la puerta se movió. Alexa asomó su rubia cabellera, sorprendiéndola y alejándola de sus tormentos. Olivia se incorporó en la cama para recibir a su amiga; verla era siempre motivo de alegría, pues con ella se sentía acompañada.

La rubia le explicó que acudía a rescatarla de la soledad, sin embargo Oli, que ese día estaba muy desanimada, la escuchó con agobio. El buen humor de su amiga siempre se le contagiaba, pero esa vez no lograba seducirla, ya que el abatimiento y el derrotismo se habían instalado en ella. Estaba segura de que ni las miles de ocurrencias de su querida amiga y aliada podrían mitigar su pena.

—Venga, Olivia, vamos, salgamos de este mausoleo.

—No tengo ganas.

—Pediremos comida y nos repantigaremos en el diván de la galería, para recordar viejos tiempos y oír música. ¿Qué te parece? ¿No es una buena idea?

—Estoy harta de vivir de recuerdos.

—Bueno, hoy recordamos y mañana dejas de hacerlo.

—Prefiero que sea hoy mismo. Te digo que no tengo ganas.

—¿Justo hoy se te ocurre dejarlos atrás? No seas aguafiestas, te he venido a buscar. Salgamos de esta jaula y construyamos juntas un momento que sirva para olvidarte de todos los problemas.

Costó convencerla pero finalmente lo hizo, Alexa era muy pertinaz.

Había pasado una hora. Noah esperaba dentro del coche impaciente, mirando su reloj a cada rato, cuando por fin sonó su móvil con un mensaje de Alexa:

Prepárate, estamos saliendo para allá.

Gracias.

Las amigas, finalmente, entraron en la galería.

—Ve al altillo y pon música, yo mientras iré a la oficina a pedir comida por teléfono.

En cuanto Olivia desapareció en la escalera, Alexa salió por la puerta trasera para dejar entrar a Noah.

—Dame las llaves de tu coche y llévate el mío. Cuando Olivia se vaya con el guardaespaldas sales tú, y que ella te indique cómo poner la alarma.

—Gracias.

—Ve y arregla el desaguisado, espero no arrepentirme de lo que estoy haciendo.

En cuanto terminaron de hablar Alexa se marchó.

Olivia sintió pasos en la escalera, y supuso que se trataba de Alexa. Puso Unconditionally,* de Katy Perry, y se quedó delante del equipo de música seleccionando más canciones.

—¿Qué has pedido para comer? Yo no tengo mucho apetito.

Olivia habló en voz muy alta para escapar de la amargura que la canción le producía, se dio la vuelta y al hacerlo no se encontró con su amiga. El cambio la dejó de una pieza y sin reacción: ahí estaba él, recorriéndola con la vista.

Se saborearon con la mirada.

Estaba ligeramente recostado contra el marco de la puerta, su cabeza despreocupada colgaba hacia un lado, en un claro gesto seductor. Apoyado con las piernas cruzadas, estaba sexy, tenía el cabello algo despeinado y vestía una camisa blanca con rayas azules y corbata roja. Llevaba su arma en la cintura, junto a la placa que lo identificaba como detective, y de abrigo lucía la chaqueta azul del traje y un sobretodo de cachemir negro.

Le dedicó una mirada lobuna y una sonrisa que hizo que el corazón de Olivia trepidara. Su interior ardió, pues el deseo que ese hombre le produjo la envolvió en llamas y se estremeció. De pronto se sintió débil, sintió cómo el deseo abrazador la traicionaba, y aun en contra de lo que ansiaba expresar sólo pensaba en echarse en sus brazos y cobijarse en su pecho. El deseo era brutal, pues ella sabía muy bien lo que sentía cuando la abrazaba.

Se amonestó por pensar así, se reprendió por su debilidad y se exigió imaginarlo en la cama con aquella mujer cuyo rostro no había visto pero sí su desnudez. Recrear esa escena finalmente tuvo el efecto esperado: la hizo escapar de su ensoñación y la devolvió a la realidad, y la verdad era que eso la enfurecía, le hacía añicos el corazón. Sintió llagas en el pecho, y su cuerpo se encontró traspasado por una lanza dolosa que no pedía permiso y que se enterraba en su carne, anidándose muy hondo en sus sentimientos.

—¿Qué haces tú aquí?

Le pareció que sonaba sin convicción, aunque se empeñó en mostrarse fuerte. Olivia se sintió débil frente a él, había querido manifestarse de forma iracunda y expresar su enojo, pero su cuerpo la traicionaba frente a ese hombre que la desarmaba; aun así, rebuscó en su interior fatigado y abatido y se aventuró a mostrarse soberbia y enojada, ansió lograrlo y no desfallecer en el intento.

—He traído comida y vino para que cenemos. —Le enseñó la bolsa con las provisiones.

—No pienso compartir nada contigo. ¿Dónde está Alexa? ¡Me va a oír!

—Se ha ido, estamos tan sólo tú y yo.

«Tú y yo —repitió ella en su cabeza—. Nunca más seremos tú y yo, lo nuestro no tiene futuro, quizá nunca lo tuvo.»

—Necesito que hablemos —continuó Noah muy tranquilo.

—Si tienes alguna novedad en tus investigaciones, con una llamada habría sido suficiente.

Noah dejó las cosas que cargaba apoyadas sobre la encimera, se deshizo de su abrigo quedándose en camisa y también se despojó del arma y la placa. No hizo caso al estúpido comentario esquivo que ella había hecho. Mientras ella lo seguía con la mirada, se volvió para verla. Olivia supo al instante que si permanecía allí, su cuerpo traicionero se vería expuesto al anhelo que Noah le ocasionaba. Cogió su bolso e intentó salir, dando un paso para irse, pero Miller la detuvo tomándola por la muñeca.

—No te irás, no lo permitiré, debemos hablar.

—Tú y yo no tenemos nada de lo que hablar. Es más, incluso puedes dejar esa maldita investigación, que nos conducirá a todos a la muerte.

Noah la miró con firmeza, clavando sus ojos de color café en ella.

—¿Ahora me estás pidiendo que sea cómplice de un delito?

—No. —Se mostró rotunda—. Tan sólo te estoy pidiendo que te alejes de mi vida.

La cogió por la cintura y la atrajo con furia hacia él, sintiéndola temblar de deseo en sus brazos. Dispuesto a no dejarla escapar, marcó territorio con su aliento, depositándolo en su rostro. Le indicó con su respiración entrecortada cuánto anhelo le producía su cercanía. Olivia cerró los ojos, no podía sostenerle la mirada.

—Eres una mentirosa. Me deseas tanto como yo a ti.

Olivia levantó los brazos e intentó apartarlo, pero Noah empleó toda su fuerza y no se lo permitió, acometió contra ella y permaneció pegado a su cuerpo, acorralándola contra la puerta. Olivia sintió su erección apoyada en su estómago, palpó sus ansias por poseerla y creyó arder en su propio infierno.

Miller, embrujado, hundió el rostro en su cuello y la deseó, se impregnó de su aroma, y maravillado siguió aspirándola mientras sus fosas nasales aleteaban de necesidad y pasión.

—Te necesito —le musitó anhelante—, te echo de menos —ratificó con una voz cargada de erotismo y calor.

—No es cierto, ya me has sustituido en tu cama. Parecía muy relajada la pelirroja que dormía a tu lado, es obvio que te esmeraste por dejarla en ese estado.

—Por Dios, ¿cómo puedes pensar eso?

—Porque lo vi con mis propios ojos.

—Me habías apartado de tu vida. —Al tiempo que le lamía el cuello, Noah abrió con la pierna las de ella para frotarse contra su pelvis. Le sostenía los brazos sobre la cabeza, y con la otra mano le apretaba las nalgas—. Cuando entré en la fiesta —le hablaba entre lametazos y jadeos—, cuando lo comprendí todo, te aborrecí por regresar con él. Luego tú dejaste que pusiera su inmunda mano en tu cadera —le mordió el cuello y le oprimió con más fuerza las nalgas—, y después me diste a entender que lo elegías a él. Exploté, me sentí traicionado, me habías mentido todo el tiempo.

—Tú también me has dicho muchas mentiras, me has llevado a Austin engañada, me has hecho creer otra cosa, tampoco has sido sincero. —Volvió a querer apartarlo, pero él se empecinó más en su agarre.

—Es diferente, sólo omití detalles de mi posición económica. —Ella esquivaba su boca, él intentaba sin éxito encontrarla mientras le hablaba—. Tú, en cambio —le mordió el hombro—, ni siquiera me habías dicho tu verdadero nombre, y yo me sentí el hombre más estúpido del mundo. En ese momento me sentí usado.

Golpeó la puerta con el puño mientras expulsaba todo el aliento contenido por la nariz. Olivia se sobresaltó.

—No te asustes, jamás te haría daño. —Le acarició la cara.

Quiso besarla nuevamente, pero Olivia siguió resistiéndose a él. Forcejearon, y Noah buscó su boca con determinación; no iba a claudicar porque la deseaba, ansiaba probarla con desmesura.

Su dulce aspecto no concordaba con lo aguerrida que estaba siendo, pero Miller se mostraba soberbio, aventurado a conseguir lo que anhelaba, y no pensaba ceder. Hipnotizada por su sola presencia, Olivia miró el brillo acerbo de sus ojos, que dejaba al descubierto su altivez, una altivez que la subyugaba porque tras ella encontraba el deseo vivo que despertaba en él. Maravillada por notar ese fuego, extasiada por sentir lo mismo, decidió dejar de luchar contra lo que ambos anhelaban, tímidamente entreabrió la boca y le dio paso, él la cogió por la nuca y arremetió con coraje en su cavidad, hizo bailotear su lengua enredándola con la de ella mientras impulsaba jadeos incontenibles, que se perdían confundiendo sus alientos, ansiaba demostrarle el poder que tenían sus besos.

Olivia no quería ceder, pero ya lo había hecho; odiaba perdonarlo tan pronto, pero no lograba resistirse, aborrecía sentirse sin dignidad como se sentía y que no le importase que él se hubiera desfogado con otra, por ira, por venganza o por lo que fuera. Estaba claro que su cuerpo, en brazos de Noah, se resistía a actuar con criterio, se volvía insensato, imprudente, disparatado, y sólo se dejaba llevar por el deseo y el atrevimiento. Se apartaron agitados, se miraron a los ojos, y sus miradas llameantes e indecentes no lograban abandonarse. Entonces un cariz de virtud se apoderó de su cuerpo y Olivia lo apartó.

—¡Me has defraudado, Noah! —le gritó colérica, con la sola intención de no sucumbir ante él—. No puedo quitar de mi mente la imagen de ella durmiendo a tu lado, fui a explicártelo todo y me encontré con...

—¡¡¡¡Puta mierda!!!! No significó nada, tan sólo me desahogué. Me mentiste, me habías mentido durante semanas, me sentía el más estúpido, el más idiota de todos. Habías vuelto con él y era en lo único que pensaba, en querer olvidarte, en quitarte de mis pensamientos y de mis sentimientos... Tuviste miles de momentos para explicármelo todo y no lo hiciste.

—¡No tienes derecho a reprochármelo! —le gritó ella.

—¡Oh, sí, por supuesto que tengo todo el derecho! —Él gritó mucho más— Tú me lo otorgaste. Después de todo lo que me usaste, te atreves a decirme que no tengo derecho. Me dijiste que tu cuerpo había renacido a mi lado, me dijiste que te habías vuelto a sentir mujer con mis caricias, ¿o debo creer que en eso también me has mentido?

—Yo no te usé.

—¿Ah, no? Demuéstramelo entonces, demuéstrame que no he sido sólo un salvoconducto para ti, demuéstrame que lo que me has dicho es cierto.

—¡Como si te importase! ¡Como si tú sí hubieras sentido algo por mí!

—Tienes razón, no lo sentí: no hables en pasado porque mis sentimientos hacia ti no se han acabado.

—Mentira, mientes, eres un embaucador, me sedujiste, me enamoraste y luego ante el primer tropiezo te desfogaste con la primera que se te cruzó; no es cierto que me lleves en tu corazón.

—¿Y qué querías que hiciera? ¿Te olvidas de lo que me dijiste? Me revelaste que lo preferías, Olivia, y hasta me resulta extraño llamarte por tu nombre.

—¡Todo lo hice para protegerte! —Gritó más fuerte liberando su enfado—. ¿No te has dado cuenta? Yo sabía que Murray estaba metido en cosas raras, siempre me golpeaba si pensaba que escuchaba tras las puertas. No quería inmiscuirte porque sabía que no te detendrías hasta descubrirlo todo, no podría soportar que te pasara algo, él es peligroso, lo hice por tu seguridad, mi amor...

Rota de dolor, se puso a llorar, se deslizó por la puerta arrastrando la espalda y se quedó en cuclillas. Se agarraba la cabeza con las manos y se la veía desesperada.

—Tendrías que haber confiado en mí, yo sé cómo hacerlo caer, tengo los medios y estoy entrenado para eso. Sólo quiero protegerte, quiero ser el que te cuide, el que te haga sentir segura, quiero hacerte feliz. Me dolió mucho que no confiaras en mí, después de todo lo que habíamos compartido no me parecía justo tu engaño.

Noah se acuclilló frente a ella, y con su mano la cogió por el mentón haciendo que lo mirase, barrió sus lágrimas con los dedos y le acarició el rostro. Luego la agarró de las axilas y la urgió para que se pusiera en pie, recibiéndola en el cobijo de sus brazos y en el de su pecho mientras ella continuaba llorando sin consuelo. Oli se sintió tan necesitada de ese contacto que levantó los brazos y se aferró a su cuello, se cobijó en él y se dejó impregnar de su olor y del calor de su cuerpo. Lloró un rato, mientras las lágrimas parecían purgar sus pesares se dejó guarecer en su abrazo y se animó a sentir su protección.

Las lágrimas de pronto cesaron, y una intensa necesidad de sentirse suya se apoderó de ella, un cosquilleo le atravesó el vientre y se instaló a la altura de su ombligo. Entonces se apartó, buscando su mirada; él era suyo, así había sido y quería que siguiese siéndolo; sin reprimir su instinto lo besó, fue ella esta vez la que se apoderó vehemente de sus labios, enredó los dedos en su nuca y lo apresó con una llama viva de ansiedad y posesión. Miller, por supuesto, no se negó a lo que sus labios le demandaban, la recibió con la boca y la lengua, la palpó sediento y la acarició con anhelo. Sus manos se transformaron en caricias desmesuradas, que no tardaron en levantar su falda, se aferró a su trasero y lo sobó, lo estrujó hundiendo los dedos en su carne, quería hacerle entender que le pertenecía, que su piel sedosa y tersa, era sólo suya. No pensaba, tan sólo actuaba conforme a sus deseos, liberó una mano de sus nalgas para levantarle la camisa, se metió presuroso bajo la prenda y le acarició los senos, los apretó con desesperación, quería imprimir su huella en una de las partes que ansiaba de su cuerpo, no cabía duda de su anhelo, quería dejar su pesada huella en Olivia.

Desquiciado, poseso, restregaba su erección en el vientre de ella demostrándole lo empalmado que estaba. Ambos respiraban escondiendo los jadeos en sus bocas, estaban ansiosos, desbocados. Incontenibles, se lanzaron a sentir y a avivar lo que sus cuerpos les reclamaban.

Noah le arrancó las bragas, se las hizo trizas y ella, invadida por la misma urgencia, le llevó las manos a la bragueta para despojarlo de su pantalón, que bajó junto con los bóxer, consiguiendo así liberar su tiesa erección. La sostuvo entre sus manos mientras él acariciaba su hendidura. Entonces Olivia experimentó una indómita necesidad, un aguijón se clavó en el centro de su sexo y sus fluidos brotaron preparándola para recibirlo.

Miller la aferró de las caderas y ella trepó por su cuerpo, él la guio sobre su miembro y se introdujo en ella invadiéndola por completo. Olivia enredó las piernas en su cintura y se aferró con fuerza de su nuca, y él la penetró sin cansancio, acometió dentro de ella invadiéndola con su carne. Sobrepasados, emitieron gemidos que ninguno de los dos pudo controlar. Noah la atizó con su tieso miembro mientras la sostenía con la espalda pegada a la puerta.

Transformados en un vaivén de sensaciones, en un bamboleo de hostigamientos enrevesados, chocaron sus pelvis hasta que una sensación de placer los invadió; en el preciso momento en que alcanzaron el clímax, clamaron, gritaron sus nombres, se mordieron lujuriosos al tiempo que consiguieron el éxtasis. Olivia permaneció aferrada a su cuello, y Miller, sin aliento y con las piernas temblorosas, continuó imperturbable aguantando su peso, la bajó lentamente y se agachó hasta ponerse a su altura, permaneciendo en su interior.

—Te amo —le dijo casi sin respiración—. Ahora lo sé, te amo y este sentimiento que nace de mi interior lo curará todo y alejará el mal que nos rodea, porque es tan grande y poderoso que será suficiente para preservarnos a ambos.

—Yo también te amo, no hay nada que ansíe más que permanecer así contigo, nunca fui tan feliz como lo soy en tus brazos.

No podía seguir negando lo que su cuerpo gritaba: ese hombre era el único que sosegaba su desdicha, el que la hacía estremecer de pasión, el que la hacía sentir viva. Amaba el volcán que desataba en su interior con sólo mirarla, sus manos en su cuerpo eran la calma, la sanación a todas sus congojas.

Se apartaron, pero la necesidad que sentían el uno por la otra los volvió a invadir, se besaron, y todo volvió a comenzar porque la erección de Noah cobró vida nuevamente.

Confuso por el ardor irresistible que su proximidad le producía, apenas alcanzaba a comprender que esa mujer era su centro, que sólo ella podía hacerlo vibrar y dejarlo indefenso, al punto de sentir que su voluntad se revitalizaba sólo con su cuerpo.

Noah la sostuvo de la mano, la miró tempestuoso y la condujo hasta el diván, donde se deshicieron de sus prendas y se recostaron para amarse sin prisas y gozarse sin apremios, indagando en sus bocas y resiguiendo cada músculo y cada curva con caricias anhelantes, besándose en cada milímetro, recorriendo con sus lenguas la piel y los sexos del otro. Miller la cubrió con el peso de su cuerpo mientras ella le ofrecía el centro de su universo, recibiéndolo gustosa; lo absorbió con su vagina y él la penetró sin descanso, la poseyó sin urgencia, hasta que ambos sintieron que alcanzaban el orgasmo ansiado.

Cansados, permanecieron recostados en el diván de estilo francés, enfrentados con sus cuerpos desnudos.

—¿Tienes frío? —preguntó Noah mientras recorría las curvas de la cadera de Olivia con sus largos dedos, observando cómo se estremecía.

—Un poquito. —Olivia señaló un armario con su cabeza—. Ahí tiene que haber alguna manta.

Hizo un amago para levantarse pero él no se lo permitió, la aferró de la cintura y le besó la nariz.

—Voy yo.

Tras conseguir un cobertor para arroparse, se tumbó nuevamente a su lado y permanecieron un largo rato admirándose, con las piernas entrelazadas y acariciándose los rostros en silencio. Noah la tenía cobijada contra su pecho y le pasaba la mano por la espalda, palpando toda su piel.

—Quiero sacarte cuanto antes de esa casa, no soporto pensar que él está bajo tu mismo techo. —La miró sin disimular sus celos—. ¿Dónde duermes?

Olivia le acarició el entrecejo.

—No debes preocuparte, no comparto la habitación con él. He impuesto mis reglas, y si él está en casa siempre me encierro.

Noah le acarició la mejilla, en su pómulo aún había vestigios del golpe que había recibido; lo observó con el ceño fruncido y ensimismado.

—Me cobraré cada uno de sus golpes, ten por seguro que se arrepentirá de todos ellos, me rogará clemencia, te lo prometo.

—Chist, no pienses, no malgastemos el tiempo pensando en eso, mejor imaginemos lo felices que seremos cuando por fin podamos estar juntos.

—Voy a protegerte siempre, si es necesario hasta con mi vida.

—No digas eso, porque no quiero tu vida a costa de la mía, sólo te quiero a mi lado, sólo ansío ser feliz contigo. ¿Te he dicho que me encantan tus labios? —le dijo mientras los reseguía—, los he extrañado tanto.

Noah le depositó un beso en la yema de sus dedos.

—¿Por qué te golpeó? ¿Qué excusa puso para hacerlo? Quiero saber de qué vil excusa se valió el muy hijo de...

—Me descubrió cuando llegaba de tu casa la noche de la fiesta. —Noah intensificó el abrazo y cerró los ojos con fuerza, apretó las mandíbulas y piafó como un caballo salvaje—. No te agobies, cuando salí de la casa lo oí con su amante, encerrados en el despacho, se lo hice saber y lo amenacé con que si me volvía a tocar desataría un escándalo. Me amenazó otra vez con las fotos de Brian, pero no me amedrentó, no es tonto, le dije que si lo hacía iba a terminar con su carrera y que eso implicaba que no volviera a golpearme ni a tocarme. Por supuesto que no voy a arriesgarme, pero eso él no lo sabe con certeza. Tú me das fuerza para enfrentarme a él.

—No me fío, no es una persona para fiarse, no tires de la cuerda, por favor. Prométeme que te cuidarás, que te preservarás para mí.

—Te lo prometo, no hay nada que desee más.

Hicieron una pausa y se alimentaron de sus miradas.

—¿Por qué no me dijiste que eras dueño de una fortuna tan cuantiosa? ¿No confiabas en mí, acaso me crees una cazafortunas? ¿Por qué trabajas como detective si tienes una empresa tan importante?

—¡Cuántas preguntas! —Noah dio un suspiro y frunció los labios—. No se trata de eso, cómo puedes pensarlo, es una parte de mi vida que odio y que tiene que ver con mi padre biológico. —Ella notó cómo se tensaba.

—Sí no quieres hablar de eso no te preocupes, puedo entenderlo.

—Basta de secretos, no quiero que existan más secretos entre tú y yo. —Hizo una pausa y prosiguió—. Como te he contado, mi padre abandonó a mi madre cuando quedó embarazada y siempre renegó de mí. Pero cuando enfermó empezó a buscarnos hasta que finalmente dio con nosotros. Estaba agonizando cuando pidió vernos, y mi madre fue, yo no. —Hizo un gesto que no demostraba arrepentimiento—. Él le pidió perdón y le dijo que haría lo que debería haber hecho, protegerme económicamente. Pero a mí eso no me sirve, para qué quiero su dinero si nunca fui merecedor de su cariño. Mi madre le facilitó los medios para que realizara una prueba de ADN, le dio un cepillo de dientes, cabellos míos, en fin, lo hicieron todo a mis espaldas. Quise rechazar la herencia, pero si no la aceptaba pasaba a manos de mi madre y ella no iba a rechazarla, pues quería que todo pasase a mis manos, como él ambicionaba y como según él me correspondía, ya que soy su único descendiente. Entonces, mi madre y Brian se empecinaron tanto que finalmente me convencieron para que la aceptara. Nunca he tocado un céntimo de esa herencia, jamás he usado ningún bien de los que he heredado, tan sólo dispongo del dinero suficiente para que mi madre tenga todo lo que necesita, pero para mí no quiero nada.

—Lo siento.

—Me costó mucho ir a La Soledad. Allí fue donde mis padres se conocieron, donde me concibieron y donde mi padre echó a mi madre como a un perro cuando se enteró de que iba a tener un hijo. Pero cuando fuimos sólo me importó verte feliz a ti; sabía que era un lugar donde te sentirías en paz y por eso no lo dudé, además, sé que estás acostumbrada a vivir con comodidades; si es por ti, porque nada te falte, estoy dispuesto aparcar mi orgullo.

—Me siento tan egoísta, intenté tantas veces sincerarme, pero... tenía miedo de que todo se acabase; por momentos sentía que viviendo otra vida nada de lo que me había ocurrido sería cierto. Me engañé a mí misma y fui muy injusta contigo. De todas formas quiero que sepas que a mí los lujos no me importan, lo único que deseo es tenerte a ti a mi lado.

—Basta, no te apenes más, estamos juntos ahora y nada importa. Saldremos adelante, verás que encontraremos una solución.

—¿De qué conoces a mi hermano? Aún no puedo creerlo.

—Éramos compañeros, antes de ser detective trabajé como modelo.

—¿De verdad? —Él asintió con la cabeza—. Te buscaré en revistas. Entonces, ese día que nos encontramos en la puerta de su apartamento venías de estar con él. ¿Brian era el amigo que había bebido? —Noah asintió con la cabeza—. Nunca lo imaginé.

—Yo tampoco me imaginé nunca que podías tener que ver con él.

—Estuve a punto de llamar a su timbre ese día, y justo cuando me arrepentí apareciste tú. Me asusté y por eso te mentí con mi nombre. —Noah le besó la nariz—. Lo siento tanto, quiero que entiendas que el poder de Wheels me hizo actuar como lo hice, aunque también es cierto que tú me diste toda la confianza y...

—Basta. Dejemos eso atrás, volvamos a comenzar.

—¿Has podido averiguar algo de las fotos?

—Estoy haciendo mi trabajo, pero prefiero que no lo sepas. No quiero que te mezclen en nada, así que mientras menos conozcas mejor.

—Durante el viaje anterior de Murray busqué como loca los originales de las fotos, pero no los encontré.

—No te arriesgues, Olivia. Llegado el momento conseguiremos una orden de registro; no levantes sospechas, necesitamos pescarlo desprevenido.

—Tiene una caja fuerte en su despacho, pero no la he podido abrir porque le cambió la clave.

—No intentes más locuras. Dime sólo una cosa: ¿usa tarjetas de crédito?

—No. Hace algunos años que dejó de hacerlo, ¿por qué?

—Porque no he encontrado estados de sus cuentas.

—Incluso me quitó las mías también. Hace años que me obliga a manejarme con efectivo, aunque yo sólo gasto lo de la galería. ¿Por qué crees que lo hace?

—Tengo una teoría, pero prefiero no decírtela.

—Quiero saberla, Noah por favor. —Lo miró seriamente—. Hemos dicho que no más mentiras.

—Creo que blanquea dinero, y como no puede justificar su entrada de capital no recurre a transacciones bancarias, pues su estándar de vida se contradice con su sueldo.

—Y lo que entregó Brian en su nombre, ¿qué será?, ¿tienes idea?

—Brian dice que no sabe lo que era, que cuando el infeliz le pidió el favor le dijo que era la documentación de unas encuestas y unas proyecciones de campaña, y que insistió en que lo entregase en mano a esa persona; el sobre parecía contener papeles, pero estaba cerrado. Le dijo que tenía una agenda complicada y no podía viajar, y como se había enterado de que Brian iba a una producción de fotos le pidió si podía hacerle el favor. Para darle el sobre lo citó a almorzar en Delmonico’s; veré si allí hay cámaras que lo muestren entregándole ese sobre, aunque ésa no sería una prueba muy buena.

»Usó como excusa hablar de tu cumpleaños y terminó pidiéndole eso, también le dijo que no quería mandar las cosas con otra persona, porque en una campaña era muy fácil que se vendiese la información, le hizo creer que no confiaba en nadie más que en él. Mira, Brian será cualquier cosa, pero le creo, me contó varias veces la historia y siempre de la misma manera, dice no haber visto nunca el contenido de ese sobre y que el tipo se presentó a él con otro nombre, Murray le hizo creer que se llamaba Rafael Hernández. Es obvio que todo fue premeditado para someterte.

—¿Tú crees que entregará esas fotos?

—A decir verdad, no, salvo que él quede en evidencia; entonces sí, tal vez sería capaz de usarlas para dañarlo y vengarse de ti. Pero no te preocupes, encontraremos la forma de probar que Brian no tiene nada que ver y que ha sido utilizado.

—¿Qué hay de esa mujer que estaba contigo, quién era?

—Nadie de importancia, alguien que conocí ese día y nunca más veré. Te juro que no debes preocuparte por ella, quiero que te olvides de eso, por favor. Confía en mí y prométeme que no te arriesgarás más. —Noah cambió de tema a propósito, para obligarla a pensar en otra cosa.

Olivia rodó sobre su cuerpo y quedó encima de él.

—Confío en ti. Pero así como me has pedido que yo no me arriesgara, yo te pido lo mismo.

—Si me lo pides, así, de esta forma, ¿cómo negarme? —La agarró de las nalgas y se metió un seno en la boca, la pasión entre ellos volvió a desbordarse y de nuevo hicieron el amor.

Exhaustos tras otro orgasmo aniquilador, Olivia cogió la muñeca de Noah y miró la hora.

—Debo irme.

—No quiero, no.

—Tampoco quiero, pero debo hacerlo, afuera está Dylan esperándome.

—Dios, ¿cuándo volveré a verte?

—No lo sé, a Murray no le gusta que me vea demasiado con Alexa. Pero puedo salir esquivando las cámaras.

—No quiero que lo hagas, no quiero que te expongas. Aunque me muera por verte, prométeme que no harás nada de eso.

—Te llamaré.

—Yo también.

Rompe tu silencio
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