CAPÍTULO CXIV
Partido del rio de la Hogama y por otro nombre, ya nuestro, Sancto Domingo, D. Bartolomé Colon con su compañía, y, andadas 30 leguas, llegó a un rio muy poderoso, que se llamaba y hoy llamamos como los indios, Neyba, donde halló un ejército de infinitos indios con sus arcos y flechas, armados en son de guerra, puesto que desnudos en cueros; y notad qué guerra pueden hacer con las barrigas desnudas por broqueles. Parece que como el rey Behechio tuvo nueva que los cristianos venían, y habia oido las nuevas de sus obras, contra el rey Caonabo y su reino, hechas, envió aquella gente o vino él también en persona con sus juegos de niños a restetirios (que todas sus guerras, comunmente, son tales, mayormente las desta isla). Los cristianos, viendo el ejército, hizo D. Bartolomé señales de que no los venia a hacer mal, sino a verlos y holgarse con ellos, y que deseaba ver a su rey Behechio y su tierra, luego los indios se aseguraron como si ya tuvieran grandes prendas dellos y fuera imposible faltarles la palabra. Van luego volando mensajeros al rey Behechio, o él, si allí iba,, invia a mandar que salgan toda su corte y gente con su hermana Anacaona, señalada y comedida señora, a rescibir a los cristianos, y que les hagan todas las fiestas y alegrías que suelen a sus Reyes hacer, con cumplimiento de sus acostumbrados regocijos. Andadas otras 30 leguas, llegan a la ciudad y población de Xaraguá, porque 60 leguas dista de Sancto Domingo, como arriba queda dicho; salen infinitas gentes, y muchos señores y nobleza, que se ayuntaron de toda la provincia con el rey Behechio y la Reina, su hermana, Anacaona, cantando sus cantares y haciendo sus bailes, que llamaban areitos, cosa mucho alegre y agradable para ver, cuando se ayuntaban muchos en número especialmente; salieron delante 30 mujeres, las que tenia por mujeres el rey Behechio, todas desnudas en cueros, sólo cubiertas sus vergüenzas con unas medias faldillas de algodón, blancas y muy labradas, en la tejedura dellas, que llamaban naguas, que íes cubrían desde la cintura hasta media pierna; traían ramos verdes en las manos, cantaban y bailaban, y saltaban con moderación, como a mujeres convenia, mostrando grandísimo placer, regocijo, fiesta y alegría. Llegáronse todas ante don Bartolomé Colon, y, las rodillas hincadas en tierra, con gran reverencia, dánle los ramos y palmas que traían en las manos; toda la gente demás, que era innumerable, hacen todos grandes bailes y alegrías, y, con toda esta fiesta y solemnidad, que parece no poder ser encarecida, llevaron a D. Bartolomé Colon a la casa real o palacio del rey Behechio, donde ya estaba la cena bien larga aparejada, según los manjares de la tierra, que era el pan de cazabí e hutías, los conejos de la isla, asadas y cocidas, e infinito pescado de la mar y del rio, que por allí pasa. Después de cenar, vánse los españoles cada tres o cuatro a las posadas que les habian dado, donde tenían ya sus camas puestas, que eran las hamacas de algodón, muy hermosas, y, para de lo que eran, ricas; destas, ya en el capitulo 42, queda, como son hechas, dicho. El D. Bartolomé con media docena de cristianos quedóse aposentado en la casa del rey Behechio.
Otro dia tuvieron concertado en la plaza del pueblo hacerle otras muchas maneras de fiestas, y asi llevaron al D. Bartolomé Colon y cristianos a verlas. Estando en ella salen súpitamente dos escuadrones de gente armada con sus arcos y flechas, desnudos empero, y comienzan a escaramuzar y jugar entre sí, al principio como en España cuando se juega a las cañas, poco a poco comienzan a encenderse, y, como si pelearan contra sus muy capitales enemigos, de tal manera se hirieron, que cayeron en breve espacio cuatro dellos muertos, y muchos bien heridos. Todo, con todo el regocijo y placer y alegría del mundo, no haciendo más caso de los heridos y muertos que si les dieran un papirote en la cara; durara más la burla y cayeran hartos más sin vida, sino que, a ruego de D. Bartolomé Colon y de los cristianos, mandó cesar el juego el rey Behechio. Esta manera de juegos escaramuzales se usaban antiguamente en Castilla, la que decimos Vieja, puesto que intervenían en Castilla caballos, que Estrabo llama Gymnica certamina, y debia ser más que juegos de cañas: y dice asi en el libro III, pág. 104, de su Geografía: Gymnica etiam conficiunt certamina, armis exercent ludos, et equis, et cestibus, et cursibus, et tumultuaria pugna, et instructo per cohortes prcelio.
Esta su hermana, Anacaona, fue una muy notable mujer, muy prudente, muy graciosa y palanciana en sus hablas, y artes, y meneos, y amicísima de los cristianos; fue también reina de la Maguana, porque fue mujer del rey Caonabo susodicho, como arriba todo esto fue a la larga dicho, cap. 86.
Después de todas estas fiestas y regocijos, habló D. Bartolomé Colon al rey Behechio y a esta señora, su hermana, Anacaona, cómo su hermano, el Almirante, habia sido enviado por los reyes de Castilla, que eran muy grandes Reyes y señores, y tenían muchos reinos y gentes debajo de su imperio, y que habia tornado a Castilla a verlos y notificarles, que muchos señores y gente desta isla le eran ya tributarios, y los tributos les pagaban, y por tanto, él venia a él y a su reino, para que lo mismo hiciese y los recibiese por señores, en señal de lo cual en cosas convenientes les tributasen.
Pero de oir es, y notar, la respuesta que le dio (que como habian oído que el rey Guarionex y Guacanagarí, e los reyes de Cibao y sus gentes, tributaban oro, como si ya le hobiera mostrado y demostrado por naturales razones, que él no pudiera negar, sino que convencido del todo quedaba ser obligado, a Reyes o gentes que nunca oyó ni creyó que eran en el mundo, tributar), respondió: «¿cómo puedo yo dar tributo, que en todo mi reino ni en alguna parte ni lugar del nace ni se coge oro, ni saben mis gentes qué se es?» Creia, y no sin razón, que no buscaban ni venian por otro fin los cristianos, sino por llevar oro a sus Reyes y señores. Respondió D. Bartolomé Colon: «no queremos ni es nuestra intincion imponer tributo a nadie; que no sea de aquellas cosas que tengan en sus tierras y puedan bien pagar; de lo que en vuestra provincia y reinos sabemos que abundáis, que es mucho algodón y pan cazabí, queremos que tributéis e de lo que más en esta tierra hobiese, pero no de lo que no hay». Oidas estas palabras, alegróse mucho, y respondió: «que de aquello cuanto él quisiese le daria hasta que no quisiese más». Mandó luego, enviando mensajeros a todos los otros señores y pueblos, sus subiectos, que todos hiciesen sembrar y sembrasen en sus tierras y heredades mucho algodón para que hobiese grande abundancia dello, porque se habia de dar tributo a los reyes de Castilla, cuyo criado y enviado era el Almirante y su hermano, que agora venido habiay estaba en su casa.
Dos cosas podemos aquí considerar y notar; la una, la innata bondad y simplicidad del rey Behechio, la cual manifiesta dos cosas muy claras; la una, que pudiera matar a D. Bartolomé y a todos los cristianos, los cuales, no creo que podían llegar a número de ciento, y él tenia millones de gentes, porque de gente, y términos de tierra larga, y corte y en muchas ventajas, era en esta isla el Rey más principal; la otra, en conceder tan fácilmente, recognoscer por superior y tributar a otro Rey extraño, que no sabia quién era ni quién no. ¿Quién de los reyes libres del mundo a la primer demanda o palabra se querrá a otro Rey que nunca vído ni oido subiectar, y servirle como subdito y vasallo; repugnando al apetito natural? Y si dijeres que fue por miedo y temor que hobo de D. Bartolomé y de los cristianos que consigo llevaba, por haber oido las guerras crueles, y estragos y muertes que el Almirante habia hecho en el Rey e gente de Caonabo y en otras partes, parece que no, pues pudiera sin duda matarlos, o al menos, acometerles y hacerles harto daño, lo cual nunca intentaron; y si porfiares que sí, por ende fueron más injustos y más contra ley natural los tributos que D. Bartolomé Colon le impuso, haciendo Rey libre, tributario por miedo, contra su voluntad, no siendo su subdito ni debiéndole algo, lo que es propio de tiranos.
La otra cosa que aquí se debe notar, es, cuan al revés y prepósteramente hizo su entrada D. Bartolomé Colon en este reino deXaraguá, dando, primeramente noticia a los infieles simplicísimos de los reyes de Castilla y de su grandeza y merecimientos que del verdadero Dios, y echarles antes carga de tributos, que dándoles algo que en su provecho y utilidad resultase; no habiendo otra causa legitima para entrar cristianos en estos reinos y tierras, sino sólo para darles noticias y cognoscimiento de un solo y verdadero Dios y de Jesucristo, su hijo, universal Redentor; manifiesto es que aquellas gentes, o habian de tener a los reyes de Castilla por dioses, pues se les predicaba primero que otra cosa su merecimiento y valor, y que se les debían de otros Reyes, tan grandes señores en tierras y gentes como ellos, recognoscimiento de superioridad y tributos, o habian de creer que el fin que acá los cristianos, y no otro, traian, como cosa dellos amada sobre todo, era su propio interese y llevar a sus tierras, de los bienes ágenos, tributos y oro. Muy por el contrario del camino que Cristo llevó y sus Apóstoles para traer a sí al mundo, que ante todas cosas predicaban a Dios, y no sólo no pedían tributo ni tomaban de hombre cosa, mas hacíanles grandes bienes, y daban sus vidas y dieron, por atraer y salvar a los que predicaban, y el hijo de Dios la suya por todos. Pero entró por la misma puerta y llevó el mesmo camino D. Bartolomé Colon, que su hermano el Almirante al principio entró y anduvo, cierto engañados no sé con qué; mas creo que sí sé, de una culpabilísima, que a ninguno excusa, del derecho natural y divino ignorancia.