CAPÍTULO CLXXVI

Referido habernos los descubridores o rescatadores que vinieron el año de 1499 y 500 a la Tierra Firme, después que supieron que el Almirante la habia descubierto (aunque, creyendo que era isla, nombróla isla o tierra de Gracia, como se ha visto arriba), y también, como acaso descubrieron los portogueses, yendo a la India, un pedazo della, que llaman ellos hoy el Brasil, y nosotros el cabo de Sant Agustín, el cual, por concierto de los reyes de Castilla y Portogal, cupo, y asi es hoy, de los portogueses; incidentemente, también trujimos lo que manifestaron de la condición y hospitalidad pacífica, y humana conversación, que en los vecinos y moradores de aquella tierra hallaron, conformándose con lo que los nuestros castellanos, Vicente Yañez y Diego de Lepe, dellos, en la misma materia, dijeron; de allí añadimos, infiriendo y probando por ejemplos, que testifican los predicadores también portogueses, la disposición e idoneidad para recibir nuestra sancta fe que hay en ellos, por el fruto grande que Dios siempre saca, por medio de los trabajos de sus predicadores.

Requiere, pues, la orden de los dias y meses del dicho año de 500, tornar a tratar y continuar las angustias, y adversidades y caida total del Almirante, y que, más amargas y aflictivas, entre todas las que toda su vida tuvo, le lastimaron y afligieron. Ya dijimos arriba, en el cap. 161.º, como después de llegados los cinco navios a Castilla quel Almirante despachó, venido del descubrimiento de Paria, con las nuevas del levantamiento de Francisco Roldan, luego, por Mayo, determinaron los Reyes de enviar otro Gobernador a esta isla, y quitalle a él la gobernación, y tomaron los Reyes color de que él mismo escribió a Sus Altezas, que les suplicaba que enviasen Juez pesquisidor, para que hiciese información de los delitos e insultos y levantamiento del dicho Roldan y de sus secuaces, y también juez que tuviese cargo de la administración de la justicia, como se dijo en el cap. 159.º, y allí les suplicaba que tuviesen respecto a sus servicios, y que no se le perjudicase a sus preeminencias; donde parece que temia lo que le vino y no lo habia él por tanto.

Eligieron a un Comendador de la orden de Calatrava, que se llamó Francisco de Bobadilla, y diéronle provisiones y nombre de Pesquisidor, con que al principio en esta isla entrase, y también de Gobernador, que, cuando fuese tiempo, publicase y usase. Comenzáronse los despachos en Madrid, por Mayo del año de 99, luego que llegaron los cinco navios, como algunas veces se ha dicho, pero no lo despacharon hasta el mes de Junio del año siguiente de 1500, que vinieron el Rey y la Reina a Sevilla, y de allí a la ciudad de Granada, sobre el levantamiento de los moros o moriscos del Lanjarón, o Sierra Bermeja, donde acaesció, que yendo sobre ellos D. Alonso de Aguilar, caballero muy señalado en prudencia y esfuerzo, de quien procede la casa de Aguilar y marqués de Pliego, lo mataron, desastre que mucho pesar dio a los Reyes y a todo el reino. Por manera, que tardó su despacho todo un año, porque debían los Reyes, por ventura, o de esperar algún navio que fuese de acá con nueva de estar Roldan y su compañía reducidos, y esta isla sosegada, ó, que como enviasen a deponer al Almirante de su estado, quitándole la gobernación, cosa, cierto, muy grande para quien tanto se le debia y les habia merecido, y con tan inmensos trabajos, querian muy bien mirallo, y hacíaseles de mal efectuallo; pero como llegaron las dos carabelas donde venian los procuradores de los alzados y del Almirante, aunque ya quedaba Francisco Roldan reducido y asosegado, vistas las quejas que dieron del Almirante y los daños pasados, y supieron cosas muchas que los unos y los otros relataban, y que convenia remediallas, determinaron, que el comendador Bobadilla prosiguiese su viaje; diéronle muy cumplidos despachos, y, entre ellos, muchas cartas y cédulas en blanco.

Como por las cartas postreras del Almirante, que vinieron en los dos dichos navios, supiese la Reina, de gloriosa memoria, que el Almirante habia dado a cada uno de los que allí venían un indio por esclavo, y que, si no se me ha olvidado, eran 300 hombres, hobo muy gran enojo, diciendo estas palabras: «¿qué poder tiene mió el Almirante para dar a nadie mis vasallos?» y otras semejantes; mandó luego apregonar en Granada y en Sevilla, donde ya estaba la corte, que todos los que hobiesen llevado indios a Castilla, que les hobiese dado el Almirante, los volviesen luego acá, so pena de muerte, en los primeros navios, o los enviasen; y mi padre, a quien el Almirante habia dado uno y lo habia llevado en el susodicho viaje de los dos navios o carabelas, que yo en Castilla tuve, y algunos dias anduvo conmigo, tornó a esta isla, con el mismo comendador Bobadilla, y lo trajo, y después yo lo vide y traté acá.

Yo no sé por qué más estos 300 indios quel Almirante habia dado por esclavos, mandó la Reina tornar con tanto enojo y rigor grande, y no otros muchos que el Almirante habia enviado, y el Adelantado, como arriba puede verse; no hallo otra razón, sino que los que hasta entonces se habian llevado, creia la Reina, por las informaciones erradas que el Almirante a los Reyes enviaba, que eran en buena guerra tomados.

Pero esta ceguedad del Almirante, y suponer la Reina que podia el Almirante hacelles guerra, procedía y siempre procedió de la del Consejo, y letrados que en él los Reyes tenían, la cual en ellos era intolerable y más que culpable, porque no les era lícito ellos ignorar el derecho y justicia destas gentes, que consistía en ser pueblos libres que tenían sus reinos y Reyes y señores, dominios y jurisdicciones, y que les pertenecían de derecho natural y de las gentes, y que no los perdían solamente por carecer de fe y no ser cristianos, ni los podían los reyes de Castilla dellos privar, solamente por habellos descubierto el Almirante, ni tampoco porque la Sede apostólica se los hobiese encomendado para convertillos, y que vivían en su paz en sus tierras y casas, sin ofensa de nadie, y, por consiguiente, que no debian, por guerra, o daño, o injuria, que fuera de sí mismos hobiesen otros hecho, algo a alguien.

Y si por 300 indios que dio el Almirante, injustamente, a los españoles que por entonces vinieron, por esclavos, la Reina, de buena memoria, tanto enojo recibió, y tan grave pena como la de muerte mandó poner, porque todos los tornasen, y aun quizá fue aqueste enojo, de indignarse más contra el Almirante, harta causa; ¿cómo sintiera, y cómo sufriera, y qué indignación recibiera, y qué penas pusiera cuando llegara a su noticia que se hacían y se hicieron iniquísimamente, sobre más de seis cuentos de ánimas, esclavos? Pero pasemos adelante, porque la historia lo referirá, si a Dios place.

Tornando al ristre la lanza, enviaron los Reyes con el dicho comendador Bobadilla cierta gente a sueldo, para que viniese acompañado, no supe el número cuánto; y, como dije, hizose a la vela con dos navios o carabelas, creo que, mediado o en fin de Junio de 1500 años.

Entre tanto andaba el Almirante, con toda solicitud, haciendo prender los nuevamente alzados, como arriba dije, y el Adelantado por su parte, y, los que podian prender, ahorcando, y para ahorcarlos, donde quiera que los hallase, traia un clérigo consigo para confesarlos; todo a fin de, teniendo en obediencia los cristianos, sojuzgar los indios y constreñilles a que pagasen el tributo a que los habia obligado, y el Francisco Roldan hobo por su rebelión quitado. Y el fin de los fines del Almirante no era otro, sino dar y enviar a los Reyes dinero, por servillos y contentallos, y recompensarles los gastos que hacían, para que también cerrasen las bocas sus adversarios. Y asi, dijo él a los Reyes que este año de 500, que habia traído toda la gente desta isla Española, porque era, dice él, sin número, por virtud divinal, a que estuviese debajo de su real señorío y obediendia, en tanto grado, que se iba por toda ella, que es mayor, dice él, que toda España, sin temor alguno, un sólo cristiano, y mandaba al mayor Cacique que en ella habia, y era obedecido.

Y dice más, que en este año mismo de 500, tenia ordenado de juntar los pueblos de los indios en pueblos gruesos, y que se tornasen todos cristianos y sirviesen a Sus Altezas como los vasallos de Castilla, en manera que, sin agravio suyo, y sin premia desordenada, sino con muy mucha templanza, rentarían cada un año 60 cuentos; y que el año de 503, hobiesen los Reyes de renta, en oro, 120.000 pesos, y que hace juramento (y esta era su manera de jurar, «hago juramento»), que lo tenia esto por tan cierto, como tener 10.000 pesos. Más pensaba hacer en este año de 500; enviar a edificar una fortaleza en la tierra de Paria, por la pesquería de las perlas, de donde pudiese a Sus Altezas enviar cada un año una gran cantidad dellas, porque no se podia decir el número y peso y valor que tenían, y que cuando las descubrió, sino fuera por los bastimentos que se le dañaban, tenia por cierto que enviara una pipa, dellas llena; y entonces, a mi parecer, no fuera mucho enviar grande número dellas. Todo lo susodicho, y otras muchas cosas, dice el Almirante que habia de hacer aqueste año de 500, sino que, cuando urdía, cortóle Dios la urdiente de la tela que disponía tejer.

Historia de las Indias
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