CAPÍTULO CLXIX
Partido de allí del Cahay, donde le tomaron la barca con sus navios, Hojeda, Francisco Roldan, como hombre astuto, diligente y de guerra, estúvose por allí algunos dias hasta ver si volvía a hacer algún salto Hojeda en la tierra, porque cognoscia del que era hombre para hacerlo, y desde a pocos dias recibió aviso que habia saltado en cierta parte, la costa abajo, creo yo, donde procuró de hacer pan para su camino. Escribiólo Roldan luego al Almirante, y determina de ir a prenderle, y apareja seis canoas, en las cuales dijo que podian caber 80 hombres; y, porque envió dos mancebos hábiles y sueltos en una canoa por la mar para espiar y especular lo cierto dello, y vide otras cartas de Roldan para el Almirante, escritas después, luego, desto, y no hacian mención de la estada de Hojeda, estimo que debia de ser ya ido cuando llegaron los mancebos.
Con este favor de haber echado a Hojeda de la tierra, dijeron algunos, o los más que allí estaban, a Francisco Roldan, que se querían allí avecindar; Roldan les dijo que se escribiesen y que enviaría al Almirante la memoria, y enviaría quien les repartiese las tierras en que hobiesen de labrar, y porque se les hacia grave esperar tanto, señálales él a cada uno en que labrase, como si aquellas tierras no tuvieran dueños; y ¡ojalá aquí parara la tiranía!
Pidiéronle más, porque ellos no entendían abajar el lomo, que les diese quien les ayudase a labrar; él, viendo, dice él, que era bien contentarlos, díjoles que quería hacer con ellos una liberalidad, conviene a saber, que el Almirante le habia hecho merced de que el rey Behechio con toda su gente le sirviesen de las cosas de sus labores, y no a otro ninguno, que los tomasen ellos y se sirviesen dellos en sus labores y los contentasen: estas son palabras del mismo Roldan al Almirante, que yo vide firmadas de su nombre. El contentamiento era, que les habian de servir aunque les pesase, y darles después un espejuelo y un cuchillo, o unas tijeras; veis aquí el repartimiento claro cómo se va entablando. Y que se diga que a un tan gran Rey como Behechio, que el Almirante diese para que sirviese a Roldan, y Roldan lo diese a los hombres viles, y quizá entre ellos azotados, para los servir, e que repartiesen entre sí sus vasallos, ¿qué mayor tiránica maldad? Pero pasemos adelante.
Así que, tornando al propósito, todavía mandó el Almirante a Roldan que estuviese por allí algunos dias, porque se quería ir adonde el Almirante estaba, sospechando el Almirante que tornaría Hojeda. Muy bien lo hizo Francisco Roldan en todo este negocio en aventar a Hojeda de la tierra, porque, cierto, si Hojeda prevaleciera, yo creo que fueran peores los escándalos y turbaciones, daños y destrucción más vehemente de indios que la hobo, aunque mucha fue, en tiempo del alzamiento de Roldan, porque todos los más de los españoles que acá estaban, estaban corruptísimos y depravados, y cudiciosísimos de alborotos y guerras, enemigos de toda concordia y paz, y esto no era sino porque Dios los habia dejado de su mano, por las guerras y agravios, opresiones y muertes injustas, y violencias que hacian sin cesar a los indios; la razón es, porque tiene Dios esta regla en su universal e infalible providencia, que cada uno sea punido por lo que, y de la manera que, peca y le ofende, y en aquello que él damnifica a su prójimo. El medio e instrumento que aquellos tenían para nunca dejar de tratar de revueltas y desasosiegos entre sí mismos, era la ociosidad y vida deliciosa y holgada que tenían, y el señorío que habian usurpado sobre los indios humildes y mansísimos, por lo cual se hacian elatos y soberbios y presumidores de sí mismos, y menospreciadores de los otros, de donde se habia de seguir, de necesidad, las disensiones, reyertas y confusión entre sí, y no pensaren otra cosa sino en reñir y en supeditar los unos a los otros, como vemos cada dia en la gente de guerra; y esta excedía todas las otras de aquella calidad y oficio, en tanto grado, cuanto más ofendian a Dios en destruir estas inocentes gentes, sin causa ni razón, y más alongados estaban de su Rey, a quien temiesen, y con mayor licencia y libertad estaban atollados y zabullidos en las espurcicias y fealdades de los vicios bestiales, en que conversaban con grandísima injuria de sus prójimos, tomándoles sus propias mujeres y hijas, con toda ignominiosa violencia.
Por aquí considerará cualquiera, que sea fiel y verdadero cristiano, qué doctrina, qué ejemplo, qué fama, qué estima cobrarían estas gentes de la religión cristiana, y qué amor, y afección, y cudicia temían para recibirla, y cuan al revés, y por el contrario de como se debia, se entró en estas tierras y reinos ajenos, no siendo otra la causa legítima para poderse entrar en ellos, sino la paz, sosiego, edificación, conversión y salvación dellos.
Y porque no falte otro testigo de todo esto, estaba entonces en esta isla un caballero que tenia por nombre D. Hernando de Guevara, primo de Adrián de Muxica, que arriba nombramos y abajo diremos, y este Adrián era uno de los alzados con Roldan; no me acuerdo si el D. Hernando, que yo bien cognoscí en esta isla, y a sus hermanos en Castilla, si anduvo alzado con Roldan; finalmente, por no andar muy quieto, el Almirante le mandó que saliese de la tierra, y, en cumplimiento de su mandado, sabiendo como Hojeda andaba por la provincia de Xaraguá, fuese allá, por irse con él, pero cuando llegó ya Hojeda era ido. Francisco Roldan le dijo que viese y escogiese la estancia donde le placía estar, con los cristianos que estaban por los pueblos de los indios, haciendo la vida que arriba dijimos, repartidos, y que allí se fuese hasta que el Almirante mandase otra cosa. El cual eligió el Cahay, que arriba nombramos (donde Hojeda perdió el batel y blandeó su entereza), porque Adrián, dijo D. Hernando, tiene allí ciertas aves y perros; estos perros, traídos de Castilla, eran acá muy preciosos para cazar las hutías, que arriba dijimos ser los conejos. Aceptada por Roldan la elección de su estado, díjole que se fuese en hora buena a holgar a allí, e con esto se despidió D. Hernando de Roldan.
D. Hernando se fue por casa de la señora Anacaona, hermana del rey Behechio, y tomóle una hija muy hermosa que tenia, que se llamó Higueymota, puesto que dijo D. Hernando que su madre se la dio, y es de creer, porque creia que la daba por su mujer, y D. Hernando era muy gentil hombre y de autoridad, y parecía bien ser de generosa casta. Recibida o tomada la señora Higueymota, detúvose allí con ella dos dias, sin saberlo Roldan, y envió por un clérigo, para que la bautizase, porque desta manera se administraban entonces los Sanctos Sacramentos, en especial el del bautismo. Sabido por Roldan hobo mucho enojo, de quien también me dijeron que la tenia el Roldan por amiga, y porque estaba enfermo de los ojos, envióle a decir que se maravillaba del, y lo mal que lo hacia, y que le rogaba que se fuese a la estancia que habia escogido, y que mirase que habia defendido aquella señora siempre, que no le fuese hecha injuria, y el daño que le hacia, y cuánto enojo dello recibiría el Almirante. Vino D. Hernando, con poco sentimiento y con poca vergüenza de su pecado, a contar a Francisco Roldan con mucho placer lo que le habia acaecido, y que le rogaba que le dejase estar allí; Roldan le dijo, como hombre prudente, que aquello era en sí malo, y, allende de esto, que el Almirante se indignaría contra él porque se lo habia consentido, y más, que como él estuviese en desgracia del Almirante, a él no le convenia que allí estuviese con él porque el Almirante no sospechase que no andaba en su obediencia con simplicidad, y otras razones con que se convenció D. Hernando, y asi se fue a donde le estaba señalado; pero, porque los que están fuera de la gracia de Dios y en un pecado no pueden asosegar sin que cometan otros peores y más graves, desde a tres dias, con cuatro o cinco hombres, tórnase a su querencia, como animal bruto, D. Hernando.
Sabida por Roldan la tornada de D. Hernando, envióle con dos hombres a decir cuan mal lo hacia, y que le rogaba y mandaba, de parte de la justicia, que se fuese de allí adonde le estaba señalado; D. Hernando comenzó a hablar desmandado, y, entre otras palabras, decía que Roldan tenia necesidad de tener amigos, porque él sabia de cierto que el Almirante le andaba tras cortar la cabeza, y otras semejantes, indiscretas, escandalosas palabras y desvariadas.
Dícenlo a Roldan, envíale a mandar que se vaya luego de la provincia, y se vaya a se presentar al Almirante. Humíllase a Roldan y ruégale que lo deje por agora hasta que el Roldan fuese a donde el Almirante estaba; concédeselo Roldan para más justificar su causa. Era necesario, por la regla arriba dicha, que Dios dejase a D. Hernando derrumbarse a mayores pecados. Acuerda de matar a Francisco Roldan, o sacarle los ojos, por vengarse de la injuria que le hizo en no haberle castigado y desterrado, luego que supo que a la señora Higueymota habia por manceba tomado, y porque, para hacer cosa tan atrevida y para salvarse, habia menester no pocos que contra el Almirante y la justicia le ayudasen, él, por su parte, y otros que habia por sí y a sí allegado, anduvieron persuadiendo y solevantando a muchos (que habia poco que trabajar, para a rebelión cualquiera levantarlos), y asi comenzaba otra peor que las pasadas.
No quiso Dios permitirlo, puesto que los unos y los otros merecían que se consumieran y despedazaran, como habian hecho y hacían en los indios a cada paso. Fue avisado Roldan, y, como diligente y astutísimo, y bien proveído, prevínolos, y, con buena manera que en ello tuvo, prendió luego a D. Hernando y siete de los más principalmente culpados. Hácelo saber al Almirante para que le escriba lo que manda; porque, como hombre muy bien sabido, no quiso hacer cosa por su autoridad; lo uno, por el acatamiento y preeminencia del Almirante, la cual, mucho, después de reducido, guardaba, lo otro, porque reusaba ser juez en su causa propia, y con razón lo consideraba.
El Almirante le escribió mandándole que se los enviase presos a la fortaleza desta villa o ciudad de Sancto Domingo. Entretanto, como supiese Adrián de Muxica que estaba preso su primo D. Hernando, andaba por la Vega y por los lugares donde estaban los cristianos, por los pueblos de los indios; derramados, haciendo juntas y bullicios, provocandólos a levantamiento, o sólo para libertar a D. Hernando, o con otros intentos que él hoy se sabe, donde quiera que Dios le haya puesto, si es salvo o condenado; la fama pública fue, que tenia propósito de soltar a D. Hernando, y matar a Francisco Roldan y al Almirante. Juntó en pocos dias muchos de pié y de caballo; el Almirante, que estaba en la fortaleza de la Concepción, fue avisado de uno dellos, que se llamó Villasancta, que yo bien cognoscí por muchos años, y, no teniendo consigo sino seis o siete criados de su casa y tres escuderos de los que ganaban sueldo del Rey, supo dónde estaban, y va una noche, y dá sobre ellos y desbarátalos, donde prendió al Adrián y a otros, y, traídos a la fortaleza, mandó luego al Adrián ahorcar; y, diciendo él que le dejasen confesar, dijo el Almirante que le confesase un clérigo que allí estaba, y, cuando el clérigo se ponia a confesarle, se detenia y no quería confesar, y esto hizo algunas veces. Viendo el Almirante que lo hacia por dilatar su muerte, mandó que lo echasen de una almena abajo, y asi lo hicieron; daba voces que lo dejasen confesar, porque, por temor de la muerte, no se acordaba de sus pecados, y que dejaba condenados a muchos que no tenían culpa, pero no le aprovechó nada.
Esto era entre nosotros público, y se platicaba asi por muchos como cosa cierta y fresca, porque no habia obra de año y medio o dos que habia acaecido cuando yo vine a esta isla. Otros mandó también ahorcar, y prendió muchos el Adelantado, de los del concierto, y fue tras otros que se huyeron, cuando prendió a Adrián, a Xaraguá; después vide yo cierto proceso, donde hobo muchos testigos que dijeron lo que aquí he dicho.
Prendió en Xaraguá, el Adelantado, muchos, y creo que oí muchas veces que habian sido 16, los cuales metió en un hoyo, como pozo, hecho para aquél fin, e los tenia para ahorcar, sino que vino a la sazón quien se lo impidió, como se dirá, queriendo Dios. Mandó prender el Almirante a Pedro de Riquelme, el muy amigo de Francisco Roldan, que tenia su casa en el Bonao, y a otros, y ponerlos en la fortaleza de Sancto Domingo, los cuales estaban muy propincuos para ahorcarlos con D. Hernando; todas estas cosas se hacían por el mes de Junio, y Julio, y Agosto del año de 1500. Y dejemos agora aquí el estado desta isla en estas inquietudes, y cómo andaba el Almirante y el Adelantado a caza de los que se huian, que debían de haber consentido, o al menos presumíase, en los alborotos que habia renovado Adrián, y a todos los que tomaban se daban priesa en despacharlos; y será bien tornar un poco atrás, a lo que más sucedió en el año de 1499, y tratar de los otros descubridores o cudiciosos allegadores, que se movían en el tiempo que Hojeda se movió, por las nuevas que fueron en los cinco navios, de haber descubierto a Tierra Firme y las perlas, el Almirante.