CAPÍTULO CLVII

Volviendo la pluma a contar el trato de Francisco Roldan y sus secuaces, recibida pues la carta del Almirante, Roldan, según el cap. 155, salió del Bonao con algunos de los de su compañía, y vino aquí a Sancto Domingo con su poca vergüenza, debajo del seguro, a hablar con el Almirante, y según pareció (porque no concluyó nada), más para sacar gente que se le pasase, que para dar orden y concierto en su vida desordenada. No pude saber lo que con su venida, cuando pareció ante su amo y señor, el Almirante, y lo que dijo, ni cómo el Almirante le rescibió, porque de creer es que pasarían cosas notables. Finalmente, hablaron y trataron de concierto y de medios, y de creer es que él dio las quejas que tenia o fingía tener del Adelantado, y que el Almirante le satisfaría a todas ellas y exhortaría a la obediencia y reconciliación del Adelantado, y ofrecería largamente cuantos honestos partidos hallar pudiese, para verlo a él reducido y a la isla asentada, como parece por muchas cartas que antes y después desta vista le escribió el Almirante, algunas de las cuales, y las respuestas del mismo Francisco Roldan, de su nombre firmadas, he tenido e leido en mis manos.

Después de muy bien entre ambos, y delante de muchos de los que aquí estaban personas principales, platicado, pidiendo Roldan cosas que graves eran al Almirante, y respondídole lo que parecía razonable, quedó que lo platicaría con su compañía, y, según lo que acordasen, su señoría lo sabría, y asi se tornó al Bonao. Porque no se enfriase lo que tanto el Almirante deseaba concluir, envió con él un mayordomo suyo que se llamaba Diego de Salamanca, hombre cuerdo y bien honrado; llegados, trataron dello, y al fin acuerdan de enviar al Almirante ciertos capítulos muy indiscretos, no honestos, sino de hombres que no se daban mucho por vivir en paz y sosiego, antes no querian dejar la vida que tenian de desmandados. El Almirante, desque los vio, cognoscido su atrevimiento y presunción, no quiso aceptarlos, porque ni a su honra, ni autoridad, ni a servicio de los Reyes era cosa conveniente ni razonable, y para dárselo a entender, acordó enviar al susodicho Alonso Sánchez de Carvajal, señalándole razones claras y evidentes, por las cuales demostraba no ser cosa honesta ni servicio de los Reyes que él aquellos capítulos firmase; pero que mirasen cuanto él pudiese, salvo su honor y el servicio de los Reyes, firmar, firmaría de buena gana, y les haría todo el bien y tratamiento que debiese pidiendo cosas razonables.

Fue Carvajal a la Concepción, donde ya estaban y trataban de tomar la fortaleza cercando al Alcaide, para lo cual dicen que habian tirádole el agua; pero llegado Carvajal, moderáronse. Trató con Francisco Roldan y con los principales, y al cabo con todos, y concluyeron ciertos capítulos, el fin de los cuales, y que más deseaba el Almirante, fue, que se fuesen a Castilla por quitar de sí y desta isla gente ya tan corrupta y desmandada, con que les diese el Almirante dos navios en el puerto de Xaraguá, bien aparejados, con bastimentos, y que les dejase a cada uno un esclavo y las mancebas que tenian preñadas y paridas en lugar de los esclavos que se les habian de dar, y que les diese carta de bien servidos o haber servido bien, y se les restituyesen algunos bienes que se les habian tomado y otras cosas semejantes. El Almirante se las otorgó y firmó con que no recibiesen más españoles en su compañía de todos cuantos habia en la isla, y que dentro de cincuenta dias se embarcarían, y que no llevarían esclavo alguno por fuerza de los que se les habian de dar a merced, y que darian cuenta y razón a las personas que el Almirante enviase al dicho puerto de lo que en los navios metiesen, y les entregarían todo lo que tuviesen de la hacienda del Rey. Firmólo todo esto Roldan en nombre de todos los de su compañía en sábado, 17 de Noviembre de 1498, pero porque el Almirante estaba en esta villa de Sancto Domingo y los capítulos se hicieron en la Vega o Concepción con Alonso Sánchez de Carvajal y Diego de Salamanca, y habian de venir a que el Almirante los firmase, dijo Roldan, que cuanto a no admitir más gente en su compañía, lo firmaba con condición, que, dentro de diez dias, le viniese la respuesta de cómo el Almirante lo firmaba, lo cual hizo a 21 del dicho mes. Envióles dentro de los diez dias la respuesta y firmados los capítulos, y ellos partiéronse para Xaraguá, diciendo, que iban a aparejar su partida, puesto que según pareció, no tenían tal pensamiento; por ventura, el Roldan era el que lo quería, y los otros no. El Almirante, por el ansia que tenia de verse libre de tan gran impedimento, para lo que quería y entendía hacer en la gobernación y asiento desta isla, y tornar a hacer tributarios a los indios della, suspendió la ida del Adelantado a descubrir la Tierra Firme, que dejaba comenzada, como no tenia más de aquellos tres navios, y mandó luego aderezar los dos, sacado dellos lo que tenia el Adelantado aparejado para su viaje, y puesto lo que les era obligado por la capitulación a dar, y porque supo que algunos de aquellos de la compañía de Roldan decían que no querían ir a Castilla, mandó hacer un seguro muy cumplido y general, diciendo y prometiendo, que todos los que no quisiesen ir a Castilla y quedarse en esta isla, a sueldo, si sueldo del Rey quisiesen ganar, darles vecindad si se quisiesen avecindar.

Y por cosas y embarazos que ocurrieron, no se pudieron despachar los navios hasta Enero del año siguiente de 1499. Mandó que Carvajal se fuese a Xaraguá por tierra, que, entretanto que los navios llegaban, entendiese con él Francisco Roldan, en su despacho y aparejo para su partida.

Partióse también el Almirante para la Isabela y la tierra dentro, a visitar la tierra y asegurar las gentes y disponerlas para que tornasen a servir con los tributos que solían, para ellos muy sabrosas nuevas. Dejó por su Teniente aquí en Sancto Domingo a su hermano D. Diego, con su instrucción de lo que habia de hacer.

Partidos los dos navios, dióles una dura tormenta que les hizo mucho dañó, en especial al uno, por manera que se recogieron al puerto Hermoso, que está, deste de Sancto Domingo, 16 leguas, o al de Azua, que está 20 o pocas más, donde no pudieron reformarse para proseguir su viaje hasta Marzo y fin del, y como ni el Roldan ni todos, o al menos los más dellos, tenian poco deseo de ir a Castilla, porque temian ser castigados por los Reyes, tomaron achaque de haber sido libres del asiento dado, y no ser obligados a cumplirlo, diciendo ser pasado el término de los cincuenta dias, e haber quedado por culpa e industria del Almirante, porque los quería engañar e buscar maneras para prenderlos, y otras alegaciones harto frivolas y desvariadas, y muy claramente contrarias de la intincion y fin del Almirante, como no desease cosa más que reducirlos, o echarlos desta isla; y en todas estas dilaciones gastaba bastimentos y ocupaba gente, y cesaba de enviar al Adelantado, y se impedia de muchas cosas que hacer deseaba, mayormente asentar los tributos en los Caciques e indios. Esto no podia hacer ni otra cosa de provecho estando toda la isla turbada y desasosegada, estando ellos levantados y cometiendo en los indios cada dia tantos insultos y tantos daños; ¿en qué juicio podia caer que se pusiese el Almirante, en quedar, que enviaría los navios con tantos gastos a Xaraguá, 200 y más leguas por la mar, donde ellos estaban fuertes y eran señores, y después, de industria, detenerlos y retardarlos? Bien parece claro que ellos eran los que andaban con cautelas mañosas, procrastinando y vacilando, o engañando.

Esto escribió, afirmándolo, Alonso Sánchez de Carvajal, que con ellos trataba su despacho, el cual les hizo requirimiento en forma, delante de Francisco de Garay, a quien dio poder y crió para esto el Almirante por escribano; pero ellos, como moros sin Rey, no curaron. Dice asi Alonso de Carvajal en su carta, la cual firmada de su firma, tuve en mis manos: «Juntos Francisco Roldan y su compañía, yo acabé de cognoscer su voluntad, que era de no ir a Castilla por agora en estos navios, y en fin de muchas pláticas pasadas entre ellos y mí, le requerí por ante Francisco Garay, y dije, como yo iba allí por mandado de vuestra señoría, a cumplir con él y con ellos, etc.». Estas son sus palabras. Escribió todo esto y la poca verdad que guardaban y como huian de concierto, al Almirante; a 15 de Mayo, el Almirante escribió una carta a Roldan y otra a Adrián de Muxica, con toda modestia, rogándoles y amonestándoles, que se quitasen de tan dañosa opinión como seguían, porque cesasen tantos escándalos, que se destruía la isla y cesaba el servicio de los Reyes, y otras muchas cosas buenas que moverlos podían; pero el Roldan, como serpiente sorda a los consejos, respondió al Almirante una carta harto arrogante y llena de presunción, que le besaba las manos por su consejo, pero que no tenia necesidad del y otras cosas que mostraban su esencion y temeridad. Después, dice Carvajal en aquella carta, que pasaron muchas cosas que por vía de consejo les dijo, que mirasen los daños que hacían en la tierra, y que les convenia tomar medios y reducirse; dice, que se persuadieron, y que dijeron que les placía, trataron dellas, pero ninguno, sino los que ellos daban, les agradaban. Pidieron una carabela para que enviasen sus mensajeros a los Reyes, concedióselo, de partes del Almirante, Alonso Sánchez de Carvajal, y venido, que se lo diesen por escrito, no quisieron, diciendo, que él no tenia poderes para ello. Finalmente, partiéndose Carvajal por tierra para aquí, donde ya estaba de vuelta de la tierra dentro el Almirante, y mandó a los dos navios que se tornasen a este puerto de Sancto Domingo, salió Roldan con él a comer donde Carvajal comiese, después no quiso llegar tanto lejos; apeáronse debajo de una sombra, y, hablando mucho en ello, dijo Roldan que quería tomar el consejo que muchas veces le habia dado, y que le enviase el Almirante un seguro firme con provisión Real y sellado con el Real sello, y otro firmado de algunas personas principales que con el Almirante estaban, y que él iria a hablar con el Almirante, y concluiría el medio y concierto para que esto del todo se acabase, y que esto le decía en secreto, que no lo supiese nadie. Plúgole dello mucho a Carvajal, y quedó de enviárselo.

Historia de las Indias
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