CAPÍTULO CXXXI
Miércoles, 4 dias de Julio, mandó alzar y dar las velas de aquella isla de Santiago, en la cual, dice que, después que a ella llegó, nunca vído el sol ni las estrellas, sino los cielos cubiertos de tan espesa neblina, que parecía que la podían cortar con cuchillo, y calor intensísimo que los angustiaba, y mandó gobernar por la vía del Sudueste, que es camino que lleva desde aquellas islas al Austro y Mediodia, en nombre, dice él, de la Santa e individua Trinidad, porque entonces estaría Leste-Oeste con la tierra de la Sierra Leona y cabo de Sancta Ana, en Guinea, que es debajo de la línea equinoccial, donde dice que debajo de aquel paralelo del mundo se halla más oro y cosas de valor; y que después navegarían, placiendo a Nuestro Señor, al Poniente, y de ahí pasaría a esta Española, en el cual camino vería la opinión del rey D. Juan, susodicha. Y que pensaba experimentar lo que decían los indios de esta Española, que habia venido a ella, de la parte del Austro y del Sueste, gente negra, y que trae los hierros de las azagayas de un metal que llaman guanin, de lo cual habia enviado a los Reyes hecho el ensayo, donde se halló que de las treinta y dos partes, las diez y ocho eran de oro, y las seis de plata, y las ocho de cobre.
Prosiguiendo por este su camino del Sudoeste, comenzó a hallar hierbas de las que se topan camino derecho destas Indias; y dice aquí el Almirante, después que anduvo 480 millas, que hacen 120 leguas, que, en anocheciendo, tomó el altura, y halló que el estrella del Norte estaba en 5o; pero a mí parece, que debia haber andado más de 200 leguas, y que está errada la letra, porque más camino hay por aquel rumbo de 200, desde las islas de Cabo Verde y de la de Santiago, de donde partió, hasta ponerse un navio en 5o de la equinoccial, como verá cualquiera marinero que lo mirare por la carta y por el altura lo mismo. Y dice que allí, viernes, 4 3 dias de Julio, le desmamparó el viento, y entró en tanto calor y ardor, y tan vehemente, que temió que los navios se le encenderían y la gente perecería; fue todo tan de golpe y súbito, cesar el viento y sobrevenir el calor excesivo y desordenado, que no habia persona que osase asomar a entrar abajo de cubierta, para remediar la vasija del vino y agua, que se le reventaba rompiéndose los aros de las pipas; el trigo ardia como fuego; los tocinos y carne salada se asaban y podrecian; duróle aqueste ardor y fuego ocho dias. El primero fue claro con sol que los asaba; proveyóle Dios con menor daño, porque los siete siguientes llovió y hizo nublado, pero con todo esto no hallaban remedio para que esperasen que no habian de perecer de quemados, y si, como el primer día hizo sol y claro, los siete lo hiciera, dice aquí el Almirante, que fuera imposible escapar con vida hombre dellos, y asi, fueron divinalmente socorridos con lloverles algunos aguaceros y hacer aquellos dias nublados. Determinó, de que si Dios le diese viento para salir de aquella angustia, correr al Poniente algunos dias, y después que se viese en alguna templanza, tornar hacia el Austro, que era el camino que proseguir deseaba. Nuestro Señor, dice él, me guie y dé gracia, que yo le sirva, y a Vuestras Altezas traiga nuevas de placer; dice que se acordó estando en estas ardientes brasas, que cuando venia a estas Indias en los viajes pasados, siempre que llegaba hacia el Poniente 100 leguas, en paraje de las islas de los Azores, hallaba mudamiento en la templanza de Septentrión al Austro, y por esto se quería ir al Poniente a poner en el dicho paraje. En el mismo paralelo debia de ¡r el Almirante, o por mejor decir, meridiano, que llevó Hanon, Capitán de los cartagineses, con su flota, que saliendo de Cádiz y pasando al Oceano, a la siniestra de Libia o Etiopía, después de treinta dias, yendo hacia el Mediodía, entre otras angustias que pasó, fue tanto el calor y fuego que padeció, que parescia que se asaban; oyeron tantos truenos y relámpagos, que los oidos les atormentaban y los ojos les cegaban, y no parecía sino que llamas de fuego caían del cielo. Esto dice Amiano, entre los historiadores griegos, seguidor de verdad, muy nombrado en la Historia de la India hacia el cabo, y refiérelo Ludovico Celio, en el lib. I, cap. 22.º, de las Lectiones antiguas.
Así que, tornando a los dias trabajosos, el sábado, que se contaron 14 de Julio, estando las Guardas en el brazo izquierdo, dice que tenia el Norte en 7.º; vído grajos negros y blancos, que son aves que no se alejan mucho de la tierra, y por esto tiénense por señal de tierra. Enfermó en este camino de gota y de no dormif, pero no por eso dejaba de velar y trabajar con gran cuidado y diligencia. Domingo y lunes vieron las mismas aves y más golondrinas, y parecieron unos peces que se llaman botos, que son poco más o menos que grandes terneras, que tienen la cabeza muy roma o bota. Dice aquí el Almirante, incidentemente, que las islas de los Azores, que antiguamente se llamaban Casetérides, están situadas en fin del quinto clima.
Jueves, 19 de Julio, hizo tan grande e intenso calor, que pensaron arderse los hombres con las naos; pero porque nuestro Señor, a vueltas ele las aflicciones que da, suele, con interpolación del contrario, alivianarlas; socorrióle con su misericordia al cabo de aquellos siete u ocho dias, dándole muy buen tiempo para desviarse de aquel fuego, con el cual buen viento navegó hacia Poniente diez y siete dias, siempre con intincion de tornar al Austro y ponerse, como arriba dijo, en tal región, que le quedase aquesta Española al Norte o Setentrion donde pensaba que habia de hallar tierra, antes o después del dicho paraje; y asi entendía remediar los navios que ya iban abiertos del calor pasado, y los bastimentos que en mucho tenia, por la necesidad que dellos tenia para traerlos a esta isla, y los muchos trabajos que al sacar de Castilla le costaron, e iban perdidos cuasi y dañados.
El Domingo, 22 de Julio, a la tarde, ya que iba con el buen tiempo, vieron pasar innumerables aves del Oesudueste hacia el Nordeste; dice que era gran señal de tierra. Lo mismo vieron el lunes siguiente y los dias después, uno de los cuales vino a la nao del Almirante un alcatraz y otros muchos parecieron otro dia, y las otras aves que se llaman rabihorcados. Al décimo séptimo dia del buen tiempo que llevaba esperaba el Almirante ver tierra, por las dichas señales de las aves vistas, y como no la vído el lunes, otro dia, martes, 31 dias de Julio, como le faltase ya el agua, deliberó de mudar derrota, y esta era el Oeste y se acostar a la mano derecha, e ir a tomar ala isla Dominica, o alguna de los caníbales, que hoy llaman los caribes; y asi mandó gobernar al Norte, cuarta del Nordeste, y anduvo por aquel camino hasta medio dia, pero como su divina Majestad, dice él, haya siempre usado de misericordia conmigo, por acertamiento, y acaso, subió un marinero de Huelva, criado mió, que se llamaba Alonso Pérez, a la gavia, y vído tierra al Oeste, y estaba 45 leguas della, y lo que pareció della fueron tres mogotes, o tres montañas.
Puso nombre a esta tierra, la isla de la Trinidad, porque asi lo llevaba determinado, que la primera tierra que descubriese asi se llamase, y plugo, dice él, a Nuestro Señor, por su alta Magestad, que la vista primera fueron todos juntos tres mogotes, digo, tres montanas, todas a un tiempo y en una vista. Su alta potencia por su piedad me guie, dice él, y en tal manera, que haya él mucho servicio, y Vuestras Altezas mucho placer; que es cierto que la fallada desta tierra, en esta parte, fue gran milagro, atanto como la fallada del primer viaje. Estas son sus palabras.
Dio infinitas gracias a Dios, como tenia de costumbre, y todos alabaron a la bondad Divina, y con gran regocijo y alegría, dijeron, cantada, la Salve Regina, con otras coplas y prosas devotas que contienen alabanzas de Dios y de Nuestra Señora, según la costumbre de los marineros, al menos los nuestros de España, que con tribulaciones y alegrías suelen decirla.
Aquí hace una digresión y epílogo de los servicios que ha hecho a los Reyes, y de la voluntad que siempre tuvo encendida de les servir, no como malas lenguas, dice él, y falsos testigos por invidia dijeron; y cierto yo creo que estos tales tomó Dios por instrumentos para le afligir, porque le quiso bien, porque muchos, sin por qué ni para qué, le infamaron y estorbaron estos negocios, y hicieron que los Reyes se atibiasen y cansasen de gastar y de tener afición y estima de que estas Indias habian de dar provecho, al menos que fuese más que los gastos, y con aumento los venciese.
Repite el calor que padeció, y cómo aún iba hoy por el mismo paralelo, sino que por se llegar a la tierra por la via que tomó cuando mandó gobernar al Poniente, porque la tierra echa de sí frescores que salen de las fuentes y ríos y de sus aguas causan templanza y suavidad, y por esta causa dice que pueden navegar los portogeses que van a la Guinea, que está debajo de la línea equinoccial, porque van de luengo de tierra o de costa, como es común hablar. Dice más, que ahora estaba en el mismo paralelo de donde llevan el oro al rey de Portogal, por lo cual cree que quien buscare aquellas mares hallara cosas de valor.
Confiesa aqui que no hay hombre en el mundo a quien Dios haya hecho tanta merced, y le suplica que le depare cosa con que Sus Altezas reciban mucho placer y toda la cristiandad. Y dice que aunque otra cosa de provecho no se hubiese, sino estas tierras tan hermosas, que son tan verdes y llenas de arboledas y palmas, que llevan ventaja a las huertas de Valencia por mayo, se deberían mucho de estimar. Y dice en esto verdad y adelante lo encarecerá, con mucha razón, más. Dice que cosa es de milagro que tan cerca de la equinoccial, como a 6°, tengan los reyes de Castilla tierras, estando la Isabela de la dicha línea distante 24°.