CAPÍTULO CLXI
Cuanto a sospechar que podía ser que el Paraíso terrenal estuviera en parte de aquella región, tampoco el Almirante opinaba fuera de razón, supuestas las novedades y mudanzas que se le ofrecían, mayormente, la templanza y suavidad de los aires, y la frescura, verdura y lindeza de las arboledas, la disposición graciosa y alegre de las tierras, que cada pedazo dellas parece un paraíso, la muchedumbre y grandeza impetuosa de tanta agua dulce, cosa tan nueva; la mansedumbre y bondad, simplicidad, liberalidad, humana y afable conversación, blancura y compostura de la gente.
De lo cual dice asi: «La Sacra Escriptura significa que Nuestro Señor hizo el Paraíso terrenal, y en él puso el árbol de la vida, y del sale una fuente de donde resultan en este mundo cuatro rios principales, Ganges y Euphrates, Tigris y Nilo. Yo no hallo ni jamás he hallado escritura de latinos ni de griegos que certificadamente diga el sitio en este mundo del Paraíso terrenal, ni he visto en ninguna mapamundi, salvo situado con autoridad de argumento; algunos le ponían allí donde son las fuentes del Nilo en Etiopía, mas otros anduvieron todas estas tierras, y no hallaron conformidad dello en la temperancia del cielo, en la altura hacia el cielo, porque se pudiese comprender que era allí. Algunos gentiles quisieron decir, por argumentos, que él era en las islas Fortunadas, que son las Canarias, etc.; Sant Isidro, y Beda, y Strabon y el Maestro de la Historia escolástica, y Sant Ambrosio, y Scoto, y todos los santos teólogos conciertan que el Paraíso está en el Oriente. Ya dije lo que yo hallaba deste hemisferio y de la hechura, y creo que si yo pasara por debajo de la línea equinoccial, que en llegando allí, en esto más alto, que hallara muy mayor temperancia y diversidad en las estrellas y en las aguas, no porque yo crea que allí donde es el altura del estremo sea navegable, ni agua, ni que se pueda subir allá, porque creo que allí es el Paraíso terrenal, a donde no puede llegar nadie, salvo por voluntad divina; y creo que esta tierra que agora mandaron descubrir Vuestras Altezas, sea grandísima, y haya otras muchas en el Austro, donde jamás se hobo noticia. Yo no tomo quel Paraíso terrenal sea en forma de montaña alta, áspera, como el escribir dello nos amuestra, salvo que sea en el colmo, allí donde dije la figura del pezón de la pera, y que poco a poco, andando hacia allí desde muy lejos, se va subiendo a él, y creo que pueda salir de allí esa agua, bien que sea lejos, y venga a parar allí, de donde yo vengo, y faga este lago. Grandes indicios son estos del Paraíso terrenal, porque el sitio es conforme a la opinión destos santos e sacros teólogos, y asimismo las señales son muy conformes, que nunca jamás leí ni oí que tanta cantidad de agua dulce fuese asi, dentro e vecina de la salada, y en ello ayuda asimismo la suavísima temperancia; y si de allí del Paraíso no sale, parece aún mayor maravilla, porque no creo que se sepa en el mundo de rio tan grande y tan fondo». Todas estas son palabras del Almirante, con su humilde, y falto de la propiedad de vocablos, estilo, como que en Castilla no habia nacido.
Por las cuales no parece muy oscuro, el Almirante no ser poco experimentado en la lectura divina y de historias antiguas y doctrina de santos doctores, y de autores también profanos. Para mostrar de esto algo, y para que se vea que no irracionablemente, sino con probables y razonables motivos, podia opinar y sospechar, al menos, estar por aquella Tierra Firme, o cerca, o lejos della, la región donde está situado el Paraíso terrenal, cuatro cosas cerca dello quiero aquí, declarando algunas que toca el Almirante, decir: la una, lo que por los autores, de la altura del Paraíso terrenal, se dice; la otra, en qué sitio región o parte de la tierra está, o si en isla o en Tierra Firme; la tercera, de la grandeza o tamaño y capacidad del; la cuarta, de las calidades (algunas, empero), que al propósito hacen, que tenia y hoy tiene.
Cerca de lo primero, esta es sentencia común de todos los doctores, que es el más alto lugar de la tierra, y asi lo dice Damasceno, libro II, cap. 2.º, De ortodoxa fide: In Oriente quidem omni terra celsior, etc. Strabo, que fue hermano de Beda, sobre el Génesis, e pénese en la glosa ordinaria, dice, que tan alto, que llega al cielo de la Luna: Locus remotissimus pertingens usque ad circulum Lunae, etc; y el Maestro de las Historias, en el cap. 13.º, sobre el Génesis, afirma lo mismo; el Maestro de las Sentencias, en el II, distinción 17, lo refiere. Muchas sentencias y diversas, nacieron de la altura del Paraíso, pero la verdadera es, que pues la Sagrada Escritura no explica cuánta sea, ninguno puede naturalmente definirla, y por esto lo que se ha de tener es, que tanta es su altura, cuanta convenia a la buena y salubre vivienda de los hombres en el Paraíso; esta era la templanza del lugar, que delectablemente allí se viviese, esto que ni hubiese calor ni afligiese el frió, sino que estas calidades fuesen reducidas a el medio, de donde procediese la sanidad, y las cosas que allí hobiese no se corrompiesen, o no fácilmente fuesen corrompidas. La corrupción se hace por la acción de la contrariedad, y, para impedir esta contrariedad, necesario era no estar el Paraíso en lugar de acción vehemente para causar contrariedad; y porque en el fuego hay extremo de contrariedad, que es el gran calor, y en el aire también caliginoso hay extremo de contrariedad, que es gran frió, y en la tierra, puesto que no hay extremo de contrariedad, sino una mezcla de frió y calor por la incidencia y reflexión de los rayos del sol, y por esta causa hay alguna templanza, pero es poca, y es con acción de contrariedad, por esta razón ni pudo ponerse el Paraíso terrenal que llegase al cielo de la luna, porque el elemento del fuego que llega al cóncavo de la luna quemara todas las cosas y a todo el Paraíso terrenal, ni tampoco ponerse entre el aire turbio y caliginoso, por la mucha frialdad, que todo también lo mortificara. En la tierra estuviera con menos daño, porque hay en ella un poco de templanza, pero todavía por la mucha acción de contrariedad, muy presto en ella las cosas se corrompen, porque este lugar de nuestra habitación tiene el aire turbulento, por los vapores y exhalaciones que salen de la tierra y del agua, por lo cual no puede haber mucha sanidad en él. Fué, luego, necesario dar tal sitio y lugar al Paraíso donde no hobiese alguna acción de contrariedad, pero mayor y menor temperancia y serenidad; este lugar, no es otro sino la tercera región del aire, que está luego sobre la del aire caliginoso y turbio, porque allí hay poca acción de contrariedad, la que basta para alguna generación y corrupción.
Que este lugar se pueda, como es dicho, persuadir el Paraíso donde esté situado, conviene a saber, la tercera región del aire, parece asi, porque otros montes hay en la tierra que llegan hasta allí; uno es, aquel tan nombrado y celebratísimo, y asi admirable en altura, Olimpo, el cual es tan alto que parece llegar al cielo, y por esta causa, entre los griegos, el nombre del cielo y el del monte Olimpo, uno no más es, y asi, la cumbre del, llaman las gentes de aquella tierra, cielo; dice Olimpo, cuasi olo lampus, que quiere decir, cielo. Deste dice Sant Isidro, libro XIV, cap. 8.º, de las Etimologías, que Olimpo es un monte de Macedonia demasiadamente alto, que las nubes se vean debajo del; del cual canta Virgilio: Et nubes excesit Olimpus, y asi parece que aquel monte suba sobre las nubes que están en la segunda región del aire, o en el aire caliginoso.
Y más, se dice, que todas las pasiones y turbulencias del aire sobrepuje, por lo cual los filósofos que allí subían a contemplar los sitios y cursos de las estrellas, no podían vivir en aquel monte sino llevaban consigo esponjas con agua bien imbuidas y empapadas, de las cuales chupando y atrayendo a sí el agua, dice que espesaban el aire para lo atraer y poder respirar y vivir, porque por su sotileza de aquel aire superior y puro, no se podia atraer para respirar o resollar, y asi no podían los hombres vivir, ni las aves pudieran allí volar, por no poder sostener el peso del cuerpo dellas; asi lo dice Sant Agustín sobre el Genesi, ad literam, cap. 14.º, en la obra imperfecta. Esto se trata también en el libro De propietatibus rerum, libro XIV, cap. 29.º, hablando del monte Olimpo, y alega al Maestro de las Historias, y no señala en qué lugar. Y que este monte Olimpo trascienda el aire caliginoso parece por un cierto argumento, porque allí ni hay jamás viento ni lluvias, y estaba en él un templo dedicado a Júpiter, donde, cuando se ofrecían los sacrificios, escribían ciertas letras en la ceniza o en el polvo, y cuando volvian otro año, al tiempo de hacer las ceremonias de los sacrificios, se hallaban las mismas letras en la ceniza, sin haberse deshecho, lo que no pudiera ser si viento o lluvia allí cayera; asi lo toca Sant Agustin, donde dije arriba, y más largo lo dice Solino en su Polistor, cap. 13, y asi parece que el monte Olimpo sobrepuja las impresiones del aire caliginoso y, oscuro, y por consiguiente, llega a la tercia región del aire, que es toda serena, y con todo eso, no es tanta su altura que no pudiesen subir a él los filósofos a especular y los sacerdotes a ofrecer sacrificios.
Y no solamente Olimpo, monte, sobrepuja las nubes, pero también el monte Athos en Macedonia o en Tracia, del cual dice el mismo Solino en el cap 21, y Pomponio Mela, libro II, cap. 2.º, que es más alto que el lugar de donde descienden las lluvias, y este lugar es la media región del aire, de tal manera que: capit opinio fidem quod de aris quas in vertice sustinet, non abluitur cinis sed quo relinquitur aggere manet. Y tiene otra cosa que se tiene por una de las maravillas del mundo, que llega con su sombra hasta la isla Lemno, una de las del Archipiélago, que está del 86 millas, que son más de 28 leguas. Quod non frustra inter miracula notaverunt cum Athos Lemno sex et octoginta millibus pasuum separaretur. Lo mismo dice Sant Isidro, libro XIV, cap. 8.º de las Etimologías.
Y, cierto, la isla de Tenerife en las Canarias, y la isla del Pico en las de los Azores, no creo que son muy menos altas que las dichas, como quiera que las veamos, a lo menos la del Pico, 40 leguas en la mar, y mucho más alta la cumbre dellas que las nubes, y que parecen por debajo del.
Pues si estas sierras o montes ya dichos llegan a la tercera región del aire, que es toda serena y suave, no es difícil cosa de creer y conceder que el Paraíso terrenal suba encima de los vientos y de las lluvias en la región tercera del aire, al cual, con más razón podemos dar mayor altura que a los montes comunes de que ya tenemos cierta noticia.
Finalmente, es dé concluir que el Paraíso terrenal está en lo más alto de toda la tierra, y sobrepuja todos los otros altos montes por altos que sean, donde las aguas del Diluvio no pudieron llegar, o por su altura, o porque no convino que llegasen, las cuales sobrepujaron 45 codos a todos los más altos, parece. Génesis, 7.
Pues trayendo lo dicho al propósito, como el Almirante considerase la tierra no ser esférica del todo, como ya se probó, y la necesidad del lugar o altura del Paraíso, pudo imaginar el dicho monte o lugar ser como el pezón de la pera, como lomas alto de toda la tierra, puesto que la semejanza de las cosas en todas las particularidades no se pueda ni deba guardar, porque de otra manera, una cosa no seria semejante a otra sino ella misma.