CAPÍTULO CXVII

Entretanto que D. Bartolomé Colon estaba en el reino de Xaraguá con el Behechio y hacia lo que en el precedente capítulo se dijo, Francisco Roldan, a quien, como arriba en el capítulo 111 dijimos, dejó el Almirante por Alcalde mayor en la Isabela, y, como también dije, de toda la isla, por descontentos que tuvo del Gobernador, D. Bartolomé Colon, o por no sufrir las reglas y estrechura de los bastimentos de la Isabela, y querer vivir más a lo largo andando por la isla (ó también, hallo en mis memoriales, que tuvo principio este levantamiento porque uno de los principales, que consigo siempre trujo, se echó con la mujer del rey Guarionex, y porque le quiso el Adelantado castigar), o porque era bullicioso y pretendía subir a más de lo que era, imaginando que el Almirante nunca volvería, porque hacia ya quince meses que era partido desta isla, y que era señal que los Reyes no lo dejarían volver acá, según, por ventura, debiera Juan Aguado haber dicho y asi se decia, acordó quitar la obediencia al dicho D. Bartolomé y levantarse contra él con hasta 70 hombres, los más sanos, gente común, y algunos principales que él pudo atraer asi, que pretendían lo mismo que él, de los cuales yo cognoscí los más, o cuasi todos.

Este Francisco Roldan fue, como dije, criado del Almirante y ganó su sueldo, y debia ser su oficio, a lo que entendí, como hombre que tenia cargo de andar sobre los trabajadores y oficiales para los hacer trabajar, salvo que, como fuese hombre entendido y hábil, cognosciendo el Almirante que era para tener cargos, y, por honrarlo y hacer en él, hízolo primero Alcalde ordinario de la Isabela, y después Mayor de toda la isla, y él quiso, por agradecimiento, levantándose le dar el pago.

La ocasión que para se desvergonzar tomar quiso, fue en dos maneras, para indignar e allegar y atraer a sí a los indios y a los cristianos contra el Adelantado y el Almirante. Para ganar los cristianos, fue esta su cálida industria: la carabela que habia traído el algodón y pan, y otras cosas de la provincia de Xaraguá, mandóla luego varar o sacar en tierra fuera del agua, D. Diego Colon, porque, como la gente estaba siempre demasiadamente descontenta, temíase que no la tomasen y se fuesen muchos sin licencia y a pesar del D. Bartolomé, y de don Diego, y del Almirante también, con ella a Castilla; Francisco Roldan comienza a murmurar con la gente trabajadora y marineros, y la demás gente baja y que más descontenta estaba, porque la carabela no estaba en el agua, y que sería bien enviarla a Castilla con cartas a los Reyes, pues el Almirante no venia, para hacerles saber sus hambres y necesidades y los proveyesen, y que sino se hacia, que todos habian en esta isla de perecer, o de hambre, o que los indios los habian de consumir, e que D. Diego ni D. Bartolomé no la querían enviar por alzarse con la isla y tenerlos a todos ellos por esclavos, sirviéndose dellos en hacer sus casas y fortalezas, y acompañarse y coger los tributos de los indios y hacerse ricos del oro de la tierra, y, finalmente, para sólo su provecho e particular interese. Viendo la gente que el Alcalde mayor y quien lo mandaba todo, y a quien por la vara del Rey, como Justicia mayor, todos obedecían, que estaba de la opinión dellos, comienzan después con mayor desenvuelta osadía y menos temor, lo que en sí secretamente gruñían y no osaban, sino por los rincones, boquear, públicamente y sin miedo ninguno a decirlo. Vista la gente ya de su bando, persuadióles que le diesen las firmas para que se pudiese dar a entender como era sentencia de todos, que convenia al bien y salud común de los cristianos que la carabela se echase al agua, aunque pesase al D. Diego y a quien más se lo quisiese estorbar; y todo esto, que este trabajaba o porfiaba de echar la carabela al agua, no era porque se echase al agua ni fuese a Castilla, porque a él no le convenía que supiesen los Reyes su alzamiento y desobediencia a su Justicia mayor, que era D. Bartolomé y D. Diego, que al presente la Isabela gobernaba, sino por indignar y mover a la gente contra el Almirante y los que gobernaban, y que él tuviese gente y fuerzas para levantarse, y en su tiranía conservarse; hay desto muchos argumentos claros, como parecerá abajo.

La otra ocasión o título que tomó para atraer a sí, juntamente, indios y cristianos, fue, que decia a los cristianos que para que los indios sirviesen mejor a los cristianos, estando en paz con ellos, era cosa necesaria que se le quitasen los tributos que les habia impuesto el Almirante, y esto muchas veces lo decia él a D. Bartolomé Colon platicando; y, ciertamente, si él lo dijera con celo de virtud y de piedad para con los indios, decia gran verdad, porque los indios y los Reyes y señores suyos, vivían, con los tributos que se les pedían cada tres meses, desesperados; y aun fuera, sin comparación, grande utilidad para los cristianos, porque ni murieran de hambre ni padecieran de necesidad alguna en sus enfermedades, ni anduvieran en guerras por sierras y valles a cazar y matar indios, ni dellos algunos, los indios, como mataron, mataran, antes los sirvieran de rodillas y adoraran, pero no lo decia el pecador sino por robar más a los indios y más señorearlos, y que a esto no le fuese Dios ni el Rey ni sus Ministros a la mano. Finalmente, D. Diego mandó al dicho Francisco Roldan que fuese con cierta gente a la Concepción, por que se sonaba y temia que los indios y gente de Guarionex andaba mal segura y alborotada, como no podían sufrirlos tributos; el cual se fue al pueblo del cacique Marque, donde tuvo lugar Roldan de concluir e publicar su traición, de donde se vinieron muchos, que no quisieron consentir en ella, a la fortaleza de le Concepción, a los cuales trató mal y tomó todas las armas. De aquí del pueblo Marque, tornó a la Isabela, y váse a la Alhóndiga del Rey, donde estaban los bastimentos y la munición de las armas, y, tomada la llave por fuerza a quien la tenia, que era un criado de D. Diego Colon (o hizo las cerraduras pedazos, con 50 hombres, diciendo «viva el Rey»), toma todas las armas que le pareció haber menester para sí e para sus compañeros tiranos; y de los bastimentos, que con la guarda y regla y estrechura, porque asi convenia, se guardaban y daban, y de todas cuantas cosas alli habia, sin medida repartía, y para sí tomaba.

Sale D. Diego a le ir a la mano con ciertos hombres honrados a afearle tan grande insolencia y alboroto, al menos, de palabra; vino tras él, y el D. Diego se retrujo con ellos a una casa fuerte, y mientra en la Isabela estuvo Francisco Roldan y habia de hablar D. Diego con él, habia de ser con seguro que primero Roldan le daba. De allí fueron al hato de las vacas del Rey y mataron lo que dellas quisieron; que matar una en aquel tiempo era por gran daño estimado, porque las tenían para criar. Van también al hato de las yeguas, que eran también del Rey, y tomaron las yeguas o potros o caballos que a todos plugo tomar. Esto hecho, vánse por los pueblos de los indios, y a los señores y Caciques dellos, publícanles que el Almirante y sus hermanos les han cargado de tributos, y que Francisco Roldan y ellos han reñido con el D. Bartolomé Colon y D. Diego porque no se los quitaban, y que han acordado ellos de se los quitar y que no curen dende adelante darlos, que ellos se los defenderán del Almirante y sus hermanos, y para ello, si fuere menester, los matarán. Desde allí, diciendo «viva el Rey», van por toda la Isla, y por toda se suena que el Alcalde Roldan es el que los liberta; y asi, el Roldan decia que los habia recibido debajo de su mamparo, según que un poco abajo se verá, y por todos los pueblos de los indios que pasaba, publicaba mal de don Bartolomé y del Almirante, y a todos los cristianos que topaba detraía y blasfemaba de D. Bartolomé, diciendo que era hombre duro, áspero y cruel, y cudicioso, y que con él no podía alguno medrar, y todos cuantos males podía decir acumulaba, dando por causas de se apartar del.

Y cosa fue esta, cierto, maravillosa y juicio de Dios muy claro, si con ojos limpios entonces lo vieran y agora lo miramos, que aquel Roldan, sin saber quien lo movia mediatamente, que era la divina Providencia, pero inmediata su propia ambición, cudicia y maldad, fuese profeta en la obra, como Caifás lo fue en la palabra, y a ambos movió la voluntad y providencia de Dios; Caifás, diciendo que convenia que Cristo muriese por todo el pueblo, porque toda la gente no pereciese, más por el odio que a Cristo tenia que por la salud común, empero, sin saber lo que decia, profetizó; Roldan, por su propia malicia, permitida de lo alto, y por se hacer rico y señor, tomó y se arreó del oficio y título, sin saber lo que hacia, de los pueblos y gentes desta isla opresas, llamándose defensor y librador; manifiesto es por la lumbre natural sola que tuviésemos, cuanto más añadida la ley divina de justicia y de caridad, y aqueste Roldan y otro cualquiera cristiano, y aun gentil que fuera o moro, si por el bien sólo y liberación destas gentes, por la piedad natural se moviera, para las librar de las injurias y daños y tiranía que padecían con los insoportables é, sin justicia, impuestos tributos, tenia justísima guerra contra el Almirante y contra D. Bartolomé y D. Diego Colon; y muy mayor justicia y mérito le favoreciera, si con la piedad natural juntara hacerlo por la honra de Dios, porque como para entrar y tener que hacer en estos reinos y gentes los cristianos, no haya habido otro título ni derecho, chico ni grande, sino sólo la predicación de la fe y conversión dellos, y traerlos a Cristo, en lo cual, nunca se dio puntada, grande ni chica, sino imponerles y cargarles y pedirles oro, y lo que se creia que valia oro, ¿quién de los que fuesen cristianos osará dudar que juntamente con las injurias y agravios tan grandes que hacian a los prójimos, no se ofendiese gravísimamente Dios? Luego, mucho mereciera Roldan delante de Dios, allende ser obligado de ley natural, moviendo guerra contra los que a estas gentes, con tantos y tan graves tributos, impuestos tan sin justicia, oprimían y amargaban, por su redención, luego en tomar el oficio y apellido de redemptor; aunque por robar él y ser señor, como Caifás diciendo y él haciendo, profetizó. Pero fueron tantas las tiranías y maldades opresivas que en estas gentes después hizo él y su compañía, que no con celo de piedad, sino con título para se levantar y señorear haberse movido, bien manifiestamente mostró.

Historia de las Indias
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