40

Miller no pudo conciliar el sueño durante toda la noche. Se sentía enfadado con la vida misma, se preguntaba una y otra vez hasta cuándo Oli tendría que padecer tantas desdichas. Ella decía que él era su salvación, pero él no lo consideraba así, puesto que no atinaba con sus actos para que dejara atrás sus padecimientos. Aunque su amor hacia ella era cada día más profundo, lo que había sucedido lo convertía, a su entender, en un ser poco digno de estar a su lado. Por otra parte, lo sublevaba la mansedumbre con la que ella aceptaba su destino, esperando un cambio que parecía llegar siempre a medias y que él no era capaz de entregarle por completo, aunque así lo quisiera.

Sentado en el sillón del despacho, miraba a través de los ventanales, con la vista perdida en el paisaje y la mente concentrada en averiguar qué era lo correcto. Por momentos ansiaba olvidarse de que era detective de la policía, anhelaba dejar a un lado su cargo y su juramento y que prevaleciera el hombre indomable que habitaba en él, esa fiera que anidaba en sus entrañas y que amenazaba con salir como un depredador, para apartarse de la ley y hacer justicia con sus propias manos. Lo sucedido lo ponía cara a cara con la verdad de sus tormentos, esos que cada día se apoderaban más y más de sus sentimientos, esos que le hacían entender que ya no le bastaba con la justicia de la ley, y él, que no temía a casi nada, tenía miedo entonces de lo que sería capaz de hacer. Era en aquel momento cuando sentía que perdía los valores recogidos a lo largo de su vida, dejaba de invocar sus preceptos y de atenerse a su hegemonía y a su idiosincrasia, exhortándose a recordar su juramento: «Juro lealtad a la bandera de Estados Unidos de América y a la República por la que se sostiene, una nación sometida a Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos».

Necesitaba creer nuevamente en ese juramento realizado, necesitaba creer que con la ley en sus manos, y el buen uso de ella, podría conseguir la justicia que Olivia merecía y esperaba de su parte.

Era pasado el mediodía y después de renunciar a sus bajos instintos, probaba a hilar datos y transitaba entre hipótesis formuladas. Lo que Olivia le había revelado aquella noche lo había desequilibrado, pero de todas maneras intentaba encauzar sus pensamientos para poder desmadejar lo que Wheels había dicho. Todo le hacía suponer que el senador no sabía a ciencia cierta quién era él, porque de ser así, lo habría utilizado con Olivia para doblegarla nuevamente. Estaba casi seguro de que sabía de su existencia, pero no de su identidad, lo que le permitía, sin duda, seguir jugando con ventaja, pero una ventaja que estaba a punto de desaparecer.

Se encontraba concentrado estudiando los activos de las compañías en las que participaba el senador y que él consideraba una pantalla; en todas se repetía un patrón: aceptación de varias transferencias de pequeños valores, depósitos de cheques y órdenes de pago (money orders) en giros postales que se transferían a las Islas Caimán.

Frente a tantos movimientos de activos en las empresas donde figuraba como socio, si se cotejaban las cuentas de Wheels él sólo vivía de su sueldo de senador, lo que hacía suponer que los estados de sus finanzas reflejaban resultados muy diferentes ante el apogeo de las empresas que él encabezaba.

Por otra parte, comparando el resultado de otras empresas del mismo sector con las que estaban bajo su lupa, no se obtenían los excelentes resultados de éstas y el crecimiento tan rápido.

Empezó a indagar en las obras que supuestamente se llevaban a cabo en ellas y descubrió que, en varias ocasiones, sus empresas se habían presentado a concurso en obras públicas del estado y que él había ganado en la mayoría, lo que indicaba una maniobra arriesgada puesto que involucraba en el blanqueo al mismo estado de Nueva York.

Miller estaba pletórico ante los nuevos descubrimientos, sentía que lo tenía cada vez más acorralado, y lo mejor de todo era que no sospechaba que se trataba de él; pero aun así no conseguía conectarlo con Montoya. Rastreando los activos de cancelación de grandes préstamos que las compañías habían adquirido en diferentes bancos, vio que en cuanto Wheels se incorporaba a dichas empresas, repentinamente y sin justificación aparente se realizaban cancelaciones de deudas contraídas.

Llamaron a la puerta del despacho, era Julián.

—Entra, padrino.

—Te buscan, querido, un tal Collin Crall está en la sala esperándote.

—Gracias, ya voy.

Guardó la información conseguida y salió a su encuentro. Allí se fundieron en un sentido abrazo.

—C. C., qué bien que hayas venido.

—Vaya, debo confesar que estoy consternado con el lujo de este lugar. Jamás imaginé que villa La Soledad fuese un paraíso así.

—Es sólo una casa, no le des importancia, sabes perfectamente que yo no se la doy.

—No entiendo qué leches haces trabajando de detective, con todo este patrimonio. —Hizo un ademán con la mano abarcando el lugar.

—Mi vida es la de detective de la ciudad de Nueva York, esto es un extra, que cuando apareció no tuve opción de rechazar y que hoy utilizo tan sólo porque Olivia lo necesita. De no ser por ella, jamás habría puesto un pie en esta casa, y lo sabes perfectamente.

—Estás loco, siempre lo he sabido, y ahora que veo este lugar termino de comprobarlo.

—Noah, ven por favor, porque yo ya no puedo con ella —dijo Alexa entrando en el salón. Los hombres le dedicaron toda su atención—. Hola —balbuceó ella tímidamente al ver a Collin sentado en la sala.

—Hola, Alexa —dijo él poniéndose de pie para saludarla. Mientras desplegaba toda su sensualidad, le dio un beso en la comisura de los labios.

—No sabía que estabas tan bien acompañado —dijo la joven ofreciendo una sonrisa descarada.

—Muchas gracias, espero ser realmente una buena compañía, pero para ti.

—Hola, estoy aquí —dijo Noah y los tres se rieron—. ¿Qué has dicho, Alexa?

—Ah, sí, que vayas y te hagas cargo de Olivia, porque la voy a tirar por el balcón de la habitación. Se nota que se siente mejor y está más cabezota de lo habitual, se quiere levantar.

—Ya me encargo yo —dijo Miller, dirigiéndose hacia la escalera, y antes de desaparecer solicitó—: ¿Serías tan amable de indicarle a C. C. dónde están las habitaciones? Me ha dicho Josefina que ha preparado una para él, pero no está para llevarlo, ha salido con mi madre. Te dejo con Alexa, amigo, creo que no te disgustará que lo haga.

—Claro, no te preocupes, yo me ocupo de que se instale cómodamente —bromeó la joven.

Noah entró en la habitación, Olivia estaba sentada en un lado de la cama.

—¿Qué haces levantada?

—Me siento mejor, quiero pasar el día contigo porque mañana te vas.

—No estoy de acuerdo en que te levantes, prefiero que te quedes en la cama. Nacary fue muy clara: si te mueves, tendrás dolor y no se te puede ajustar el vendaje para que no se mueva tanto la fractura, porque eso podría ocasionarte una neumonía. No busquemos complicaciones innecesarias, por favor, Olivia. No abuses de tu pronta recuperación.

Ella hizo un ademán para ponerse en pie, pero cualquier acción que llevara a cabo le suponía una gran agonía.

—Me harás enfadar, Olivia. —Ella no le hizo caso.

—¿Me ayudarás a vestirme o me dejarás hacerlo sola? —Caminaba hacia el vestidor, donde suponía que estaba su ropa.

—No puedes ser tan cabezota.

—No quiero ser una carga para nadie, y menos para ti. Sólo me quedan los morados, por suerte hoy he amanecido con el ojo desinflamado y en unos días me quitarán los puntos del pómulo, sólo espero que no me quede una cicatriz muy grande. Lo más incómodo son las costillas y el corte de la boca, que no me permite moverla con libertad.

—¿Lo más incómodo? —Noah se pasaba las manos por el pelo y la miraba fulminándola—. ¿Sólo lo consideras incómodo? Yo lo considero gravísimo.

—Porque eres un exagerado.

—Contigo es imposible.

—Gracias por no imponerte más de la cuenta y dejarme decidir, sé que no soy buena paciente, no soporto estar en la cama. Pero sobre todo, quiero disfrutarte antes de que te vayas.

Noah se pasó la mano por la frente.

—No me fastidies con lo de las decisiones, eso es jugar sucio y lo sabes bien, estás abusando de mí. Déjame al menos llamar a Nacary y ver si te autoriza a que andes. —Habló sin convicción—. Estoy más loco que tú por ceder a tus caprichos y a que te levantes.

—No seas exagerado —dijo Nacary por teléfono—. No está postrada, si ella considera que puede hacerlo, siempre y cuando no haga esfuerzos mayores, déjala que se levante.

Olivia esbozó un gesto triunfante al oír a su cuñada al otro lado de la línea, pues lo había obligado a que pusiera el altavoz para escuchar.

Finalmente estaban en la sala, Oli se había salido con la suya y se había levantado, pero reposaba en el sofá; ésa había sido la condición para dejarla bajar después de que Miller hablase con su hermana.

—¿Dónde están todos? Me has dicho que ha llegado tu amigo.

—Mi madre y Josefina han ido de compras. Alexa y Collin, supongo que arriba, ella iba a indicarle cuál era la habitación que debía ocupar.

—¡Qué peligro! Alexa me ha manifestado que tu amigo le gusta.

Sonó el timbre, Julián estaba en el jardín, así que Noah fue a abrir. Cuando abrió la puerta, no pudo disimular su asombro.

—¿Qué haces aquí?

—Necesito ver a mi hermana. Y no empieces a sermonearme —le advirtió cortándolo en seco—, no soy tan inconsciente, he tomado un vuelo a Dallas y de ahí otro a Houston, donde alquilé un coche de mala muerte que me trajo hasta la entrada de la ciudad, y finalmente he cogido un taxi para llegar hasta aquí. —Noah cerró los ojos aliviado por la respuesta y abrazó a Brian mientras le daba la bienvenida—. Ha sido un viaje eterno, pero sé que mi hermana me necesita.

—Bien pensado, ven, vamos a sorprender a Oli. —Entraron en la sala—. ¡Mira a quién te traigo! —expresó Noah con voz alborozada.

Olivia al verlo se emocionó de inmediato y se cubrió la cara con las manos sin poder contener las lágrimas. Brian corrió a su lado para abrazarla y llenarla de besos.

Una vez sobrepuesta de la emoción, lo interrogó:

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo lo supiste?

—Necesitaba verte, ayer hablé con Noah y entre coger un vuelo a Washington y arruinarlo todo, hice acopio de mi instinto y he venido a verte, quería que supieras que no estás sola. —Le besó las manos y continuó hablando—. Te aviso de que me llamó papá furibundo, está al tanto de que dejaste tu casa. Murray le ha dicho que te has ido con tu amante, y esta mañana papá me ha llamado a mí para ver qué sabía.

Noah y Olivia se miraron.

—Hipócrita, ¿qué le dijiste a papá?

—La verdad...

—¿Qué? —preguntaron los dos a la vez.

—La verdad es lo que habría querido gritarle, pero también quiero a ese hijo de puta en la cárcel, así que fingí que me enteraba de todo y hasta renegué de ti, Oli, para que el viejo me creyera. Amigo, cuando lo detengan, que a alguien se le escape un disparo y le impacte a Murray, hazme el favor.

»Disfruto de antemano pensando en cuando papá y mamá se enteren de que el gran senador es un corrupto, ¡qué desprestigio para la familia! —se mofó—. Lo mejor de todo es que él lo eligió para ti, recuerdo cuando te convencía de que era el mejor candidato. Ahí lo tiene ahora, se va a tener que tragar sus palabras; las veces que me ha dicho que por qué no era como Murray, llegó a decirme que deseaba que él fuese su hijo y no yo.

Noah le dio una palmada en el hombro.

En ese preciso instante entraron Collin y Alexa, él le susurraba algo al oído y ella se retorcía por lo dicho.

Brian los miró calculando la complicidad entre ellos. Noah se percató de inmediato del gesto de enfado de su amigo y se extrañó. Inmediatamente, el afamado modelo se puso en pie y salió a saludar a Collin, que también se alegró de verlo.

—¿Cómo estás?

—Bien, muy bien, trabajando. Tú siempre tan condenadamente guapo, Brian, no es justo, no dejas mujeres para nosotros.

—Tienes lo tuyo C. C., no te hagas el humilde. ¿Cómo estás, Alexa?

Se acercó, la cogió del brazo y le dio un beso bastante largo.

—Hola, Brian, no sabía que vendrías.

—Nosotros tampoco lo sabíamos —dijo Olivia.

—¿Cómo estás, Olivia? Te veo más repuesta —expresó Collin mientras se acercaba a saludarla.

—Mucho mejor. Disculpa, te recuerdo vagamente de cuando nos llevaste al aeropuerto, estaba muy narcotizada por los calmantes ese día.

—No te preocupes, ya tendremos tiempo para conocernos.

—Gracias, Noah ya me ha contado que llevas la investigación.

—Así es, tú despreocúpate, que Noah y yo nos encargaremos de hacerle pagar todos sus delitos al senador. Incluso llegará el momento en que puedas cobrarte los que ha infligido a tu persona.

—Déjame darte las gracias también, agente especial del FBI: me tranquiliza saber que alguien de confianza está ocupándose de todo.

Brian y él se palmearon las espaldas.

Por la noche, todos se reunieron en la sala para cenar en el comedor. Noah y Crall se apartaron un momento y se quedaron en el despacho hablando un poco del caso. El detective le dio a su amigo las últimas novedades que había descubierto y analizaron juntos la situación. El agente del FBI también tenía la corazonada de que la guarida del narcoterrorista se encontraba próxima a la frontera con México, y consideraba viable la opción de buscar una pista clandestina para dar con él.

—Lo que necesitamos, además de encontrarlo, es relacionarlo con el senador; eso es lo que hoy por hoy me quita el sueño.

—Tal vez si le pusiéramos un micrófono a Olivia como te sugerí... ¿lo has pensado?

—Ni se te ocurra volver a mencionarlo. No insistas más, porque no voy a exponerla, puedes quitarte eso de la cabeza, jamás lo permitiré.

—Te entiendo, pero por el momento no veo otra salida.

—Yo creo que esto terminará cayendo por su propio peso; es como un juego de dominó en el cual una ficha acabará desmoronando a la otra, sólo debemos dar con la información precisa.

—Yo también lo creo, pero sabes que investigaciones así pueden durar mucho tiempo, y Olivia también necesita recuperar su vida normal, no puedes mantenerla aquí aislada de todo.

—Eso también lo sé, y es lo que me preocupa. Aún jugamos con el efecto sorpresa, el senador no sabe quién soy yo y qué lugar ocupo en la vida de Olivia, por eso la voy a mantener aquí oculta, pero en cuanto descubra a qué me dedico no le costará imaginar que estamos tras él, y sabrá de inmediato que haber puestos las fotos de Montoya y de Brian en nuestras manos ha sido su sentencia. Quedarían expuestos a todo.

—Y tú también, y lo sabes. Si eso ocurre, harían desaparecer todas las pruebas y nada de lo que hoy tenemos nos serviría.

»Voy a conseguir una orden para peinar la zona, quiero que un avión sobrevuele el lugar en busca de algo que nos lleve a ellos. Necesitamos movernos con rapidez.

En la cocina, Ana y Josefina se encargaban de prepararlo todo para servir una suculenta cena.

—Es increíble que en esta casa se oigan tantas voces.

—Ojalá Noah se quedara a vivir aquí —fantaseó su madre.

—Tú podrías hacerlo cambiar de opinión si te decidieras a hablar de una vez. ¿No crees que tu hijo tiene edad suficiente para entenderte?

—Le mentí, le oculté la verdad y le hice creer que su padre lo despreciaba, cuando en realidad hizo lo que su orgullo herido le permitió. No soportó la incertidumbre de no saber si Noah era su hijo o de su hermano, Noah jamás me perdonará haberle mentido. Brandon no soportó mi traición, él me amaba y tú lo sabes, pero las cosas se dieron de tal forma que nada entre nosotros pudo recomponerse. ¿Crees acaso que si le digo todo esto él no me despreciará como lo hizo su padre? No podría soportar el desprecio de mi hijo, Jose.

—Pero Noah tiene derecho a saber la verdad.

—¿Qué verdad es la que debo saber?

Ana palideció de pronto, sintió que las piernas le cedían, tragó el nudo que se le hizo en la garganta y creyó que se desvanecería.

—Mamá, ¿te encuentras bien?

Noah salió a su encuentro y la sostuvo para que no se cayera, la sentó en una silla y Josefina le acercó un vaso de agua.

—¿Estás bien?

—Sí, hijo, estoy bien —dijo con un hilo de voz—, no te preocupes.

—¿Qué es lo que me estás ocultando?

Josefina y Ana se miraron.

—Mamá, ¿acaso se trata de tu salud?

—Voy a terminar de poner la mesa —dijo Josefina; no podría soportar si Ana decidía mentirle a Noah.

—¿Vas a decirme de una vez por todas lo que me ocultas?

Miller se expresó con impaciencia. Ana intentó recuperar la compostura, sabía que de ésta no se libraba, el momento de hablar había llegado.

—Cariño, no te impacientes, ve y disfruta de la cena con tus amigos, te prometo que luego hablamos, te aseguro que no es nada que no pueda esperar unas horas más. Estoy bien, no debes alarmarte.

A regañadientes, Noah aceptó hablar después de la cena. Durante la comida permaneció cabizbajo y meditabundo, y Olivia lo advirtió.

—¿Pasa algo?

—No, nada —aseguró él agitando la cabeza.

—No has tocado tu comida, sólo la has revuelto.

Noah levantó la cabeza, y clavó su mirada inquisitiva en la de su madre, que permanecía expectante a las reacciones de su hijo.

Rompe tu silencio
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