13
Por la mañana Olivia se despertó primero, se sentó en la cama y lo miró dormir a su lado. Ese hombre se estaba metiendo en su vida poco a poco.
La tentación de acariciarlo era muy grande y se sintió impelida a hacerlo, pero no quería interrumpir su placentero sueño. Noah dormía profundamente con ambos brazos bajo la nuca y la boca ligeramente abierta, deseó reseguir con los dedos esos labios carnosos que tan bien la besaban. La sábana se había corrido levemente y dejaba escapar la desnudez de su cuerpo masculino, lo admiró de hito en hito, recorrió con la vista cada milímetro de su piel, posó los ojos en su sexo, ese sexo que se había abierto paso dentro de ella, devolviéndole todo el sentir que creía haber perdido al lado de Murray.
Se levantó de puntillas y se puso la camisa de Noah. Fue hacia el comedor y cogió su móvil del bolso; era temprano, pero quería llamar a Alexa. Su amiga tardó en contestar.
—Oli, ¿te has vuelto loca? Anoche salí y estoy muerta de sueño. ¿Has visto la hora que es?
—Aaaaaaaaaaah —gritó entre dientes.
—Mierda, ¿qué pasa?
—¡Soy feliz! Noah es un depredador, hemos estado haciéndolo toda la noche. No podía esperar a contártelo, me siento viva, me siento completamente viva y me siento la mujer más atractiva del mundo. Es un hombre increíble y muy experimentado.
—Mierda, mierda, ya me has espabilado. Ahora tienes toda mi atención. ¿Dónde estás?
—En el comedor de su casa, él aún duerme.
—Habla más fuerte, que no te oigo.
—No puedo, no quiero despertarlo.
—Pero me has despertado a mí, así que quiero detalles. Quiero saberlo todo. ¿Cuántas veces lo habéis hecho?
—Muchas... Ahora no puedo contarte, luego te lo explicaré todo, lo prometo, sólo quería compartir mi felicidad contigo.
—Te perdono que me hayas despertado porque te oigo muy feliz, pero no te salvarás de contármelo todo. Ahora sólo dime una cosa: ¿es una nueve milímetros o un calibre veintidós corto?
—Ni una cosa ni la otra, es una escopeta recortada con doble cañón. —Ambas se carcajearon—. Chist, que vas a hacer que lo despierte y necesito que recargue las balas, te aseguro que anoche usé hasta las de la recámara. —Volvieron a reírse.
—No puedo creer lo que estoy escuchando. Pero me agrada notarte tan feliz, amiga, ¡cuánto me alegro!
—¿Se nota demasiado mi alegría?
—No importa cuánto se note, lo importante es que estás verdaderamente feliz. Dime por favor que has hablado con él y que ya sabe que eres Olivia Moore, esposa del senador Murray Wheels.
Olivia se quedó en silencio.
—Te mato. Te mato, Oli, ¿por qué eres tan cabezona?
—Porque tengo miedo de que todo esto se termine, hace mucho tiempo que no soy feliz.
—No puedes edificar una relación sobre una mentira, ¿en qué mierda pensabas anoche mientras te follaba? Ya lo sé, no me digas nada: es más que obvio no pensabas. Pero, Oli, no dejes pasar más tiempo, tienes que sincerarte con él. No te entiendo, Noah tiene espalda suficiente para todo, para ti, para el senador y para todo el que se presente a dar batalla.
—Basta de sermones, Alexita, no te he llamado para esto, no me estropees la alegría.
—No es mi intención, sólo es que deberías hablar. Noah es muy comprensivo y te entenderá, pero no dejes pasar más tiempo. Mierda... ¿no te das cuenta acaso de que por cubrir tu verdadera identidad cada día cuentas más mentiras? Y lo que es peor, nos estás mezclando a todos en ellas; no decepciones a ese hombre, que no lo merece; si sigues mintiendo, quizá no pueda perdonarte.
—Lo sé, lo sé, pero ¿qué hago? ¿Por dónde empiezo? Tengo pánico de lo que pueda pasar, aún no estoy preparada para enfrentarme a Murray.
—Hace semanas que te fuiste de tu casa, debes comportarte como una adulta.
—Te prometo que cuando despierte hablo con él.
—Me parece bien.
—Te dejo, creo que me está llamando. Adiós, Alexita, luego te cuento.
—Suerte, amiga, verás que todo irá bien.
Olivia guardó el teléfono en su bolso y regresó al dormitorio. Noah, remolón, se desperezaba en la cama.
—¿Dónde estabas? —le preguntó adormilado.
Olivia tuvo ganas de tirarse encima de él y comérselo a besos, hasta recién levantado era extremadamente sexy, pero contuvo sus instintos, pues no quería que pensase que era una insaciable.
—He ido a beber agua.
—Ven aquí, acuéstate otra vez conmigo que aún es muy temprano para que nos levantemos.
Ella volvió a meterse en la cama y se acurrucó de espaldas junto a su detective, que no tardó en abrazarla y le besó la nuca hambriento.
—Me encanta el olor de tu pelo.
Ella aún llevaba puesta la camisa de él. Noah le acarició los pechos sobre la tela y los apretó en su mano al tiempo que la besaba en el cuello con habilidad; mientras la distraía con sus labios y desabotonaba la prenda, movió la mano para descubrir su piel a la vez que se pegaba más a su cuerpo, acomodando su sexo entre las nalgas. Mordió la redondez de su hombro.
—No quiero quitarme la camisa, Noah.
Él la hizo girar para que quedara frente a él.
—Quiero sentir tu piel en contacto con la mía. Intimamos mucho anoche, ¿recuerdas? ¿Qué es lo que no quieres que vea?
—Dame tiempo. Es difícil y doloroso mostrar eso.
—Estoy acostumbrado por mi profesión; además, no creo que sea tan desagradable, estoy seguro de que nada en ti es desagradable.
—Pero esto es mío, es algo que me duele mucho más allá de lo que me dolió en su momento. Odio mi espalda. —Estaba tensa y con los ojos acuosos—. Sé perfectamente que lo has tocado, pero no puedo, te pareceré una chiquilla pero no puedo.
—Tranquila, te he dicho que a mi lado tienes todo el tiempo que necesites para lo que sea, no quiero que te sientas forzada. —Le acarició la espalda de arriba abajo—. Todo lo curaremos juntos, si me lo permites, quiero que tu dolor sea mi dolor y ayudarte a que juntos lo hagamos desaparecer.
—Eres muy bueno.
—No soy bueno, es que tú me pones en un estado que ni yo mismo conocía de mi carácter. —Cambiando de tema para alejarla de los pensamientos tristes, le dijo—: No me ha gustado despertarme y no verte a mi lado.
—Lo siento. Por el contrario, yo me he quedado mirándote un buen rato; duermes con la boca abierta.
Sonrieron.
—¿Te burlas de mí?
—Eres guapo incluso cuando duermes, jamás me burlaría.
—Menos mal que no estaba babeando.
—¿Babeas?
Rieron a carcajadas.
—Creo que no, así que no te preocupes, me parece que no corres riesgo de despertar con hilos de baba en el pelo. —Siguieron riendo—. Te propongo algo.
—¿Qué?
—Un fin de semana alejados de todo y de todos. En mi trabajo tengo pendientes unos días libres, y si los pido estoy seguro de que no me los negarán. —La miró profundamente a los ojos—. Te propongo que nos vayamos a Austin, conozco un lugar donde podremos descansar y disfrutar juntos del fin de semana. ¿Qué dices? —Afianzó su abrazo—. Me encantaría que fuésemos.
Olivia no necesitó pensarlo demasiado y le dio enseguida una respuesta.
—Me parece estupendo.
Se besaron.
—Entonces déjame hacer unas llamadas y arreglarlo todo. Vístete para que vayamos a recoger tus cosas a casa de Tiaré.
Noah buscó su calzoncillo y se lo puso, salió de la habitación y encendió el teléfono móvil para llamar al capitán, quien de inmediato le concedió los días que le pedía. Luego hizo otra llamada.
—Harrison, soy Noah Miller.
—Buenos días, señor Miller, ¡qué sorpresa escucharlo! ¿Ocurre algo?
—Necesito el avión de la compañía para ir a Austin. ¿Puede encargarse de arreglarlo?
—Por supuesto, señor, me alegra que haga uso de sus bienes, su padre estaría encantado de verlo.
Noah no dijo nada ante el comentario de su empleado pero hizo una mueca de fastidio, porque ni él podía creer la llamada que acababa de hacer. Entonces se dio cuenta de que estaba tan loco por Alexa que hasta era capaz de comerse su orgullo y hacer uso de lo que había prometido no tocar jamás.
—Llame también a los caseros de la casa de Austin y avise de que iré acompañado, que abastezcan el congelador, me dejen un automóvil preparado para moverme por la ciudad y se tomen el fin de semana libre, no los necesitaré. Ah, y que alguien me vaya a buscar al aeropuerto; ocúpese, por favor.
»Otra cosa, no quiero que el personal de a bordo del avión se refiera a mí como el dueño de nada.
—Perfecto, señor, como usted lo ordene.
—Espero su llamada para que me indique el horario del vuelo.
—Me ocupo de todo y lo llamo en un rato.
Al mismo tiempo que él terminaba la llamada, Olivia salía del dormitorio ya lista. La besó y ella se aferró a su cintura.
—¿Todo bien?
—Todo perfecto, voy a cambiarme. —Le guiñó un ojo.
—Mientras tanto prepararé el desayuno.
—Sólo unos cereales con leche para mí.
—Eso no es un desayuno.
—Quiero salir cuanto antes a recoger tus cosas.
—Ansioso...
—Muy ansioso —le corroboró, mientras desaparecía dentro del dormitorio.
En el momento en que compartían el desayuno sonó el teléfono de Noah.
—Harrison.
Se levantó del taburete y caminó hacia la mesilla junto a la ventana, donde tomó nota de los datos que su administrador le pasaba.
—Perfecto, estaremos puntuales, gracias por todo. —Colgó la llamada y se dirigió a Olivia—. Todo arreglado, tenemos que estar en el aeropuerto a las 11.00, así que mejor será que nos demos prisa.
—¿Cómo has conseguido tan pronto un vuelo?
—Un buen amigo nos ha facilitado su avión privado y nos ha prestado su casa en Austin, que está vacía estos días. Vamos, apresúrate a terminar tu desayuno o se nos hará tarde.
Olivia terminó de beber su café y untó una tostada con mermelada que comió rápidamente, mientras Noah daba cuenta de sus cereales y se iba a preparar su bolsa. Al cabo de unos minutos, salió del dormitorio.
—¿Estás lista?
—Listísima —le dijo mientras se ponía su abrigo.
Salieron abrazados del apartamento rumbo al garaje y partieron.
Detenida en un alto dentro del coche, Eva repasaba lo mal que había empezado su día. Estaba contrariada y con un humor que ni ella aguantaba; saber que Noah se había tomado esos días y no lo vería la había puesto en un estado de enajenación que no lograba controlar.
Quería deshacerse de esos sentimientos, pues era consciente de que no tenía ningún derecho a sentirse así, pero parecía inevitable: cada día se le hacía más difícil trabajar a su lado. Si cerraba los ojos aún recordaba aquel beso. Noah era muy dulce besando, pero a la vez una fiera, se acordaba de cómo invadió su boca con la lengua y se tensaba con sólo imaginarlo; una punzada en la entrepierna le recordaba constantemente cuánto lo deseaba.
Sacudió la cabeza y golpeó el volante mientras se amonestaba por sentirse así. Miró hacia otro lado, intentando distraerse con el panorama, pero, para su sorpresa, de pronto se topó con el coche de Noah.
«Es él, estoy segura. —Los vidrios tintados no le permitían ver con seguridad, pero para ella la silueta del detective era inconfundible—. ¿Con quién está? Creo que es una mujer.»
El tránsito avanzó y la detective Gonzales comenzó a seguirlo cautelosamente. Dejó que la adelantase y ya no le quedaron dudas: la matrícula del deportivo era la del automóvil de Miller. Con precaución para no ser vista, los siguió hasta Glen Cove. Allí, agazapada, lo vio bajar del coche y tender una mano a su acompañante, y quedó pasmada al ver con qué consideración la trataba. Miller cogió por la cintura a Olivia, con un gesto que demostraba demasiada confianza entre ellos, se lo veía muy interesado y sin ningunas ganas de disimular. Los vio adentrarse en una casa, y decidió esperar a que saliesen para seguirlos de nuevo.
El detective Miller estaba tan embobado con su acompañante, que ni advirtió que los estaban siguiendo.
Finalmente Noah y Olivia partieron desde el aeropuerto La Guardia y, en poco más de tres horas, aterrizaron en el aeropuerto internacional de Austin-Bergstrom.
—Señor Miller, nos vemos el domingo a las seis de la tarde.
—Perfecto, seremos puntuales —le contestó al piloto, cuando se preparaban para bajar del jet.
Al salir de la terminal aeroportuaria, un coche con las iniciales IM, de las Industrias Miller, los esperaba para trasladarlos hasta Hill Country, pero Olivia no prestó atención al auto, sólo tenía ojos para Noah.
Llegaron a la casa, una villa de estilo italiano con los exteriores construidos en piedra y enclavada en lo alto de las colinas de Austin. Tenía unas vistas asombrosas al lago.
—¡Qué exquisitez de lugar! —exclamó Olivia, impactada por la naturaleza que la rodeaba.
—¿Te gusta?
—Esto es un oasis, verdaderamente, es un lugar increíble el de tu amigo —expresó entusiasmada por la geografía, mientras Noah ayudaba a Julián a bajar los bolsos.
—Gracias, Julián, yo me encargo, no necesito nada más.
—¿Está usted seguro? Mire que a mi esposa y a mí no nos cuesta nada atenderlos.
Ambos se miraron entendiéndose.
—No es necesario.
—De acuerdo, en ese caso, que tengan una confortable estancia.
Noah se lo agradeció con un movimiento de cabeza y Olivia le dedicó una sonrisa amigable al sexagenario antes de que se retirara.
Entraron en la lujosísima casa, donde todo estaba silencioso y acomodado, tan encantador por dentro como lo era por fuera.
Miller dejó las bolsas apoyadas en la entrada, junto a la escalera de hierro y mármol. Ella ya estaba escudriñándolo todo, preparándose para salir al exterior de la casa, a disfrutar de las vistas desde las terrazas. Una vez allí admiró la piscina de borde infinito, el spa y la cascada, que se complementaban muy bien con el interior de la casa. Mientras miraba extasiada e inspiraba fuerte para nutrirse con el aire puro del lugar, Noah la sorprendió abrazándola desde atrás, abrió las piernas para afirmarse y aprovechó para dedicarse a besarle en esa parte del cuello y hablarle al oído:
—Apelo a que en este lugar te olvides del mundo, y que tu mundo desde hoy sea yo.
Ella se dio la vuelta y lo miró profundamente a los ojos, anhelante, levantando la mano para regalarle una caricia en la mejilla. Sus palabras la habían dejado tambaleando, pero entonces recordó las palabras de Alexa:
«Si sigues mintiendo, quizá no pueda perdonarte».
Un escalofrío le invadió el cuerpo y de inmediato intentó hablar:
—Tengo que decirte algo.
Él negó con la cabeza y su tono de voz sonó rotundo.
—Este fin de semana lo que menos quiero es hablar. Deseo muchas cosas —la miró con picardía—, pero te aseguro que en ninguno de mis planes está el que nos sentemos a hablar, al menos no ahora. Por cierto, ¿recuerdas que esta mañana ha quedado algo a medias?
—Pero es necesario que hablemos.
—Te he dicho que aquí nos olvidaremos del mundo exterior, crearemos uno únicamente para nosotros dos. Para eso hemos venido.
—Es muy tierno todo lo que me dices, pero creo que es necesario que sepas algo.
—Alexa, este fin de semana nada de recuerdos, nada que tenga que ver con el pasado, que se pueda entremeter entre nosotros. Déjame disfrutarte, déjame hacerte feliz. Prohibido hablar de cosas tristes.
Volvió a aprisionarla contra sí y le devoró la boca posesivamente. Cuando él la besaba ella dejaba de pensar...