18

Sintió unos labios que le besaban la mejilla, y unas dulces caricias vagaban por su abdomen y ascendían por sus pechos, acunándolos. Las manos no vacilaban en sus movimientos: sabedoras de lo que hacían, se acometían a la tarea de acariciarla. Olivia abrió lentamente sus ojos marrones y los clavó en los de Noah.

—Buenos días.

—Hola...

Las manos del detective seguían deambulando por su cuerpo, recorrieron su plano abdomen, sus armoniosas caderas y sus torneados muslos; ávidas, regresaron a sus pechos atrapando un pezón entre los dedos. Excitado y con una increíble erección matinal, Noah reptó en la cama para mimarlo con los labios. Lamió el pezón mientras lo rodeaba y arrancó de la garganta de su chica suaves jadeos que inundaron la mañana de Austin. La entrepierna de Olivia se humedeció de inmediato, buscó restregarse en él, buscó el roce perfecto y lo encontró enseguida en su sexo, que estaba erecto y preparado. En ese momento un gemido salió de la garganta del detective, terminando en un soplido parcialmente contenido. Su aliento erizó los pezones de Olivia, provocándole un hormigueo en todo el cuerpo.

—Qué hermoso despertar —dijo ella con voz grata y dulzona.

—¿Te gusta?

Noah bajó la mano, la que antes acunaba su pecho, y la llevó hasta su pubis, acariciando su hendidura.

—Mucho.

—¿Cuánto es mucho?

—Demasiado.

—Hmmm, ¿realmente esto te parece demasiado? —Le preguntó deslizando uno de sus dedos en su interior—. Porque si es demasiado puedo detenerme.

—No, por favor, no pares —le rogó con la voz entrecortada y cogiéndole la mano para que no la quitara—. Me he expresado mal, no quiero que pares.

Siguió acariciándola, moviendo los dedos casi al punto de terminar con su sano juicio. Olivia encorvaba la espalda y él disfrutaba viéndola, le encantaba ser quien desencadenara su enardecimiento. Sin dejar de acariciarla y de entrar y salir de ella con sus intrépidos dedos, la besó en la boca con ansia, jugó con su lengua, se enredó con la de ella saboreándola, hurgando, invadiéndola con la suya.

—No puedo dejar de desearte.

Noah le hablaba sobre su boca entre lametazos lascivos. Su lengua y sus manos estaban llevando a Olivia al límite.

—Me estás haciendo perder la razón.

—Es lo que quiero, volverte loca, que me desees, que no puedas vivir sin mis caricias, sin mis besos, quiero que sientas lo mismo que siento yo.

—Lo has logrado, entonces, porque siento que no podría vivir privada de esto que me das.

Olivia se movió dejándolo de espaldas, apartó su pelo hacia un costado y se arrodilló sobre él. Inclinando la cabeza, desenfrenada y atrevida, cogió su erección con la boca, la atrapó con ella envolviéndolo con los labios.

Noah soltó un jadeo ronco y oscuro, y los gemidos penetraron en las paredes de la habitación hasta que le rogó que se detuviera.

Abandonó su postura y se situó sobre el cuerpo de ella para hacer uso de su experiencia y hacerla gozar; la penetró con todo el control que consiguió y, con urgencia, se enterró en ella y comenzó a moverse dándole fuertes empellones, que empezaron siendo suaves y ondeantes y pasaron a ser furiosos e intempestivos; ambos jadeaban y clamaban de gozo, se movían en sincronía para encontrarse.

Amalgamados, fundidos de pasión, se meneaban aunados con el único fin de avivar el placer.

Súbitamente Noah se detuvo abandonando su interior; su control había llegado al límite de todo. Sabiendo que no podría más, se estiró sobre su cuerpo para coger del cajón de la mesilla de noche un preservativo, que con apremio y desenvoltura rasgó con los dientes.

—Tomemos precauciones —le dijo mientras lo hacía rodar por su miembro.

Expectante, jadeante y ardiente, Olivia lo miraba, se mordía los labios mientras se retorcía esperando.

Miller retomó la posición y se situó sobre ella para comenzar nuevamente con la tarea. Entró y salió varias veces, su mirada estaba clavada en Olivia mientras sus brazos sostenían el peso de su cuerpo para no aplastarla, aunque en realidad eso era lo único que deseaba, aplastarla con todo su cuerpo, hacerla sentir que era él quien estaba sobre ella y dentro de ella.

Una sinfonía de jadeos y gemidos habían invadido el dormitorio, los amantes lujuriosos se contoneaban inmersos en la pasión que sus cuerpos experimentaban.

—Noah, voy a correrme.

—Espera, aún no —dijo mientras salía de su interior.

—Por favor.

—Un momento, preciosa, ten paciencia, un momento.

Él se puso de lado y la movió con sus fuertes brazos haciéndola girar para le diera la espalda. Se detuvo por un instante mirando las laceraciones. Pasó su palma abierta acariciando ninguna en particular, hasta deslizarla por toda la espalda, y le habló al oído mientras situaba nuevamente su miembro en la hendidura.

—Voy hacer que te olvides de todo lo malo por lo que has tenido que pasar, con mi cuerpo voy a curarte de todas tus heridas, de las visibles y de las que ocultas en tu alma.

La empotró nuevamente, la promesa estaba formulada y no se detendría hasta cumplirla. Mientras reseguía con la mano la curvatura de su silueta, apoyó la palma en la cadera sintiendo cómo ardía su piel, la ensambló contra él dándole un empellón y con la mano descendió por su muslo para tomar su pierna, sosteniéndola en alto para enterrarse más adentro. Olivia giró la cabeza para encontrar sus labios.

Ambos jadearon en la boca del otro y usurparon sus alientos, mientras el éxtasis soñado los envolvía.

Llegaron a la culminación, a la explosión de todas sus emociones, al pináculo de cada uno de los embistes sucedidos en ese lapso, y se dejaron absorber por el arrobamiento de sus cuerpos y sus entrañas, en el que cada uno conseguía la paráfrasis mágica del placer, consumado en el orgasmo.

Noah la abrazó con fuerza, y permanecieron muchos minutos en esa posición, mientras él le depositaba interminables besos en su espalda.

—Hmmm, detective, ¿sabe qué creo? Que me encanta el despertar que ha elegido para el día de hoy.

—A mí me ha fascinado despertarte de esta forma. —Intentó moverse.

—No, quédate así un ratito más, no salgas de mí.

—Creo que puedo complacerte, no me supondrá demasiado esfuerzo y menos si me lo pides así.

El teléfono de Noah sonó, interrumpiendo el estado mágico en el que se encontraban.

—Por fin me contestas, te he dejado mensajes de voz, anoche me salía directamente tu contestador.

—Lo siento, no he revisado nada.

—¿Dónde estás? Ayer fui a tu casa.

—No estoy en la ciudad, estoy en Texas.

—¿Has ido a visitar a tu madre?

—No.

—¿En qué andas, Noah? ¿No puedes hablar o me da esa impresión?

Mientras hablaba con Brian, Noah se levantó de la cama y se dirigió al baño. Bajando el tono de voz, le informó a su amigo:

—Estoy con Alexa en Austin.

—¿En Austin? Mierda, esto sí que no me lo esperaba. ¿No me digas que estás en la casa de tu viejo?

—Sí —contestó cortante.

—Entonces, lo de esta nena va en serio.

—Te lo dije.

—Sí, me lo dijiste, y si mal no recuerdo, te aconsejé que te apartaras de ella; una mujer casada no hará más que complicarte la vida.

—Está separada y pronto se divorciará. Ella quiere terminar todo vínculo con él.

—Ok, ok, entonces veo que tendré que buscar por otro lado.

—¿El qué?

—Tenía dos angelitas estupendas para salir esta noche. Tú te las pierdes, te aseguro que son como comerse un jamón de pata negra.

—Paso, por ahora no cuentes conmigo.

—Te oigo y no lo creo. Mi amigo de andanzas me abandona, realmente me cuesta creer que hayas caído en las garras de una mujer. A ver cuándo me la presentas, que tendré que dar mi valoración de sus tetas y su culo.

—Mira, si quieres conocerla mejor que vayas quitándote esos pensamientos de la cabeza; no tienes permitido mirarla como imagino que la mirarás, si no ni lo sueñes que te la presentaré.

—Pero tú estás más grave de lo que pensaba. Estás embocado con esa mujer. Jamás me has escatimado a ninguna de tus chicas.

—Alexa no es una de mis chicas. Quiero algo serio con ella, no es una mujer como las que tú y yo estamos acostumbrados a follarnos para quitarnos las ganas.

—Estás susceptible, ni que fuera Teresa de Calcuta. Ha estado casada, así que lo que sabe no lo ha aprendido contigo precisamente.

—Eres un capullo de mierda.

—Uff, cómo estás, veo que el amor te ha dado fuerte, y confieso que ya estoy intrigado por conocerla: pero te advierto, el culo y las tetas se los voy a mirar, porque los ojos se han hecho para eso.

—Más te vale que sepas estar en tu sitio.

—Ya he entendido que no es una de las chicas que estamos acostumbrados a compartir, así que quédate tranquilo. Cuando regreses organiza algo para que la conozca. Quiero descubrir a la mujer que ha hecho que mi amigo rompa todas sus promesas y haya ido a Austin.

—Deja de burlarte, cuando llegue a Nueva York te cuento, ella no sabe que esto es mío.

Brian se rio con sorna.

—Eres un bastardo. Bueno, no quería decir eso, pero lo eres con todas las letras.

—Ya lo sé.

—Y si ella es tan importante para ti, ¿por qué mierda le has mentido?

—No lo sé. Te dejo, cuando llegue a Nueva York te llamo.

—Yo sí lo sé: eres un idiota que no termina de aceptar lo que te dejó tu padre. Disfruta de todo sin sentirte culpable, no seas tonto, con lo que os hizo pasar ese viejo de mierda en tu niñez y adolescencia a ti y a tu madre, merece que te malgastes cada céntimo de su fortuna.

Ciao, Brian, no quiero seguir hablando.

Lo cortó, en ese momento Olivia entraba en el baño para meterse en la ducha.

Se ducharon juntos.

Rompe tu silencio
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