CAPÍTULO CLXXIX
Leidas esta Carta y Cédula reales, mucho gozo rescibieron los que llevaban sueldo del Rey, porque esperaban ser pagados, y se ofrecieron a todo lo que el Comendador mandase de parte de Sus Altezas, porque no pudiera por entonces venirles otra mejor nueva.
Tornó de nuevo una y más veces el Comendador a requerir a D. Diego y a Rodrigo Pérez, teniente del Almirante, y a otros Alcaldes, si alguno más habia, que le diesen los presos y los procesos, y que él quería determinar su justicia como los Reyes le mandaban, donde no que protestaba de sacallos por fuerza; a todo y todas las veces respondía D. Diego y Rodrigo Pérez, que obedecian las provisiones y Cédula de Sus Altezas, pero que, cuanto al cumplimiento, no tenían poder para los dar, por estar presos por el Almirante, y que el Almirante tenia otras mejores y más firmes Cartas y poderes que él traia, etc.
De aquí fue a la fortaleza, y mandó que las provisiones se notificasen al Alcaide, que era Miguel Díaz, el cual se paró entre las almenas, y oída, y recognoscidas las firmas y sello de los Reyes, desde arriba, y requerido que diese los presos y la fortaleza, como los Reyes lo mandaban, respondió que le diesen traslado dellas: dijo el Comendador, que no era tiempo, ni sufria dilación para dalle traslado, porque aquellos presos estaban en peligro de ser ahorcados, porque, según habia sabido, el Almirante habia mandado que los ahorcasen, por tanto que luego los diese y entregase, sino que él haria lo que debía hacer hasta sacallos, por lo cual le protestaba que, sí daños o muertes se siguiesen, fuese a su culpa, etc. Responde el Alcaide, que pedia plazo y traslado para responder a dicha Carta, por cuanto él tenia la dicha fortaleza por el Rey, por mandado del Almirante, su señor, el cual habia ganado estas tierras y isla, y que viniendo él, él haria todo lo que le mandase.
Después que vído que no tenia remedio que le diesen los presos por los requerimientos y protestaciones y diligencias hechas, juntó toda la gente que de Castilla traia a sueldo del Rey, e los marineros de las carabelas, y requirióles y mandóles, y a todas las otras personas que en la villa estaban, que fuesen con él con sus armas, y le diesen todo el favor y ayuda, y guardasen su persona, para entrar la fortaleza sin hacer daño en ella ni en persona alguna, sino le fuese defendida la entrada. Luego, toda la gente, dijeron que allí estaban prestos y aparejados para hacer todo lo que de parte de los Reyes les mandase, con toda buena voluntad; y asi, aquel martes, a hora de vísperas, fue con toda la gente a la fortaleza, y mandó y requirió al Alcaide que le abriese las puertas. Paróse entre las almenas el Alcaide, y con él, Diego de Alvarado, con las espadas sacadas, y dijo el Alcaide que respondía lo que tenia dicho y en ello se retificaba; y como la fortaleza no tenia tanta costilla como Salsas, por ser hecha contra gente desnuda y sin armas, desventurada, llegó el Comendador y la gente, y, con el gran ímpetu que dieron a la puerta principal, quebraron luego el cerrojo y cerradura que tenia por de dentro; puestas escalas también por otras partes para entrar por las ventanas, pero no fueron necesarias porque la puerta dio libre, luego, la entrada. El Alcaide y Diego de Alvarado, que estaban dentro, y que se mostraron a las almenas con las espadas sacadas, ninguna resistencia hicieron. El Comendador, luego entrando, preguntó a dónde los presos estaban, y hallólos en una cámara, con sus grillos a los pies; subióse a lo alto de la fortaleza, e hízolos subir allá, donde les hizo algunas preguntas; después los entregó con los grillos al alguacil, Juan de Espinosa, mandándole que los tuviese a buen recaudo.
Cuando el Almirante supo la venida de Bobadilla, y lo que comenzó hacer en Sancto Domingo y las provisiones que mostraba, y haber tomado la fortaleza y lo demás, porque luego le avisaba de todo su hermano D. Diego, no podia creer que los Reyes tales cosas hobiesen proveído, por las cuales, asi totalmente lo quisieron deshacer sin haber de nuevo en cosa ofendido, antes obligádolos con nuevos trabajos y servicios con el descubrimiento de la Tierra Firme, y perlas de Paria, y otras islas, y sospechó no fuese algún fingimiento del Bobadilla, como fue el de Hojeda, que, para revolver la gente contra el Almirante, fingía que traia poderes de los Reyes para gobernar con él y constreñille a que pagase los sueldos a los que lo ganaban del Rey, como arriba en el cap. 169.º pareció.
Y, ciertamente, cosa fue aquesta de gran turbación y sobresalto y amargura para el Almirante, y fuera para cualquiera otra persona, por prudente que fuera, que habiendo servido de nuevo tanto, y no delinquido hasta entonces de nuevo más de lo que Juan Aguado habia a los Reyes notificado, el cual llevó cuanto llevar pudo, de quejas y de los agravios que hasta entonces decían que habia hecho a los cristianos, horribilísima y dolorosísima cosa era verse asi, sin ser oido ni vencido, de todo su estado, absolutamente, por los Reyes tan católicos, a quien tanto tenia obligados, desposeído y despojado; pero como arriba en algunos capítulos se ha dicho, hacello los Reyes no fue en su mano, antes para bien del mismo Almirante, divinal y misericordiosamente ordenado. Y por la sospecha que hobo, de no fuese, por ventura, otra invención como la de Hojeda, dijeron que habia mandado apercibir a los Caciques y señores indios, que tuviesen apercibida gente de guerra para cuando él los llamase; porque de los cristianos, cuanto a la mayor parte, poco confiaba, como anduviese tras muchos a caza que andaban levantados, y cada dia temia que se le habian de levantar más, siendo también tan fresco el levantamiento de Francisco Roldan que tanto habia durado.
Finalmente acordó de acercarse a Sancto Domingo, para lo cual se vino al Bonao, 10 leguas más cerca de la Vega donde estaba, donde estaban algunos cristianos como avecindados, que tenían por allí labranzas que tomaban a los indios, y otras que les forzaban a hacérselas aunque les pesase, y comenzaba ya a llamársela villa del Bonao.
El comendador Bobadilla, que ya era y lo llamaban a boca llena, Gobernador, despachó un Alcalde con vara, con sus poderes y los traslados de las provisiones, la tierra adentro, para que las notificase al Almirante y a los que por allá hallase, el cual lo tomó ya venido al Bonao: no le escribió carta ninguna notificándole su venida. El Almirante le escribió diciéndole que fuese bien venido, y nunca hobo respuesta del, lo cual fue grande descomedimiento y señal de traer contra el Almirante propósito muy malo; y lo peor que es, que escribió a Francisco Roldan, que estaba en Xaraguá, y a otros quizá de los alzados, de lo que mucho el Almirante se quejaba. Notificadas las provisiones reales, dijeron que respondió el Almirante, que él era Visorey y Gobernador general, y que las provisiones y poderes que el Comendador traia no eran sino para lo que tocaba a la administración de la justicia, y por tanto requirió al mismo Alcalde que el Comendador enviaba, y a la otra gente del Bonao, que se juntasen con él y a él obedeciesen en lo universal, y al Comendador en lo que le perteneciese como a Juez y administrador de justicia, y que todo lo que respondió fue por escrito.
Desde a pocos dias llegaron, un religioso de San Francisco, que se llamaba fray Juan de Trasierra, y Juan Velazquez, Tesorero de los Reyes, con quien el Comendador le envió una carta de los Reyes que decia lo siguiente:
«D. Cristóbal Colon, nuestro Almirante del mar Oceano: Nos habernos mandado al comendador Francisco de Bobadilla, llevador de esta, que vos hable de nuestra parte algunas cosas que él dirá; rogamos os que le deis fe y creencia, y aquello pongáis en obra. De Madrid a 26 de Mayo de 99 años. —Yo el Rey. —Yo la Reina. —Y por su mandado, Miguel Pérez de Almazan».
Rescibida esta carta y platicadas muchas cosas entre él y el religioso y el Tesorero, que fueron los mensajeros, determinó de venirse con ellos a Sancto Domingo; entretanto, el Comendador hizo gran pesquisa y exanimación de testigos, sobre la hacienda que era del Rey, y quién la tenia en cargo, y lo que era del Almirante, al cual tomó las arcas y toda la hacienda que tenia de oro, y plata, y joyas, y aderezos de su casa, y aun se aposentó en su misma casa y se apoderó en ella y en todo lo que del Almirante era. Tomóle ciertas piedras doradas, que eran como madres de oro, que por tiempo se convirtieran en oro, todas, como hemos visto muchas dellas que, partiéndose por medio, está el oro entreverado, en unas partes más oro que piedra, y en otras más piedra que oro, por manera que a la clara parece que toda la tal piedra se va convirtiendo en oro; tomóle también las yeguas y caballos y todo lo que más halló ser suyo, con todos los libros y escrituras públicas y secretas que tenia en sus arcas, lo que más dolor le dio que todo, y nunca le quiso dar una ni ninguna. Esto dijo que tomaba para pagar el sueldo a los que se les debia, que pagarlo era a cargo del Almirante, por las cláusulas que venían en los poderes que arriba quedan recitados.
En estos dias, toda la gente española que habia en la Vega y en el Bonao, y en otras partes comarcanas, cuanto más podia, se descolgaba hacia Sancto Domingo a ver al Gobernador nuevo y gozar de las novedades. Para atraer a toda la gente a sí, mandó apregonar franqueza del oro, conviene a saber, que todos los que quisiesen ir a cogerlo no pagasen al Rey más de la undécima parte por veinte años, pero caro le costó, como en el siguiente libro se verá; la misma franqueza concedió de los diezmos que entonces se pagaban al Rey. ítem, apregonó que venia a pagar los sueldos que se les debia por el Rey, y constreñir que pagase el Almirante los que eran a su cargo; con estas nuevas negaban y renegaban de sus padres.
Vido buen aparejo el Comendador, como todos los más estuviesen descontentos y muy indignados del Almirante y de sus hermanos, y lo viesen ya caido de la Gobernación y de su estado, y fuesen al Gobernador con quejas y acusaciones, y representasen sus agravios; hizo de su oficio pesquisa secreta contra él y ellos, para la cual halló a todos voluntarios y bien aparejados.
Y porque, como dice Boecio, lo primero que desmampara a los infelices es la buena estimación, y sucede el menosprecio y corrimiento y disfavores, comenzando a tomar testigos, las piedras se levantaban contra sus hermanos y él: Quo fit ut existimatio bona prima omnium deserat infelices. Qui nunc populi rumores, quam dissonae, multiplicesque sententiae, piget reminisci. Hoc tantum dixerim, ultimam esse adversae fortuna sarcinam, quod dum miseris aliquod crimen affingitur, quae perferunt, meruisse creduntur. Boecio, cuarta prosa del libro I; la cual sentencia hace harto al propósito de la infelicidad y desdicha del Almirante, que, desque se comenzó la pesquisa, no sólo secretamente pero pública, era acusado y vituperado, y se decían y clamaban sus defectos, afirmando que de todo mal y pena era dignísimo.
Acusáronlo de malos y crueles tratamientos que habia hecho a los cristianos en la Isabela, cuando allí pobló, haciendo por fuerza trabajar los hombres sin dalles de comer, enfermos y flacos, en hacer la fortaleza y casa suya, y molinos, y aceña, y otros edificios, y en la fortaleza de la Vega, que fue la de la Concepcion, y en otras partes, por lo cual murió mucha gente de hambre, y flaqueza, y enfermedades, de no darles los bastimentos según las necesidades que cada uno padecía; que mandaba azotar y afrentar muchos hombres por cosas livianísimas, como porque hurtaban un celemin de trigo, muriendo de hambre, o porque iban a buscar de comer.
Item, porque se iban algunos a buscar de comer, a donde andaban algunas Capitanías de cristianos, habiéndole pedido licencia para ello, y él negándola, y no pudiendo sufrir la hambre, que los mandaba ahorcar; que fueron muchos los que ahorcó por esto, y por otras causas, injustamente. Que no consentía que se baptizasen los indios que querían los clérigos y frailes baptizar, porque quería más esclavos que cristianos; pero esto podia impedir justamente, si los querían baptizar sin doctrina, porque era gran sacrilegio dar el baptismo a quien no sabia lo que rescibia.
Acusáronle que hacia guerra a los indios, o que era causa della injustamente, y que hacia muchos esclavos para enviar a Castilla. Item, acusáronle que no quería dar licencia para sacar oro, por encobrir las riquezas desta isla y de las Indias, por alzarse con ellas con favor de algún otro Rey cristiano. La falsedad desta acusación está bien clara, por muchas razones arriba dichas, y algunas veces referidas, donde parece que antes moria y trabajaba por enviar a los Reyes nuevas de minas ricas, y por envialles oro para suplir los gastos que hacían; y esto tenia por principal interés y provecho suyo, porque via que todos los que lo desfavorecían para con los Reyes no alegaban otra causa sino que gastaban y que no recibían utilidad ninguna, y asi, estaba infamada y caida toda la estimación deste negocio de las Indias, de donde todo el mal y daño suyo procedía: y asi, no parece tener color de verdad este delito que le imputaban.
Acusáronle más, que habia mandado juntar muchos indios armados para resistir al Comendador y hacelle tornar a Castilla, y otras muchas culpas e injusticias y crueldades en los españoles, cometidas, pero en la honestidad de su persona ninguno tocó, ni cosa contra ella dijo, porque ninguna cosa dello que decir habia; pero poca cuenta tenían los que le acusaban de hacer mención de las que habian ellos cometido, y él en mandallo, en las guerras injustas y malos y asperísimos tratamientos en los tristes indios. Y esta fue insensibilidad y bestialidad general de todos los jueces que han venido y tenido cargo de tomar cuenta y residencia a otros jueces en estas Indias, que nunca ponian por cargos (sino de muy pocos años atrás, hasta que fueron personas religiosas que clamaron en Castilla), muertes, ni opresiones, ni crueldades cometidas en los indios, sino los agravios de nonadas que unos españoles a otros se hacian, y otras cosas, que, por graves y gravísimas que fuesen, eran aire y accidentes livianísimos, comparadas a las más chicas que padecían los indios, las cuales, como sustanciales, asolaban como han asolado, todas estas Indias. Muchas destas y otras, también acusaron a sus hermanos; yo vide el proceso o pesquisa y della muchos testigos, y los cognoscí muchos años, que dijeron las cosas susodichas. Dios sabe las que eran verdad, y con qué razón e intincion se tomaban y deponían, puesto que yo no dudo sino que el Almirante y sus hermanos no usaron de la modestia y discreción, en el gobernar los españoles, que debieran, y que muchos defectos tuvieron, y rigores y escaseza en repartir los bastimentos a la gente, pues no los daban los Reyes sino para mantenimientos de todos, y que se distribuyeran según el menester y necesidad de cada uno, por lo cual todo cobraron contra ellos, la gente española, tanta enemistad; pero como el Almirante y ellos, tan perniciosamente, cerca de la entrada en estas tierras y tratamientos destas gentes, cuyas eran, y que ni pudieron, ni supieron, ni tuvieron a quien se quejar, erraron, no podia ser menos, por justo juicio divino, sino que también cerca de la gobernación y tratamiento de los españoles errasen, para que, sabiendo y pudiendo y teniendo a quien quejarse, hobiese ocasión para cortar el hilo que el Almirante llevaba de disminuirlas, y con quitárselas de las manos con tanta pérdida, desconsuelo y deshonor suyo, por las culpas ya cometidas, se castigase, y porque, al fin, otros las habian de consumir, permitiéndolo asi la divinísima justicia, por los secretos juicios, que Dios se sabe, menos parece ser ordenado divinalmente para utilidad dellas, que del Almirante.