Cabrona, Millonaria… y enamorada
Podría escribirse un libro, o más bien dicho una enciclopedia completa, analizando la relación que existe entre el amor y el dinero (las causas, las razones históricas, la perspectiva machista y feminista, la opinión de expertos…). Pero como no queremos perder el tiempo (salvo que quieras hacer una tesis doctoral al respecto), la pregunta no es por qué sino cómo: ¿Cómo debo manejar la relación de dinero que tengo con mi pareja para que mi riqueza crezca al máximo y la relación también?
No importa cuál sea el estilo de tu amor, si es la de primera o la tercera vuelta, si tienen hijos o no, si son recién casados, cumplieron bodas de oro o sólo viven juntos, si eres ama de casa o participas económicamente en los gastos, éstas son las pautas que debes seguir para que puedas combinar el amor con la riqueza.
Si crees que hablar de dinero es un mata pasiones, piensa cuán pasional será que cometas un grave error financiero (como caer en una deuda terrible o perder una gran cantidad de efectivo) en nombre del amor.
Estos consejos no son porque dudes de su amor o porque no lo ames lo suficiente. Precisamente porque este amor vale la pena (y más aun si no), es importante seguirlos:
1° Relación S.A. de C.V. Tu relación es como una empresa en la que tú y tu pareja son socios (no importa si uno es el socio capitalista, que aporta el dinero, y el otro el que cuida de las instalaciones). Ninguna empresa del mundo funciona si no hay comunicación financiera entre los socios. Es más, la secrecía monetaria es la principal causa de quiebra de las empresas ¿y por qué en la pareja debiera ser diferente? Si no hablan de sus conflictos, deseos, necesidades y problemas de dinero de manera real, están condenados a multiplicar sus conflictos. Esto no implica perder la prudencia y enseñar tus cuentas bancarias a cualquier hombre que pase por tu cama (¡Para nada!), sino simplemente hacer de los temas financieros un tema abierto.
2° A los hombres ni todo el amor ni todo el dinero. Por más que lo ames, siempre debes preservar una intimidad financiera; tienes que mantener en privado una parte del manejo que haces con tu dinero. Ojo, esto no significa mentir ni esconder problemas (“Voy a esconder la cuenta de la tarjeta de crédito para que no sepa cuánto gasto”), sino que, aun cuando el amor te invada por completo, seas discreta en los detalles de tu vida financiera y los compartas poco a poco y cuando sea tu decisión hacerlo, no por presión ni como medio de conquista, ni para demostrarle nada a nadie.
3° Piensa en ti primero. No tomes ninguna decisión monetaria que vaya en contra de lo que quieres lograr con tu dinero o de lo que consideres correcto. Toda decisión que tomes en torno al manejo de tu dinero tiene que estar pensada, antes que nada, con base en tus deseos y tus necesidades, no en los de otra persona. Esto no es egoísmo, es mero instinto de supervivencia. Además, tomar una decisión errónea por seguir los deseos de tu pareja es la mejor manera de entrar en un círculo interminable de recriminaciones.
4° Papelito habla. El amor no justifica la informalidad o la confianza ciega. Todo acuerdo de dinero que exista entre ustedes debe estar hecho por escrito, a detalle y firmado, desde acuerdos pre y posnupciales o préstamos de dinero entre ambos, hasta las responsabilidades financieras que cada uno va a asumir dentro de la relación. Puede ser que algunos de estos contratos no sean propiamente válidos en una corte, pero establecen un compromiso moral y ponen a los dos en la misma línea de pensamiento. Nada queda en entredicho… lo que te ahorrará cientos de horas de discusiones por el “yo te dije / yo pensé”.
5° No firmes sin leer. No importa que sea el hombre de tu vida, si vas a firmar cualquier papel lo tienes que leer e, idealmente, pedir una opinión objetiva a otra persona (sea un abogado o alguien versado en el tema). Procura no firmar nada que ponga en riesgo tus sueños y tu seguridad financiera. Como bien dice el dicho, un aval es un pendejo con una pluma. Firmar como aval de tu pareja te pone a ti y a tu patrimonio en una situación muy riesgosa.
6° Cada pareja es un mundo. No hay reglas universales que dicten cómo debe manejarse el dinero dentro de todas las parejas (Tú me mantienes/ambos contribuimos… Tú pagas esto/yo pago lo otro), pero sí existen tres reglas que deben seguirse en todos los casos. Primero, toda decisión debe ser de común acuerdo (y por común me refiero a no ceder por “quedar bien” o porque “es como deben ser las cosas”); segundo, todo plan debe estar hecho por escrito (ve la regla 4); y tercero, todo arreglo debe evolucionar conforme pase el tiempo y las circunstancias y deseos de ambos cambien.
7° Mio, tuyo, nuestro. El amor, sobre todo en sus inicios, es comunista: empezamos pensando que todo es de todos (salvo el cepillo de dientes), pero como bien demostraron la URSS y la historia, lo que funciona es la propiedad privada. Propiedad clara, amores duraderos. Nuevamente, no hay una manera correcta de decidir quién es el dueño de los bienes, pero la propiedad de todo lo que se acumula en la relación debe estar perfectamente definida y a satisfacción de ambos. Definan qué es de quién: ¿A nombre de quien está el coche que me compraste? ¿A nombre de quién escrituramos la casa por la que voy a pedir una hipoteca? ¿Quién es el titular de las cuentas de ahorro en las que ambos contribuimos? ¿Por qué los créditos que ambos usamos sólo están a mi nombre?
8° Se llama “pareja” porque ambos deben ser parejos. Si son una pareja que quiere sobrevivir en el largo plazo, las decisiones financieras que corresponden y afectan a los dos deben tomarse en conjunto: desde hacer un presupuesto para decidir cómo se va a repartir el gasto de la casa hasta decidir qué seguros de gastos médicos tomar o qué van a hacer con sus inversiones. La ignorancia no es felicidad, el no saber cómo se está manejando el dinero dentro de la casa te hace interpretar un papel secundario en la relación y limita tu control. Además, como a estas alturas ya eres un as lidiando con los bancos, sería una lástima que no pongas tu astucia en buen uso.
9° Una curita para una hemorragia. Ceder en tus decisiones o deseos de dinero en pos de mantener la paz de la relación es doblemente peligroso. Hacer por presión algo de lo que no estás convencida (aun cuando a cambio obtengas flores y palabras de amor) o para “no causar un pleito” es perjudicial para tu situación y buen nombre financiero y no mejora para nada la relación de largo plazo. Hacerle un préstamo a tu pareja, firmar un documento que no entiendes, pedir un crédito a su nombre, prestarle dinero a uno de sus familiares o realizar cualquier movimiento financiero con el que no estés de acuerdo puede hacerte perder hasta la camisa y seguirte afectando aun después de acabada la relación, si no es que resulta la causa del acabose. Si quieres compartir algo de tu dinero o tu crédito con tu pareja, perfecto, adelante; pero piénsalo muy bien y hazlo por convicción, nunca por presión.
10°Lo cortés no quita lo valiente. Si vas a tomar una decisión financiera que sabes no es la que tu pareja “prefiere” (él quiere que saques un crédito para que él utilice el dinero y tú no lo quieres hacer, por ejemplo), transmítele tu respuesta de manera seria y frontal. Nada de esconderte ni justificarte ni darle largas. Preséntale tus razones de manera clara y no des pie a la negociación. Es tu decisión y punto. Si en verdad te quiere, la tiene que respetar.
11°Bienes comunes, deudas tuyas. Evita sacar un crédito a tu nombre (o de firmar con tu tarjeta) por un bien que sea para los dos. Si la hipoteca, el crédito de auto o el préstamo bancario están a tu nombre y la relación termina, la responsable de acabar de pagar los créditos serás tú aunque los bienes se los quede él. Es una situación más común de lo que te puedes imaginar.
12°Pelea limpio. Los pleitos de dinero, aun por los detalles más ridículos, pueden escalar a proporciones de guerra nuclear y trascender más allá de la lógica. Ser Cabrona no implica ser cruel ni ofensiva. Cualquier problema o discusión de dinero se resuelve mejor si mantienes la calma y la cordura.
13°El silencio lleva a la quiebra. Ser codependiente de los problemas económicos de tu pareja (perdonarle o hacerte de la vista gorda en temas de violencia económica, demasiadas deudas, adicción al juego) no te hace una buena mujer o una esposa admirable. Por el contrario, te convierte en un cómplice que, además de todo, literalmente tendrá que pagar los platos rotos (imagínate tener que pagar las deudas de juego de tu pareja con el dinero que llevas años ahorrando o cediendo la casa en la que vives). Si sabes o intuyes que tu pareja tiene un problema que puede afectar la situación financiera de ambos, trátalo inmediatamente de la manera adecuada antes de que acabe con tu relación y con tu patrimonio. Evita solucionar la situación en el radio-pasillo familiar contándole a personas que quieres pero que no pueden darte una opinión ni objetiva ni profesional. Acércate a un terapista, psicólogo, asesor financiero o contador que pueda darte una opinión neutral de la situación y que te ayude a encontrar caminos expertos para resolverla. No es vergüenza aceptar que hay un problema. Es una muestra de verdadero amor, a él y a la pareja, buscar ayudar.