16
Miller condujo hasta Arboretum Boulevard, un lugar muy cercano al centro de la ciudad y a tan sólo diez minutos de la finca. Tras aparcar el coche descendió y lo sorprendió una fría ventisca. Dio rápidamente la vuelta para ayudar con mucha gentileza a que su bella acompañante bajara del vehículo.
—¡Qué frío!
—Ha descendido la temperatura, creo que lloverá —la rodeó con el brazo tomándola del hombro—; apresurémonos.
Noah se sentía desorientado por momentos ante sus sentimientos, lo que esa mujer le producía no lo había experimentado con ninguna otra, pero de algo estaba seguro: no estaba dispuesto a frenar sus impulsos, ni mucho menos a escatimar sus sensaciones; le encantaba disfrutar luciéndose con ella sin tener que preocuparse por ser reconocidos por alguien, aunque eso a él lo tenía sin cuidado, pero sabía que ella aún se sentía demasiado insegura y pretendía darle confianza. Comenzaron a alejarse del parking del restaurante y accionó el mando a distancia para cerrar el Cadillac ATS Coupé. Inmersos en su mundo, caminaron risueños y apresurados, ella agarrada de su cintura.
—Creo que ha sido una buena idea venir a Austin.
—Yo también lo creo, me encanta poder caminar a tu lado despreocupada.
—Muy pronto lo solucionaremos todo, y verás que no deberemos alejarnos de Nueva York para hacerlo.
Él se mostraba siempre muy confiado en lo que decía y le contagiaba el entusiasmo. Olivia quiso creer que tenía razón y, mirándolo fijamente, inspiró con fuerza para impregnarse de su aroma tan varonil.
Caminaron escasos metros hasta la entrada de Eddie V’s, un lujoso restaurante con un ambiente muy parecido a los de Nueva York. En la entrada, Noah la cogió por la cintura y la acompañó con la palma de la mano para que entrase, muy pegadito a ella y sin perder el contacto. Por primera vez en su vida le agradó tener los medios suficientes para halagar a Olivia como él consideraba que ella merecía, y también por primera vez no renegó del dinero de su padre.
Después de hablar con el relaciones públicas se acercaron hasta la barra para tomar una copa. La parte del bar se veía imponente dentro del moderno local, donde destacaba una lámpara de formato ovalado montada sobre una estructura de acero y caireles que parecía suspendida sobre el amplio mostrador. Se sentaron en las sillas altas de madera oscura y respaldos de cuero mientras esperaban que se desocupara alguna mesa. Olivia echó una mirada general al sitio, que le pareció muy elegante y sofisticado. Sonaba un blues, y estaba segura de que conocía la canción, así que hizo un esfuerzo por recordar el título: Little black submarines.* Miró el comedor del local, donde las mesas estaban vestidas con mantelerías blancas y bastante distanciadas unas de las otras, ofreciendo, según el parecer de Olivia, suficiente intimidad a los comensales para que las conversaciones no se mezclaran entre sí.
—¡Qué lugar tan fantástico!
—Verás que no sólo tiene un aspecto ostentoso, también se come muy bien.
En ese instante el barman se acercó para atenderlos, y se decidieron por un margarita para Olivia y un Lemon Drop para Noah.
—¿Te sientes cómoda?
—Especial —dijo acariciándole los labios—, así es como me siento, creo que ésa es la definición perfecta de cómo me haces sentir en cada instante.
Noah besó el dedo que reseguía su boca.
—Me alegra mucho que te sientas de esa forma, porque es lo que mereces.
—No sé si es lo que merezco, pero tú eres tan considerado que me lo haces creer.
—Debes dejar de sentirte insegura e invisible, hazme caso cuando te digo que tú brillas a dondequiera que vas.
—Es que el pasado muchas veces se apodera de mis ilusiones y no me permite conservar la esperanza, pero tú siempre te encargas de hacerme sentir perfecta. Gracias, Noah —añadió con timidez. Dudó si continuar expresando lo que sentía, tal vez para él las cosas no eran de la misma forma, pero aun así tenía la necesidad de decirle cuánto significaba que hubiera aparecido en su vida—; a veces, cuando me quedo sola, mis pensamientos no tienen sosiego. —Bebió para aclararse la garganta y continuó—. Es verdaderamente asombroso cómo apareciste en mi vida, y aunque aún no logro deshacerme por completo de mis tormentos, a tu lado siento que todo es posible; tú me das fuerzas y me aferro a la esperanza, eres mi salvador de ojos marrones.
Él se acercó y le acarició la cara; la escuchaba con atención.
—No creo haber hecho tanto por ti, solamente te he tratado como era debido. Lo importante es tu determinación, tu entereza para salir adelante y la decisión de alejarte de lo que te hace daño. Creo que ha sido maravilloso que nos hayamos conocido, pero yo no te he salvado de nada, tú te has salvado a ti misma.
—No te desmerezcas, estoy segura de que sola habría claudicado en mi intento por alejarme de... —Frunció los labios, levantó la mano y bordeó de nuevo el contorno de su boca—. Perdóname, tal vez te agobio diciéndote todo esto y te cargo con una responsabilidad que no quieres llevar a tus espaldas; además, no quiero aburrirte.
—Nunca, óyeme bien, nunca más pienses eso, porque no es lo que he querido decir. Simplemente anhelo que des crédito a la maravillosa mujer que eres.
Ella respiró ruidosamente.
—Cuéntame de ti, Noah, siempre hablamos de mí, pero deseo saber de tu vida, que seguramente ha sido más bonita que la mía.
Él clavó la vista en su copa, delineó el borde con el dedo y lo llevó a su boca para chupar el azúcar que lo decoraba. Hizo una profunda inspiración, apresó con las manos la de ella, y se la llevó a la boca para darle un beso en los nudillos.
—Alexa, mi vida no ha sido tan fácil como tal vez tú te estás imaginando. —Había decidido sincerarse, de pronto tuvo ganas de compartir con esa mujer algunos de sus secretos—. Crecí en un hogar sin padre. —Levantó la vista y siguió hablándole a los ojos, mientras con el pulgar le acariciaba la mano—. Mi madre trabajaba muchas horas para poder mantenernos así que, de niño, siempre quedaba al cuidado de alguna vecina, pues la familia de mi madre había permanecido toda en Madrid y no sabían de nuestra situación. Mi hogar no fue un hogar normal, mi madre llegaba tan cansada a casa que nunca tenía tiempo para mí, y aunque suene a reproche no lo digo con esa intención; sé que hizo lo que pudo, y no la culpo por no ser una madre atenta y cuidadosa; criar a un hijo sola no es fácil, pero su cariño jamás me ha faltado.
Olivia lo escuchaba en silencio.
—Puedo imaginar lo duro que debió de ser para ella.
—Sí lo fue. Luego se casó, y Armand fue lo más parecido a un padre que he conocido, aunque él y yo nunca nos llevamos bien. —Lo dijo con pesar, pues en realidad le habría gustado entenderse mejor con él—. Desde un principio fui un niño difícil, yo tenía ocho años cuando apareció en nuestras vidas y jamás le permití que me dijese qué hacer, continuamente le recordaba que no era mi padre, y estaba convencido de que me apartaría de mi madre. De mayor comprendí que le tenía muchos celos; aun así, ese hombre tuvo mucha paciencia conmigo. —Esbozó una tenue sonrisa al recordar lo rebelde que había sido en su adolescencia, pero prosiguió con lo que estaba diciendo—. Creo que soportó tanto porque amaba mucho a mi madre. Cuando nació Nacary...
—La doctora.
—Sí, ella. —Tuvo un fugaz recuerdo de las circunstancias en que Olivia había conocido a su hermana, pero se deshizo de él tan rápido como le había llegado, no quería dejar que pensara en cosas desagradables—. Cuando nació yo quedé bastante relegado en el hogar, y aunque mi madre intentaba no hacer diferencias, siempre las hubo: yo era su hijo, pero no el de su esposo, y a medida que fui creciendo las diferencias entre él y yo fueron haciéndose más evidentes. Armand murió muy joven a causa de un accidente cerebrovascular y entonces nos quedamos los tres solos. Yo ya era bastante mayor y me tocó hacerme cargo de la familia hasta que Nacary terminó sus estudios.
—¿Y tu padre, Noah? Tu verdadero padre, digo.
—Uff, sabía que harías esa pregunta.
—No tienes que contestarla si no lo deseas. —Él respiró profundamente, mientras aclaraba en su cabeza qué decirle y qué no—. Tienes los mismos privilegios que yo: sólo lo que tengas ganas de contar.
Noah le cogió la mano y se la llevó hasta su boca para darle besos en la palma y la muñeca, mientras ella le ofrecía una sonrisa verdaderamente dulce ante el gesto.
—Mi padre era un malnacido, uno de esos tantos a los que no les importa nada y sólo usan a la gente para satisfacer sus deseos. Mi madre fue uno de sus caprichos, uno que tuvo consecuencias impensadas; como él le dijo una vez, la de ellos fue una relación con efectos colaterales. Ella no tenía lugar en sus planes y yo mucho menos, por eso quiso deshacerse de nosotros dándole a mi madre un cheque en blanco y haciéndole firmar documentos en los que estipulaba que jamás lo molestaría, pues había sido resarcida económicamente.
—Lo siento.
—No te preocupes, la vida se cobró con él cada uno de los desprecios que nos hizo.
En ese mismo momento, la conversación tan profunda que estaban manteniendo fue interrumpida por el camarero, que les informó de que tenían una mesa libre, lista y esperándolos.
Se acomodaron rápidamente y pidieron la comida con la misma prisa. Mientras esperaban que les sirvieran, se tomaron de la mano entrelazando los dedos; la imagen era la de dos enamorados perdidos que no podían dejar de estar en contacto el uno con el otro.
Finalmente les llevaron la cena.
—Ahora es tu turno, háblame de tu familia —dijo Noah mientras llenaba las copas con vino.
—Mi familia tiene una empresa naviera. La fundó mi abuelo materno, pero como no tuvo hijos varones y él consideraba que una mujer, o sea mi madre, no sería capaz de llevar adelante ninguna negociación, consiguió para ella lo que se dice un buen partido, para que se casara y se hiciera cargo del negocio familiar cuando él no estuviese. Mi padre es quien lo dirige todo. Lo de ellos fue un matrimonio arreglado a medias, y aunque mi madre se enamoró perdidamente del exitoso y guapo ingeniero que siempre fue mi padre, jamás le habrían permitido escoger otro.
—¿Y tu padre la quiere?
—Su matrimonio es bastante raro, jamás los he visto discutiendo, pero tampoco los he visto prodigándose una caricia. Con los años todo fue enfriándose, o realmente nunca hubo una llama verdadera. Mi padre es un hombre de mucho carácter, pero aun así se podría decir que se llevan bien. Con nosotros, porque tengo un hermano, no ha sido de esos padres omnipresentes, la empresa siempre lo ha absorbido mucho, y mi madre... tampoco ha sido muy cariñosa; ella se cuida mucho, y sintió pánico por perder la figura en cada uno de sus embarazos, así que, una vez nos tuvo, una niñera la ayudó con nosotros para que ella pudiera ocuparse de recobrar su imagen tan preciada; es de esas mujeres que temen al paso del tiempo y pasan más horas frente al espejo de lo normal. No es una mala madre, pero debo reconocer que no ha sido la mejor, siempre se ha mostrado algo desapegada; le enseñaron que las mujeres sólo se ocupan de organizar al personal de la casa y otras cosas banales acorde a la posición económica que tienen. Adora su círculo social sobre todas las cosas. Lo más importante para ellos es el qué dirán y conservar su estatus, en eso no hay concesión. Ahora que lo pienso, no sé de quién heredé mi carácter sumiso, porque mi madre a lo único que ha consentido es a casarse, aunque como mi padre le gustaba eso no representó mayor esfuerzo para ella.
—Todos tenemos personalidad —la animó—, sólo que a algunos nos cuesta más que a otros encontrarla. A veces resulta más cómodo esperar que otros tomen decisiones por nosotros. Pero siempre hay un momento en la vida en que debemos hacernos cargo de las propias, y es entonces cuando nos damos cuenta de que somos mucho más capaces de lo que creíamos.
—Tu madre ha hecho un gran trabajo contigo, eres un gran hombre, y además muy guapo; seguro que se siente muy orgullosa de ti. Y por cierto —ladeó la cabeza y entrecerró los ojos—, ¿qué opina de tu trabajo?
Él se rio levemente.
—Obviamente, no está de acuerdo.
—Creo que tu madre y yo nos entenderemos, pues no comprendo por qué escogiste esta profesión habiendo tantas otras. —Noah siguió riéndose mientras le acariciaba la mano—. No te rías, realmente sufro a diario esperando que me llames y respiro aliviada cuando oigo tu voz.
—¿Tanto te importo?
—Y yo, ¿te importo?
—Mucho, nena. Mira, hay dos cosas que no se pueden ocultar: estar borracho y estar enamorado. Te lo he dicho en la ducha: creo que mis sentimientos por ti se están convirtiendo en algo muy importante. Pero no me has contestado: ¿tanto te importo?
—Muchísimo, Noah, eres todo lo que alguna vez imaginé. Eres un hombre increíble y un gran amante, a tu lado he vuelto a sentirme viva y absolutamente mujer. Me importas mucho, tal vez demasiado, tengo miedo de que te canses del gran problema que sé que soy y me dejes.
—Tú no eres un problema, eres mi hermosa realidad, la que quiero vivir, la que no perdería ni dejaría por nada del mundo.
Se miraron ilusionados a los ojos, y en ese momento acudieron a retirar los platos.
—Me ilusiona mucho todo lo que me dices, me haces sentir valiente, a tu lado pienso que podré con todo.
—Seré tu roca, Alexa, estaré a tu lado para apoyarte. —Sus miradas se hicieron aún más profundas. Finalmente Noah rompió la magia—. ¿Deseas tomar postre? ¿O prefieres que vayamos a un bar a beber la mejor cerveza de Austin?
—Vayamos por la mejor cerveza de Austin, quiero hacer cosas que dejé de hacer hace mucho.
—Perfecto, déjame pagar la cuenta.
Salieron a la calle, y el frío viento de la noche de Austin los volvió a sorprender arrebolando sus rostros. En ese mismo instante ella, importándole muy poco el clima, extendió las manos al cielo y gritó:
—¡¡Estoy viva!!
Noah, contagiado por su arrebato, la cogió entre sus brazos y la alzó haciéndola girar. Rieron como locos, hasta que finalmente la dejó en el suelo.
Preso de una emoción incontenible, la agarró de la nuca y de la cintura, acercándose a su boca con gran necesidad de apoderarse de ella. Olivia también se aferró a él, disfrutando verdaderamente de la aproximación y de esos brazos que la sostenían en plena calle. Ella cerró los ojos esperando el dulce contacto de sus labios, y se entregó al arrobamiento que sabía que sentiría al probar su boca, porque ya lo conocía. Entonces, expertamente, él le rozó primero los labios con los suyos, tentándola, y ella abrió los ojos queriendo protestar, pero Noah estaba decidido a estirar el momento. Tras ofrecerle una sonrisa que decía «también deseo tu boca», sacó la lengua y le humedeció los labios. El efímero contacto fue más que suficiente para hacerla estremecer. Miller se sintió sumamente viril: Olivia potenciaba todas sus sensaciones; tenerla en sus brazos, gozar de su belleza, de su inteligencia y poseer su cuerpo era a cada instante más perfecto. Sin más tardanza, después de aguzar los sentidos, levantó una ceja y sonriéndole maliciosamente apresó su boca, bebiéndola por completo, mientras con la lengua acariciaba locamente la de ella. Se separaron sin aliento y volvieron a regalarse dulces sonrisas.
—Vayamos por nuestra cerveza, te llevaré a un lugar muy mítico de Austin, espero que te guste.
—Seguro que será estupendo.
The Ginger Man no estaba lejos, a tan sólo quince minutos de donde se encontraban. Cuando entraron, el ambiente era bastante ruidoso y estaba casi a tope. Olivia se quedó fascinada con el lugar, y lo que más le impactó fue la larga barra con infinidad de cervezas para elegir; era uno de esos bares con historia, un clásico de Texas.
Se sentaron muy juntos en un lugar apartado en el área de sofás, uno de los pocos que quedaban libres; habían pedido una pinta de 512 IPA, una clásica cerveza texana de color ámbar.
—¿Te gusta el lugar?
—Me encanta, además, en mi vida he tomado una cerveza tan rica como ésta.
—Creí que dirías que la compañía es lo que más te gustaba.
—Eso no es necesario decirlo, sabes que no existe mejor compañía para mí que tú. —Se dieron un beso.
—Creo que mi entrepierna te reclama.
—Noah... —Ella miró hacia todos lados, ruborizada.
—Dame otro beso.
La cogió por la nuca y volvió a reclamar sus labios, atrapándolos en su boca. Olivia sintió que una fascinación los envolvía y se dejó llevar por el erotismo que ese hombre le provocaba, se olvidó de todo, del lugar donde estaban, de la gente que los rodeaba y disfrutó de su aliento, de su sabor.
—Definitivamente... —Noah le cogió la mano y se la apoyó en su abultada cremallera—, mi bragueta está en apuros a causa de tus besos.
Ella miró para ver si alguien los observaba, pero todo el mundo parecía ensimismado en lo suyo, así que no quitó la mano, lo contempló con lascivia y jugueteó con sus dedos ansiosos sobre ella.
—Terminemos pronto la cerveza, creo que mi cuerpo también reclama el tuyo.
Ambos se rieron. En ese momento, un grupo que se presentaba esa noche en el lugar comenzó a cantar I’m a man,* de Bo Didley, y Noah se la tarareó al oído.
—¡Detective Miller! —Olivia se acercó al oído para hablarle—. Es usted una caja de sorpresas, no sabía que cantara tan bien.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí, un día de éstos te daré un concierto para ti sola. Ahora mi plan es otro, ya te lo he dicho: en una hora a más tardar quiero estar perdido en ti.
—Pues terminemos pronto nuestras cervezas.
Mientras terminaban las bebidas, Noah pasó el brazo por encima del respaldo y le dio unas sutiles caricias en el hombro. Con la otra mano tamborileaba su pinta al ritmo de la canción y a ratos se acercaba al cuello de Olivia para besarlo. Ella estaba muy alegre y entusiasmada; escucharon dos canciones más y se marcharon.