PRÓLOGO DE LA HISTORIA

En el cual trata el autor difusamente los diversos motivos y fines que los que historias escriben suelen tener. —Toca la utilidad grande que trae la noticia de las cosas pasadas. — Alega muchos autores y escritores antiguos. —Pone muy largo la causa final e intincion suya que le movió a escribir esta Corónica de las Indias. —Asigna los grandes errores que en muchos, cerca de estas naciones indianas, ha habido y las causas de donde procedieron. — Señala también las otras causas, formal y material, y eficiente, que en toda obra suelen concurrir.

Josepho, aquel ilustre historiador y sabio entre los sacerdotes doctos de los judios, en el prólogo de los veinte libros de las Hebraicas Antigüedades, cuatro causas refiere por las cuales diferentemente los que se disponen a escribir historias son movidos: algunos, sintiendo en si copia de pulidas y limadas palabras, dulzura y hermosura de suave decir, deseosos de fama y de gloria, para ganarla, manifestando su elocuencia, eligen aqueste camino; otros, por servir y agradar los Príncipes de cuyas egregias obras en sus comentarios tractar determinan con sumo estudio y cuidado, a las veces excediendo los límites de la virtud, su tiempo y vigilias, y aun toda o la mayor parte de su vida, en tal ejercicio emplear no rehusan; otros, por la misma necesidad compelidos, conociendo que las cosas que por sus propios ojos vieron y en que se hallaron presentes, no son asi declaradas ni sentidas como la integridad de la verdad contiene, con celo de que la verdad no perezca, de quien por dictamen de ley natural todos los hombres deben ser defensores, posponen por la declaración y defensión della la propia tranquilidad, descanso y reposo, mayormente sintiendo que por semejante solicitud suya impiden a muchos gran perjuicio; otros muchos sabemos haber sido a quien la grandeza, dignidad y numerosidad de las obras y hechos en sus tiempos acaecidos, yiéndolos ocultados y cubiertos con niebla de olvido, habiendo respecto ala utilidad común, que, descubiertas, dellas esperan seguirse, porque se manifiesten, convida y solicita o induce a querer escribirlas.

De los primeros y segundos, por la mayor parte, fueron los cronistas griegos, los cuales, como fuesen bervosos, elocuentes, abundantes de palabras amicísimas de su propia estima y particular honor, cada uno escribía, no lo que vído ni experimentado habia, sino lo que tomaba por tema de su opinión, mezclando fábulas y erróneas ficciones contrarias las de los unos a las de los otros de su mesma nación; por manera que con todo su estudio, a si mismos y a los que sus historias leyesen engañar se resolvían, no con poca confusión y gran perjuicio de lo que para bien del linaje humano (como es la verídica relación de los hechos antiguos) ordenó la Providencia divina. Esto que dije ingenuamente de los mismos griegos, muchos autores solemnes afirman, mayormente Methástenes, persiano, en el principio del libro de los hechos anales de la gente de Persia: Qui de temporibus scribere parant, necesse est illos non solum auditu et opinione cronographiam scribere, ne, cum opinionem scribunt, uti graeci, cum ipsis pariter et se et alios decipiant et per omnem vitam aberrent: que es en sentencia y romance lo que dije. Testifícalo también más difusamente Josepho, contra Apion, gramático alejandrino, lib. I; concuerda con ellos Marco Catón, escribiendo a Marco, su hijo, según refiere Plinio, lib. XXIX, cap. 1.º; explícalo eso mismo no avaramente Diodoro Siculo, lib. III, cap. 8.º, de los mismos griegos acérrimo defensor y ocular testigo: Grceci vero, lucri gratia, novis semper opinionibus incumbentes, etc.; los griegos, por la cudicia de lo que ganar o de hacienda o de fama pretendían, siempre en inventar nuevas opiniones entendían, etc.

Por la segunda causa de contentar o adular los Principes, también son notados haber escrito los mismos griegos, los cuales, tanto en adulación con sus fictas y compuestas fábulas excedieron, que causaron que los facinerosos hombres fuesen habidos y servidos por dioses de las gentes plebeyas, y aun después por los que por más sabios y prudentes se tenian. Esto certifica muy bien Lactancio Firmiano en el lib. I, cap. 15.º de las Divinas Instituciones: Accesserunt, inquit, poetae et, compositis ad voluptatem carminibus in caelum eos sustulerunt, sicut faciunt, qui apud Reges etiam malos panegiricis, id est, laudibus mendacibus adulantur; quod malum a Grcecis ortum est, quorum levitas instructa dicendi facultate et copia, incredibile est quantas mendaciorum nebulas excitaverunt, etc. Y asi las historias griegas, por las mismas razones dichas, tienen poca o ninguna auctoridad entre los graves autores antiguos. Ninguna pestilencia más perniciosa puede ofrecerse a los Principes, según sentencia de Isócrates, que los aduladores o lisonjeros; porque quien al Rey engaña con palabras blandas y suaves, y a la sensualidad sabrosas, loándole lo que no debe, o induciéndolo por ellas a lo que desviarlo debria, todo el estado del Rey lo destruye y, en cuanto en sí es, lo aniquila; y esto con más eficacia lo hace aquel que escribe cosas fingidas, porque, tanto más los que fingen historias no verdaderas y que lisonjas contienen de los Principes, son perniciosas y nocivas, que las que en presencia y de palabra con sus adulaciones inficionan a los Reyes, cuanto no sólo a uno, pero a muchos presentes y futuros, por su escritura perpetua y por consiguiente a sus Reinos, perjudican.

Demetrio Phalereo, varón doctísimo (según Tulio), amonestaba (coma Plutarco en las Apothegmas, pág. 305, dice) al Rey Ptolomeo que tuviese y leyese aquellos libros que tractaban de los preceptos y reglas que los Reyes deben guardar en sus Reinos, porque lo que los amigos y privados no les osan o no quieren decirles, o los lisonjeras con falsedad les hacen entender, hallan para su provecho y del Reino y la verdad de lo qué han de seguir en ellos escripto; de donde se sigue que los malos libros deben los Reyes vitar de si, y na sólo por sí no leerlos, pero prohibirlos en sus Reinos. Asi lo hicieron los romanos, que porque algunos libros griegos que tractaban de la disciplina de la sapiencia, les pareció que en alguna manera disminuían la religión, Petilio, Pretor urbano, por autoridad del Senado, en presencia de todo el pueblo, encendido un gran fuego, los mandó quemar, según cuentan, Tito Livio, 20.º, libro Ab urbe condita, y Valerio Máximo, libro (I). Lo mismo hicieron los atenienses de los libros de Diágoras, o según otros de Protágoras, porque ponía en duda el ser de los, dioses, según refiere Lactancio en el libro De Ira Dei capítulo 9.º. Entonces cognoscerán los Príncipes los libros que contienen daño y perjuicio suyo y de su república, cuando con suma diligencia mandaren que los ya publicados, si tienen alguna sospecha de provocar los leyentes, o a falta de religión, o a corrupcion de las buenas costumbres, y los que de nuevo sus autores quisieren poner en público, por personas doctas en aquellas materias y amigas de la virtud sean con exactísima indagación examinados, porque como siempre los que los componen pretenden conseguir, o para sí o para sus obras, favor y autoridad, si suplican que se les conceda Real privilegio, mucho se derogarla a la sabiduría y excelencia que en los Príncipes y en sus consejos mora y siempre se debe hallar, que obra de cualquier autor sea por ellos autorizada para poderse publicar, en la cual después alguna cosa errónea o culpable acaezca hallarse. Ejemplo de esto ya en el mundo sabemos haber acaecido; y porque las historias, asi como son utilísimas al linaje de los hombres (según más parescerá) también, no siendo con verdad escritas, podrán ser causa como los otros defectuosos y nocivos libros pública y privadamente de hartos males, por ende no con menor solicitud deben ser vistas, escudriñadas y limadas, antes que consentidas salirse a publicar.

Por la tercera y cuarta causa se movieron muchos escritores antiguos a escribir, caldeos y egipcios, a quien más crédito que a otros en las historias se les da; y después dellos los romanos, pero los griegos en crédito son los últimos. Escribieron también judíos, y después dellos muchos católicos, cuyo número sería largo de los unos y de los otros referir. De los caldeos, el de más autoridad fue Beroso; de los persas, Methástenes; Manethon, egipcio; Diodoro Sículo, Marco Catón y Fabio Pictor, romanos, dejado, como es notorio. Tito Livio; Archilocho y Dionisio Alicarnaseo, y poco antes destos Herodoto, griegos; Josepho y Philon, judíos; Egissipo, Justino, Eutropio, y Paulo Orosio, católicos cristianos, y otros innumerables. Beroso escribió por razón de, con claridad y certidumbre de su historia como sacerdote historiador caldeo certísimo, dar luz a los griegos, los cuales cerca de la antigüedad y uso de las letras y otras cosas antiguas vivían muy errados, como dice Annio Viterbiense, sobre aquel libro, que por algunos autores antiguos se atribuye a Beroso al principio de sus comentarios. Methástenes, por mostrar que los que han de escribir historias no sólo han de escribir de oidas ni por sus opiniones solas, porque según S. Isidro en el libro IX, cap. 40.º de las Etimologías, la historia en griego se dice, apo ton istoria id est, videre, que quiere decir, ver o conocer; porque de los antiguos ninguno osaba ponerse en tal cuidado sino aquel que a las cosas que acaecían se hallaba presente, y via por sus ojos lo que determinaba escribir.

Tampoco conviene a todo género de personas ocuparse con tal ejercicio, según sentencia de Methástenes, sino a varones escogidos, doctos, prudentes, filósofos, perspicacísimos, espirituales y dedicados al culto divino, como entonces eran y hoy son los sabios sacerdotes. Por lo cual dice, que antiguamente no se permitía que alguno historia escribiese, ni se daba crédito ni fe alguna sino a los sacerdotes entre los caldeos y los egipcios, que eran en esto como notarios públicos, de quien habia tal estima, que cuanto más espiritualizaban en ser más ocupados en el culto de los dioses, tanto menos seria lo que escribiesen de falsedad sospechoso. Neque tamen (dice él) omnes recipiendi sunt qui de his regibus scribunt, sed solum sacerdotes illius regni, penes quos est publica et probata fides Annalium suorum, qualis est Berosus, etc. Lo mismo confirma Josepho, Contra Apion, gramático, libro I: Quoniam igitur apud Ægipcios et Babilonicos ex longissimis olim temporibus circa conscriptiones diligentia fuit, quanto sacerdotibus erat iniunctum, et circa eas ipsi philosophabantur, etc. Eso mismo testifica Diódoro, libro III, cap. 8.º ubi supra. Justísima razón es que los historiadores fuesen doctos y espirituales y temerosos y no anchos de sus conciencias o que pretendiesen alguna fin o pasión particular, porque cuando refiriesen las cosas acaecidas en sus tiempos temiesen determinarse o culpar o excusar de los malos y execrables hechos algunas de las partes, como algunos vemos que han hecho, o, si culparen o excusaren, miren muy bien primero lo que determinan escribir, por el gran perjuicio que de la excusa de unos y culpa de otros, para muchos y muchas cosas, en los tiempos venideros son fácilmente posibles haber de provenir; por huir deste y otros inconvenientes, paresce haberse con importunidad de estudio y prolijidad de tiempos algunos cronistas antiguos proveido, como Diódoro, que, treinta años y Dionisio veintidós, expendieron en indagar y excudriñar las cosas que habian de asentar en sus libros.

Marco Catón fue persuadido a escribir del origen de las naciones por defensión de la antigüedad de su Italia, para confundir la jactancia de los griegos, que descender dellos los latinos afirmaban, el cual comienza: Grceci tam impudenti iactantia iam effunduntur, ut quoniam his dudum nemo responderit, ideo libere a se ortam Italiam et eamdem spuriam simul et spuriam atque novitiam nullo certo auctore aut ratione, sed per solam insaniam, fabulentur, etc.

Diódoro compuso su historia por el gran fruto y utilidad que para la vida de los mortales, cuando es auténtica y de autores a quien se deba razonablemente creer, puede y suele salir, a los cuales se debe por sus vigilias y trabajos mucho agradecimiento, y asi comienza en su proemio: Magnas merito gratias rerum scriptoribus homines debent, qui suo labore plurimum vitae mortalium profuere. Ostendunt in legentibus praeteritorum exemplis quid nobis appetendum sit, quidve fugiendum. Nam qui multarum experimenta rerum variis cum laboribus periculisque procul ipsi ab omni discrimine gesta legimus, nos admonent máxime quid conferat, ad degendum vitam, ideoque heroum sapientissimus est habitus is qui saepius adversam fortunam expertus, multorum urbes ac mores conspexit. Cognito vero ex aliorum tum secundis tum adversis rebus precepta, doctrinam habet omnium periculorum expertem. Omnes praeterea mortales mutua quadam cognitione vinctos, licet locis ac tempore distantes, sub unum veluti conspectum redigunt, divinam sane providentiam imitati, quae tum caelorum tum naturas hominum varias communi ordine quodam per omne oevum complexa, quid quencumque deceat divino munere impartitur. Eodem pacto qui totius orbis velut unius civitatis acta suis operibus instruxerunt in communem ea utilitatem conscripsere, Pulchrum est igitur ex aliorum erratis in melius instituere vitam nostram, et non quid alii egerint quaerere, sed quid optime actum sit, nobis proponere ad imitandum, etc. Sentencia verdaderamente más digna de santo teólogo que de filósofo dañado gentil, la cual, por ser tan notable toda, quiero en romance referir.

«Con justa razón deben los hombres grandes gracias a los que se ocupan en escribir las cosas pasadas, porque aprovecharon siempre mucho con sus trabajos a la vida de los mortales, enseñan a los leyentes con ejemplos de las cosas pasadas lo que los hombres han de desear y lo que deben de huir; porque leyendo las cosas que con varios trabajos y peligros los pasados, lejos de nosotros, experimentaron, nosotros, sin trabajo y sin peligro para utilidad y amonestación de nuestras vidas, leemos. Y asi aquel de los hombres se puede tener por muy sabio, que habiendo experimentado muchas veces la adversa fortuna, muchas ciudades y costumbres de muchas naciones vido. Y porque el conocimiento que el hombre adquiere de lo que haya escrito de los acaecimientos prósperos y adversos de aquellos que los experimentaron contiene doctrina salva de todos los peligros, sin duda ninguna sabio se hace sin daño y sin peligro suyo, antes a costa ajena el que las historias leyere. Allende desto, como todos los hombres del mundo sean unidos y ligados entre sí con una cierta hermandad y parentesco de naturaleza, y por consiguiente se reducen como si todos juntos estuviesen mirándose, puesto que en lugares y tiempos sean distantes y diversos, cuasi imitando a la Divina Providencia que la hermosura de los cielos y las naturas varias de los hombres, proveyendo y gobernándolas todas juntas y en todos los siglos con una común y cierta orden, concede a cada una por si de sus divinos tesoros lo que le conviene y ha menester, desta mesma manera hicieron los que las hazañas acaecidas en todo el mundo, como si fueran de una sola ciudad, proveyendo a la general y común utilidad en sus obras escribieron. Hermosa cosa por cierto es, de los yerros que los pasados cometieron tomar ejemplo, de donde podamos hacer virtuosas nuestras vidas, no curando de lo que otros hicieron, sino proponernos delante lo que bien hecho fue, para lo seguir y hacer, » etc. Donde asaz parece cuanta utilidad suele y puede proceder para la vida de los mortales de la verdadera y auténtica historia.

Tulio, en el libro II De Arte oratoria, llama la historia testigo de los tiempos, maestra de la vida, vida de la memoria, luz de la verdad y de la antigüedad mensajera, diciendo asi: Esse testem temporum, vitae magistram, vitam memoriae, veritatis lucem et vetustatis nuntiam. Y el mismo Diodoro: Itaque ad vitae institutionem utilissima historia censenda est, tum iunioribus quos lectio diversariim rerum antiquioribus aequat prudentia, tum vero aetate maturis quibus diuturna vita rerum experimenta subministravit. Et infra: Sola historia pares verbis res gestas representans, omnem complectitur utilitatem. Nam et adhonestum impellit, detestatur vitia, probos extollit, deprimit improbos; denique rerum quas describit experimento, plurimum proficit ad rectam vitam. La historia (dice él) para composición de la vida debe ser estimada por útilísima, lo uno porque a los mozos iguala con les viejos en prudencia; lo segundo, a los viejos y de madura edad, a los cuales la vida alarga. Y más abajo: Sola la historia, representando las cosas acaecidas, abraza y contiene dentro de sí toda utilidad, porque a seguir lo honesto pone espuelas, abomina los vicios, los buenos ensalza, abate los malos, y finalmente, con la experiencia de las cosas que relata, muy mucho provecho trae para la vida virtuosa y recta.

Fray Guillermo en su Antigua Historia dice; «que ninguna cosa después de la gracia y de la ley de Dios viviente, más recta y válidamente instruye los hombres, que sí sepan y tengan noticia de los hechos de los pasados. Si las imagines y figuras que hacen los artífices despiertan los ánimos de los hombres a hacer lo que aquellos, cuyas son, hicieron (como dice Francisco Patricio en el libro II, tratado 10.º De Regimine Principum), mucho más los despertará la historia que las ánimas y cuerpos y obras de los pasados representa. Tanto non praestat imagini historia, quanto corpori animus. Y como dice cierto pagano: Vita aliena nobis magistra est, et qui ignoratus est praeteritorum quasi incertus in futurorum prorumpit eventus. La vida agora maestra es de los hombres, y el que es ignorante de las cosas pasadas, como incierto prorrumpe a los futuros acaecimientos. Aprovecha tan bien la noticia de las historias (según dice el susodicho Guillermo) para corroboración y también aniquilación de las prescripciones y de los privilegios, que no ayuda poco a la declaración y decisión jurídica de la justicia de muchos negocios, y de grande importancia, necesarios en los Reinos y en favor de las cosas humanas; porque, según los juristas, las crónicas, mayormente antiguas, hacen provanza o al menos adminiculo de prueba en juicio, con tanto que de antiguo tiempo se les haya dado fe y crédito, o cuando la tal historia o corónica haya sido guardada en los archivos públicos de los Reyes o Reinos o ciudades, y por las personas públicas: asi lo tratan y disputan los canonistas en el capitulo Cum causam de probationibus, y en el capítulo Inter dilectos, De fide instrumentorum. Felino en el capítulo Ex parte el 1.º De rescriptis. El Dominico en capítulo, Quamvis 21.º dist., y en el capítulo Placuit 16 dist., y en el capítulo In nomine Domini y en otras partes de los decretos. El Bartholo y Angelo en la lec. 1.ª párrafo Si certum petatur. De aqui parece cuánta fidelidad y con cuánta prudencia, temor y discreción y sabiduría se debe guardar en las historias por los cronistas, y cuan culpados y reos serán ante el juicio de Dios si precipitándose no tuvieren en mucho culpar a unos y relevar de culpa a otros contra la verdad y justicia, por los daños que dello, no sólo a personas particulares, pero a los Reyes y a los Reinos pueden nacer como arriba se dijo.

Concluyendo, pues, las utilidades que traen consigo las verdaderas historias, confírmase todo lo dicho por sentencia de Sant Hierónimo, el cual en el prólogo de la Biblia, dice que: «El libro del Paralipomenon, tal es y de tanta estima digno, que si alguno quisiese sin él alcanzar la sciencia de las escrituras, él a sí mismo debria burlar y escarnecer»; y asigna la razón, porque en cada nombre y juntura de palabra de aquel libro sé tocan muchas historias que no hay en los otros libros, por cuya inteligencia se sueltan del Evangelio muchas cuestiones.

Dionisio Halicarnaseo púsose a escribir sus Comentarios e Historia de los romanos, aunque hombre griego, por causa de librar su griega nación del error en que estaban, estimando a los romanos por bárbaros, y el origen de los primeros pobladores de Roma haber sido gente vil y no libre, y porque no se despreciasen ser subditos suyos, como lo eran, juntamente comunicando a sus griegos la noticia de las virtudes y hazañas romanas, los cuales defectos e ignorancia o errores por falta de fiel y copioso historiador, los griegos padecían. Adhuc non ignorata est Graecis pene omnibus vetus illa Romanorum historia et opiniones minime verae, ut ex temerariis rumoribus natæ, eorum plerosque decipiunt, errores quosdam sive lare barbaros ac re liberos quidem ejus urbis conditores fuisse, Et infra: Has certe falsas ut dixi opiniones animis civium meorum ut eximam, pro eisque veras reponam, de conditoribus urbis quosnam fuerunt, his narrabo comentariis, etc. El romance desto está ya dicho, y dícelo en el proemio de su historia.

Josepho de si testifica qué por las dos causas postreras (conviene a saber), por necesidad compelido f por notificar grandes y señalados hechos para provecho de muchos, haber sido a escribir movido. La necesidad que le compelió para escribir los libros dé las antigüedades de los judíos fue porque los griegos depravaban la antigüedad de la nación judaica, afirmando que no eran antiguos, y ninguno dé los historiadores antiguos hacia mencion dellos. Y para componer los De bello Judaico le forzó, que algunos, que en las guerras que Tito y Vespasiano contra los judíos tuvieron, no fueron presentes, escribían fingiendo cosas vanas, sólo por deleitar los oyentes o leyentes, y otros, que aunque en ellas se hallaron, pero dello por lisonjear y excusar los romanos, dello por odio de los hebreos, ponían en escrito cosas falsas, infamatorias y de vituperio contra el pueblo judaico, las cuales sin fundamento de verdad dijeron. La causa también de escribir Contra Appion, gramático alejandrino, dos libros, asigna Josepho (conviene a saber) porque Appion y otros detractores impugnaban los libros que habia escrito de las antigüedades de aquel pueblo, añidiendo muchas y diversas blasfemias, que parecía mucho derogar el verdadero culto divino. Una dellas entre muchas, era que veneraban o adoraban una cabeza de un asno y con toda devoción la servían, lo cual (decia) ser descubierto cuando el Rey Antioco despojó el templo y fue hallada (diz que) la cabeza del asno envuelta o esmaltada en oro fino. Esta maldad, por muchas razones y antiguas historias de los gentiles, prueba Josepho ser falsísima. Todo lo susodicho referido, toca Josepho en el proemio de los libros De Antiquitatihus: Harum itaque quas praedixi causarum duae novissimae scilicet, necessitas et commumis utilitas, mihi etiam provenerunt narrare; coactus sumpropter eos qui veritatem in ipsa conscriptione corrumpunt, etc. Et in proemio libri de Bello Judaico ait: Quidam, non qui rebus interfuerint, sed vana et incongrua narrantium sermones auribus colligentes, oratorum more prescribunt qui vero praesto fuerunt, aut romanorum obsequio, aut odio Iudaeorum contra fidem rerum falsa confirmant; scriptis autem eorum partim accusatio partim laudatio continetur, nusquam vero exacta fides reperitur historiae; idcirco statui, etc. Y cuasi al principio del primer libro Contra Appion: Quoniam vero multos video respicientes blasphemiam, quorumdam insane prolatam, et ea quae a me de antiquitate conscripta sunt non credentes, putantes mendacium nostrum esse genus. Et parum infra, pro omnibus his arbitratus sum oportere me breviter haec dicta conscribere, etc. Y en el libro II de aquella obra: Et de nostro templo blasphemias componere incongruas non se putant impie agere. Et infra: In hoc, in sacrario Apion praesumpsit edicere, asini caput collocasse Iudaeos et eum colere ac dignum facere tanta religione, etc. Todo esto dice Josepho mostrando las causas que a escribir le movieron.

Descendiendo también a los autores cristianos asi se movieron por necesidad de la defensa de la honra y gloria divina y por la grande utilidad de su iglesia: Ensebio, a escribir el libro De Temporibus, y el mismo y Rufino la Historia eclesiástica, el uno a escribirla y el otro a interpretarla, y la Tripartita Casiodoro, como allí parece por ellos. Por estas lo mismo Paulo Orosio, siete libros de historia compuso por exhortación de Sant Augustin, para tapar las bocas blasfemas de los gentiles romanos; que se quejaban diciendo que después que el imperio habia la fe cristiana rescibido y desechado los ídolos, habia el imperio grandes infortunios padecido; en la cual historia, explicando casi todas las miserias y calamidades en el mundo acaecidas, muestra evidentemente haber sido en los tiempos de su idolatría todos más infelices, y haber gozado de más paz y menos angustias sostenido después de haber recibido y adorado a Cristo; por la misma razón escribió los veintidós libros de la Ciudad de Dios, Sant Augustin, como se vé por él en el segundo libro, cap. 43.º de las Retractaciones, donde asi dice: Interea cum Roma gothorum irruptione agentium sub Rege Alarico atque impetu magnae cladis eversa est, cuius eversionem Deorum falsorum multorum que cultores quo usitato nomine paganos vocamus, in christianam religionem referre conantes, solito acerbius et amarius Deum verum, blasphemare coeperunt, unde ego exardescens zelo domus Dei, adversum eorum blasphemias vel errores, libros de Civitate Dei scribere institui, etc. El romance es: Como en tiempo del Rey Alarico, Rey de los godos, Roma de ellos con grande estrago y matanza fuese destruida, los cultores de los ídolos falsos dioses, que llamamos paganos, echaban la culpa a la cristiana religión, blasfemando del verdadero Dios nuestro, que por haber recibido la fe todo aquello les venia; pero yo, con celo de la casa de Dios, determiné contra los tales errores y blasfemias escribir los libros de la Ciudad de Dios, etc. Lo mismo afirmó Paulo Orosio en su prólogo, allí: Praeceperas mihi uti adversus vaniloquam pravitatem eorum, qui alieni a Civitate Dei ex locorum aggrestium compitis et pagis pagani vocantur sive gentiles, quia terrena sapiunt, qui cum futura non quaerant, praeterita autem obliviscantur aut nesciant, presentia tantum tempora veluti malis extra solitum infestatissima ab hoc solum, quod creditur Christus et colitur Deus, idola autem minus coluntur, infamant, etc. Mandásteme que escribiese contra la vana maldad de los ajenos de la Ciudad de Dios, que por vivir en los rincones y alcarias o campos rústicos de la gentilidad, paganos o gentiles se llaman, los cuales, porque no saben otra cosa que las cosas terrenas y las futuras del cielo no buscan, de lo pasado se olvidan o no lo saben; tan solamente los tiempos presentes infaman, diciendo que porque se cree Jesucristo y se adora como Dios y los Ídolos se hayan desechado, son más que nunca trabajosos, tristes y aflictivos, etc., que escribiré allí a la larga.

Sed quorsum precor haec?, alguno dirá; ¿adonde va a parar tanto y tan luengo discurso de prólogo, trayendo tantas cosas de originales antiguos? Digo que a poner los fundamentos y asignar las causas de todo lo que en esta Corónica de estas Indias propongo decir, va todo lo susodicho dirigido. La primera es la final, y esta que no haya sido la causa primera de las cuatro susodichas que al principio referimos, no hay necesidad de persuadirlo, pues la penuria de los vocablos, la humildad del estilo, la falta de la elocuencia, serán dello buenos testigos, que ni tampoco por la segunda desto asigno algunas conjeturas; una sea, que soy cristiano, y con esto religioso, y viejo de algunos más que de sesenta años, y también, aunque no por los propios méritos, puesto en el número de los Obispos, Las cuales calidades, consideradas por él a quien la bondad divina conservó hasta ahora en su libre, natural, entero juicio, expender su tiempo y la breve vida que le resta por agradar a los hombres, que como sean mortales y pobres, aunque se llamen poderosos y ricos, no puedan a sí ni a los que placer les hicieren, librar del rigor del juicio divino por la recta razón, y mayormente por la filosofía cristiana, no le es permitido. Otro argumento o conjetura sea la misma obra, que dará testimonio a los venideros de que, para lisonjear a alguno, cuan poco cuidado yo haya tenido. Servirá el tercero para los presentes, conviene a saber, todos aquellos que hubieren tenido noticia de cómo los negocios destas Indias en sus dificultades, y cuan sin lisonja de alguno he prosiguido.

Resta, pues, afirmar con verdad, solamente moverme a dictar este libro la grandísima y última necesidad que por muchos años a toda España, de verdadera noticia y de lumbre de verdad en todos los Estados della cerca deste Indiano Orbe, padecer he visto; por cuya falta o penuria ¡cuántos daños, cuántas calamidades, cuántas iacturas, cuántas despoblaciones de Reinos, cuántos a esta vida y a la otra hayan perecido y con cuánta injusticia en aquestas Indias; cuántos y cuan inexpiables pecados se han cometido, cuánta ceguedad y tupimiento en las conciencias, y cuánto y cuan lamentable perjuicio haya resultado y cada dia resulte, de todo lo que ahora he dicho, a los Reinos de Castilla! Soy certísimo que nunca se podrán numerar, nunca ponderar ni estimar, nunca lamentar según se debria hasta en el final y tremebundo dia del justísimo y riguroso y divino juicio.

Veo algunos haber en cosas destas Indias escrito, ya que no las que vieron, sino las que no bien oyeron (aunque no se jactan ellos asi dello), y que con harto perjuicio de la verdad escriben, ocupados en la sequedad estéril e infructuosa de la superficie sin penetrar lo que a la razón del hombre, a la cual todo se ha de ordenar, nutriría y edificaría; los cuales gastan su tiempo en relatar lo que sólo ceba de aire los oídos y ocupa la noticia, y que cuanto más breves fuesen tanto menor daño al espíritu de los leyentes harían. Y porque sin arar el campo de la materia peligrosa, que a tratar se ponían, con reja de cristiana discreción y prudencia, sembraron la simiente árida, silvática e infructuosa de su humano y temporal sentimiento, por ende ha brotado, producido y mucho crecido zizaña mortífera, en muchos y muy muchos, de escandalosa y errónea ciencia y perversa conciencia, en tanto grado que por su causa la misma fe católica y las cristianas costumbres antiguas de la universal Iglesia y la mayor parte del linaje humano hayan padecido irreparable detrimento.

Y aclarando la causa destos inconvenientes, fue la ignorancia del principal fin que en el descubrimiento destas gentes y tierras pretende la divina Providencia, (este no es otro sino el que vestirle hizo nuestra carne mortal, conviene a saber, la conversión y salud destas ánimas, al cual todo lo temporal necesariamente debe ser pospuesto, ordenado y dirigido), ignorar también la dignidad de la racional criatura, y que nunca del divino cuidado fue tan desmamparada y destruida, que más singularmente no la proveyese que a toda la universidad de las otras inferiores criaturas, por ende que no era posible tan numerosa o innumerable parte como cupo a estas tan dilatadas regiones de la naturaleza de los hombres, hubiese de consentir que saliese naturalmente en toda su especie monstruosa, conviene a saber, falta de entendimiento y no hábil para el regimiento de la vida humana, pues en todas las otras especies de las cosas criadas inferiores, obra la naturaleza siempre o cuasi siempre, y por la mayor parte, lo más y lo mejor y perfecto, de lo cual apenas y rarísimas veces fallece; cuanto más que como por toda la historia parecerá, ser de muy mejores juicios y sustentar muy mejor policía y regimiento, cuanto se puede hallar entre infieles, que muchas otras naciones presuntuosas de si mismas y que menosprecian a estas, será evidente.

Item, han ignorado otro necesario y católico principio, conviene a saber, que no hay ni nunca hubo generación ni linaje, ni pueblo, ni lengua en todas las gentes criadas (según de la misma Sacra Escritura se colige, y del Santo Dionisio, cap. 9.º, De coelesti hierarchia y de San Agustín en la epístola 99 a Evodio) de donde, mayormente después de la encarnación y pasión del Redentor, no se haya de coger y componer aquella multitud grande que ninguno puede numerar, que San Juan vido, cap. 7.º del Apocalipsis que es el número de los predestinados, que por otro nombre lo llama San Pablo cuerpo místico de Jesucristo e iglesia o varón perfecto, y por consiguiente, que también a estas gentes habia de disponer la divinal Providencia en lo natural, haciéndolas capaces de doctrina y gracia, y en lo gratuito aparejándoles el tiempo de su vocación y conversión, como hizo y creemos que hará a todas las otras que son ajenas de su santa Iglesia, mientras durare el curso de su primero advenimiento. De lo cual San Ambrosio hace difusa disputa por dos libros a que intituló De vocatione omnium gentium, cuya sentencia en suma, en el cap. 1.º del primer libro, abajo tocaremos. Confírmalo San Agustín en muchos lugares de sus obras; pero baste al presente referir lo que de la religión cristiana en este propósito dice, libro X, capítulo último, De civitate Dei: Haec est igitur animae liberandae universalis via, id est, universis gentibus divina miseratione concessa, cuius profecto notitia ad quoscumque iam venit, et ad quoscumque ventura est; nec debuit nec debebit ei dici quare modo et quare sero, quoniam mittentis consilium non est humano ingenio penetrabile, cuyo romance, abajo donde dije se declarará. Pues como debamos creer haber Dios predestinado algunos en todas las gentes y en cada una dellas, y tenerles guardado el tiempo de su vocación, salvación y glorificación, y no sepamos cuales son los escogidos, de tal manera hemos a todos los hombres de estimar y sentir, juzgar, tratar y ayudarles, que deseemos que sean salvos, y en cuanto en nosotros fuere, como si fuésemos ciertos todos ser predestinados, con nuestras mismas obras procuremos ser partícipes del efecto de su predestinación. Asi lo dice S. Agustín, cap. 3.º q. 24. Corripiantiur: Nescientes non quis pertineat ad praedestinationem numerum, quis non pertineat, sic affci debemus charitatis affectu, ut omnes velimus salvos fieri, etc.

Háse llegado a los susodichos defectos; carecer también de noticia de las antiguas historias, no sólo de las divinas y eclesiásticas pero también nuestras profanas, que, si las leyeran, hubieran cognoscido, lo uno, como no hubo generación o gentes de las pasadas, ni antes del diluvio ni después, por política y discreta que fuese, que a sus principios no tuviese muchas faltas ferinas e irracionabilidades, viviendo sin policía, y después de la primera edad exclusive, abundase de gravísimos y nefando» delitos que a la idolatría se siguen, y otras muchas, que hoy son bien políticas y cristianas, que antes que la fe se les predicase sin casas y sin ciudades y como animales brutos vivían. Y porque asi como la tierra inculta no da por fruto sino cardos y espinas, pero contiene virtud en sí para que cultivándola produzca de sí fruto doméstico, útil y conveniente, por la misma forma y manera todos los hombres del mundo, por bárbaros y brutales que sean, como de necesidad (si hombres son) consigan uso de razón, y de las cosas pertenescientes capacidad tengan y asi de instrucción y doctrina, consiguiente y necesaria cosa es, que ninguna gente pueda ser en el mundo, por bárbara e inhumana que sea, ni hallarse nación que, enseñándola y doctrinándola por la manera que requiere la natural condición de los hombres, mayormente con la doctrina de la fe, no produzca frutos razonables de hombres ubérrimos.

Esto demuestra bien Tulio en el proemio de la Retórica vieja, diciendo asi: Fuit quoddam tempus cum in agris homines passim bestiarum more vagabantur et sibi victu ferino vitam propagabant, nec ratione animi quinquuam, sed pleraque viribus corporis administrabant. Nondum divinae religionis, non humani officii ratio colebatur, non certos quisque inspexerat liberos, non ius aequabile quod utilitatis haberet acceperat. Ita propter errorem atque inscitiam caeca ac temeraria dominatrix animi cupiditas ad se explendam viribus corporis abutebatur perniciosissimis satellitibus. Quo tempore quidam magnus videlicet vir et sapiens cognovit quae materia esset et quanta ad maximas res opportunas animis inesset hominum, si quis eam posset elicere et praecipiendo meliorem reddere; qui dispersos homines in agris et in tectis silvestribus abditos ratione quadam compulit in unum locum et congregavit, et eos in unamquamque rem inducens utilem atque honestam primo propter insolentiam reclamantes, deinde propter rationem atque orationem studiosius audientes ex feris et immanibus mites redit et mansuetos, etc. fue cierto tiempo en el cual (dice Tulio) los hombres a cada paso vivian en los montes vida de bestias, vagando de una parte a otra, y con manjar de fieras se mantenian, y no por razón se reglan, sino de solas las fuerzas corporales se ayudaban; ni de culto de religión ni de obras de humanidad tenian noticia ni cuidado; ni entre ellos habia quien cognosciesse sus propios hijos, ni la utilidad que contenia en si el dar a cada uno lo suyo; y ansi, por este error y poco saber, o manera de bestialidad, señoreándose dellos la ciega y temeraria cudicia, para henchir y contentar su sensualidad, usaban mal de las fuerzas corporales, como si fueran soldados dañosísimos, haciendo agravio los unos que más podian a los otros que menos fuerzas alcanzaban. Pero en aquel tan defectuoso tiempo hubo cierto varón, grande sabio en filosofía, que conociendo la fuerza y habilidad que naturalmente contienen en sí los ánimos de los hombres, como sean racionales y dispuestos por natura para grandes cosas, consideró que teniéndose buena industria podrían ser atraídos a vivir según la razón de hombres; el cual, lo primero que hizo fue atraer los que vivían esparcidos en los montes y en lugares escondidos, compeliéndolos por la misma razón a que se ayuntasen y conviniesen en un cierto lugar, en el cual, lo segundo, con ella misma y con dulces palabras, a las cosas útiles y honestas, que saber les convenia, los indució; pero ellos luego, con su insolencia o soltura bestial acostumbrada comenzaron a resistir y a reclamar. Mas después él, con sus razones y gracioso decir, haciéndolos más atentos, y ansi, entendiendo y considerando ellos mejor lo que les proponia, consintieron en seguirle, con la cual industria, de fieros y crueles, los convirtió en mansos domésticos y humildes.

Y añade más Tulio, que después de persuadidos los hombres por mansedumbre y por dulces y eficaces palabras, mostrándoles las utilidades que de vivir en uno ayuntados, edificando casas y constituyendo ciudades se les seguian y los inconvenientes y daños que vitaban, fácilmente se ordenaron en las costumbres y vida, y de su voluntad se sujetaron a las leyes y a la observancia de la justicia; y asi parece que aunque los hombres al principio fueron todos incultos, y, como tierra no labrada, feroces y bestiales, pero por la natural discreción y habilidad que en sus ánimas tienen innata, como los haya criado Dios racionales, siendo reducidos y persuadidos por razón y amor y buena industria, que es el propio modo por el cual se han de mover y atraer al ejercicio de la virtud las racionales criaturas, no hay nación alguna, ni la puede haber, por bárbara, fiera y depravada en costumbres que sea, que no pueda ser atraida y reducida a toda virtud política y a toda humanidad de domésticos, políticos y racionables hombres, y señaladamente a la fe católica y cristiana religión, como sea cierto que tenga mucho mayor eficacia la evangélica doctrina para convertir las ánimas, siendo como es don concedido de arriba, que cualquiera industria y diligencia humana.

Para ejemplo de lo dicho, muchas naciones podríamos señalar, pero baste traer sólo la de España: notorio es a los que son expertos en nuestras y ajenas historias, la barbárica simplicidad y ferocidad no menos de la gente española, mayormente la del Andalucía y de otras provincias de España, cuánta era cuando vinieron los primeros Griegos a poblar a Monviedro, y Alceo, capitán de corsarios, y los Fénicos a Cádiz, todos astutísimas gentes, en cuya comparación toda la gente de aquellos reinos eran como animales; véase pues ahora la bobedad o simplicidad de los andaluces, ¿quién los quitará por engaño la capa?, y también por la gracia de Dios, en las cosas de la fe, ¿qué nación, por la mayor parte, irá delante a España?, cuanto más podrán ser facilisimamente a la cultura de las verdaderas y perfectas virtudes que en la cristiana religión consisten (porque esta sola es la que apura y limpia todas las heces y barbaridad de las incultas naciones) inducidos y persuadidos, los que en gran parte y en muchas particularidades concernientes a la vida social y conversación humana, se rigen y gobiernan por razón. Estos son, por la mayor parte, todas las naciones (según parecerá) destas nuestras Indias.

Así que, la carencia de la noticia de las cosas y gentes y de sus costumbres antiguas, ha causado a muchos maravillarse y tener por muy nuevo y monstruoso hallar en aquestas indianas gentes (que tantos siglos han sido dejadas andar por las erradas vias de la corrupción humana, como todas las demás del universo mundo, según dijeron San Pablo y San Barnabas en el libro los Actos de los Apóstoles, cap. 14.º: qui in praeteritis generationibus dimisti omnes gentes ingredi vias suas), maravillanse, digo, los ignorantes, de hallar en estos indianos pueblos algunos y muchos naturales y morales defectos, como si nosotros todos fuésemos muy perfectos en lo natural y moral, y en las cosas del espíritu y cristiandad muy santos. Lo segundo, si carecían de la ignorancia susodicha los que asi se admiran de ver aquestas gentes defectuosas y no tan presto como se les antoja traídas en perfección, constárales las grandísimas dificultades que tuvieron todas las gentes en su conversión, los trabajos, los sudores, angustias, contradicciones, persecuciones increíbles, las scismas y controversias y aun de los cristianos mismos, que padecían los apóstoles y discípulos de Cristo en predicar y promulgar el Evangelio y traerlas a la cristiana religión en todo tiempo y en todo lugar, y todos los verdaderos predicadores, porque asi lo quiso y ordenó Dios. De todo esto da manifiesto testimonio la irracionabilidad y vicios que habia en toda España, y la dificultad que tuvo en convertirse, pues Santiago no más de siete o nueve, en toda ella, para la milicia de Jesucristo convirtió o ganó.

Por esta falta de noticia, según dicho habemos, de las cosas de suso apuntadas, será manifiesto a quien quisiere mirar en ello, han procedido (los grandes y no otros comparables, cuanto a ser incomparablemente nocivos) errores que acerca de los naturales habitadores deste Orbe, letrados y no letrados, en muchos y diversos artículos han tenido, y entre ellos algunos preposterando y trastrocando lo que es el fin espiritual de todo este negocio que se tocó arriba, haciéndolo medio, y el medio que son las cosas temporales y profanas (que aun según los gentiles filósofos se han siempre a la virtud de posponer), constituyendo las deste cristiano ejercicio por principal fin; lo cual, el filósofo Aristóteles abominando en el 6.º de las Eticas, dice ser error pésimo como se oponga a lo óptimo y excelente, que en todas los cosas es lo que la naturaleza y la razón por fin les constituye, como parece en el 2.º de los Físicos: Ideo error circa finem est pessimus: dice él. Desta pésima trastrocacion o preposteración, luego y necesariamente se ha seguido haber menospreciádose todas estas naciones, teniéndolas por bestias incapaces de doctrina y de virtud, no curando más dellas de cuanto eran o servían de uso a los españoles, como el pan y el vino, y las semejantes cosas que sólo usar los hombres dellas las consumen. Ayudó mucho a este menosprecio y aniquilación ser ellas a todo género de su naturaleza gentes mansuetísimas, humilisimas, pauperisimas, inermes o sin armas, simplicisimas, y, sobre todas las que de hombres nacieron, sufridas y pacientes; por lo cual tuvieron y tienen hoy nuestros españoles asaz lugar de hacer dellos todo lo que quisieron y quieren, tratando de una manera y por un igual a todos, sin hacer diferencia de sexo ni de edad, ni de estado o dignidad, como por la historia será manifiesto.

De aqui también ha nacido no haber tenido escrúpulo ni temor de despojar y derribar los naturales reyes y señores de sus señoríos y estados y dignidades, que Dios y la naturaleza y el derecho común de las gentes hizo señores y reyes, y que confirmó y autorizó la misma ley divina, ignorando también el derecho natural, divino y humano, según las reglas y disposición de los cuales se ha de considerar, la diferencia que hay de infieles a infieles ser de tres diferentes maneras: la una que algunos hay o puede haber que nos tienen usurpados nuestros reinos y tierras injustamente, otros que nos infestan, fatigan, impugnan, no sólo inquiriéndonos y pretendiendo turbar y deshacer el estado temporal de nuestra república, pero el espiritual evertiendo y derrocando, en cuanto pueden de principal intento nuestra santa fe, cristiana religión y a toda la católica Iglesia; otros que ni algo jamás nos usurparon, ni algo jamás nos debieron, nunca nos turbaron ni ofendieron, nuestra cristiana religión, nunca supieron que fuese, ni si ella o nosotros fuésemos en el mundo jamás tuvieron noticia, viviendo en sus propias y naturales tierras, reinos distintísimos de los nuestros suyos. De aquí es que con estos tales, donde quiera y cuando quiera que se supieren o hallaren en todo el universo Orbe, y con cuántos y cuan graves y gravísimos pecados de idolatría y de otra cualquiera nefanda especie que tengan, ninguna cosa tenemos que hacef, sino sólo en cuanto los debemos amorosa, pacífica y cristiana, que es caritativamente como quisiéramos nosotros ser atraídos, traer o atraer a la santa fe por la dulzura, suave, y humilde y evangélica predicación, según la forma que para predicar el Evangelio, Cristo nuestro maestro y Señor dejó en su Iglesia establecida y mandada; y desta especie tercera son todos los indios destas nuestras oceanas Indias. Para este fin, y no por otro, constituyó la Sede apostólica y pudo licitamente, por autoridad de Cristo, constituir a los reyes de Castilla y León por príncipes soberanos y universales de todo este vastísimo indiano mundo, quedándose los naturales reyes y señores, con sus mismos o inmediatos señoríos, cada uno en su reino y tierra y con sus subditos que de antes tenía, recognosciendo por superiores reyes y príncipes universales a los dichos señores serenísimos reyes de Castilla y León, porque asi convino y fue menester por razón de la plantación, dilatación y conservación de la fe y cristiana religión por todas aquestas Indias, y no con otros ni por otro título. Y cerca deste universal señorío han caido muchos en otro pernicioso y dañable error, no menos que inexpiablemente nocivo, opinando y creyendo insensiblemente no se poder compadecer el dicho señorío universal con los inmediatos de los naturales señores de los indios. Lo cual hemos claro demostrado en el tratado especial, que cerca dello compusimos mediante la gracia Divina.

Pensando, pues, y considerando yo muchas veces morosamente los defectos y errores que arriba quedan dichos, y los no disimulables dañosos inconvenientes que dello se han seguido y cada dia se siguen, porque de la relación verídica del hecho nace y tiene origen, según dicen los juristas, el derecho, quise ponerme a escribir de las cosas más principales, algunas que en espacio de sesenta y más años, pocos dias menos, por mis ojos he visto hacer y acaecer en estas Indias, estando presente en diversas partes, reinos, provincias y tierras dellas, y también las que son públicas y notorias, no sólo en acto pasadas, pero muy muchas en acto siempre permanentes. Por manera, que asi como no se puede negar ser el sol claro cuando no tienen nubes los cielos a medio dia, por la misma semejanza no puede alguno rehusar con razón de conceder hacerse hoy, que es el año de 1552, las mismas calamitosas obras que en los tiempos pasados se cometían, y si algunas refiriere, que por los ojos no vide, o que las vide y no bien dellas me acuerdo, o que las oí, pero a diversos y de diversas maneras me las dijeron, siempre conjeturaré por la experiencia larguísima que de todas las más dellas tengo, lo que con mayor verisimilitud llegarse a la verdad me pareciere.

Quise tomar este cuidado y acometer entre mis otras muchas ocupaciones este trabajo, no poco grande, lo primero y principal por la honra y gloria de Dios y manifestación de sus profundos y no escrutables juicios y ejecución de su rectísima e infalible divina justicia y bien de su universal Iglesia. Lo segundo, por la utilidad común espiritual y temporal que podrá resultar para todas estas infinitas gentes, si quizá no son acabadas primero y antes que esta historia del todo se escriba. Lo tercero, no por dar sabor ni agradar o adular a los reyes, sino por defender la honra y fama real de los ínclitos reyes de Castilla, porque los que supieren los irreparables daños y quiebras que en estas vastas regiones, provincias y reinos han acaecido, y del cómo y porqué y las causas otras que en ellas han intervenido, no tuvieren noticia de lo que los reyes católicos pasados y presentes siempre mandaron proveer y proveyeron, y el fin que pretendieron, creerán o sospecharán o juzgarán que por falta de providencia real o de justicia en los reinos debieron de haber sucedido. Lo cuarto, por el bien y utilidad de toda España, porque cognoscido en qué consiste el bien o el mal destas Indias, entiendo que conocerá la consistencia del bien o del mal de toda ella. Lo quinto, por dar claridad y certidumbre a los leyentes de muchas cosas antiguas de los principios que esta machina mundial fue descubierta, cuya noticia dará gusto sabroso a los que la leyeren; y con certificación esto afirmo que no hay hoy vivo hombre, sino sólo yo, que pueda como ellas pasaron y tan por menudo referirlas, y de otras también muchas que pocos las han escrito, o no con aquella sincera fidelidad que debian, quizá porque no las alcanzaron o porque no las vieron, o con demasiada temeridad de la que debieran, o informados de los que las corrompieron, fueron causa que hoy en sus escritos se hallen muchos e intolerables defectos. Lo sexto, por librar mi nación española del error y engaño gravísimo y perniciosísimo en que vive y siempre hasta hoy ha vivido, estimando destas oceanas gentes faltarles el ser de hombres, haciéndolas brutales bestias incapaces de virtud y doctrina, depravando lo bueno que tienen y acrecentándoles lo malo que hay en ellos, como incultas y olvidadas por tantos siglos, y a ellas, en alguna manera, darles la mano, porque no siempre, cuanto a la opinión falsisima que dellas se tiene, acercadas como se están y hasta los abismos permanezcan abatidas. Lo sétimo, por templar la jactancia y gloria vanísima de muchos y descubrir la justicia de no pocos, que de obras viciosas y execrables maldades se glorian, como se pudieran arrear varones heroicos de hazañas ilustrisimas; porque se cognoscan y distingan para utilidad de los venideros los males de los bienes, y de las virtudes los grandes pecados y vicios nefandísimos. Y que yo reprenda y abomine las cosas muy erradas de los españoles, nadie se debe maravillar ni atribuirlo a aspereza o a vicio, porque, según dice Polibio en su Historia de los romanos, libro I: «El que toma oficio de historiador, algunas veces a los enemigos debe con sumas alabanzas sublimar, si la excelencia de las obras que hicieron lo merece, y otras veces a los amigos ásperamente improperiar o reprender, cuando sus errores son dignos de ser vituperados y reprendidos». At eum qui scribendae historice munus suscepit, omnia uius ce modi moderari decet, et non nunque summis laudibus extollere inimicos cum res gestae eorum ita exigere videntur; interdum amicos necessariosque reprehendere cum errores eorum digni sunt qui reprehendantur. Lo octavo y último, para manifestar, por diverso camino que otros tuvieron, la grandeza y numerosidad de las admirables y prodigiosas obras que nunca en los siglos ya olvidados haberse obrado creemos. Todo, empero enderezado a fin que por el cognoscimiento de las virtuosas, si algunas hubo, los que vinieren, si el mundo mucho durare, se animen a las imitar, y también por la noticia de las culpables y de los castigos divinos y fin desastrado que los que las perpetraron hubieron, teman los hombres de mal obrar; pues como dijo arriba Diódoro, cosa hermosa es de lo que los pasados erraron aprender como debemos ordenar la vida según muchos la suya ordenaron.

Y asi en el primero y segundo motivos sigo a Egisipo, Eutropio y Ensebio, a Paulo Orosio, a Justino y a los demás fieles historiadores con S. Agustín. En el tercero pretendo el fin contrario de los griegos y de algunos de nuestros tiempos que han escrito cosas vanas y falsas destas Indias, no menos corruptas que fingidas. En el cuarto y sétimo imito a Marco Catón y a Josepho, los cuales por el bien de sus naciones a las trabajosas velas de escribir se ofrecieron. En el quinto a Beroso y a Methástenes, que por cognoscer la incertidumbre que hablan tenido los otros escritores a causa de haber escrito lo que no vieron y mal digan lo que hablan oido, quisieron referir a los que se hallaron presentes, y de lo que con exacta y suma diligencia de lo que antes de su tiempo habia pasado supieron, como fue dicho.

Y asi en referir las cosas acaecidas en estas Indias, mayormente aquellas que tocan a los primeros descubrimientos dellas, y lo que acaeció en esta Española y en las otras sus comarcanas islas, ninguno de los que han escrito en lengua castellana y latina, hasta el año de 1527, que yo comencé a escribirlas, vído cosa de las que escribió, ni cuasi hubo entonces hombres de los que en ellas se hallaron que pudiesen decirlas, sino que todo lo que dijeron fue cogido y sabido como lo que el refrán dice «de luengas vias», puesto que de haber vivido muchos dias en estas tierras hacen algunos dellos mucho estruendo, y asi no supieron más dellas, ni más crédito debe dárseles que si las oyeran estando ausentes en Valladolid o en Sevilla; de los cuales cerca destas primeras cosas a ninguno se debe dar más fe que a Pedro Mártir, que escribió en latin sus Décadas estando aquellos tiempos en Castilla, porque lo que en ellas dijo tocante a los principios fue con diligencia del mismo Almirante, descubridor primero, a quien habló muchas veces, y de los que fueron en su compañía, inquirido, y de los demás que aquellos viajes a los principios hicieron; en las otras que pertenecen al discurso y progreso destas Indias algunas falsedades sus Décadas contienen. Américo da testimonio de lo que vio en los dos viajes que a estas nuestras Indias hizo, aunque circunstancias parece haber callado, o a sabiendas o porque no miró en ellas, por las cuales algunos le aplican lo que a otros se debe, y defraudarlos dello no se debería; esto en sus lugares mostraremos. De todos los demás que han escrito en latin no es de hacer caso alguno, porque, cuanto distantes en lugares y lengua y nación han sido, tantos errores y disparates varios en sus relaciones dijeron. Y aunque ha muchos años que comencé a escribir esta historia, pero porque por mis grandes peregrinaciones y ocupaciones no la he podido acabar, y en este tiempo han parecido algunos haber escrito, por tanto, anteponiendo la pública utilidad a sus historias, perdonarán si descubriere sus defectos, pues se pusieron a escribir afirmando lo que no supieron.

En lo sexto quiero asemejarme a Dionisio Halicarnaseo, y en el octavo a Diódoro y al mismo Dionisio, a los cuales, al menos en esto soy cierto excederles, que si el uno veintidós años y el otro treinta vieron y estudiaron lo que escribieron, yo, muy pocos menos dias, según dije, de sesenta y tres años, (a Dios sean dadas inmensas gracias, que me ha concedido tan larga vida), porque desde cerca del año de 500 veo y ando por aquestas Indias y conozco lo que escribiere; a lo cual pertenecerá, no sólo contar las obras profanas y seglares acaecidas en mis tiempos, pero también lo que tocare a las eclesiáticas, entreponiendo a veces algunos morales apuntamientos y haciendo alguna mixtura de la cualidad, naturaleza y propiedades destas regiones, reinos y tierras y lo que en sí contienen, con las costumbres, religión, ritos, cerimonias y condición de las gentes naturales de ellas, cotejando las de otras muchas naciones con ellas, tocando las veces que pareciere lo a la materia de la cosmografía y geografía conveniente; cuya noticia a muchos, y mayormente a los Principes, se cognosce ser provechosa. Ponerse han algunas palabras o sentencias en latin, precediendo o posponiendo en suma su sentido, por ganar tiempo y excusar proligidad, en nuestra lengua.

Todo lo que hasta aquí se ha dicho pertenece a las causas formal y material de este libro; la formal del comprenderá seis partes o seis libros, las cuales contengan historia casi de sesenta años, en cada uno refiriendo los acaecimientos de cada diez, sino fuere el primero, que contará los de ocho, porque la noticia de estas Indias no la tuvimos sino en el año de 1492; si tuviere por bien la divina Providencia de alargar más la vida, referirse há lo que de nuevo acaeciere, si digno fuere que en historia se refiera. El autor o causa eficiente della, después de Dios, es Don Fray Bartolomé de las Casas o Casaus, fraile de Santo Domingo y Obispo de la Ciudad Real, que se dice, de los llanos de Chiapa, en lengua de indios Zacatlan, y es provincia o reino uno de los que contiene la que hoy se nombra la Nueva España; el cual, por la Divina misericordia, soy el más viejo de edad que más ha vivido quizá y de más tiempo gastado por experiencia que hoy vive, si por ventura no hay uno o dos en estas occidentales Indias. Deo gratias.

Historia de las Indias
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