CAPÍTULO CLXII
Por este tiempo, en aquestos dos navios o en otros que envió poco después, escribió el Almirante a los Reyes una carta muy larga, en la cual hizo un epílogo y abreviatura de todas las cosas que le habian acaecido después que vino y estuvo en la corte, y propuso su empresa ante los Reyes de descubrir estas Indias, hasta estos presentes dias, de la cual quiero aquí referir algunos pedazos, porque me parece convenir e testificar con él mismo muchas cosas de las arriba dichas, y también porque sepan las quejas que de su fortuna y adversarios, con razón, tenia, y las razones y disculpas que para ello traia.
Hablando de su venida deste viaje tercero que hizo, y de cómo llegó a esta isla Española y halló levantado a Roldan, entre otras cosas, dice: «Después que vine, y, con tanta gente y poderes de Vuestras Altezas, él se mudase de su primero propósito y dijese esto, yo quisiera salir a él, más hallé que era la verdad, que la mayor parte de la gente que yo tenia eran de su bando; y como fuese gente de trabajo, y yo para trabajo los hobiese asueldado, este Roldan y los que con él eran, y los otros que ya estaban de su parte, tuvieron forma de los imponer que se pasasen con ellos porque no trabajarían y tendrian rienda suelta y mucho comer y mujeres, y, sobre todo, libertad a hacer todo lo que quisieren; e asi, fue necesario que yo disimulase, y en fin, vine en concierto que yo les diese, de las tres carabelas que habia de llevar el Adelantado a descubrir, las cuales estaban de partida, las dos, y cartas para Vuestras Altezas de bien servido y su sueldo, y otras cosas muchas deshonestas; e asi se las envié allá al cabo del Poniente desta isla, allí donde ya tenían su asiento; e asi he estado siempre en fatiga, de que yo vine hasta hoy dia, que es el mes de Mayo del 99, porque aun no se ha ido, y tiene allá los navios, y cada dia me hacen saltos y enojos: nuestro Señor lo remedie como fuere su servicio.
Muy altos Príncipes, cuando yo vine acá, traje mucha gente para la conquista destas tierras, los cuales recibí todos por importunidad, diciendo ellos que servirían en ello muy bien y mejor que nadie, y era al revés, según después se ha visto; porque no venían, salvo con creencia que el oro que se decia que se hallaba, y especerías, que era a coger con pala, e las especias que eran dellas los lios hechos liados, y todo a la ribera de la mar, que no habia más salvo hecharlo en las naos, tanto los tenia ciegos la cudicia: e no pensaban, que, bien que hobiere oro, que sería en minas, y los otros metales, y las especias en los árboles, y que el oro seria necesario de cavarlo, y las especias cogerlas y curarlas. Lo cual todo les predicaba yo en Sevilla, porque eran tantos los que querían venir, e yo les cognoscia su fin, que hacia decirles esto, y todos los trabajos que suelen sufrir los que van a poblar nuevamente tierras de muy lejos. A lo cual todos me respondían que a eso venían, y por ganar honra en ello, más como fuese el contrario, como yo dije, ellos, en llegando acá, que vieron que yo les habia dicho la verdad, e, que su cudicia no habia lugar de hartarse, quisiéranse volver luego, sin ver que fuera imposible de conquistar y señorear esto, y porque yo no se lo consentí, me torearon odio, y no tenían razón, pues que por importunidad los habia traído y, hablado claro que yo venia a conquistar, y no por volver luego como aquel que ya habia visto otras semejantes, y que tenia cognoscida su intincion; y asimismo me tomaron odio porque yo no los consentía ir por la sierra adentro, derramados de dos en dos, o tres en tres, y algunos solos, por lo cual los indios habian muerto muchos, a esta causa, por andar asi derramados, y mataran más si yo no le remediara, como dije, y llegara su osadía a tanto, que me echaran sin debate de la tierra, si Nuestro Señor no lo proveyera. Rescibí en esto grande pena, asi como en los bastimentos que yo les habia de proveer; y algunos que no podian dar de comer en Castilla a un mozo, querrían tener acá seis e siete hombres, y que yo se los gobernase y pagase sueldo, que no habia razón ni justicia que los hiciese satisfechos.
Otros habian venido sin sueldo, digo (bien la cuarta parte), escondidos en las naos, a los cuales me fue necesario de contentar asi como los otros; en manera, que, desde entonces, en mayor pena con los cristianos que con los indios, y hoy en dia no acabo, antes por una parte se ha doblado y por otra se me alivia. Dóblaseme por este ingrato desconocido, Roldan, que vivía conmigo y los que con él son, a los cuales yo tenia hecha tanta honra, y a este Roldan (que no tenia nada), dado en tan pocos dias, que tenia ya más de un cuento, y a estotros que agora nuevamente se fueron allegando de Castilla, dado dineros y buena compañía, asi que estos me tienen en pena; de otra parte estoy aliviado, porque la otra gente siembran y tienen ya muchos bastimentos, e saben ya la costumbre de la tierra, e se comienza a gustar de la nobleza della y fertilidad, muy al contrario de lo que hasta aquí se decia: que creo que no haya tierra en el mundo tan aparejada para haraganes como esta, e muy mejor para quien quisiere ayuntar hacienda, como después diré, por no salir del propósito. Así que nuestra gente que vino acá, visto que no podían hinchir su cudicia, la cual era desordenada, y aun tanto que muchas veces he pensado y creído, que ella haya sido causa que Nuestro Señor nos haya cubierto el oro y las otras cosas; porque luego que acá salí al campo hice experimentar a los indios cuánto dello podían coger, y hallé que algunos que sabían bien dello cogían en cuatro dias una medida que cabia una onza y media, y asi tenia yo asentado con todos los desta provincia de Cibao, y les aplacia de dar de tributo cada persona, hombre y mujer, de catorce años arriba hasta setenta, una medida destas que yo dije de tres en tres lunas, y le cogí yo este tributo hasta que fui a Castilla, asi que esto tengo yo imaginado que la cudicia haya sido causa que se pierda. Mas estoy muy cierto que Nuestro Señor, por su piedad, no mirará a nuestros pecados, e que en viendo tiempo para ello, luego lo volverá con ventaja; la cual gente nuestra, después que vído que su parecer no les salia como tenían imaginado, siempre después estaban con congoja para se volver a España, e asi les daba yo lugar que fuesen en cada pasaje, y por mi desdicha, bien que de mi hubiesen recibido mucha honra y buen tratamiento, ellos, en llegando allá, decían de mí peor que de un moro, sin dar a ello ninguna razón, y me levantaron mil testimonios falsos, y dura esto hoy en dia: mas Dios Nuestro Señor, el cual sabe bien mi intincion y la verdad de todo, me salvará, asi como hasta aquí hizo, porque hasta hoy no ha habido persona contra mí con malicia que no le haya él castigado, y por esto es bien de echar todo el cuidado en su servicio, que él le dará gobierno. Allá dijeron que yo habia asentado el pueblo en el peor lugar de la isla, y es el mejor della, y dicho de boca de todos los indios de la isla; y estos que esto decían, muchos dellos no habian salido fuera del cerco de la villa un tiro de lombarda: no sé qué fe podían dar dello. Decían que morian de sed, y pasa el rio allí junto por la villa, aun no tan lejos como de Sancta María, en Sevilla, al rio; decian que este lugar es el más doliente, y es el más sano; bien que toda esta tierra es la más sana y de más aguas y mejores aires, que otra que sea debajo del cielo, y se debe creer que es asi, pues que en un paralelo y en una distancia de la línea equinoccial con las islas de Canaria: las cuales en esta distancia son conformes, mas no en las tierras, porque son todas sierras secas y altísimas, sin agua, ni sin fruto y sin cosa verde, las cuales fueron alabadas de sabios por estar en tan buena temperancia, debajo de tan buena parte del cielo, distantes de la equinoccial, como ya dije, mas esta Española es grandísima, que boja más que España, y muy llena de vegas, y campiñas, y montes, y sierras, y rios grandísimos, y otras muchas aguas y puertos, como la pintura della, que aquí irá, hará manifiesto, y toda populatísima de gente muy industriosa; asi que creo que debajo del cielo no hay mejor tierra en el mundo. Dijeron que no habia bastimentos, y hay carne y pan y pescado, y de otras muchas maneras, en tanta abundancia, que después de llegar acá, peones que se traen de allá para trabajar acá, que no quieren sueldo, y se mantienen a ellos y a indios que les sirven, y como se puede tomar por este Roldan, el cual va al campo, y es más de un año, con 420 personas, las cuales traen más de 500 indios que los sirven, e a todos los mantienen con mucha abundancia. Dijeron que yo habia tomado el ganado a la gente que lo trujo acá, y no trajo nadie dello, salvo yo ocho puercas, que eran de muchos; y porque estos eran personas que se querían volver luego a Castilla y las mataban, yo se lo defendí porque multiplicasen, mas no que no fuesen suyas, de que se ve agora que hay acá dellos sin cuento, que todos salieron desta casta, y los cuales yo truje en los navios y les hice la costa, salvo el primer gasto, que fue 70 maravedís la pieza en la isla Gomera.
Dijeron que la tierra de la Isabela, adonde es el asiento, que era muy mala y que no daba trigo; yo lo cogí y se comió el pan dello, y es la más fermosa tierra que se pueda cudiciar: una vega de 14 leguas de largo y dos de ancho, y tres y cuatro, entre dos sierras, y un rio muy caudaloso que pasa al luengo por medio della, y otros dos, no grandes, asi como muchos arroyos que de la sierra vienen a ellos, ni por pan de trigo cura nadie, porque estotro es mucho y mejor para acá y se hace con menos trabajo.
De todo esto me acusaban contra toda justicia, como ya dije, y todo esto era porque Vuestras Altezas me aborreciesen a mí y al negocio; mas no fuera asi si el autor del descubrir dello fuera converso, porque conversos, enemigos son de la prosperidad de Vuestras Altezas y de los cristianos, mas echaron esta fama y tuvieron forma que llegase a se perder del todo; y estos que son con este Roldan, que agora me da guerra, dicen que los más son dellos.
Acusáronme de la justicia, la cual siempre hice con tanto temor de Dios y de Vuestras Altezas, más que los delincuentes sus feos y brutos delitos, por los cuales Nuestro Señor ha dado en el mundo tan fuerte castigo, y de los cuales tienen aquí los Alcaldes los procesos. Otros infinitos testimonios dijeron de mí y de la tierra, la cual se ve que Nuestro Señor la dio milagrosamente, y la cual es la más hermosa y fértil que haya debajo del cielo, en la cual hay oro y cobre, y de tantas maneras de especias y tanta cantidad de brasil, del cual, sólo con esclavos, me dicen estos mercaderes, que se puede haber cada año 40 cuentos, y dan razón dello, porque es la carga ahí más de tres veces tanto cada año; y en la cual puede vivir la gente con tanto descanso, como todo se verá muy presto. Y creo, que, según las necesidades de Castilla y la abundancia de la Española, se haya de venir a ella muy presto de allá grande pueblo, y será el asiento en la Isabela, adonde fue el comienzo, porque es el más idóneo lugar y mejor que otro ninguno de la tierra, como se debe de creer pues que Nuestro Señor me llevó allí milagrosamente, que fue que no pude ir atrás ni adelante con las naos, salvo descargar y hacer asiento; y la cual razón rae movió a escribir esta escritura, por la cual dirán algunos que no era necesario de relatar fechos pasados, y los teman por prolijos y son tan breves, mas yo comprendí que todo era necesario, asi para Vuestras Altezas, como para otras personas que habian oido el maldecir con tanta malicia y engaño, lo cual se ha dicho sobre cada cosa de las escritas, y no solamente de las personas que fueron de acá, e más, con mucha crueldad, de algunos que no salieron de Castilla, los cuales tenían facultad de probar su malicia al oido de Vuestras Altezas, y todo con arte, y todo por me hacer mala obra, por envidia, como pobre extranjero; mas en todo me ha socorrido y socorre Aquél que es eterno, el cual siempre ha usado misericordia conmigo, pecador muy grande». Todo lo dicho es del Almirante, y dice más abajo, describiendo ciertas sierras:
«Estas sierras, ambas, son pobladas y eran populatísimas cuando yo vine acá, y se han algo despoblado, porque la gente dellas probaron guerra conmigo y nuestro Señor me dio victoria siempre, las cuales sierras, ambas, lo más dello son labradas y de preciosas tierras fértilísimas, etc.».
Muchas cosas habia en esta carta de notar, pero porque algunas quedan dichas en otros capítulos, y por abreviar, solamente aquesta postrera que dice el Almirante se debe notar: que la tierra halló populatísima cuando vino, pero que estaba algo despoblada, porque probaron guerra contra él los indios; y quiere decir, que por la guerra que él les hizo la habia despoblado algo. Y no es maravilla que la despoblase, pues enviaba los navios cargados de esclavos, y lo tenia y entendía tener por granjeria, ignorando tan malamente la justicia que los indios tenían de hacerle a él guerra y echarlo de la tierra a él y a todos los cristianos, y también del mundo, pues tantos agravios y males, él y ellos, les hacían, y la servidumbre durísima en que los ponían, estragándoles y desordenándoles totalmente su mansedumbre, su concierto pacífico, su ser todo, y humilde y natural policía, y finalmente con tanto daño de sus vidas, y de mujeres, y hijos; y él ni los cristianos contra ellos no tenían alguna justicia, antes iniquísima y contra toda razón natural injusticia.
A lo otro que dijo arriba, que habia avisado en Sevilla a los que querían venir acá, que no venia a esta isla, sino a conquistar, etc.; no mostrar4 el Almirante provisión ni mandado de los Reyes, que le mandasen conquistar estas gentes, por vía de hacerles guerra y destruirlas por guerras, porque no se las encomendaba la Sede Apostólica para esto, sino para convertirlas y salvarlas, trayéndolas a Jesucristo muerto y vivo por ellas. Esto claro parece por el primer capítulo de la Instrucción que le dieron, que arriba en el cap. 81.º pusimos. Item, ¿cómo habian de mandar los Reyes católicos y píos, que conquistase por guerras a gente que el Almirante mismo habia loado, predicado y encarecido por humilísimas, graciosas, humanas, hospitales, liberales, dadivosas, caritativas, bonísimas y simplicísimas? Manifiesto es que no se debe creer, que teniendo tal noticia, dada por el mismo Almirante, y con verdad y mucha razón, pues tan buen acogimiento halló en todos los lugares destas islas donde llegó, mayormente cuando perdió la nao en el puerto de la Navidad, reino del Rey piadoso Guacanagarí, como parece en los capítulos 59 y 60 y en los siguientes, y esta relación hicieron los Reyes al Papa, de la bondad y mansedumbre de estas naciones, que no le habian de mandar que las conquistase con guerra; y si los Reyes le dieron tai provisión, él no la habia, como injusta, de cumplir, arbitrando que habian sido mal informados.