CAPÍTULO CXVIII
De la Isabela vino Francisco Roldan y su compañía a la Vega, al pueblo de un señor Cacique, que se llamaba Marque (que habia tomado el nombre de Diego Marque, el que dijimos arriba, cap. 82, que habia venido a esta isla por Veedor), el cual pueblo estaba dos leguas de la fortaleza de la Concepción, para buscar tiempo y sazón para tomarla; la cual tomada, pensaba mejor señorearse de toda esta isla y haber al Bartolomé Colon a las manos, al cual temía él más que a otro, porque era hombre muy esforzado y de mucho valor, y por esto era público que lo andaba por matar. Vino Francisco Roldan con 60 o 70 hombres, muy armados en forma de guerra, al pueblo del gran señor y rey Guarionex (cuya mujer y reina, se dijo, y el Almirante lo escribió a los Reyes, este Roldan tomó y usó mal della), el cual pueblo distaba de la fortaleza de la Concepción obra de dos tiros de ballesta, donde estaba un capitán, García de Barrantes, que yo bien cognoscí, e tenia 30 hombres a cargo (porque habia el Almirante, y después su hermano D. Bartolomé Colon, como arriba se ha tocado, repartido la gente por los pueblos de los indios para comer, y también porque sintiesen los indios que velaban sobre ellos), y dijo allí a algunos que se pasasen a él. El capitán Barrantes metió dentro en una casa, por importunidad, o por fuerza, o por grado, a los 30 hombres, requiriendo al Francisco Roldan que se fuese con Dios, que ellos estaban en servicio del Rey, y él andaba como le placia; y respondióle Roldan, que juraba a Dios que lo habia de quemar a él y a todos los 30 que allí tenia dentro en la casa, y tomóle todas las cosas que tenia de comer, por fuerza, fue a la fortaleza de la Concepción, y quisiera entrar en ella; el Alcaide, que era Miguel Ballester, le cerró las puertas y no le quiso admitir, viéndole venir con tanta gente y tan armada.
En estos días llegó Bartolomé Colon a la fortaleza de la Magdalena, y allí supo la alteración de Francisco Roldan, y a un Diego de Escobar que allí estaba, y creo que era Alcaide entonces della, el cual se habia desmesurado en palabras contra él (sospecho que porque sintió excusar al Francisco Roldan, o algo semejante a esto, porque este Diego de Escobar fue de los principales alzados con Francisco Roldan), mandóle prender, y después dióle la fortaleza por cárcel, aquel dia, y mandóle que otro dia se fuese tras él a la Isabela; el cual no curó de su mandado, sino envió un hombre de caballo, y debia ser a llamar a un Pedro de Valdivieso, el cual topó en el camino, y ambos se fueron al pueblo del Cacique Marque a juntar con el Francisco Roldan, y desde a pocos dias, vino un hidalgo que se llamaba Adrián de Muxica, con cierta gente, a la Magdalena, y toma al Diego de Escobar y vánse a juntar, en el dicho pueblo, con el dicho Francisco Roldan. De donde parece, que habia concierto entre todos ellos, dias habia ya tratado, de alzarse. Este Pedro de Valdivieso y el Adriano y Diego de Escobar eran de los principales hombres desta isla, los cuales yo cognoscí bien cognoscidos, y después diré cosas dellos.
Ido D. Bartolomé a la Isabela, como halló robada el Alhóndiga del Rey, e a su hermano desobedecido y maltratado, y supo los que seguían a Roldan, y que cada dia sentía que crecían en número, no osaba salir de la Isabela, temiendo que todos debían ser en la rebelión. Escribió a D. Bartolomé el Alcaide Ballester, de la Concepción, que se guardase, porque, cierto, creía que lo habian de trabajar de matar, y que, si pudiese, lo más presto se viniese a su fortaleza de la Concepción. Hízolo asi, e a mucha priesa vínose y metióse en la fortaleza, que dista de la Isabela, como dije arriba, 15, o pocas más leguas. Desque lo supo Roldan, vínose al Guaricano, que asi se llamaba el asiento donde se puso primero y estaba entonces la villa de los cristianos, que llamaron especialmente la Vega, puesto que todo esto era en la Vega, y era pueblo aquello del rey Guarionex; distaba de la Concepción o fortaleza, media legua de muy llana tierra, que es alegría verlo, y parecíase lo uno de lo otro.
Sabido por D. Bartolomé, envió a un caballero que se llamaba Malaaver, que yo cognoscí muy bien, al Francisco Roldan, que le hablase y de su parte le dijese que ¿por qué causaba tan grande daño y escándalo y confusión en toda la isla?, que mirase cuánto deservicio se hacia a los Reyes haciendo cesar los tributos, y cuan mal contado le seria de todos los que lo supiesen, y el daño que hacia a todos los cristianos, porque los indios se ensoberbecerían y cobrarian ánimos mayores para les hacer guerra, y otras cosas a éste propósito, que le podian mover a cesar de su sedicioso propósito. Finalmente, le persuadió a que fuese a hablar a la fortaleza con D. Bartolomé, y dióle para ello seguro, de lo cual llevaba el dicho Malaaver comisión. Vino a la fortaleza con su gente bien armado, y habló con D. Bartolomé, debia ser por las ventanas, D. Bartolomé, parado. Díjole, que ¿por qué juntaba con tanto escándalo aquella gente y inquietaba la isla?, respondió Roldan, que no la juntaba para deservicio de los Reyes, sino para se defender del que le habian dicho que les quería cortar las cabezas; responde que no le habian dicho verdad; añadió Francisco Roldan, que él y sus compañeros estaban en servicio del Rey, por eso, que le dijese donde mandaba que fuesen a servir al Rey. Dice D. Bartolomé, que se vayan y estén en los pueblos del Cacique que tenia por nombre Diego Colon; responde Roldan, que no quería ir allí, porque no habia que comer; mandóle y prohibióle que no fuese mas Alcalde ni se llamase Alcalde, y que lo privaba del tal oficio, pues andaba contra el servicio del Rey. De aquí se fue mofando y más soberbio que vino, porque no pretendía sino proseguir su rebelión con los demás, y ser libres para que sus vicios y ambición alcanzasen impunidad, e colora su alzamiento con alegar y sembrar, mentirosamente, que D. Bartolomé lo quería matar, estando 70 o 80 leguas de allí, en Xaraguá, como ha parecido, cuando ellos se alzaron. Tomando también por título y causa de su traición, que porque no se echaba la carabela al agua, y que a los indios no se quitaban los tributos de que estaban muy cargados, como si se compadecieran más dellos que quien se los habia impuesto, pues ellos los robaban, y después mucho más los robaron y hicieron incomparables daños y agravios, cuando el rey Manicaotex (de quien arriba hemos hablado que daba una calabaza llena, o media, de oro por tributo cada tres meses, que pesaba tres marcos), le daba otra tal medida, y mayor que aquella, al dicho Francisco Roldan, porque, como era Alcalde y con vara, y todos temblaban del, no osaba hacer otra cosa. Desto hobo muchos testigos de oidas, que lo habian sabido de indios, y viéronse muchas conjeturas y argumentos dello; y una era, que tenia un hijo y un sobrino consigo del dicho rey Manicaotex, como en rehenes de su tributo, y otra, que buscaba todas las joyuelas y cositas que podía haber de Castilla, el Francisco Roldan, para darle al dicho Cacique, y llamábalo su hermano.
Cosa pareció muy pensada y platicada de propósito, de muchos días antes y de algunas personas principales, con el Francisco Roldan, este motin o alzamiento, creyendo que el Almirante nunca a esta isla volviera, según lo que Juan Aguado habia dicho; y para mí tengo creído, que dio el Juan Aguado harta ocasión para ello, de donde procedió a toda esta tierra y gentes della tan grande daño y peligro. Luego que el Almirante de la Isabela partió, procuró Francisco Roldan hacer gran cantidad de herraje para los caballos, clavos y herraduras, lo que nunca antes habia hecho, ni era entonces tan necesario como de antes lo fue, según parecía, y asi lo juraron los testigos, en cierta probanza que, sobre esto de muchas y muy honradas personas que yo cognoscí, que fueron testigos, se hizo la cual yo tuve muchos dias conmigo, y della saqué todo o lo más que desta rebelión y alzamiento de Francisco Roldan y sus secuaces aquí digo. Visto D. Bartolomé en cuánto peligro estaba, por aficionar más a sí a los españoles mandóles que daría a cada uno un esclavo o tantos esclavos; de aquí tomaron los que seguían a Francisco Roldan atrevimiento a más robar y oprimir a los tristes indios. Lo mismo hacían los que seguían al D. Bartolomé, y no osaba irles a la mano porque no lo dejasen y se alzasen con Francisco Roldan.