CAPÍTULO CX
En estos tiempos el Almirante ya habia mandado hacer dos fortalezas, una que llamó la Magdalena, como dijimos en el cap. 100.º, en la provincia del Macorix, que llamábamos el Macorix de abajo], dentro de la Vega Real, que creo que fue asentada en un lugar y tierra de un señor que se llamaba Guanaoconel, tres o cuatro leguas, o poco más, de donde está agora asentada la villa de Santiago, en la cual puso por Alcaide a aquel hidalgo, que arriba en el cap. 82.º dijimos, Luis de Artiaga. Nombrábamos el Macorix de abajo, a diferencia de otro Macorix de arriba, que era la gente de que estaba poblada la cordillera de las sierras que cercaban la Vega por la parte del Norte, y vertian las aguas en la misma provincia del Macorix de abajo; decíase Macorix en la lengua de los indios mas universal de esta isla, cuasi como lengua extraña y bárbara, porque la universal era mas pulida y regular o clara, según que dijimos en la descripción desta isla, puesta arriba en los capítulos 90 y 91. Hizo otra, cerca de donde fue puesta después la villa de Santiago, en la ribera o cerca del rio Yaquí; otra hizo que llamó Sancta Catherina, fue Alcaide della un Fernando Navarro, natural de Logroño; esta no sé donde la edificó, por inadvertencia de en aquellos tiempos no preguntarlo. Otra hizo que llamó Esperanza, creo que la puso en la ribera del rio Yaquí, a la parte de Cibao.
La otra fortaleza se edificó en la provincia y reino de Guarionex, 15 leguas, o algunas más, en la misma Vega, más al Oriente de la otra, donde se pobló después la ciudad que se dijo y dice de la Concepción, que ya está cuasi del todo despoblada, que tomó nombre de la misma fortaleza, a la cual el Almirante puso nombre la Concepción; en esta puso por Alcaide a un hidalgo que se llamó Juan de Ayala, después la tuvo un Miguel Ballester, catalán, natural de Tarragona, viejo y muy venerable persona. Por manera, que hobo en esta isla tres fortalezas, después que el Almirante vino el segundo viaje a poblar con gente española, y si añidimos la que dejó hecha en el Puerto de la Navidad, donde quedaron los 39 cristianos, fueron cuatro; pero desta no es de hacer mención, pues tan poco duró y menos aprovechó, por culpa de los que en ella quedaron. La mejor de tedas ellas fue la de la Isabela, porque fue de piedra o cantería, de la cual, siendo yo Prior en Sancto Domingo de la villa de Puerto de Plata, hice traer una piedra grande, la cual hice poner por primera piedra del Monesterio que allí yo comencé a edificar, por memoria de aquella antigüedad. Está la dicha piedra en la esquina oriental del cuarto de abajo, que fue el primero que comencé a edificar más propincuo a la portería y a la iglesa. Después de aquella fortaleza de la Isabela fue la mejor la de la Concepción de la Vega, que era de tapias y con sus almenas y buena hechura, la cual duró muchos años, hasta el año de 1512, si bien me acuerdo; todas las demás, muchos años antes habia que se cayeron, y no hobo memoria dellas, como se fueron consumiendo los indios, con las crueles guerras, contra quien se procuraron hacer; la menor y menos fuerte de las cuales, como no fuese de madera, sino de tierra, era más inespugnable para los indios que Salsas para franceses.
Después mandó hacer otra en la provincia del Bonao, que dista de la Concepción ocho o diez leguas, camino de Sancto Domingo, en la ribera del rio, que se llama en lengua de los indios desta isla, Yuna, pegada a la sierra que recibe el sol, luego en naciendo a la mañana; por manera, que tuvo el Almirante, antes que tornase a Castilla, hechas siete fortalezas en esta isla. Desta postrera, que fue la quinta, no estoy cierto, que la mandase hacer antes o después de venido de Castilla el Almirante, y antes creo, que después de partido él la hizo D. Bartolomé Colon, su hermano.
Como Guarionex y los otros señores se viesen tan fatigados con la carga de los tributos del cascabel de oro, que el Almirante a contribuir les forzaba, tenian todas las maneras que podian para excusarse, afirmando que sus gentes no tenian industria de cogerlo, sino lo que hallaban a caso o buscándolo en las riberas de los arroyos o ríos, como arriba se dijo, sobre la arena, y finalmente lo que podian haber con poco trabajo.
Avisaron al Almirante, que, hacia la parte del Mediodía o del Sur, habia minas de mucho oro, que enviase allá de sus cristianos para buscallo. Deliberó el Almirante de hacerlo asi, y díjose que habia enviado a Francisco de Garay y a Miguel Diaz, con cierto número de gente, para lo cual les dieron guías que los llevasen; partieron de la Isabela y vinieron a la fortaleza de la Magdalena, y de allí a la de la Concepción, todo por la Vega Real, llano como la palma de la mano. De allí llegaron al puerto grande, de sierra muy hermosa, por la misma vega, que está tres leguas, buenas, de la dicha fortaleza de la Concepción, la vega abajo por el pié de la sierra; subidos arriba del puerto, vieron de allí gran pedazo, y más se parecen de 30 leguas della, cosa dignísima para della sacar materia de dar muchas gracias a Dios, como arriba se dijo, hablando della. Dura el puerto hasta tornarlo a buscar a la parte de la provincia del Bonao, dos leguas, no grandes. Asomaron luego a otra vega, bien de 10 o 42 leguas de largo y ancho, que, como arriba en la descripción destas islas dijimos, que se llamaba en lengua de indios el señor della Bonao, y de aquí llamamos los españoles el pueblo que allí se hizo la villa del Bonao. En todos los pueblos que topaban de indios, les hacian muy buen acogimiento, dándoles de comer y haciéndoles todo el servicio, aunque los tenian por hombres infernales. Del Bonao, las guías los llevaron hasta otras 42 leguas, las tres o cuatro por tierra harto lodosa y áspera de cuestas y muchos rios y arroyos, que después llamamos las lomas del Bonao; llegaron a un rio caudal que se llamaba y hoy le nombramos Hayna, gracioso y fértilísimo rio, en el cual les dijeron que habia mucho oro, o por aquella comarca, y asi fue, porque cavando en muchos lugares de los arroyos que entraban en el rio grande de Hayna, hallaron muy gran muestra de oro, de manera que juzgaron que un hombre trabajador, podia coger tres pesos de oro, y más adelante. Estas minas llamó el Almirante las minas de Sant Cristóbal, por una fortaleza que allí mandó hacer a su hermano, cuando se partió para Castilla, so este nombre, después se llamaron las minas viejas, y hoy se llaman asi, por respecto de otras que después se descubrieron a la otra parte del rio Hayna, frontero destas, que se nombraron las minas nuevas; las viejas estaban al Poniente del rio, y las nuevas a la parte oriental. Estaba de allí la costa de la mar, y el rio, en cuya boca después se edificó la ciudad, que hoy permanece, de Sancto Domingo, no más de ocho leguas.
Anduvieron en este camino, desde la Isabela hasta las dichas minas viejas y primeras, como se dijo, 45 leguas. Finalmente, trujeron gran muestra de oro y granos algunos grandes, de los cuales después, muchos y grandes, por la mayor parte, en estas y en las minas nuevas (como abajo parecerá), se hallaron, lo que no acaeció en las de Cibao, donde todo el oro que se halló allí, por la mayor parte, no fue sino como sal, menudo, puesto que hobo también algunos, buenos granos. Algunos granos grandes se hallaron, los tiempos andando, adelante de la tierra que propiamente se llamó Cibao, al cabo de las sierras mismas y cordillera que es continua de Cibao, que va a parar a la parte de la isla del Norte o septentrional, mayormente en la provincia de Guahava, como, placiendo a Dios, abajo también se dirá.