42

Hacía ya una semana que Noah se había marchado de Austin con la promesa de regresar en cuanto le fuera posible, pero estaba complicado con todas las investigaciones que tenía a su cargo y las horas de trabajo se hacían eternas.

—Te echo de menos.

—Y yo mucho más.

—¿Cuándo te veré? —preguntó Olivia ansiosa.

—Me estás viendo ahora —le dijo Noah a través de la cámara web conectada al skype. Hablaba tranquilo, porque sabía que tanto su IP como el de Olivia estaban encriptados.

—Pero yo me refiero a tenerte a mi lado.

—No lo sé, preciosa —dijo con verdadera aflicción por no poder darle una respuesta concreta—. Estoy hasta arriba de trabajo, pero será muy pronto; la semana que viene es muy posible que me libere y pueda viajar.

»Me alegra ver, que ya no queden secuelas de los moretones en tu rostro.

—Hummm, detective... la semana que viene cuando venga podrá hacer un reconocimiento exhaustivo y constatar usted mismo que también han desaparecido en el resto del cuerpo.

—Ni te imaginas lo ansioso que estoy por llevar a cabo ese peritaje. ¿Cómo están las costillas?

—Ha mermado bastante el dolor —dijo tocándose el torso—, incluso ya puedo levantar bastante los brazos. Me cuidan mucho y no me permiten hacer ningún esfuerzo.

—Me parece perfecto.

—Hoy hemos ido a un centro de estética; ¿te gusta cómo llevo el pelo? No tenía ganas de ir, pero Ana y Alexa insistieron.

—Estás más guapa que de costumbre, justo iba a decirte lo de tu pelo.

—¿Por qué no has llamado a tu madre, Noah?

—No quiero hablar de Ana.

—Ahora de pronto tu madre es Ana. ¿Así tan fríamente te refieres a ella?

—No voy a discutir contigo, tengamos este momento en paz y hablemos de nosotros.

—Está muy deprimida, añora tus llamadas. Debéis hablar, te fuiste sin siquiera despedirte de ella. Apuesto a que tampoco lo estás pasando bien.

—¿De pronto te transformas en mi conciencia y en la voz de Ana?

—Te amo, Noah, y lo que quiero es que te reconcilies con tu madre, sé cuánto la quieres y lo mucho que te pesa este distanciamiento.

—¿Vas a seguir con esto o podemos hablar de nosotros?

—Está bien, no te molestes.

Llevaron la conversación a otro tema, charlaron un buen rato y luego desconectaron.

El trabajo se presentaba intensísimo, la delincuencia en Nueva York no les daba respiro, pero hicieron un alto para almorzar. A Eva cada día le costaba más apartar sus ojos ansiosos del cuerpo de él. Mirando cómo comía, y sin intención de reprimir sus pensamientos, habló en voz alta desconcertándolo.

—Es sorprendente cómo se puede descubrir que aún quedan brasas encendidas. —Dejó escapar un suspiro cansado.

La detective era consciente de que la hoguera por su parte permanecía encendida, pero también era cierto que por parte de Noah estaba extinguida. Incluso sabiéndolo y aunque se instaba a apartarse, buscaba sin resignación la forma de entusiasmarlo, parecía no importarle intentarlo una y otra vez, aunque sólo se encontrara con su rechazo. Sentía que a su lado, inevitablemente, iba por un camino que era claramente muy destructivo. Se le hacía cada día más difícil dejar de desearlo, aborrecía que él no sintiera lo mismo después de haber probado su intimidad; a veces, para conformarse pensaba: «Si tuviera otra oportunidad...».

Él la miró con pesar. Eva era una buena chica, provenía de una buena familia y le había demostrado que poseía códigos éticos y muy buenos sentimientos, pero él no estaba enamorado de ella. Le tenía afecto, era su compañera y se complementaban muy bien en el trabajo. Cuando compartieron la cama no lo pasó tan bien como ella, pero eso nunca se lo diría, porque sabía que no se trataba de Eva, sino de él. Su cuerpo ese día había estado con ella, pero su alma y sus pensamientos habían permanecido clavados en la única persona capaz de desatar en él sentimientos de posesión y locura.

Olivia Moore era la culpable de que no pudiera sentir y desear a otra mujer más que a ella. Era la dueña entera de su razón y de todo su ser.

—Estoy seguro de que hay muchas hogueras dispuestas a darte su calor. Mírame bien, te confundes: no soy un resplandor, sólo soy una ceniza. Mereces a alguien que realmente avive la llama cada día, para que el ardor no te consuma.

«¿Cómo puedes saber lo que realmente me beneficia? Si ni siquiera te detienes a mirarme. Quiero que vuelvas a consumirme en el ardor que ya probé, no quiero otra hoguera», pensó, pero le dijo algo muy diferente.

—Mientras haya una pequeña brasa encendida, la llama siempre puede reavivarse.

Eva siempre iba de cara y le demostraba a las claras que pensaba seguir luchando por él. Pero Noah Miller también lo hacía y quería desalentarla por completo, necesitaba retomar la normalidad junto a ella y dejar de sentirse incómodo a su lado.

—Creía que todo había quedado claro entre nosotros. No puedo ofrecerte lo que me doy cuenta que esperas, lo siento, te tengo aprecio y respeto, por eso mismo considero que debo ser claro. Somos adultos que disfrutamos de nuestra mutua compañía, nos permitimos traspasar el umbral de la camaradería que siempre tuvimos y pasamos una noche juntos.

»Esa noche tuvimos la opción de detenernos pero ninguno de los dos lo consideró, nos dejamos llevar por el deseo, probamos algo y no funcionó; no quiero que me malinterpretes, eres exquisita, pero... —se detuvo buscando las palabras adecuadas—, aunque lo pasé genial esa noche, creo que es mejor para nuestro trabajo que no repitamos. Ambos sabíamos que no había marcha atrás después de que mezcláramos las cosas, pero aun así nos arriesgamos a calmar las ansias que sentíamos. Ahora es momento de retomar la cordura, la sensatez que nunca deberíamos haber perdido.

«Habla por ti, me exaspera que intentes que yo piense y sienta como tú cuando lo único que deseo es que tú pienses y sientas como yo.» Habría querido decirle eso, pero continuó escuchándolo en silencio.

—Te advertí de que esto podía pasar —siguió diciendo él—, cuando decidiste avanzar supuse que tenías claro que... —Hizo una pausa—. Nunca te prometí nada, nunca fuimos exclusivos.

«Tan sólo fue una noche errónea, en la que te usé para vengarme del cuerpo que ansiaba tener en ese momento y no podía», pensó sin orgullecerse de ello.

Noah elaboró la frase en su mente, pero jamás la ofendería diciéndole eso.

Había sido mezquino por utilizarla, tenía a mano a muchas muñequitas tontas a quienes habría podido llamar aquella noche para desfogar su ira, pero entre todas la había elegido a ella, una mujer a la que conocía muy bien y que era muy cercana a él, una mujer que no merecía que él la usara como lo hizo, para demostrar su virilidad herida. Si desgranaba eso en su cabeza, se daba cuenta de que en realidad lo que había intentado con Eva era que ella le hiciera olvidar a Olivia. Sabía que ninguna de las que habría podido llamar reunía las condiciones suficientes para hacerle sombra a la mujer que le quitaba el sueño, lo que no había pensado era que ni siquiera Eva Gonzales podía con esa premisa.

El silencio se apoderó del espacio que los separaba. A veces un ominoso silencio podía ser más elocuente que cien palabras. Ella lo miró a los ojos, deseó romper toda conexión con él, sabía que le urgía, porque estaba sufriendo mucho, pero entendió que no era posible. Sólo tenía la esperanza de que cambiara de opinión y volviera a verla, porque eso era lo que sentía: que Miller no la veía, que era invisible para él.

Eva suspiró, sintió un escalofrío que le recorría la espalda y con desgana aceptó que él cerrara la puerta. Al menos eso le haría creer, que lo había entendido y que no era necesario seguir dándole vueltas al asunto. Inmediatamente cambió su postura y comenzó a hablar de trabajo, pero no lo engañó:

—¿Estás bien?

—Sí, Noah, tampoco quiero que las cosas cambien. Tú y yo nos complementamos bien en lo laboral y confundimos esa química traspasando umbrales, lo mejor es olvidarnos de lo que pasó, tienes razón y siento mi comentario, es que estoy un poco sola últimamente —bromeó sin convicción—. Quiero seguir siendo tu compañera, y aunque resultaste un gran amante, tengo otras alternativas.

La mente y el cuerpo de Eva Gonzales eran una caldera, si tuviera la posibilidad de volver a estar a solas con él estaba segura de poder superar cada obstáculo que él pusiera en su camino, se esmeraría mucho más.

Esa mañana, mientras ella indagaba disimuladamente, él le había dicho que todo con aquella mujer había terminado.

«Fue algo pasajero, que me entusiasmó en un primer momento, pero éramos muy diferentes; además mi trabajo no es compatible con el amor», había dicho Noah. Eva quería creerlo, necesitaba que fuera cierto, entonces, ¿a qué venía su rechazo?

Quizá debía aceptar que no era su tipo, pero no podía resignarse sin más, ella era tenaz en lo que se proponía, como única mujer estaba acostumbrada a lidiar con hombres y también a hacerlos sucumbir a sus encantos, rara vez no se salía con la suya. Miller se había convertido en su desafío, no iba a aceptar tan mansamente una derrota, sólo se trataba de encontrar el momento para que él estuviera de nuevo con la guardia baja y se volviera asequible. Usaría otra táctica; al parecer, nada de lo conocido con él servía.

—También deseo seguir siendo tu compañero, me encanta trabajar contigo, de verdad que lo disfruto. —La miró de manera subrepticia—. No soy un hombre de compromisos, mi trabajo ocupa la mayor parte de mi vida como para poner atención a una relación de pareja, no soy bueno en esos temas.

—Lo sé, Noah, no debes preocuparte, lo he entendido. —Ella sonrió—. Sólo quería que volviéramos a divertirnos juntos, pero tienes razón, todo comenzaría a embrollarse mucho más y también aprecio mi trabajo a tu lado. Terminemos de almorzar y regresemos a lo que nos compete, que tenemos mucho que hacer. Quiero vacaciones, te aseguro que las necesito.

Noah sonrió con ganas y siguió comiendo, hundió la cabeza en el plato y se llevó un bocado a la boca. Mientras masticaba, la miró pensativo, calculando si realmente podía dejar de estar alerta y bajar la guardia con Eva, preguntándose si se conformaría tan rápido con su rechazo.

«¿Qué piensas? —se preguntó Eva—. Quisiera tener el poder de leerte la mente, Miller.» No podía dejar de estudiarlo.

Él tenía la capacidad de atraer o alejar a las personas, poseía una energía magnética que su cuerpo emitía y de la que ella no conseguía escapar. Aunque se mantenía a raya para no ponerse en evidencia, sentía que no lo conseguía. Noah tenía una fuerza innata, que ejercía en la detective un poder inconmensurable, algo que lo hacía especial y peligroso, ya que era muy fácil caer en su telaraña y terminar rendida ante él.

Estaba jugando con fuego y se había quemado una vez, pero ahora, después de haberlo probado, sabía que la senda por la que transitaba estaba a punto de acabar en un precipicio; quizá era coherente detenerse, había muchas cosas en juego y algunas eran de vital importancia.

Rompe tu silencio
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