CAPÍTULO 26

—¡SANTANA, llegas tarde!

Me vuelvo hacia ella con cara de pocos amigos.

—He tenido que viajar en avión privado para llegar al trabajo en mi día libre.

Mónica no parece impresionada.

—¿Te he pedido una explicación?

Pregunta la reencarnación de Satanás.

—Ven a mi despacho. Tengo que ponerte al corriente.

Entro a su despacho, y ella me tira una tarjeta plastificada encima del escritorio.

—El reportero me ha fallado, y la redacción está hasta arriba de trabajo este sábado. Ahí tienes tu identificación para acceder a la fiesta de los premios de la MTV. Te he comprado un vestido y unos zapatos —me mira por encima del escritorio—, espero que te quede bien, aunque estás echando un culo.

—Prefiero tener culo a ser un esqueleto andante —le recrimino.

—¿Cómo dices?

Me quedo callada. Discutir con mi jefa es absurdo, a menos que quiera estar en la calle.

—¿Qué haces ahí parada? ¡Muévete! Los premios son dentro de veinte minutos.

Cojo el vestido y los tacones. Un vestido corto de color azul eléctrico y unos peep toes del mismo color. Tengo que admitirlo, mi jefa tiene un gusto exquisito. Estoy a punto de marcharme cuando algo me retiene.

—Mónica, tengo algo que decirte.

Ella suspira y se masajea las sienes.

—Daniela cambió mi entrevista a Mike Tooley, lo cual no creo que sea ético. No pienso volver a hacer ninguna entrevista si se publican bajo mi nombre cosas que yo no he escrito. Aunque me despidas por ello.

Mónica me mira sorprendida. Durante unos segundos, estoy segura de que va a hacerlo. Va a alzar esa voz de pit bull que tiene y me va a gritar:

"¡A la puta calle!".

Pero esta vez no grita. Me habla con la voz calmada y casi...avergonzada. —¿Daniela hizo eso? Hablaré con ella. Quizá tuvo una buena razón pero.la ética periodística prevalece ante todo.

Ahora soy yo la sorprendida. No me puedo creer que mi jefa, la repipi de los vestidos de D&G y la barra de labios de Chanel, esa arpía sin sentimientos, crea en la ética periodística y defienda mis intereses. Casi siento deseo de correr hacia ella y abrazarla. Casi.

Quién sabe, quizá Mónica no sea la arpía sin sentimientos que yo creía y tenga un corazoncito y hasta se preocupe por sus empleados.

—¡Santana, muévete! —me ladra.

Salgo del despacho sin perder la sonrisa. Mónica, mi jefa, es una arpía.

Llego a los premios de la MTV ataviada con mi vestido azul eléctrico, mis peep toes y mi micrófono. Mi objetivo: entrevistar al mayor número de artistas posible. Me muero de vergüenza. Yo no estudié Periodismo para esto.

Observo el desfile de artistas que van pasando, acompañados por sus parejas. La cara se me cae al suelo al observar que una de las acompañantes es Linda.

¡Linda!

Me acerco hacia ella sin dudarlo. Está al lado de otra rubia y de dos hombres que no tengo ni idea de quiénes son.

—¡Linda! ¿Ya has cambiado de novio? —le digo irónicamente.

Ella se vuelve hacia mí, vestida con un largo vestido rosa palo que acentúa el tono marfileño de su piel. Su fastidio al verme es palpable. Le hace una señal a los hombres para que la dejen a solas, pero la otra rubia se queda a su lado.

—Hablando de novios. ¿Qué tal está el tuyo? —Tal vez tendría que preguntártelo yo a ti —le espeto. Ella pone cara de ángel.

—Oh...si te interesa...ayer pasamos una velada exquisita. Las rosas con chocolate del Ritz son una delicia. Y más si es en la compañía de Héctor.

No puedo más. Me lanzo sobre ella como un león que ataca a su presa. La cojo de los pelos y la zarandeo, disfrutando de sus chillidos al estropearle el peinado. La otra rubia grita histérica. Yo le grito a Linda que se busque un novio propio. Ella me contesta que para eso ya tiene al mío. Varias manos masculinas nos separan, y siento cómo algo tironea de mi cuello.

Linda está despeinada y tiene varios arañazos en la cara. Me señala con un dedo y me habla con odio.

—Esto no se va a quedar así —me amenaza.

—Por supuesto que no. Esta me la pagas —le replico.

Me doy media vuelta y enfilo directa a la entrada de los medios de comunicación. Uno de los porteros me pone la mano en el pecho y me da un empujón.

—Sólo medios autorizados —me explica. —Yo estoy autorizada.

Voy a coger mi identificación para enseñarla, pero entonces me percato de que no la tengo colgada del cuello. Corro hacia el lugar en el que me he peleado con Linda y la busco por el suelo sin encontrarla. A lo lejos, Linda está entrando a la entrega de premios. Me sonríe victoriosa y me enseña mi identificación. Corro hacia ella, pero ya es demasiado tarde. Linda se ha ido. ¿Y ahora qué hago?

Mónica me mata si no entro a la entrega de premios. Vuelvo hacia la puerta resguardada por los dos gorilas, vestidos de negro y con unas gafas de sol oscuras que esconden una mirada amenazante. —Sólo medios autorizados —me gruñe.

—Ya, ya. He perdido mi identificación, supongo que tendréis alguna lista con los medios autorizados, la revisáis y veréis que estoy autorizada. —Sólo medios autorizados —repite. —¿Qué eres, un robot? ¡Estoy autorizada!

El gorila vuelve a darme un empujón que me tira de culo sobre el asfalto. Me levanto torpemente y trato de buscar alguna salida. En un acto tan importante no van a dejarme entrar sin una identificación.

Mi mundo se ilumina cuando diviso a Mike Tooley rodeado por su banda, Apocalypse.

—¡Mike! —lo saludo.

Voy corriendo hacia él pero sus guardaespaldas me impiden el paso. —¡Mike! —le grito.

Doy saltitos para que me vea, pero rodeado de tantos periodistas es imposible. Intento otra cosa.

—¡Vecino! —le grito.

Mike levanta la cabeza y me ve. Le hago una seña para que me hable, y el guardaespaldas intenta empujarme, pero Mike lo detiene. —La conozco. Déjala que se acerque.

Suspiro aliviada cuando el guardaespaldas me abre paso y me mete dentro del corrillo formado por la banda de músicos, quienes me miran atónitos.

—Pienso contestar a tus preguntas sólo si prometes rectificar el titular de tu entrevista —me dice.

Yo escondo el micrófono.

—No quiero hacerte ninguna pregunta. Necesito tu ayuda. He perdido mi identificación y no me dejan entrar, ¿me cuelas? Mike me mira perplejo. —Por qué será que no me sorprende. —Si no entro me quedo sin trabajo.

—Tu novio multimillonario te mantendrá —me dice con sarcasmo. —No te cuesta nada. ¡Por favor!

—No.

Me hace a un lado para seguir caminando, pero yo lo cojo de la chaqueta. —Mike, te pido perdón por lo del otro día. Rectificaré la entrevista si es lo que quieres pero.por favor, cuélame en la entrega de premios. Mike me mira muy seriamente. —Quiero una disculpa de la boca de tu novio.

Yo suspiro.

—Sabes que eso es imposible. Él sonríe.

—En ese caso, que tengas suerte.

Se da media vuelta, y yo lo veo alejarse. Cada vez más lejos, cada vez más lejos..

Estoy despedida, me digo.

Entonces se para, se da media vuelta y me hace una seña para que me acerque. Yo corro a su encuentro con una sonrisa de par en par.

—Me basta con tu disculpa y tu rectificación. La quiero en el próximo número de Musa, ¿entendido?

—¡Gracias!

Me abrazo a él, y me doy cuenta de lo bien que huele. No sé por qué lo hago, pero me quedo más tiempo del necesario abrazada a su cuerpo, como si una fuerza magnética me impulsara hacia él. Los brazos de Mike me rodean la cintura, como si él también quisiera retenerme.

Me separo bruscamente de su contacto y trato de aparentar normalidad. Los labios de Mike están curvados en una sonrisa burlona que no me gusta nada. Lo miro a los ojos, tratando de aparentar normalidad.

—Tengo que entrar ya —le digo.

Él me coge del brazo y tira de mí hasta la entrada. Los porteros nos abren el paso sin preguntar nada, y yo lo agradezco. En cuanto estoy dentro, me separo de él.

—Tengo que ir a buscar a mi cámara. Gracias por colarme.

—No hay de qué.

Me doy media vuelta y camino hacia la sala de prensa, pero la voz de Mike me detiene.

—¿Me entrevistarás en la entrega de premios? —me pregunta, mostrando mucho interés.

—Claro, si es que ganas alguno.

—En ese caso me entrevistarás —dice muy tranquilo.

Yo me marcho sin poder evitar sonreír. Tengo que admitir que Mike ha sido muy amable al hacerme pasar a la entrega de premios. De no ser por él, ahora mismo estaría aguantando los gritos coléricos de Mónica. En la sala de prensa encuentro a mi cámara, quien está fumando un cigarro, claramente nervioso.

—¿Dónde coño estabas? —me recrimina. —Mejor no preguntes.

—Tenemos que ir al photocall. Necesitamos encontrar un buen sitio, aunque con lo tarde que llegamos, ya estará atestado de periodistas —se lamenta.

Yo trato de animarlo mientras nos dirigimos al photocall. Al final, encontramos una ubicación en segunda línea, pero como no soy muy alta, me cuesta hacerme ver para que los músicos contesten a mis preguntas. Hago uso de mi voz chillona y los voy llamando uno a uno, tratando de captar su atención. Al parecer, me he convertido en la chica invisible, y eso, unido a que la periodista que tengo delante mide un metro ochenta, provoca que pase desapercibida. Me desespero, alzo mi micrófono y golpeo sin querer la barbilla de Katy Perry. Me escondo enseguida, muriéndome de la vergüenza. Entonces, una mano me agarra de la muñeca y me coloca en primera línea. Ya está, voy a ser asesinada por uno de los fornidos guardaespaldas de la cantante Katy Perry. Sinceramente, no esperaba morir de esta manera. Pero cuando miro hacia delante, no es a un guardaespaldas a quien veo, sino a mi vecino Mike Tooley, que aún agarra mi muñeca. Su rostro jovial indica que lo está pasando genial gracias al espectáculo que estoy dando.

—¿Tiene alguna pregunta que hacerme, señorita? —me pregunta.

Me quedo sin saber qué decir. Otra vez, me está ayudando. Mi cámara logra colocarse detrás de mí y me da un empujón para que le pregunte lo que sea.

—Hola Mike, ¿qué se siente al estar nominado en siete categorías distintas?

Mike se acerca a mí, coge el micrófono y me mira, haciendo caso omiso de la cámara.

—En este momento me siento genial —dice con voz sugerente y mirándome a los ojos.

Me pongo roja, pero trato de disimularlo arrebatándole el micrófono y haciéndole una nueva pregunta.

—Apocalypse ha revolucionado el panorama musical en poco tiempo, ¿te esperabas hace cinco años el éxito de la banda?

—En absoluto. Ha sido una gran sorpresa. Estoy muy agradecido a todas aquellas personas que han confiado en mí.

—¿Si ganas algún premio, a quién se lo dedicarás?

—A mi familia. Ellos lo son todo.

—¿No hay ninguna chica especial? —me intereso.

Sólo lo estoy preguntando porque forma parte de mi trabajo, ¿de acuerdo?

—Puede ser —comenta misterioso.

Mike se marcha ignorando al resto de medios de comunicación, y yo me siento afortunada por haber entrevistado a uno de los vocalistas más influyentes del panorama musical. Ahora, en primera línea, consigo entrevistar a otros músicos. Al terminar el photocall, tengo suficiente material como para ganarme el respeto de mi cámara, quien ahora no parece tenerme en cuenta el haber llegado tarde.

Nos quedamos en la sala de prensa viendo la retransmisión de la gala. Al final, Mike se alza con cuatro galardones y yo me alegro por él. En mi opinión, es un justo vencedor. Volvemos a entrevistar a los músicos tras la entrega de premios. Yo busco a Mike entre los galardonados, pero él no aparece. Los componentes de Apocalypse sí que están, por lo que me extraña su ausencia. Voy al cuarto de baño para refrescarme la cara y retocarme el maquillaje, y en el camino, me encuentro con el gorila que me impidió el paso. Me quedo quieta al verlo, como si los pies se me hubieran quedado pegados al suelo. Él me señala furioso.

—¡Sólo medios autorizados! —me grita.

—¡Estoy autorizada! Me han dejado entrar porque lo estoy —intento explicarle.

El gorila hace caso omiso a mi explicación. Se cruje las manos y avanza directo hacia mí. Sin pensármelo, salgo corriendo por el pasillo. A este matón le falta un tornillo y yo no estoy dispuesta a que se entienda conmigo. Corro despavorida por el pasillo, buscando la salida hacia la sala de prensa. Tal vez, si logro llegar, mi cámara pueda hacerle entrar en razón. Me doy cuenta de que me he perdido cuando llego a la escalera de emergencia.

Oigo los pasos del gorila acercándose, y hago lo único que me parece

sensato:

—¡Socorro, intentan matarme! —grito alterada. —¿Sara? —pregunta una voz conocida.

Bajo las escaleras y me encuentro con Mike. Tiene la camisa abierta, el pelo alborotado y los ojos brillantes. Ambos estamos igual de extrañados.

—¡Mike, ayúdame! Dile al gorila que soy un medio acreditado. Quiere matarme —le suplico.

La puerta de la escalera de emergencia se abre, y yo me tapo la boca. El gorila me ha encontrado. Pero entonces, no es la voz del gorila la que habla.

—¡Mike, maldito hijo de puta! Ven aquí y compórtate como un hombre.

Miro a Mike sorprendida. La camisa abierta y el pelo despeinado cobran sentido. Le echo una mirada acusadora, pero él se encoge de hombros, me agarra de la muñeca y tira de mí escaleras hacia abajo. Bajamos dos plantas y cruzamos por un pasillo desierto que no tiene salida. Sólo hay un ascensor, por lo que nos metemos dentro y pulsamos el botón de ascender.