17

Llegaron a La Soledad, que era como se llamaba la finca. Olivia estaba muy risueña, pues la pinta de cerveza y el vino con que habían acompañado los mariscos habían revitalizado su humor.

El enorme recibidor de la mansión los acogió en la fría noche de Austin, proporcionándoles de inmediato cobijo y bienestar. Noah tenía toda la intención de ir directo hacia la planta superior.

—¿Qué pasa?

—Voy por un vaso de agua fría, creo que el alcohol se me ha subido un poco.

Olivia cerró los ojos, frunció la boca y se tambaleó, demostrándole que estaba algo nublada y volátil.

—Te acompaño.

Caminó a su lado cogiéndolo de la cadera, entraron en la cocina y Noah, en un movimiento que no le causó mayor esfuerzo, la cogió por la cintura y la sentó sobre la mesa de la isla central.

—Quédate aquí, ya te traigo el agua.

Olivia esperó paciente, apoyando las manos en el mármol, mientras seguía con la mirada todos los movimientos de su detective. Se quitó la chaqueta que llevaba puesta y la dejó caer al suelo, pues la calefacción no la hacía necesaria y la visión de su hombre mucho menos. Cuando Noah se acercó se encontró con una mirada lasciva; la subyugaba hasta tal punto que a ella le parecía irreal sentir los calores que sentía en pleno otoño. Con desparpajo, se pasó la lengua por los labios y luego cogió el vaso que él le ofrecía. Se bebió el agua de un sorbo. Cuando la acabó dejó el vaso apoyado en la encimera y abrió ligeramente las piernas en actitud seductora llamando a Noah para que se acercara a ella.

—Vayamos a la cama, ayúdame a bajar —le dijo mientras él se situaba en el hueco que ella le había hecho entre sus piernas.

Miller tenía toda la intención de hacer lo que ella le pedía, pero con tan sólo posar las manos en su cintura sintió cómo su sexo cobraba vida propia. Se acomodó entre sus piernas y bajó las manos hasta las caderas, tomándola con fuerza de ellas y situándose de manera que, al afirmarla contra su cuerpo, Olivia pudiese sentir lo excitado que estaba. Ella tenía las manos apoyadas en sus hombros, ladeó la cabeza para echar el cabello hacia un lado y ofrecerle su cuello. Noah resopló como un toro bravo y se cobijó en su cuello mientras inhalaba como un poseso su olor, sacó la lengua y le dejó unos besos húmedos en él. Olivia lo cogió del rostro con ambas manos y lo admiró; presa del ardor que Noah desataba en ella, de manera poco delicada le acarició los labios con el índice y fue suficiente para que él tomara su boca. Le mordió los labios, los succionó sin sutileza ni cortesía, los consideró suyos, exclusivos, los arrebató como quiso.

De pronto se encontró con sus manos acariciando desmedidamente sus pechos y gimiendo en su boca. Alocado, sediento, borracho de tanto placer, cogió la camiseta por abajo y se la quitó, admiró sus pechos, que se transparentaban bajo el encaje del sujetador, y los deseó de manera irrefrenable. Olivia comprendió su mirada cargada de erotismo, llevó las manos al cierre de la espalda, desabrochó la prenda y con un movimiento muy sensual la deslizó por sus brazos dejándola caer al suelo. Noah se relamió y apresó uno de sus senos con la boca, acarició el pezón con la lengua en todas direcciones hasta que la oyó gemir y suplicar de apasionamiento. Levantó la cabeza para mirarla con lujuria. Presa de esa mirada mordaz y del trato despiadado que habían recibido sus pezones, ella levantó las manos para quitarle la camisa y comenzó a desabotonarle los botones con urgencia, pero éstos le parecían interminables; él la ayudó con los de la manga y acabaron rápidamente de quitársela, ansiaba regresar al lugar que había abandonado. Volvió a apresarle los pechos con las manos y los labios y se perdió en ellos.

Cautivo de su frenesí, de pronto la tumbó sobre la encimera, provocándole una sacudida en el cuerpo por el contacto con el mármol helado, pero los besos apagaron el estremecimiento y el ardor regresó. Miller, con sus versadas manos, resiguió el largo de sus piernas hasta quitarle el calzado y subió hasta la cremallera para desabrocharle el pantalón. Ante la urgencia que sentía por poseer a esa mujer, volvió a invadir su boca y finalmente, sin dejar de besarla, consiguió desabrocharle los pantalones; ella lo ayudó levantando las caderas y en un solo movimiento le quitó también las bragas. Noah disfrutó del placer extraordinario que tenía ante sus ojos: Olivia desnuda sobre la encimera era un alborozo inacabable.

Se maravilló de las formas de su cuerpo y vagó con la mano definiendo las curvas que se manifestaban ante él mientras ella se retorcía con su tacto. Ipso facto, Noah comenzó a desvestirse, se quitó las Converse sin desanudarlas y a tirones se despojó de los vaqueros. Sus bóxeres estaban a punto de explotar, su erección era sumamente manifiesta.

La cogió de las nalgas y la situó en el borde del mármol, le levantó ambas piernas dejándola expuesta para él y se agachó ligeramente para lamerla. Con la lengua, le rodeó los pliegues de la vagina, repasándola una y otra vez; luego la tensó para acariciarle el clítoris hasta casi hacerla estallar en un orgasmo. Intentando moderar su excitación, se apartó y se quedó mirándola unos instantes, disfrutando de su belleza. Finalmente se deshizo de los calzoncillos, que se deslizaron por sus piernas hasta los tobillos, se ayudó moviendo los pies y los hizo a un lado.

Con bravura, cogió su erección y la situó en el acceso que Olivia le facilitaba; ella se mostraba mansa y serena. Lentamente se introdujo en ella mientras se aferraba con las manos a su cuerpo. Como un prefacio de lo que vendría, ambos sintieron la magia al entrar sus cuerpos en contacto; Noah entró y salió varias veces mientras Olivia arqueaba su cuerpo para encontrarlo en cada embate. Sus sexos eran una conjunción extraordinaria, parecían Saturno y Júpiter en plena alineación en el solsticio de invierno.

Se fusionaban a la perfección, con armonía y en sincronía. Sus cuerpos se sentían como en medio de una profecía: lo que allí estaba ocurriendo no se trataba de astronomía, ni astrología, ni geomancia, tampoco de genética, ni medicina; era más bien un proceso de física cuántica, la unión perfecta entre la ciencia y la espiritualidad del deseo que ellos sentían.

Siguieron contoneándose, construyendo en sus entrañas con perfecta fricción el aniquilamiento, que llegaría de un momento a otro; podía verse por el inminente arrobamiento de su piel, estaban indefectiblemente a punto de encontrar el alivio ansiado. Sus miradas eran intensas, oscuras, sus sensaciones estaban todas centradas en el acoplamiento de sus cuerpos. Después de varias embestidas más, de cambiar el ritmo por momentos y retomarlo por otros, se dejaron ir, se entregaron al placer inconmensurable que sus cuerpos les proporcionaban y llegaron a un orgasmo mortífero que ya no pudieron ni quisieron detener. Olivia gritó su nombre mientras le exigía que no parase; Miller, ronco y poderoso, emitió un clamor mientras se descargaba en ella. La bañó con su panacea y se consumió de placer.

Satisfecho, y casi sin restos en su cuerpo, el detective se dejó caer sobre el pecho de su amante, ansioso por recobrar el aliento. Olivia, agradecida por el momento compartido, lo acarició hundiendo los dedos en su cabello, luego bajó las manos y las pasó por su espalda una y otra vez, hasta que sintió cómo la respiración de ambos comenzaba a calmarse. Consciente de que no podía seguir en esa posición, ya que la cocina no era el lugar más indicado para estar así, Noah le dio un beso en medio de los pechos y se retiró de ella.

En ese preciso momento él cayó en la cuenta de lo que había ocurrido. El pánico se hizo evidente en su rostro y no pudo ocultarlo.

—¿Qué sucede? —preguntó ella alarmada.

—Perdón, nena, no sé qué me ha pasado.

—Noah, no me pidas perdón, ha sido maravilloso.

Se sentó en la encimera y él la ayudó a bajar. Olivia fue por papel de cocina para limpiarse, mientras Noah, aún pasmado, seguía sin moverse.

—¿Por qué te arrepientes de lo que ha pasado? A mí me ha parecido hermoso.

Ella estaba aferrada a su cintura, mientras él sólo atinaba a agarrarse la cabeza.

—Es que... —Miró su sexo—. No me he puesto preservativo, ninguno de los dos nos hemos detenido. Lo que he hecho es sencillamente imperdonable, parezco un inexperto que no ha pensado en las consecuencias y que solamente se deja llevar por el deseo.

Ella, entendiendo su preocupación, comenzó a reír.

—Tranquilo, detective, sé que usted y yo somos personas sanas.

—Alexa, no es solamente por eso.

Ella lo miró pensativa.

—Deja de angustiarte, no estoy en mis días fértiles.

—Aun así, es una falta de responsabilidad.

—Te aseguro que no me has dejado embarazada.

—No me lo perdonaría.

—No tendrás que perdonarte nada, sé lo que te digo.

Olivia le resiguió las facciones del rostro y le acarició el entrecejo para que suavizara el gesto de preocupación.

Abandonando su abrazo, maldijo no haberse detenido, pues ella sí se había dado cuenta de lo del preservativo; ahora toda la magia del momento anterior se había perdido. Se inclinó, cogió la camisa de Noah y se la colocó mientras él se ponía el calzoncillo.

—¿Cómo te protegías con tu ex? ¿Tomas la píldora? —Noah seguía preocupado.

—Hace unos años él se hizo la vasectomía.

—¿No pensasteis en tener hijos?

Olivia, mientras comenzaba a caminar para salir de la cocina, emitió una honda espiración.

—Cuando nos casamos, imaginábamos el momento de tener una familia propia y soñábamos con eso. —Noah la seguía, subían la escalera—. Luego su profesión lo absorbió tanto que él decidió que no era conveniente que por el momento tuviéramos descendencia, pero yo ansiaba ser madre. Así que me quedé embarazada a propósito.

Noah se frenó en seco y la agarró por el codo.

—¿Tienes un hijo?

Olivia lo miró estudiando la expresión en su rostro. Y le contestó con voz muy firme:

—Si tuviese un hijo estaría a mi lado, jamás me habría ido sin él. —Él la miró y se sintió apenado por haberle hecho esa pregunta—. Estaba de poco más de tres meses cuando sufrí un aborto. Necesitaba ser madre, cada día me sentía más sola. Sé que no estuvo bien la decisión que tomé por mi cuenta.

—Lo siento.

—Luego él se operó, porque quería esperar a que nos asentáramos para tener familia, y como ya no confiaba en mí...

Siguieron ascendiendo en un incómodo silencio y entraron en el dormitorio principal evitando mirarse.

Ambos se metieron en la cama y observaron el techo, cada uno sumido en sus pensamientos. Olivia se dio la vuelta y colocó la cabeza sobre su pecho; él la abrazó de inmediato.

—¿Sigues preocupado?

—Sí.

—Tienes razón, no hemos sido responsables, pero conozco mi cuerpo y te repito que no estoy en mis días fértiles; en cuatro días me toca el periodo, así que no hay de qué preocuparse, de verdad. De todas formas te comprendo, aunque lamento que se haya arruinado el bonito momento que hemos pasado.

—Yo también lo lamento. Es que no entiendo cómo me he dejado llevar de esa forma.

—No seas tan duro contigo mismo, nos ha superado el instante.

—Ésa no es una razón de peso.

—Deja de angustiarte. Comenzaré a tomar la píldora para que no nos vuelva a pasar, pero soy muy regular y mis ciclos siempre son de veintiocho días. ¿Quieres que busquemos en internet cómo se calculan los días fértiles?

—No es necesario.

—Pero te dejaría más tranquilo.

—No se trata solamente de mi tranquilidad, sino de que siempre he criticado a mi padre por no cuidar a mi madre y mira lo que he hecho yo ahora.

—Chist, no te agobies. Tú no eres él.

—Por supuesto que no soy él, jamás dejaría un hijo tirado, aunque tú y yo no terminemos juntos.

Olivia se aferró con fuerzas a su cuerpo, la asustó pensar en que ellos podían dejar de estar juntos. Hacía poco que se conocían, pero su cuerpo ardía a su lado, sus entrañas, que antes estaban adormecidas, habían vuelto a despertar, a vibrar: él la hacía sentir mujer, amiga, amante y muy deseada.

—Supongo que tienes razón, no es seguro que sigamos juntos.

Noah notó la angustia en sus palabras.

—Eh.

Se movió para quedar frente a ella, pero Olivia fue más rápida y se puso de pie saliendo de su abrazo. No estaba segura de sus emociones y no quería que todo terminase así; debía ser consciente de que en realidad sólo estaban en una antesala de apasionamiento y no podía bajo ningún punto de vista exigirle más compromiso.

—¿Por qué te apartas de mí?

Noah se había levantado tras ella, que permanecía junto a la ventana. Olivia cogió aire y decidió mirarlo a la cara.

—No me hagas caso, regresemos a la cama.

—Quiero que me digas qué te pasa, sabes que puedes decírmelo todo. —La miró a los ojos, infundiéndole confianza.

—Es que... no es lógico que me sienta así; sé que es muy pronto, pero...

—Vamos, no des más vueltas y dilo.

—No me ha gustado pensar en que podíamos alejarnos, pero entiendo que apenas estamos conociéndonos.

—Tampoco pienso en alejarme de ti, tampoco lo quiero. Hoy te he dicho que siento cosas importantes y no te he mentido, pero al decir que no sabía si terminaríamos juntos me refería a que no tenemos todas las respuestas a lo que pueda ocurrir en el futuro.

—Lo sé, no soy tan necia, solamente me he sentido insegura, no me hagas caso.

La acogió con ímpetu mientras sus brazos se cerraban en su cuerpo; Olivia, gustosa, se acurrucó en ellos. La escasa luz nocturna que entraba por la ventana iluminó a los amantes, que se cernían en un abrazo interminable, un abrazo que ninguno deseaba que acabara. Para ambos era muy reconfortante sentir el calor que sus cuerpos irradiaban, y se resistían a abandonarse. Olivia levantó la cabeza y la tiró hacia atrás para encontrar la mirada de Noah. Un rayo de luna iluminaba sus ojos y reverberaba su mirada ambarina, una mirada que expresaba lo mismo que sus cuerpos: necesidad, cariño, ilusión.

—Vamos a acostarnos, la noche es fría para que estemos quietos aquí.

—Me gustas demasiado, Noah, me siento viva a tu lado.

—Ven conmigo.

La cogió de la mano y la guio hacia la cama. Sus vidas estaban desordenadas por las emociones que experimentaban, todo cambiaba, y a ratos esto los pillaba por sorpresa y no sabían cómo lidiar con los sentimientos que surgían.

Incluso Noah se sintió descolocado al pensar que su esposo realmente había sido muy importante en su vida; le causó dolor saber que lo había sido hasta el punto de querer tener descendencia con él. Intentó deshacerse de esos pensamientos, no era ninguna novedad que ella había tenido un pasado, así que para qué agobiarse cuando él pretendía ser su presente y su futuro.

Se dijo finalmente que debía centrarse en eso.

De madrugada, Olivia se removió buscando el calor del cuerpo de Noah. Estiró las manos mientras escudriñaba el espacio, pero se sintió muy sola en la enorme cama. Algo aturdida, sin saber a ciencia cierta cuánto había dormido, buscó su móvil para ver la hora. Se frotó los ojos y se extrañó de que él no estuviera a su lado.

Aunque Miller había intentado restarle importancia al descuido de no haber usado preservativo, sabía que se había quedado preocupado, así que supuso que por eso no estaba durmiendo junto a ella. Se levantó y salió del dormitorio, siguiendo el sonido de las notas de un piano, bajó la escalera y entró en la sala: allí estaba él, con una copa de ron apoyada en la tapa mientras tocaba y cantaba. Olivia se asombró de lo bien que lo hacía y lo escuchó en silencio intentando no interrumpirlo, pasó a hurtadillas y se acomodó en el sillón, donde se sentó recogiendo las piernas.

Abrazada a ellas, apoyó el mentón en las rodillas para oírlo con más comodidad. Estaba prendada oyéndolo cantar She Will Be Loved.* Lo hacía abstraído, mantenía los ojos cerrados y se dejaba envolver por la melodía y la letra de la canción. En cierto momento, presintiendo su presencia, abrió los ojos y la vio, la miró fijamente y siguió cantándole sin despegar la mirada de la de ella, que le sonreía henchida.

Miller empezó a cambiar el gesto de su rostro y también comenzó a sonreírle. Olivia se acercó y se apoyó contra el piano provocativamente. Quería dejarlo terminar, pero era una gran distracción, y cuando culminó la canción Noah abandonó las teclas del piano y acarició sus curvas, recorriéndolas con las manos. Ella iba vestida con una camisa que había recogido del suelo antes de salir de la habitación, y él se encargó de quitársela y dejarla en ropa interior. Palpar su cuerpo era afrodisíaco; la sentó sobre el piano y comenzó a saborearla con los labios, desnudándola por completo.

—No tenemos preservativos aquí.

—Chist, tú no te preocupes por nada, yo me encargo de todo.

Rompe tu silencio
titlepage.xhtml
Dedicatoria_0001_0000.htm
Capitulo_1_0002_0000.htm
Capitulo_2_0003_0000.htm
Capitulo_3_0004_0000.htm
Capitulo_4_0005_0000.htm
Capitulo_5_0006_0000.htm
Capitulo_6_0007_0000.htm
Capitulo_7_0008_0000.htm
Capitulo_8_0009_0000.htm
Capitulo_9_0010_0000.htm
Capitulo_10_0011_0000.htm
Capitulo_11_0012_0000.htm
Capitulo_12_0013_0000.htm
Capitulo_13_0014_0000.htm
Capitulo_14_0015_0000.htm
Capitulo_15_0016_0000.htm
Capitulo_16_0017_0000.htm
Capitulo_17_0018_0000.htm
Capitulo_18_0019_0000.htm
Capitulo_19_0020_0000.htm
Capitulo_20_0021_0000.htm
Capitulo_21_0022_0000.htm
Capitulo_22_0023_0000.htm
Capitulo_23_0024_0000.htm
Capitulo_24_0025_0000.htm
Capitulo_25_0026_0000.htm
Capitulo_26_0027_0000.htm
Capitulo_27_0028_0000.htm
Capitulo_28_0029_0000.htm
Capitulo_29_0030_0000.htm
Capitulo_30_0031_0000.htm
Capitulo_31_0032_0000.htm
Capitulo_32_0033_0000.htm
Capitulo_33_0034_0000.htm
Capitulo_34_0035_0000.htm
Capitulo_35_0036_0000.htm
Capitulo_36_0037_0000.htm
Capitulo_37_0038_0000.htm
Capitulo_38_0039_0000.htm
Capitulo_39_0040_0000.htm
Capitulo_40_0041_0000.htm
Capitulo_41_0042_0000.htm
Capitulo_42_0043_0000.htm
Capitulo_43_0044_0000.htm
Capitulo_44_0045_0000.htm
Capitulo_45_0046_0000.htm
Capitulo_46_0047_0000.htm
Capitulo_47_0048_0000.htm
Capitulo_48_0049_0000.htm
Capitulo_49_0050_0000.htm
Capitulo_50_0051_0000.htm
Capitulo_51_0052_0000.htm
Epilogo_0053_0000.htm
0054_0000.htm
Agradecimientos_0055_0000.htm
notas_split_000.htm
notas_split_001.htm
notas_split_002.htm
notas_split_003.htm
notas_split_004.htm
notas_split_005.htm
notas_split_006.htm
notas_split_007.htm
notas_split_008.htm
notas_split_009.htm
notas_split_010.htm
notas_split_011.htm
notas_split_012.htm
notas_split_013.htm
notas_split_014.htm
notas_split_015.htm
notas_split_016.htm
notas_split_017.htm
Creditos_0057_0000.htm