CAPÍTULO CLXXVII
Estando el Almirante en estos pensamientos, y en la Vega, o la Concepción de la Vega, que era la fortaleza, o en el Guaricano, que estaba media legua, el llano abajo, donde habia algunas casas hechas en que moraban algunos cristianos, y donde fue primero el asiento de la villa que llamaron de la Concepción, y el Adelantado en Xaraguá con Francisco Roldan, prendiendo a los que podían haber de los que se conjuraron con D. Hernando para matar a Francisco Roldan, y D. Diego, hermano del Almirante y Adelantado, en esta ciudad, o villa que entonces era, de Sancto Domingo, recogiendo los que prendían y enviaban acá, y ahorcando, domingo que se contaron 23 de Agosto del mismo año de 500, a la hora de las siete o de las ocho de la mañana, asomaron los dos navios o carabelas, que se llamaban, la una, la Gorda, y la otra, el Antigua, donde venia el comendador Bobadilla; y andando barloventeando de una parte a otra, porque no podían entrar en el puerto a aquella hora, porque es el viento terral, o de la tierra, hasta las diez o las once, que torna de la mar, mandó luego D. Diego que fuese una canoa; y en ella tres cristianos: un Cristóbal Rodríguez, que tenia por sobrenombre, la Lengua, porque fue el primero que supo la lengua de los indios desta isla, y era marinero, el cual habia estado ciertos años, de industria, entre los indios, sin hablar con cristiano alguno, por la aprender, y los otros se llamaban Juan Arráez y Nicolás de Gaeta, y los indios que fueron menester para remar, y fuesen a los navios o carabelas, que andaban obra de una legua de tierra, y supiesen quién venia en ellas, y si venia el hijo mayor del Almirante, D. Diego; porque, como arriba dijimos, el Almirante, por sus cartas, envió a suplicar a los Reyes que se lo enviasen, porque él se hallaba cansado, y para que le ayudase a servirles, pues le habia en sus oficios de suceder.
Llegaron, pues, en su canoa, los tres, y preguntando quién venia en las carabelas, y si venia D. Diego, asomóse el comendador Bobadilla, que venia en la carabela Gorda, y dijo que él venia enviado por los Reyes, por Pesquisidor sobre los que andaban alzados en esta isla; el Maestre de la carabela Gorda, que se llamaba Andrés Martin de la Gorda, preguntóles por nuevas de la tierra, respondieron que aquella semana habian ahorcado siete hombres españoles, y que en la fortaleza de aquí estaban presos otros cinco para los ahorcar, y estos eran D. Hernando de Guevara y Pedro Riquelme, y otros tres, que todos eran de los levantados. El comendador Bobadilla preguntó a los de la canoa si estaba aquí el Almirante, y sus hermanos; dijeron que no, sino sólo D. Diego, y el Almirante habia ido a la Vega o Concepción, y el Adelantado a la provincia de Xaraguá tras los que andaban alzados, para prendellos, y con propósito de, donde quiera que hallasen a cada uno, ahorcallo, para lo cual llevaban un clérigo que los confesase.
Cristóbal de la Lengua preguntó al Pesquisidor, cómo se llamaba y quién diría que era; respondió que tenia por nombre Francisco de Bobadilla, y asi, se tornó la canoa a dar nuevas a D. Diego y a los que las esperaban. Todos los que aquí estaban, o los más dellos, como se suele decir, de los pobres, que siempre desean novedades, porque silogizan que no les puede venir cosa nueva que sea peor que la pobreza que tienen a cuestas, y siempre se prometen con lo nuevo mejoría, estaban muy ávidos y solícitos de que volviese la canoa por saber las nuevas, porque pocos eran los que no estaban entonces por esta isla descontentos, y muchos, por fuerza más que por voluntad, detenidos.
Sabido que venia Pesquisidor, los que sabían que cognoscian en sí culpas, no les faltó temor y tristeza; los que se tenían por agraviados del Almirante y sus hermanos, y todos los involuntarios, mayormente los que ganaban sueldo del Rey, porque no se les pagaba, y padecían gran necesidad de comida y vestidos y cosas necesarias de Castilla, reventábales el alegría, y asi andaba toda la gente a cada paso haciendo corrillos.
Desde a tres o cuatro horas, que cesó, como es ordinaria cosa, el viento terral, y tornó el embate que llama virazón o marero, entraron las carabelas en este rio y puerto, y luego parecieron dos horcas, la una desta parte del rio, donde agora está edificada esta ciudad, que es de la parte del Occidente, y la otra de la otra banda, donde entonces estaba la villa, en las cuales estaban dos hombres cristianos ahorcados, frescos de pocos dias; iban y venían gentes a los de los navios, hacían sus comedimientos y reverencia al pesquisidor Bobadilla, preguntaban y respondían, pero todos siempre con recatamiento, hasta ver qué mundo sucedía. No quiso salir el Comendador aquel dia, hasta otro dia, lunes, 24 de Agosto, que mandó salir toda la gente que consigo traia, y con ellos fuese a la iglesia a oir misa, donde halló a D. Diego, hermano del Almirante, y a Rodrigo Pérez, que era Teniente o Alcalde mayor por el Almirante, y otros muchos desta isla; y acabada la misa, salidos a la puerta de la iglesia, estando presente D. Diego y Rodrigo Pérez, y mucha gente de la isla, y la que el Comendador traia, mandó leer el Comendador al Escribano del Rey, que consigo trujo, que se llamaba Gómez de Rivera, una Patente firmada de los Reyes, y sellada con su real sello, del tenor siguiente:
«D. Hernando y Doña Isabel, por la gracia de Dios. Rey y Reina de Castilla y León, etc.: A vos, el comendador Francisco Bobadilla, salud y gracia: Sepades, que D. Cristóbal Colón, nuestro Almirante del mar Oceano de las islas y Tierra Firme de las Indias, nos envió a hacer relación, diciendo, que estando él absenté de las dichas islas en nuestra corte, diz que, algunas personas de las que estaban en ellas y un Alcalde con ellas, se levantaron en las dichas islas contra el dicho Almirante y las Justicias que en nuestro nombre tiene puestas en ellas, y que no embargante que fueron requeridas las tales personas y el dicho Alcalde, que no hiciesen el dicho levantamiento y escándalo, diz que, no lo quisieron dejar de hacer, antes se estuvieron y están en la dicha rebelión, y andan por las dichas islas robando y haciendo otros males, y daños y fuerzas en deservicio de Dios, Nuestro Señor, y nuestro; lo cual, por Nos visto, porque fue y es cosa de mal ejemplo y digno de punición y castigo, y a Nos como Rey y Reina y señores en ello pertenece proveer y remediar, mandamos dar esta nuestra Carta para vos en la dicha razón, por la cual, vos mandamos que luego vades a las dichas islas y Tierra Firme de las Indias, y hagáis vuestra información, y, por cuantas partes y maneras mejor y más cumplidamente lo pudiéredes saber, vos informéis y sepáis la verdad de todo lo susodicho, quién y cuáles personas fueron las que se levantaron contra el dicho Almirante y nuestras justicias, y por qué causa y razón, y qué robos, y males y daños han hecho, y de todo lo otro que cerca desto vos viéredes ser menester saber para ser mejor informado, y, la información habida y la verdad sabida, a los que por ella halláredes culpantes, prendedles los cuerpos y secrestadles los bienes, y asi presos, procedades contra ellos y contra los absentes, a las mayores penas civiles y criminales que halláredes por derecho. Y mandamos a las personas, de quien cerca de lo susodicho entendiéredes ser informado, que vengan y parezcan ante vos a vuestros llamamientos y emplazamientos, y digan sus dichos y deposiciones a los plazos y so las penas que vos de nuestra parte les pusiéredes, las cuales Nos, por la presente, les ponemos y habernos por puestas; para lo cual, todo que dicho es, y para cada una cosa y parte dello, vos damos nuestro poder complido por esta nuestra Carta con todas sus incidencias, etc.; y si para hacer, y cumplir y ejecutar todo lo susodicho, menester hobiéredes favor y ayuda, por esta nuestra Carta mandamos al dicho nuestro Almirante y a los Concejos, Justicias, Regidores, Caballeros, Escuderos, Oficiales y homes buenos de las dichas islas y Tierra Firme, que vos lo den y hagan dar, y que en ello, ni en parte dello, embargo ni contrario alguno vos no pongan, ni consientan poner, y vos ni los otros, no fagades ni fagan ende al por alguna manera, so pena de la nuestra pena y de la nuestra merced, y de 10.000 maravedís para la nuestra Cámara, etc. Dada en la noble villa de Madrid, a 21 dias del mes de Marzo año del nascimiento de Nuestro Señor Jesucristo de 1499 años. —Yo el Rey. —Yo la Reina. —Yo Miguel Pérez de Almazán, Secretario del Rey y de la Reina, nuestros señores, la hice escribir por su mandado. —Registrada. —Gómez Xuarez, Chanciller».