15
Los demonios de Olivia aún permanecían al acecho, pero Noah, con su inmensa paciencia y bondad, había logrado que se calmara. Le infundía confianza y la ayudaba a creer que una nueva oportunidad para ser feliz era verdaderamente posible a su lado. Pero aún no se sentía confiada ni preparada para enfrentarse de lleno a su pasado; solamente pensar en el nombre de su exesposo le helaba la sangre y le encogía el corazón.
Estaba en la habitación terminando de vestirse, Noah había bajado a beber un vaso de agua a la cocina. Lo hizo de un tirón y abrió el grifo del fregadero para enjuagar el vaso.
—Muchacho testarudo, deja eso, que bien puedo hacerlo yo.
—¡Josefina!—dijo espantado ante la aparición—. Casi me matas del susto.
Se acercó a besar a la mujer entrada en años que conservaba toda su elegancia. Sus ojos azules, con algunas marcas producto de la edad, lo miraban muy cariñosos. Miller le depositó un beso en la coronilla y la abrazó muy fuerte, demostrándole un gran afecto.
—Ni que fuera un espectro para que te asustes al verme. Estoy vieja, pero intento mantenerme. —Se tocó el cabello rubio.
—Estás hermosa, eres una viejecita muy guapa. Pero es que se suponía que no debías aparecer por aquí.
—¿Tan desagradable e impresentable es tu madrina? ¿Crees que sabiendo que estás en la casa no voy a acercarme a saludarte? ¡Como si te viera a menudo! Y no me llames vieja.
Le dio una palmada en el trasero.
—No seas protestona y no sugieras cosas que no son ciertas. No se trata de eso, es que la persona que me acompaña... no sabe que esta propiedad es mía.
—¿Y de quién se supone que es?
—De un amigo.
—¿Quién es esa mujer que te acompaña? Porque para que la hayas traído aquí y hayas roto tu promesa de no pisar nunca la casa de tu padre es obvio que se trata de alguien muy importante para ti.
—Mira que eres curiosa... Dime una cosa, que no me he enterado: ¿desde cuándo has cambiado de profesión? Que yo sepa el detective soy yo, pero parece que la investigadora eres tú.
—Mi Julián me ha dicho que es una mujer muy hermosa la que te acompaña, y que se nota además que es muy fina.
—Y no habrás tardado en llamar a mi madre para contárselo.
—Mira que eres bueno esquivando interrogatorios... No lo he hecho, no soy una chismosa. ¿No irás a ver a tu madre? Estás a un paso de Houston, y se apenará mucho cuando se entere de que has estado en Austin y no has ido a verla.
—No tiene por qué enterarse... —Arqueó una ceja mientras la miraba fijamente, en tono de advertencia.
—Aaah, no me pidas eso, yo nunca miento.
—Sé de sobra lo mucho que le mentías a mi padre para que no nos encontrara, y si mal no recuerdo, varias veces fue por expresa petición mía. ¿Acaso has olvidado las mentiras que le contaste cuando enfermó y comenzó con la búsqueda? El muy desgraciado intentaba lavar sus culpas. Hipócrita, después de renegar durante años de mi existencia.
—Pero eso fue porque a ti nada puedo negarte —intentó justificarse. Noah la miró de forma calculadora.
—Por esa misma razón no le dirás nada a mi madre y ahora mismo desaparecerás.
—Tramposo, cabezota y malcriado. Déjame al menos que os atienda durante vuestra estancia en Austin.
—Jamás. Que Julián y tú estéis en esta casa como caseros es porque os empeñasteis vosotros. Aquí es donde siempre habéis vivido y no hay nadie mejor para hacerlo, pero consentir que me atiendas como una sirvienta, ¡eso no lo permitiría ni loco!
Olivia entró en la cocina guiada por el bullicio de las voces.
—Aquí estás... —Sonrió mientras se plantaba a su lado.
—Sí, estaba hablando con la señora encargada del aseo de la casa, que muy gentilmente me estaba ofreciendo su ayuda. Alexa, ella es Josefina, la esposa del señor que nos fue a buscar al aeropuerto.
—Encantada, señora.
—Le aseguro que el gusto es totalmente mío, señorita.
Le extendió la mano y Olivia le devolvió el saludo con un cordial beso. Josefina, casi sin disimulo, la miró de arriba abajo, comprobando por sí misma lo guapa que era la mujer que acompañaba a su ahijado. Le había caído muy bien de entrada y se notaba a simple vista que era una persona con mucha clase, pero también sencilla, humana y muy simpática. Oli le ofreció una sonrisa verdaderamente generosa y le acarició el hombro para darle a entender que no se consideraba más que ella; eso terminó de conquistar a Josefina.
—Le estaba diciendo al señor que en realidad no me ocasiona ninguna molestia atenderlos.
Noah se encubrió un poco tras la figura de Olivia e hizo una mueca de desaprobación, amonestando en silencio a la mujer; esto fue suficiente para que ella entendiera; él entrecerró los ojos y movió la cabeza en señal de reprobación.
—No es necesario, Josefina —se adelantó—, solamente nos quedaremos unos pocos días y tengo planeado que Alexa conozca el lugar.
Olivia lo cogió del rostro y le dio un casto beso en los labios.
—Noah, hace frío para salir de esta hermosa casa, tan sumamente acogedora. Para conocer el paisaje y admirarlo me conformo con comer aquí y luego sentarnos frente a la estufa de leña en el mirador, disfrutando de la vista del lago y las colinas. Desde que llegamos que se me ha metido esa idea en la cabeza... —Hizo un guiño y juntó las manos a modo de súplica—. Acepto tu invitación para salir esta noche a cenar, pero... —miró alrededor e hizo un ademán con la mano— esta finca es demasiado hermosa como para no disfrutarla los pocos días que estaremos. Sabes que la cocina y yo no nos llevamos bien, así que me parece que deberíamos reconsiderar el ofrecimiento de la señora Josefina y permitirle que mañana nos haga un fabuloso almuerzo.
Él la miró a los ojos y adoró la manera en que ella lo miraba. Se sintió un elegido, su mirada era límpida, sincera y angelical; cómo negarse si se lo estaba pidiendo de una manera que era para comérsela a besos. En ese momento tuvo la indómita tentación de apoderarse de sus labios, pero si lo hacía, Josefina se horrorizaría por su lujuria y saldría corriendo a contárselo todo a su madre. Aunque las cosas iban bien con Olivia; sin embargo, todavía era muy pronto para presentarla, aún había muchos asuntos por resolver.
—De acuerdo, Josefina. Pero ustedes siéntense con nosotros a comer, como cuando está su jefe —dijo Noah hablándole de usted para disimular delante de Olivia.
—No, señor Miller, eso no. El jefe no está, así que no es necesario; además, no es ninguna regla insalvable.
—Oh, señora, de verdad no nos molestaría compartir la mesa con ustedes. Por lo que veo es la costumbre en la casa, así que... ¿por qué romperla? Mañana comeremos los cuatro juntos, y como la mesa del comedor es muy grande, mejor lo hacemos aquí, este lugar es más cálido.
—No, señorita, ¿cómo vamos a hacer eso?
—No hay discusión: o comemos los cuatro juntos o renunciaremos a su comida y nos iremos a un restaurante a almorzar solos. ¿Verdad, Noah?
—Así es.
A Noah le encantó la sencillez con que Olivia contestó a su madrina y sonrió satisfecho. Le había gustado la manera en que se había impuesto; le puso la mano en la cintura ajustándola contra su cuerpo y le besó el pelo mientras con disimulo le guiñaba el ojo a Josefina, demostrándole lo orgulloso que la compañía de esa mujer lo hacía sentir.
—Gracias, señorita, ambos son muy amables. ¿Por qué no me orientan y me dicen qué les apetecería comer? Se lo prepararé gustosa.
—¿Qué le parece si nos hace estofado de cordero con patatas, como la última vez que estuve aquí?
No era cierto que Noah había estado ahí, pero adoraba el estofado de su madrina y de pronto tuvo ganas de que Olivia lo probase.
—Me encantará complacerlo. ¿A la señorita le apetece comer lo mismo? No tiene más que pedirme lo que desea, su paladar quizá está acostumbrado a otras comidas.
—Me parece perfecto, un buen estofado se aviene con este clima. Si me conociese sabría que soy muy sencilla, aunque debo reconocer que el único sabor que no sustituyo es el de mi café favorito.
—En la alacena tiene su café, ¿lo ha visto?
—Sí, muchas gracias.
—A mí no me lo agradezca, agradézcaselo a él, que nos pasó el dato para que tuviéramos cuando llegasen.
Ella le cogió el rostro entre las manos y mirándolo muy de cerca le dijo:
—Gracias por el detalle de pensar en lo que me gusta. —Le besó la punta de la nariz.
Josefina supo al instante que el sentimiento que se profesaban era verdaderamente importante; se miraban con mucha ternura, más allá de sus ojos, porque cuando lo hacían se miraban el alma. Era la primera vez que veía a Noah tan entusiasmado con una chica, desde jovenzuelo siempre había sido un gran conquistador, y cuando trabajaba de modelo mucho más; pero jamás lo había visto así con ninguna conquista. En cambio, esta mujer realmente lo tenía prendado, se notaba lo embobado que estaba con ella.
«A cada cerdo le llega su san Martín», pensó.
—Bueno, ¿vamos? O no conseguiremos mesa y tendremos que hacer cola.
—Que disfruten de la salida.
Ambos le dieron las gracias. Noah le ofreció la mano a Olivia y la guio hacia la puerta.
—¿Ya estás lista?
—Sí, ahora me pongo el abrigo.
—Déjame decirte que estás guapísima.
La apartó sosteniéndole la mano y la alentó para que se volviera. Llevaba unos pantalones de antílope de color marrón y una camiseta de manga larga a rayas, en color natural, que se ceñía a su cuerpo descubriendo claramente la voluptuosidad de sus formas. En el cuello llevaba anudado un pañuelo a cuadros del mismo tono y acompañaba su estilismo con unos botines marrones de tacón que la hacían que se viera muy esbelta y elegante.
Noah la ayudó a colocarse una chaqueta de cuero y le alcanzó el bolso que había sobre el sillón.
—Gracias.
Olivia le dio un beso en la boca, mientras lo apresaba del mentón de forma sugerente.
—No te comportes así —la miró entre las pestañas observándola al detalle y concluyó que era la mujer más hermosa que jamás había visto—, porque ahora mismo lo que me apetece es no salir por la puerta y subir la escalera para apoderarme de tu boca y de todo tu cuerpo y dejarte sin sentido.
—Es muy seductora su propuesta, detective Miller, pero necesito alimentar mi cuerpo para poder ofrecerle en la cama lo que usted se merece, pues me consta que es muy exigente... —se acercó a su oído—... y esta tarde me ha dejado sin fuerzas. —Se apartó de él mirándolo a escasos centímetros, al tiempo que calculaba su excitación al oír sus palabras; notó claramente cómo cambiaba el ritmo de su respiración, y le fascinó saber que era la causante de que sus emociones afloraran—. Lléveme a comer y prometo que cuando regresemos lo compensaré por todo.
—Te tomo la palabra, creo que cenaremos muy rápido, ya tengo ganas de regresar.