36

Un nuevo preludio del amanecer daba paso a un nuevo día, y eso indicaba que la mañana llegaba acompañada de nuevas oportunidades, así lo sintió Olivia cuando se despertó. Noah era su nueva oportunidad, su meta, su advenimiento, su único camino. Se sintió reconfortada al recordar el ímpetu con que se habían amado, aún no había abierto los ojos. Remoloneando se removía en la cama mientras advertía el dolor en su pelvis por los fuertes embistes de Miller. Lo que había pasado entre ellos había sido maravilloso, rudo, lujurioso, habían rozado la obscenidad, no habían evitado gritar y expresar el placer; estaba casi segura de que los vecinos de Noah los habían oído, la música no había podido amortiguar su lujuria. Sonrió y lentamente abrió los ojos.

Casi se muere de un paro cardíaco cuando vio a Murray sentado en el sillón que estaba al otro extremo de la habitación.

Se incorporó en la cama y echó un vistazo hacia la puerta, estaba segura de que la había dejado con cerrojo. Temblaba sin parar, veía el hielo en su mirada y sabía que no presagiaba nada bueno.

—¿Cómo has entrado? ¿Qué quieres? ¡Vete de aquí!

Él no le contestó, seguía mirándola amenazadoramente y Olivia no podía contener el susto. Wheels se levantó con total parsimonia y se quedó de pie a un lado de la cama; su mirada ahora era mortecina, casi espeluznante.

—¿Dónde estuviste anoche?

—En Clio con Alexa, cenando y viendo películas hasta tarde y colocando algunas obras de las que ha traído Ed.

Él movió la cabeza, incrédulo por la facilidad con la que ella mentía. Descontracturó el cuello y aflojó el nudo de su corbata, luego comenzó a arremangarse la camisa.

—Vete, quiero cambiarme.

—¡¡Mentirosa!!

Wheels cogió impulso y le rasgó la carne con la bofetada que le cruzó la cara.

El golpe fue preciso y demoledor, le cortó el pómulo y el dolor en la carne la asoló. A sabiendas de que esta vez no podría detenerlo, Oli intentó escabullirse de su furia y probó a encerrarse en el baño, pero Murray, con rapidez, la agarró por el tobillo arrastrándola por encima de la cama. Olivia intentó luchar, intentó defenderse, pero él estaba tan furioso que todos sus esfuerzos fueron totalmente en vano; le atizaba golpes con las manos abiertas, con los puños cerrados, despiadadamente y sin tregua, hasta el punto de casi dejarle la cara desfigurada. Parecía que gozaba viendo el cambio de color en su piel, parecía que la sangre que brotaba de sus labios y de su nariz lo complacían, porque entonces, con un nuevo ímpetu, le atizaba otro golpe para que la magulladura se hiciera más intensa.

La precipitó al suelo arrastrándola sobre la cama; su cuerpo y su cabeza dieron contra el suelo y comenzó a patearla. En un intento por frenar una de las patadas, Olivia puso su pequeña y frágil mano para protegerse y sintió un ruido seco, notó un fuerte dolor en uno de los dedos de la mano y supo que se lo había roto.

Wheels le pegó hasta que se cansó de hacerlo; Olivia se quejaba en el suelo. Él cogió de ella lo que quiso y como quiso.

—Vuelvo a irme de viaje —le informó airado mientras se alejaba—. Como se te ocurra poner un pie fuera de esta casa juro que te enviaré la cabeza de tu hermano de regalo, y no quiero aquí a la golfa de tu amiga, porque también me las cobraré con ella. Espero que ahora hayas entendido que las cosas se hacen a mi modo, zorra.

Hizo un último comentario burlón mientras ella estaba tirada en el suelo. Poco después, Murray se marchó dando un portazo.

Olivia comenzó a llorar, el dolor le desgarró el cuerpo y sintió el olor y el sabor metálico de la sangre saliendo de su boca, así como la humedad que le chorreaba de la nariz y del pómulo; se tocó y se miró la mano, que se tiñó rápidamente de rojo. Intentó levantarse, pero no podía, presentía que nuevamente le había quebrado una costilla, le costaba respirar. Probó a serenarse, pensó en Noah, en los maravillosos momentos que habían vivido juntos, pero ni siquiera eso mitigaba el dolor. Se tocó la cara nuevamente e intuyó que estaba deformada; no estaba equivocada, pues a pesar del poco tiempo transcurrido, su rostro era casi una masa amorfa.

Quería encauzar sus pensamientos, ya que no estaba dispuesta a dejarse vencer, no iba a hacerlo, se dijo que él no iba a salirse con la suya.

Se miró la mano y efectivamente no podía sostener el dedo anular de la mano derecha.

Se arrastró por el suelo y con muchísimo esfuerzo se puso en pie. Aferrada al picaporte, mientras la apnea se manifestaba de forma importante en ella, se cerró la bata y salió al pasillo, donde la encontró Cliff. Apiadándose por una vez, la sostuvo por las axilas y la devolvió al dormitorio.

—Necesito un médico, me falta el aire, no puedo respirar.

—Sabe, señora, que no puedo hacer eso.

—Me asfixio, Cliff, por favor —le rogó mientras él la tumbaba en la cama, le acomodó varias almohadas y la dejó casi sentada.

—Pida ayuda por sus medios, estoy solo en la casa porque Dylan ha ido por un encargo y tardará. Anahí ha salido a hacer compras, yo me encargo de desconectar las cámaras.

Sonó el móvil de Noah.

—Hola, mi amor, qué bien oírte por la mañana.

—No puedo respirar —le indicó casi sin aliento, el esfuerzo que hacía para hablar era titánico—. Necesito un médico, me ha pegado mucho, pero no vengas, creo que ha descubierto lo nuestro.

—Mierda, mierda. —Se agarró la cabeza, salió despedido hacia el garaje—. Voy a matarlo, lo voy a matar, te lo juro, voy para allá, por favor, dime qué te ha hecho. Estás en la casa, ¿verdad?

—Estoy en casa, pero déjame hablar. —Se le cortaba la respiración, sus esfuerzos por expresarse eran inmensos—. Cliff me ha dicho que apagará las cámaras para que me atienda un médico. Pero tú no vengas, te lo ruego, envía a alguien que no tengo mucho tiempo, luego el mayordomo tendrá que volver a encender las cámaras. Si tú vienes perderemos la posibilidad de atraparlo, y no quiero que se salga con la suya.

—No voy a hacer eso, se acabó Olivia, te voy a buscar yo mismo, no voy a permitir que pases un día más en esa casa, verás como ya arreglaremos lo de Brian de otra forma.

—Necesito un médico, por favor, me ahogo. —Noah creyó que enloquecería, mientras la escuchaba casi desfalleciendo—. Tenemos que atraparlo, esto no cambia nuestros planes. No hagas que me arrepienta de haberte llamado, me pediste que confiara en ti y lo estoy haciendo, se ensañará con mi familia si me voy, por favor.

Estaba realmente demasiado ahogada, así que Miller comprendió que no era bueno seguir discutiendo, no quería continuar perturbándola, la oía muy mal y se le cortaba la respiración, así que decidió hacer lo que ella le pedía para no alterarla más, estaba muy asustado por ella, y lo primero era proporcionarle asistencia.

Colgó la comunicación y llamó a su hermana, le pasó la dirección de la galería, la de la entrada trasera y le contó grosso modo la situación, rogándole que fuera hacia allá lo antes posible. Luego llamó a Alexa.

—El hijo de puta ha vuelto a golpearla, hay que ir a por ella, la oía muy mal, respiraba con mucha dificultad.

—¿Qué?

—Lo que te digo, sólo me ha dicho que le ha pegado mucho, pero se niega a que vaya yo y no quiero angustiarla más, ¿Edmond está contigo?

—Sí, está aquí.

—Perfecto, tú quédate ahí, que mi hermana es médica y está en camino para asistirla; pasaré a por Ed. Sólo espero tener fuerzas para no irrumpir en esa casa y sacarla yo mismo.

Se metió en el coche y salió escopetado de la comisaría de policía. En el camino llamó al capitán y se inventó que su madre había sufrido un accidente.

—Ve tranquilo, mantenme informado de cómo está.

Transcurridos unos escasos minutos recibió una llamada de Eva, pero no la atendió.

Avanzaba por las calles y el tránsito parecía engullirlo, conducía a ciegas. Cuando llegó, Edmond lo esperaba en su coche, así que se cambió de vehículo y en el camino llamaron al móvil de Olivia para indicarle que Ed estaba muy cerca. Después de discutir con Edmond porque la desesperación casi le hizo renunciar a la promesa que le había hecho a Olivia, remitió sus ansias de ir a su rescate y se bajó en la esquina contraria al tráfico. Edmond siguió hasta la entrada trasera y Noah tecleó el número de Ed en el móvil, indicándole que dejara la llamada abierta para poder escuchar y salir en su ayuda en caso de que algo pasara.

Como bien había dicho Cliff, había apagado las cámaras y le había facilitado una toalla y hielo a Olivia para que se la colocara en el ojo, que ya se le había comenzado a cerrar por los golpes. La pobre caminó con dificultad hasta salir por la puerta trasera; Edmond no tenía manera de entrar porque Murray había cambiado las cerraduras, así que sólo le restaba esperarla, ansioso. Al verla asomarse por el quicio se apresuró a sostenerla; tenía muy mal aspecto, así que con premura se encargó de meterla en el coche, horrorizado por el estado en que la encontró, pero todo era tan apremiante que no intercambiaron palabras, pues lo único urgente era salir de ahí cuanto antes. La sentó en la parte trasera, porque tumbada le costaba aún más respirar.

—Ya la tengo conmigo, Noah —lo avisó claro y fuerte para que éste escuchara por el móvil.

Edmond detuvo el coche en la esquina y Noah se subió, atendiendo a Olivia de inmediato.

—Tranquila, ya estás a salvo —le dijo mientras le estudiaba las laceraciones.

Cogió la toalla que llevaba y le taponó las heridas con ella. Habría querido abrazarla, pero era imposible hacerlo por la cantidad de golpes que presentaba, la apnea que exhibía era importante. Olivia, agotada, lo oía a lo lejos. Miller le cogió la mano y notó lo azul de sus uñas, temió que tuviese un pulmón perforado porque ella no hablaba, sólo se quejaba y lo miraba a los ojos sin aliento.

—Sáltate todos los semáforos, Ed, yo me encargo de eso luego —indicó Miller.

La contemplaba en silencio mientras le acariciaba la frente, que era uno de los pocos lugares donde no tenía golpes; el resto del rostro estaba destrozado. Tenía una corte profuso en el labio, y otro en el pómulo, la nariz aún le sangraba y el ojo derecho ya no podía abrirlo.

Noah se sentía impotente, quería matarlo con sus propias manos, pero ahora lo único urgente era asistir a Olivia.

Llegaron a la galería, el detective la bajó en sus brazos y Alexa comenzó a llorar en cuanto la vio entrar. Agitó las manos y maldijo, porque el estado en que se encontraba Olivia era calamitoso.

—Ay, amiguita querida, no es justo que te pase esto —exclamó mientras Ed la abrazaba y ella se mordía el puño.

Nacary ya estaba ahí aguardándolos, había ido con un equipo de oxígeno y rayos X portátil, pues suponía que necesitarían hacerle placas; al verla, creyó que no iba ser posible asistirla allí y que tendría que trasladarla al hospital. Noah la recostó sobre el diván.

—Vamos, cariño, aguanta, sé que esta posición es incómoda, pero debo hacerte una exploración minuciosa —indicó Nacary en tono cariñoso.

Cogió unas tijeras y le cortó la ropa para buscar en su piel signos que le indicasen si tenía alguna hemorragia interna. Por suerte no identificó ninguna señal: Olivia en todo momento mantenía la conciencia e intentaba colaborar.

—Noah, ayúdame a sentarla para revisar los signos en su espalda. Esto dolerá —la avisó la médica, y comprimió con las manos las zonas intercostales, haciendo una ligera presión, para identificar el lugar de una posible fractura—. Tose, por favor. —Olivia se quejó de que le dolía el lado derecho—. Respira hondo ahora. —Volvió a notar dolor en ese lado.

Le hizo unas placas para identificar la fractura y comprobar la existencia de otras lesiones intratorácicas asociadas. Por suerte, no había hemo, ni neumotórax, tampoco se observaba ninguna contusión pulmonar de consideración.

—Tranquila, teniendo en cuenta la cantidad de golpes que has recibido es increíble que no tengas nada considerable. Son sólo golpes superficiales, salvo la quinta y la novena costilla, que sí están fracturadas.

—¿Seguro que no tiene nada interno? Su cuerpo es un puro hematoma. —Miller quiso cerciorarse.

—Calma, por favor, milagrosamente todo está bien. —Le estrechó la mano, y Olivia se quejó de dolor, entonces Nacary se dio cuenta de que tenía una fractura en el dedo anular de la mano derecha—. Te inyectaré analgésicos para intentar normalizar tu dificultad para respirar, que se debe al dolor que te causa la fractura. No es otra cosa, tranquila, es importante que no tengas neuralgia para que respires normalmente y así no se te hagan secreciones en los pulmones.

—Déjame tomar fotos de los golpes —pidió Noah.

Olivia no quería acceder, se sentía humillada. Él quería atrapar a Murray de cualquier forma, su cara estaba transfigurada, cada moretón era un puñal que se clavaba en su pecho, apretaba las mandíbulas y bramaba como un animal salvaje.

—La estás poniendo nerviosa, y necesita calmarse para que el oxígeno le entre por la cánula nasal, ¿no ves que está con hipoxia? —Le enseñó el color azulado de los labios—. ¿Por qué no vas un rato afuera mientras yo termino de ponerle los vendajes? Dame la cámara, yo haré las fotos.

Lo empujó hacia el exterior. Noah, con su desesperación, estorbaba más que ayudar.

Nacary, mientras tanto, colocó una férula en el dedo de Olivia y le inmovilizó la fractura intercostal con un vendaje elástico adhesivo; consideró que era lo mejor, ya que un vendaje más rígido podría hacer que se desencadenara una neumonía.

Buscó fracturas en las piernas y ahí descubrió las claras marcas de los dedos en la parte interna de los muslos.

La miró a los ojos...

—Lo matará, no se lo digas, por favor. —Olivia le imploró—. No desates una desgracia peor, deja que al menos se calme. Luego se lo diré.

Lo pensó una, dos, mil veces, hizo varias fotos de esa zona, pero con su móvil, en silencio también tomó muestras y luego siguió examinándole el resto del cuerpo, pero no halló ninguna otra fractura. Ya más calmada, Olivia manifestó un dolor intenso en la nariz.

—No tienes nada, has recibido un golpe que te ha hecho sangrar, pero no veo que el tabique se te haya desviado, aunque con la hinchazón no puedo asegurarlo; aplícate hielo. Ahora déjame revisarte los cortes del labio y del pómulo, que como no paran de sangrar, tendré que suturarlos.

Después de darle tres puntos en el pómulo, finalmente se ocupó del ojo, que tenía totalmente cerrado, limpiándoselo con cuidado.

Noah no había aguantado más y ahí estaba nuevamente.

—No me mires así, de aquí no me muevo —le advirtió a Nacary, que lo miró amenazadoramente y siguió con la revisión.

—Necesitarás consultar con un oftalmólogo para asegurarnos de que el golpe no ha causado nada grave, puede que hayas tenido perdida de líquido u otra patología, también debemos descartar un desprendimiento de retina.

Le hizo unas pruebas básicas pero no era su campo, y además era necesario que la revisaran con instrumentos adecuados.

—Yo me encargo —indicó Noah.

Olivia estaba bastante abotargada como para refutar nada, pues el efecto de la analgesia estaba comenzando a adormecerla.

Nacary les dio todas las indicaciones por escrito; Noah escuchaba las recomendaciones con mucha atención, pero aunque se mostraba preocupado y atento la angustia estaba dando paso a su lado salvaje y sólo pensaba en vengarse. Alexa y Edmond, que también habían entrado, ayudaban a que Oli se vistiera con ropa que tenía en la galería.

Miller acompañó a su hermana a la salida.

—¿En qué lío está metida esta chica, Noah?

—No puedo contártelo, sólo te digo que es la mujer que amo y no me detendré hasta ser feliz con ella.

—Pero ¿está casada?

—El tipo la obliga a estar a su lado, a su debido tiempo te enterarás, pero no prejuzgues, que te conozco.

—Nadie obliga a nadie a permanecer donde uno no quiere. No te engañes.

—No hagas conjeturas, no lo sabes —le habló tajante.

—No quiero que te ocurra nada, así que lo mejor es que te alejes de ella antes de que esta podredumbre te alcance.

—Soy mayor de edad y sé lo que hago.

—Tú no sabes lo que haces, desde que decidiste meterte en la policía la pobre mamá y yo vivimos implorándole a Dios por tu culpa.

Noah refunfuñó y tras despedirla regresó al interior de la galería y se acercó a Olivia.

—Ven, siéntate a mi lado y cambia esa cara que no me ha pasado nada —habló ella de manera muy apagada.

—¿Nada? ¿Te estás oyendo? Has tenido suerte, eso es todo, pero de ahí a considerar que el estado en el que te encuentras no es nada... Vamos para casa.

—No iré, regresaré a Park Avenue.

—Ni lo sueñes. —Se rio sarcástico, indicándole que no cabía la más mínima posibilidad que la dejase ir.

—Noah, debo regresar para que podamos atraparlo.

—No lo harás, no puedo permitirlo, lo que me pides va en contra de mis principios; se supone que debo protegerte, y sin embargo mírate.

—Creo que Noah tiene razón, Oli, no puedes continuar en esa casa.

—Si me voy irá tras mi familia, Ed.

—¡Voy a volverme loco de impotencia! —gritó Miller.

—No es tu culpa.

—Sí lo es, por haber creído que estarías a salvo con esa bestia a tu lado. Claro que es mi culpa, tendría que haberte arrancado de su lado el mismo día que entré en la fiesta. Vamos a casa, Olivia, no discutas más, no vas a convencerme. A partir de este momento las decisiones las tomo yo.

—Cliff se ha arriesgado por mí, debo regresar.

—Ah, bueno, sólo me faltaba oír eso —dijo Alexa exageradamente—. Que se pudra ese viejo cotilla, seguro que se ha asustado y no quería que te murieras ahí, por eso te ha ayudado.

—Si me voy desataré aún más su furia y arremeterá contra Brian.

—La que está desatada es MI FURIA —dijo Noah—. Perfecto, regresa, yo me iré a buscarlo a Washington, haré lo que tendría que haber hecho hace tiempo, molerlo a palos y así cobrarme cada uno de los que él te ha dado.

Se levantó y golpeó con fuerza la mesa.

—Oli, por favor, sé coherente, no puedes permanecer más en esa casa. —Alexa le rogaba queriendo hacerla entrar en razón.

—No la intentes convencer de nada, porque yo ya he decidido por ella y por todos. Es mi responsabilidad preservar su integridad física y todo se hará a mi modo —voceó Noah, y nadie se atrevió a contrariarlo. Estaba iracundo, y en sus ojos llameantes podía advertirse claramente la bestia que anidaba en su interior. Murray había logrado despertar por completo al depredador que vivía en él, sus pupilas estaban dilatadas, sus iris se veían más cetrinos y profundos aún—. Vamos, Alexa, tú te vienes con nosotros.

Miller le dio indicaciones a Edmond, lo quería lejos de la ciudad, porque se negaba a acompañarlos. Cogió en sus brazos a Olivia, que estaba bastante abotargada por la medicación.

—¿Adónde vamos? —alcanzó a preguntar con un hilillo de voz.

Noah le besó la frente.

—A La Soledad, déjame cuidarte. —Ella se cobijó en su cuello sin chistar y se dejó reconfortar en la fortaleza de sus brazos; ya no tenía fuerzas para discutir—. Vamos a tu casa, Alexa, para que recojas tus pertenencias, te sigo con mi coche.

Llegaron al aparcamiento del edificio de Alexa y la esperaron para que fuera en busca de sus cosas, luego pasaron por casa de Noah. Al entrar en el apartamento, recostaron a Olivia en la cama.

Alexa se preocupó porque su amiga se sintiera cómoda, abrió la cama y colocó varias almohadas. Cuando Noah la depositó sobre el colchón, irremediablemente Oli se quejó.

—¿Te he hecho daño?

—No te preocupes, es que creo que no me ha dejado ni un lugar sano en el cuerpo, me duele todo, no se trata de un descuido tuyo.

—Ya, nena, descansa un rato mientras hago todos los arreglos para que viajemos.

Le acarició la frente y le besó con sumo cuidado el ojo que no tenía hinchado. Estaba irreconocible.

—Perdóname por fracasar, te prometí que nunca más pasarías por esto y mira cómo estás. Dios, no puedo creer el aspecto que tiene tu tersa piel.

—No te angusties más, ya estoy contigo, y si estoy a tu lado sé que no puede pasarme nada malo.

—Descansa, no hables, descansa ya.

Esperó a que se durmiera, luego salió del dormitorio y comenzó a hacer todos los arreglos para viajar hacia Austin; necesitaba sacar a Alexa y a Olivia de la ciudad sin dejar rastros. Terminó de trazar el plan en su cabeza y llamó a su antiguo compañero.

Collin Crall actualmente era agente del FBI. Había llegado el momento de ponerlo al tanto de todo, debía barajar las cartas y jugar su mejor mano.

—C.C., soy Noah. —Se dio a conocer porque lo estaba llamando desde el teléfono seguro que le había dado a Olivia para que no pudieran rastrear sus llamadas, el de Noah se había quedado sin batería.

—Amigo, qué alegría saber de ti.

—Necesito tu ayuda.

—Dime, sabes que cuentas conmigo.

—Por teléfono no puedo hablarlo. Te espero en mi casa, es algo delicado, necesito que te encargues de una investigación que no puedo dirigir porque soy parte involucrada, tengo un interés particular en ello.

—¿Parte involucrada? ¿En qué estás metido?

—No estoy metido directamente, pero... no te diré nada más por teléfono, te espero.

—El tono de tu voz me asusta, en poco más de media hora estaré allí.

Colgó y se puso a prepararlo todo, recogió el pendrive, su portátil, ropa y unas armas extra. El timbre sonó y Noah indicó a Alexa que enseguida volvía, quería hablar a solas con su antiguo compañero para poder explayarse mejor.

—Cierra con cerrojo y no abras a nadie hasta que yo regrese —le dijo a Alexa.

—Entendido, caramelito, ve tranquilo.

En la entrada se encontró con C.C. y se dieron un abrazo y un fuerte apretón de manos.

—Hablemos en la camioneta, luego subimos, lo que tengo que contarte es muy delicado y no quiero seguir inmiscuyendo a gente en esto.

—Estás asustándome.

—No te preocupes, cuando veas lo que pondré en tus manos me lo agradecerás, te lo aseguro.

Noah le expuso toda la situación, le habló de Olivia, de Brian, del senador Wheels. También le habló de lo que creía que eran empresas fantasma que se dedicaban a blanquear dinero proveniente de la organización narcoterrorista de Montoya.

C.C. estaba atónito ante toda la información que su amigo le brindaba y por las ramas que había encontrado en Nueva York. Miller, por supuesto, le documentó todas sus sospechas, luego le entregó la información reunida en el pendrive y le expuso las copias de las fotografías de Brian, pero le explicó que eso no lo podían usar hasta que encontraran la manera de probar que lo habían utilizado como cebo.

—Lo que se me ocurre y creo que podría ser una buena opción es ponerle un micrófono a Olivia, para así obtener una confesión.

—Me niego.

—Pero me dices que has dado vueltas a todo del derecho y del revés y que no encuentras la conexión. Noah, no veo otra forma de hacerlo y que sea legal para que podamos usarla.

—Te he dicho que no, y si no piensas ayudarme sin inmiscuirla a ella, seguiré en esto solo.

Noah estaba plantado grotescamente y no pensaba ceder.

—Tranquilízate, no nos apresuremos, seguramente hallaremos algo que dé sustento a esto que me estás entregando, sabes perfectamente que tarde o temprano encontraremos su talón de Aquiles.

Collin siguió con una serie de preguntas que, Noah de acuerdo a lo investigado, supo documentarle muy bien.

Cuando hubo agotado sus principales dudas, y a la vista de una sustanciosa causa de blanqueo de dinero, el agente del FBI se encargó de guardar la información que su amigo le había confiado. Seguidamente hizo todos los arreglos pertinentes para conseguir que viajaran a Austin sin dejar rastros; por supuesto que obtener todo le llevó bastante tiempo, pero finalmente pareció lograrlo.

—Ahora ven, quiero que conozcas a Olivia.

Subieron al apartamento, Noah llamó a Alexa para que les flanqueara la entrada.

—Alexa, él es Crall, una persona de mi entera confianza.

—Encantada.

Se saludaron con un beso y ella se ofreció a prepararles café. Luego Noah le hizo a Collin un ademán para que lo siguiera, abrió la puerta del dormitorio y dejó que viese el estado en que se encontraba Olivia, que dormía ajena a todo.

—¿Tú crees que voy a arriesgarla? —C.C. se llevó las manos a la cabeza—. Por poco la mata, debemos buscar otra manera de implicarlo, porque ni loco permitiré que vuelva a estar cerca de él, tendrán que matarme para que vuelva a ponerla en sus manos.

—Sé de sobra cómo están funcionando tus pensamientos, así que quítate la responsabilidad de encima; valoraste la causa y por eso dejaste que ella siguiera con él.

—Eso es exactamente lo que me reprocho, haber priorizado la causa por encima de su seguridad, me siento un hijo de puta. —Cerró los ojos, a la vez que expulsaba las últimas palabras.

—Actuaste con profesionalidad para que no se nos escapara un pez gordo. Noah, esta gente necesita ser arrancada de raíz, lo hiciste porque sabes perfectamente que una denuncia por violencia doméstica sólo sería una piedra en el camino de este tipo.

—Mientras más lo pienso, peor me siento. Podría haberla sacado de allí y hacer que a la familia le pusieran custodia, que por otra parte es lo que quiero que hagáis; no me extrañaría que intente forzarla a regresar utilizándolos a ellos.

—Despreocúpate, te prometo que me ocuparé de todo.

—Te juro que la veo y lo único que deseo en este momento es ir tras él y olvidarme de que soy policía. Ansío salirme de la ley y meterle un tiro en la frente, no sé cómo no lo he hecho en vez de haberte llamado.

Cerró la puerta.

—Prométeme que no te vas a tomar la ley por tu cuenta.

—Ayúdame para que no tenga que hacerlo.

C.C. le puso una mano en el hombro...

—No usaré las fotos de Brian por el momento. Pero necesitamos encontrar a Montoya, es necesario hallar su madriguera. ¿Me has dicho que la reunión fue en Phoenix?

—Así es.

—Y ahora vas a Austin.

—Sí, allí estará segura.

—¿Piensas llevarla a la casa que era de tu padre? —Noah asintió. Collin abrió los ojos como platos, no pudo evitar mostrarse asombrado—. Estás hasta la médula con Olivia.

Alexa, que se había mantenido apartada en la cocina, llegó con el café. C.C. aceptó pero Noah se disculpó, tenía el estómago destrozado por los nervios y no soportaría una gota más de cafeína.

—¿Y ella quién es? —preguntó C. C. para conocer el papel de Alexa en todo eso.

—Amiga de Olivia, la que te comenté que nos acompañará a La Soledad.

—¿Y él quién es? —preguntó Alexa en tono pretencioso mientras destinaba una mirada golosa a aquel hombre de cabello castaño claro con mirada azul grisácea, que a simple vista exponía un buen cuidado de su físico y además hacía gala de su aplomo.

—Amigo y excompañero de Noah.

—¿También eres detective? —Alexa le recorrió los pantalones ajustados que llevaba puestos y que le marcaban considerablemente la musculatura de las piernas.

—Agente del FBI —aclaró Crall.

Noah sonrió, y de inmediato intuyó que se habían atraído. Sintiendo que sobraba, los dejó conversando y fue a ver a Olivia.

Entró en la habitación sigilosamente y se quedó observándola mientras dormía. Saber que por fin la tenía junto a él le daba cierta tranquilidad.

El teléfono vibró en el bolsillo del agente del FBI, así que se retiró para contestar la llamada, que era la que estaba esperando para que pudieran viajar y sacar de una vez a Olivia de la ciudad. Cortó la comunicación y avisó a Miller, quien llamó al piloto de su avión para avisar de que ya estaba listo para viajar, le pasó los datos de los pasajeros y le preguntó si ya tenía horario de vuelo.

—Perfecto, en una hora estaremos allá. —Colgó—. Collin, todo está arreglado.

—Iremos en mi camioneta y nos encontraremos allí con los agentes, que nos llevarán la documentación para que podáis salir de Nueva York.

Alexa fue por el equipaje de ambas y se lo entregó a Collin, quien de inmediato salió para cargarlo en la Chevrolet Suburban negra que conducía. Tras cargar las pertenencias de las mujeres y de su amigo, se encargó de meter la camioneta en el aparcamiento del edificio. Noah y Alexa, mientras tanto, se ocuparon de despertar y abrigar a Olivia para trasladarla al aeropuerto.

Rompe tu silencio
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