2° No es NO (o cuál de estas dos letras no entendiste)

Desde la edad antigua, la sabiduría popular (una sabiduría bastante estúpida) dictaba que las mujeres estábamos hechas para ser vistas y no escuchadas. Por tanto, todas las decisiones respecto a nuestra vida debían ser tomadas por gente (del género masculino) que, oooooobviamente, sabía qué era lo mejor para nosotras. Ésta fue la época en la que se inventaron los cinturones de castidad, la viruela negra y la morcilla (que es un embutido hecho con manteca y sangre).

Y luego llegamos las Cabronas. Aunque siempre hemos existido -ejemplos como Cleopatra, Juana de Arco y la Reina Victoria, vienen a la mente-, fue hasta principios del siglo XX que como género “salimos del clóset”. Nuestra principal consigna fue demostrarle al mundo que las mujeres que son “tapetes de entrada”, esas en los que todo mundo se limpia los pies, nunca salen del pasillo. Para llegar a alguna parte, a donde sea, hay que alzar la voz y tomar decisiones por una misma.

Tristemente, en uno de los campos en los que seguimos como tapetes es en el manejo de nuestro dinero. Si una persona en el banco me recomienda una inversión, me da pena cuestionarlo o decirle que no entiendo o que no la quiero; si me ofrecen una tarjeta de crédito “con bajos intereses”, no pregunto cuándo me los van a subir; si un agente de seguros me explica con prisa y desidia los detalles del contrato, no le pido que se detenga a explicarme cada punto; si mi pareja me dice (o me da a entender) que como él gana más dinero él debe tomar más decisiones, bajo la mirada.

Parece que seguimos operando bajo el lema de “Calladita me veo más bonita”… Peeeeeero, una Cabrona jamás quiere ser bonita (eso es para las Barbies), quiere ser fregona y espectacular y guapa y…Millonaria.

Por eso guardar silencio o esperar a que otros tomen decisiones sobre mi dinero está absolutamente fuera. Tu lema de ahora en adelante debe ser: “Asertiva me veo más Millonaria”.

Cabrona y millonaria
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