41

Todos dormían en la casa, incluso Olivia. Noah se levantó y se dirigió a la habitación de su madre, sabía que ella lo estaba esperando, y Ana sabía que su hijo no iba a dejar pasar la oportunidad. Cuando lo vio entrar, se cubrió la cara y se echó a llorar.

—Mamá, me estás asustando por Dios, déjate de intrigas y habla de una vez.

—Perdón, hijo, perdón, te juro que he intentado muchas veces hablar contigo, pero pensar en tu rechazo ha hecho que callara todos estos años.

—¿De qué estás hablando?

—Noah, hijo, sólo espero que puedas perdonarme. —Lo miró a los ojos, respiró profundamente y se armó de valor—. Al principio, enojada por su rechazo, lo culpé de todo, pero luego la vergüenza me llevó a continuar callando.

Lo hizo sentar en la cama junto a ella y comenzó con el relato, un relato que se remontaba casi treinta años atrás.

—Yo acababa de llegar de España, y por medio de una carta de recomendación que traje de un tío mío que trabajaba para la embajada aquí, conseguí el trabajo con tu padre, también por Josefina, que era mi vecina, claro, ella también le habló de mí. Yo le daba clases de francés, así lo conocí, ya lo sabes, él tenía negocios en Francia y yo lo ayudaba con las traducciones. Pasamos muchas horas juntos y nos enamoramos, las clases pasaron de ser simples lecciones a compartirlo todo. No le fue difícil conquistarme, me trataba como un caballero, era muy atento, educado, al ser mayor tenía ese viso de experiencia, y no era inexperto en ningún sentido. Yo lo admiraba; por ese entonces, su negocio era grande y crecía a pasos agigantados. Eso fue lo que más me atrajo de él, su capacidad para negociar, se metía a todos en un puño.

»Tenía una personalidad avasalladora y se imponía dondequiera que entrase, fue el mejor negociador que he conocido. Él significaba la seguridad por encima de la pasión, me ofrecía una vida sin preocupaciones, prometía velar siempre por mí, me amaba y yo lo amaba a él. Era muy apuesto también, se parecía mucho a ti. —Le acarició la mejilla—. Me sedujo su poder, su intelecto y su protección, yo estaba sola en Estados Unidos y su afecto y ternura me atrajeron de inmediato. Por aquel entonces, su medio hermano llegó un día, pidiéndole trabajo, y él se lo dio. Ellos nunca se llevaron bien, pero cuando tu abuela murió le hizo prometer que seguiría tratándolo como a un miembro de la familia. Eran hermanos por parte de padre, tu abuelo había muerto mucho antes que tu abuela paterna y ella crio a Francis como a un hijo más. Tu tío era un bala perdida que se jugaba todo el dinero que se metía en los bolsillos, por eso siempre vivía al día; pero también era un hombre muy carismático, culto y con muy buena presencia. Tu padre, entregándole un último atisbo de confianza, lo puso a cargo de los negocios de Francia; a Brandon le fastidiaba estudiar el idioma, así que relegó en él esa responsabilidad. Entonces, Francis y yo empezamos a pasar mucho tiempo trabajando juntos, cuando ya estaba comprometida con tu padre.

—No sabía que tú y mi padre hubierais llegado a comprometeros.

—Íbamos a casarnos.

Noah la escuchaba atento y abstraído. Ana estaba revelándole cosas que nunca antes había sabido.

—No lo entiendo, dices que ibais a casaros, luego teníais una relación importante. ¿Por qué os separasteis? Siempre he creído que él te sedujo y cuando supo que estabas embarazada te dejó. Eso es lo que siempre me has dicho.

—Déjame seguir, Noah, es hora de que sepas toda la verdad.

»Tu padre había comenzado a viajar mucho, su negocio había empezado a expandirse y pasaba largas semanas ausente de la ciudad; a veces yo lo acompañaba, pero él siempre estaba en largas reuniones de negocios y yo encerrada en los hoteles, aburrida y sola, así que poco a poco dejé de acompañarlo.

Exhaló un hondo suspiro y quiso continuar, pero los sentimientos le jugaron una mala pasada. Se cubrió la cara con las manos y se echó a llorar nuevamente; aun así, siguió con el relato, sin mirarlo ya a la cara.

—Tu padre había viajado a California, se suponía que era un viaje de unos pocos días, pero se alargó unas semanas porque de ahí se fue a Suiza. Un día de principios de mayo, muy caluroso, yo nadaba en la piscina cuando tu tío apareció en traje de baño y se tiró al agua, nadamos y conversamos un largo rato, una cosa llevó a la otra y nos besamos, terminamos en la caseta del fondo haciendo el amor. No nos dimos cuenta de que nos observaban, y de pronto tu padre irrumpió dentro y lo quitó de encima de mí. Fue muy vergonzoso, se pegaron, ambos quedaron muy magullados, yo me vestí y tu padre nos echó a los dos.

»Era joven, y me embriagué por el embelesamiento de que dos hombres lucharan por mí. Brandon significaba el amor correcto y protector, mientras que Francis era la pasión personificada; cedí a sus encantos y me dejé llevar por la fogosidad que él me demostraba.

»Intenté hablar con Brandon, explicarle, quise arreglar las cosas. Yo lo amaba, Noah, te juro que tu padre fue el gran amor de mi vida, pero él no quiso escucharme y se volvió inalcanzable para mí.

»Habían pasado casi dos meses cuando me enteré de que estaba embarazada. Intenté buscarlo para decírselo, pero no hubo manera de que me recibiera; tu tío, por supuesto, había desaparecido, nunca más supe de él. Yo no sabía qué hacer, ni siquiera sabía...

—Quién era mi padre —dijo apesadumbrado y ella asintió.

—En el fondo sabía que era Brandon.

»Lo encontré un día, mi embarazo ya estaba bastante avanzado y se notaba, me miró con desprecio, con odio, y aun así se acercó a mí y me preguntó de cuánto estaba; creo que en el fondo tenía la esperanza de ser el padre. Pero le mentí, yo estaba dolida por sus continuos rechazos y ya había decidido tenerte sola, no me importaba saber quién era el padre de mi bebé: eras mío, eso era lo único que me importaba.

Noah se levantó de la cama y se acercó a la ventana, corrió la cortina y miró a lontananza. Una lágrima se le escapó de los ojos.

—Me negaste a mi padre, me quitaste su cariño de manera arbitraria, sólo porque él te había rechazado cuando tú...

—Perdón, hijo, perdón.

Ana se levantó y lo abrazó por detrás. Noah permaneció estático, luego se apartó de ella y la observó con una mirada que rezumaba desprecio.

—¿Cuándo supo él que yo existía? Me refiero a que yo podía ser su hijo.

—Un día estábamos en el centro comercial de Texas, Nacary, tú y yo, y nos lo encontramos. Él te clavó los ojos de inmediato, creo que se vio reflejado en ti en cuanto te vio. A partir de ahí, comenzó a hacerle preguntas a Josefina. Yo había perdido el contacto con ella cuando me casé con Armand, pero ya hacía unos años que nos habíamos reencontrado. Cuando ella me dijo que Brandon preguntaba por mí y que la había interrogado por el padre de mi hijo, tuve miedo de que te apartara de mi lado. Él era poderoso, tenía dinero, y yo le había mentido; tuve miedo de perderte, Noah; él nos buscó incansablemente hasta que dio conmigo, se lo conté todo y decidimos callar para no humillarte a ti y tampoco a mí, eso fue cuando Armand murió. Él me ayudó económicamente desde entonces, aunque no sabíamos si tú en realidad eras su hijo y fuimos cobardes los dos, creo que temimos que no lo fueras. Cuando se supo enfermo, quiso recomponer las cosas contigo, y el resto ya lo sabes.

—Me mentiste, mamá —dijo Noah tras un profundo silencio; se había apartado de su madre y le hablaba receloso, acusador—. Nos impediste disfrutar al uno del otro.

—Dios, te juro que no me enorgullezco, pero ¿qué podía hacer? Yo estaba sola en este país, él me odiaba, me había dicho que me quería ver hundida y arrastrada, me echó con un cheque en blanco en la mano, ésa fue mi indemnización, pero nunca lo cobré. Cuando supe que te tenía en mi vientre te protegí para mí, él nos habría apartado, me despreciaba y tenía poder.

—¡Has sido muy egoísta! —Noah gritaba y lloraba—. Tú sabes que él no te odiaba, de hecho te amó tanto que nunca se casó con otra. Ni siquiera me permitiste despedirme como él merecía.

Los gritos despertaron a Olivia, que dormía en la habitación contigua. Se levantó con dificultad y acudió al lugar donde los reproches y los alaridos de Noah parecían no tener fin.

—¿Por qué le hablas así a tu madre, Noah? Estás haciéndola llorar.

—No te metas, Olivia, ve a la habitación.

—Deja de gritar como un desquiciado, despertarás a todos.

—Si no quieres escucharme vete de aquí.

—Perdón, hijo, perdón.

—No tienes perdón.

—Noah, es tu madre, no le hables así.

—Olivia, te he dicho que no te metas.

—No me grites, Noah, pareces un energúmeno.

—Si no quieres que te grite, vete a la habitación, esto es entre mi madre y yo.

—Tranquilízate, Ana. —Olivia se acercó al tocador, donde había una jarra con agua y un vaso. Lo llenó con dificultad y se aproximó a Ana para que bebiese—. ¿Por qué no os tranquilizáis los dos?

—Perdóname, hijo, te lo suplico.

Olivia seguía sin entender absolutamente nada. De pronto, Noah dio dos zancadas, abrió la puerta y se marchó del lugar, dando un portazo que hizo sobresaltar a ambas mujeres.

Ana lloraba sin consuelo, y por más que Olivia intentaba consolarla, sus esfuerzos parecían inútiles. Finalmente, cuando hubo sosegado el llanto que la aquejaba, se lo explicó todo a Oli.

—No soy quién para juzgarte, sólo puedo decirte que se le pasará; él te adora, Ana.

—Pero le he fallado.

—Todos cometemos errores, él tampoco es perfecto. Déjale procesar la información, no sé si te podrá entender pero al menos lo aceptará. Uno no siempre toma las decisiones apropiadas, pero eso es lo que nos hace humanos; si jamás nos equivocáramos, nos convertiríamos en máquinas. Noah es un hombre de buenos sentimientos, y tanto si te equivocaste como si no, lo que él es como persona te lo debe a ti, que lo has criado con valores morales.

—Me lo debe a mí porque no le di otra opción. —Ana formó una línea con la boca—. Fui muy egoísta, tiene razón.

—No existe un manual donde se aprende a ser madre.

—Te lo agradezco, querida, pero me equivoqué y debo asumirlo. Como dices no hay un manual donde se aprenda a ser madre, pero esto se trata de principios, yo debí pensar en él y no sólo en mí.

—Creíste que lo protegías.

Tras charlar un rato más, Olivia logró que Ana se acostara y que intentara descansar. Acto seguido buscó a Noah por toda la casa, y lo encontró bebiendo brandy en el mirador. Parecía abatido, tenía la espalda doblada hacia delante y se sostenía la cabeza. Concluyó que debía de estar helado, así que fue por una manta. Se la echó en la espalda sorprendiéndolo.

—Quiero estar solo —le dijo él, mientras sorbía la bebida; tenía el rostro anegado de lágrimas.

Olivia se quedó de pie frente a él, y le cogió el rostro por la barbilla, obligándolo a que la mirara. No estaba dispuesta a marcharse, no la iba a apartar de su lado.

—Te amo.

Noah dejó la copa apoyada en el suelo y se aferró a su cuerpo con desesperación, hundió el rostro en el vientre de ella y lloró un rato. Olivia le acariciaba la cabeza en silencio y le tocaba la espalda intentando sosegarlo. Después de unos minutos, él notó que ella tiritaba de frío y se percató de que iba en pijama.

—Vamos adentro, te vas a poner enferma por mi culpa.

Se sentaron en la sala. Noah tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar, la pena lo estaba matando. Pensaba en su padre, en cuánto le había rogado para que fuera a verlo cuando estaba muriendo, y él se negó, ni siquiera le dio la posibilidad de que muriera en paz a su lado.

—No es que quiera justificarla, pero intento ponerme en su lugar. Creo que sintió vergüenza de confesarte que no sabía quién era tu padre, y por eso fue más fácil inventar una mentira. Estaba sola, tenía que luchar por ti y por ella, y creó un mundo para ti en el que te protegió con su amor.

—No tiene perdón. —Noah le contestó con palabras punzantes.

—Sí lo tiene, y la perdonarás, porque sé que no albergas malos sentimientos en tu alma.

—Soy un hombre capaz de empuñar un arma y matar.

—Eres un hombre que empuña un arma porque ésa es tu profesión, pero siempre que lo haces es dentro de la ley, no eres un delincuente que no valora la vida humana.

—No me interesa discutir acerca de mis valores morales. Aunque no creo tener tantos, dejé morir a mi padre solo, no tuve compasión de él.

—No lo sabías.

—Por eso mismo, porque no lo sabía, y porque ella podría haberme sacado de mi error y no lo hizo, no puedo perdonarla.

—Ahora todo es muy confuso, ella te ha echado en la cara una información sin anestesia, y todo hace que parezca la gran culpable. Pero quizá, cuando ambos os tranquilicéis, podrá darte todas esas explicaciones que ahora te carcomen la conciencia. Dale unos días a tu dolor para que puedas asimilar tus pensamientos, y entonces, más calmado, podrás escucharla. Ahora sólo le harías reproches, y eso no está mal, ya que únicamente te ha expuesto la parte más escabrosa de la historia, pero presiento que es más compleja de lo que parece.

—Mi padre fue tan víctima como yo en esta historia. Y mi madre dice que por amor me mintió, pero eso no es amor.

—Estás dolido, por eso dices estas cosas, pero Ana te adora y tú a ella.

—Me quitó la posibilidad de saber de él, de conocerlo, de sentir su amor.

—Te diré lo mismo que le he dicho a ella: nadie es perfecto, y tú tampoco lo eres; acabas de decirme que no te apiadaste de él en su lecho de muerte. Es el destino, debes aceptarlo.

—Es el destino que ella eligió para mí de manera despótica.

—No seas tan duro, Noah, era una mujer sola y rechazada, con un hijo que criar.

—Quizá en un principio fue así. Pero luego, ¿qué? Luego siguió callando, y eso es lo que no le voy a perdonar. Yo no soy como tú, que acepta las cosas mansamente.

—Eso me ha dolido, Noah. Sé que estás enfadado, por eso no te lo tomaré en cuenta. Yo no acepto las cosas, ya no, pero quizá en un momento en que tuve la mente nublada creí que no había otra salida.

—Lo siento, no me hagas caso. Esto ha sido un jarro de agua fría. En un segundo, la historia de mi vida ha cambiado.

—Lo sé, sé también que te duele, porque no tienes tiempo para revertir la historia con tu padre y eso te desconsuela. Pero debes pensar que no fue solamente Ana la que se equivocó, porque él también decidió callar hasta que enfermó, así que no la culpes sólo a ella.

»Quizá lo que te diga no sea un consuelo para ti, pero mírame: tengo a mis dos padres y crecí en un hogar estable, pero sin amor. Tú no los tuviste a los dos juntos, pero ambos te quisieron; en cambio, a Brian y a mí nos criaron las niñeras y crecimos escuchando preceptos de buenos modales y reglas de protocolo, todo lo indispensable para encajar en una sociedad hipócrita.

Noah no contestó, no podía procesar las cosas como ella las veía, su dolor no le dejaba pensar.

—Subamos a la habitación, estás cansado y así no puedes recapacitar. Vayamos a descansar, estoy segura de que mañana lo verás todo más claro.

Miller aceptó subir, aunque sabía que no pegaría ojo en toda la noche. Cuando se pusieron de pie, la cogió de la cintura y hundió el rostro en el cuello de ella para impregnarse de su aroma; luego, asido a su cuerpo, ascendieron lentamente.

Brian daba vueltas y más vueltas sin poder conciliar el sueño, las miradas durante la cena entre Alexa y Collin lo habían puesto de mal humor y no entendía por qué; después de todo a él qué le importaba lo que ella hiciera con su vida, se decía continuamente para convencerse, pero incluso sabiendo eso no podía dejar de irritarse con la situación. Ella siempre lo juzgaba por ser un donjuán que no asumía compromisos, y ahora estaba coqueteando descaradamente con Crall, que no era mucho mejor que él.

«Y a mí qué mierda me importa si se quieren revolcar. ¿Desde cuándo me preocupa a quién le abre las piernas esa tarada?»

Se levantó de la cama hecho una furia, encendió un cigarrillo y salió al balcón, donde se lo fumó con ansia. La noche era fría pero no le importó, el frío que se le colaba por los huesos aplacaba el ardor que experimentaba su ánimo. Miró hacia su derecha y vio el reflejo de la luz encendida en la habitación contigua, la de Alexa. Se aproximó sigilosamente y la espió al trasluz de las cortinas. Al ver que ella se acercaba al balcón, regresó a su sitio con astuto disimulo.

Alexa salió al balcón; tampoco podía dormir. Había conversado hasta tarde con Collin, y cuando se había metido en la habitación las preguntas le llenaban la cabeza. C. C. le caía bien, era atractivo, seductor y parecía una apisonadora, cuando habían subido para irse a dormir la había besado con ímpetu y verdadera excitación. Ella le había correspondido el beso, incluso hasta le había gustado, pero cuando él quiso llevarla a su cama, lo rechazó. Raramente se privaba de disfrutar de un hombre que le agradaba, pero con Collin así había sido; de pronto cuando él había querido avanzar, ella se había sentido insegura. No sabía por qué razón en el momento en que la besó, en su mente se recrearon escenas de la cena; había notado que Brian los miraba inquisitivamente y sin disimulo. C. C. la había hechizado en un primer instante, pero cuando había tenido la oportunidad de tenerlo, la había dejado pasar.

Descolocada por su proceder, aspiró con fuerza el aire que circulaba en la noche en aquel páramo, y el humo de un cigarro llegó hasta sus fosas nasales haciéndola caer en la cuenta de que no estaba sola. Miró a un lado y se encontró con los ojos indiscretos y penetrantes de Brian, que fumaba en silencio apoyado en la barandilla del balcón.

—¿No puedes dormir? —preguntó él.

—Parece que tú tampoco. Pillarás una pulmonía, estás prácticamente desnudo y la noche está helada.

Alexa estaba cansada de ver a Brian. Siempre que leía una revista de moda, lo veía. Sabía que tenía un físico agraciado, pero aun así, sus ojos recorrieron la musculatura de su cuerpo armonioso, y se detuvieron en cada curva como si nunca lo hubiera mirado realmente.

—Te podrías haber puesto un pijama —le dijo llamándole la atención por su falta de pudor—; estás en bóxer —le señaló en tono de reproche, mientras descansaba la vista en el bulto que formaba su sexo bajo la ropa interior.

Brian se encogió de hombros, y al darse cuenta de dónde había fijado la mirada Alexa sonrió licencioso mientras exhalaba una extensa bocanada de humo.

—No se ve nada, ¿o ése es el problema?

—Para lo que hay que ver.

—Si quieres puedo enseñarte, que hay mucho más de lo que te estás imaginando.

—Eres un grosero engreído. No tengo interés alguno en conocer tus atributos, que insisto no creo que sean gran cosa.

Brian, sin pensarlo, se quitó los calzoncillos y se quedó totalmente desnudo. Miró hacia sus partes y curvó ladinamente la boca en un gesto vanidoso mientras le guiñaba un ojo.

—¿Qué te parece lo que ves? Apuesto a que te has quedado impresionada, y eso que el frío juega en mi contra.

—Idiota.

Alexa intentó mostrarse ofendida, pero ¿a quién quería engañar? lo que sentía era una gran excitación. Se dio la vuelta y probó a meterse dentro. Brian, de un rápido movimiento, se subió el bóxer y la siguió para impedirle la entrada, la cogió del brazo antes de que pudiera perderse en el dormitorio y la arrinconó contra el dintel de la puerta. Pegó su cuerpo al de ella y le paseó su aliento por el rostro.

—Estás deseando que te bese, ¿verdad? —Le apoyó su sexo erecto contra el vientre—. Y apuesto a que quieres sentirlo además de verlo —le habló mientras le lamía los labios. Alexa había cerrado los ojos y respiraba con dificultad, su boca se había entreabierto y su cuerpo estaba indefenso y desmadejado entre los brazos de Brian. Sorprendiéndola, él se apartó y soltó una carcajada cuando ella abrió los ojos. Fulminándolo con la mirada, chasqueó la lengua—. ¿Qué pasa, C. C. no te ha satisfecho?

—¡Estúpido, eres un estúpido presuntuoso! —le gritó mientras le propinaba un manotazo en el torso desnudo.

Brian endureció el gesto, la pegó de nuevo a su cuerpo y arrasó su boca con bravura, le metió la lengua recorriendo toda la abertura mientras le demostraba quién tenía el control. La consumió, la saboreó sin consentimiento, le mordió los labios y volvió a entrar con su lengua ávida y letal en su boca. Cogió el lazo de la bata y lo desanudó mientras recorría con las manos la curvatura de su cintura, las deslizó por la seda del pijama buscando la cinturilla del pantalón, metió las manos en él y le oprimió las nalgas hasta hacer que le dolieran; ambos gemían en la boca del otro, presos de una pasión que ninguno sabía que sentían. Con su cuerpo la empujó adentro, y sin soltar sus labios cerró la puerta, la tendió en la cama y se frotó sobre ella; luego con manos expertas la desvistió sin dejar de besarla. Alexa estaba aferrada a su torso musculoso, le clavaba las uñas, le recorría la espalda y se retorcía bajo el peso de su cuerpo.

Cuando Brian la tuvo desnuda, se bajó los bóxer dejando que su erección descansara en su vientre, y ella inmediatamente recogió las piernas para darle paso.

—¿Tomas la píldora? No tengo preservativos, si no tendré que terminar fuera.

—Llevo un DIU.

—Perfecto.

Entonces él, de una experta punción, la penetró con vehemencia, se hundió en ella sin piedad, mientras abría una brecha en su hendidura, que recibía a su sexo acunándolo y devorándolo. Se movió con presteza en todas las direcciones, la penetró de mil maneras, demostrándole que era un amante experto, la hizo gemir enloqueciéndola, la hizo estallar en un orgasmo avasallador que siguió a otro cuando él se apartó para hundir la cabeza en su entrepierna. La saboreó despacio hasta hacerla estallar nuevamente, y cuando la oyó retorcerse en su boca, ascendió otra vez para volver a penetrarla.

Brian se movió más rápido, con más profundidad e intensidad, hasta que llegaron juntos al alivio, gritaron saboreando el orgasmo mientras sus cuerpos trascendían arrebatados. Luego él se apartó, tomando una profunda bocanada de aire e intentando recomponer su respiración por el esfuerzo, se puso en pie, cogió los bóxer, se los colocó y caminó en silencio hacia la contraventana.

—¿Adónde vas? —lo inquirió ella sin dar crédito a lo que imaginaba.

—A mi habitación —le contestó él con frescura, sacándola de su duda.

Alexa se incorporó furiosa, agarró su calzado, que descansaba en el suelo, y probó a tirárselo por la cabeza, pero él lo esquivó. Brian amplificó su risa burlona.

—A juzgar por tu gesto de arrobamiento instantes atrás, me atrevo a decir que ya no piensas que mis atributos no valen la pena.

Le guiñó un ojo mientras ella ardía de impotencia.

—¡Estúpido, idiota! ¡Eres un fanfarrón inmaduro! —le gritó cuando él dio otro paso para irse.

—Es posible, pero este fanfarrón inmaduro te ha follado como no te ha follado nadie en tus veintisiete años, ¿me equivoco?

—Pero ¿quién te crees que eres?

—Adiós, Alexa, lo he pasado muy bien.

Por la mañana, todos desayunaron en el comedor salvo Ana, que prefirió hacerlo en la cocina porque no se atrevía a enfrentarse a su hijo. Alexa y Brian ni se habían dirigido una mirada, y el aire entre ellos se cortaba a simple vista. Collin, que había sido rechazado por Alexa, tampoco hacía uso de sus encantos de seductor con ella, y Noah permanecía sumido en sus pensamientos. Olivia los miraba a todos y estudiaba el entorno. De pronto cayó en la cuenta de que Noah ese día se iba y eso también la desmoralizó. No obstante, intentó entablar una conversación.

—¿Ya sabes a qué hora viajas?

—No —dijo él levantando la cabeza para mirarla a los ojos—. Aún no he hablado con el comandante para saber si ya tiene un plan de vuelo, aunque le pedí que fuera por la tarde-noche. Collin, ¿te parece bien que viajemos en ese horario?

—Por mí perfecto.

—Yo también vuelvo con vosotros —acotó Brian—. Mañana salgo para Italia.

—Creí que te quedarías unos días —le manifestó Olivia a su hermano en un tono desesperanzado.

—Tengo compromisos de trabajo, Oli. Noah me sugirió que suspendiera mi agenda, pero como mis obligaciones son en el extranjero sigo adelante con todo. Además, aquí estarás como una reina, y tienes la compañía de tu querida amiga.

Ambos se fulminaron con la mirada. Alexa estaba furiosa con él.

En ese momento, el teléfono de Collin sonó, se alejó para hablar y cuando regresó miró a Noah, y se entendieron con la mirada. Cuando terminaron de desayunar, fueron a la terraza.

—¿Qué sucede?

—Todas las escuchas están en marcha, tenemos todos los teléfonos del senador y de las empresas intervenidos.

—Espero que se pueda obtener algo de ahí.

—Tranquilo, te aseguro que no se nos escapará, ya estamos trabajando para infiltrar a gente en las compañías, sólo llevamos retraso en eso, porque estamos estudiando cuál es el área en cada una, dónde nos conviene meternos. Haremos justicia, amigo, te lo prometo.

—Necesito neutralizarlo de una vez, necesito atraparlo y poner a Olivia a salvo.

Rompe tu silencio
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