7° Que no te vean la cara de p_ _ _ _ _ _
Escena: Interior de la casa de la abuelita de un banco u otra institución financiera, casa de bolsa, distribuidora de fondos de inversión, aseguradora, casa de cambio, etcétera.
Personajes: Caperucita Roja (o sea, tú) y el lobo feroz… perdón, un banquero o asesor financiero.
Tú: Señor banquero, ¿para qué son los productos que ofrecen a todos por igual sin importar si soy una viuda de 60 años o una joven de 25?
Banquero Feroz: Son para atenderte mejor.
Tú: ¿Y para qué son los folletos y contratos inentendibles que tenemos que leer y firmar (y que nunca nos explican)?
Banquero Feroz: Son para atenderte mejor.
Tú: ¿Y para qué son las comisiones escondidas que hay en sus productos?
Banquero Feroz: Son para atenderte mejor.
Tú: Y, por último, ¿para qué son las promociones de toallas gratis, vajillas, rifas y sorteos en vez de ofrecernos mejores rendimientos?
Banquero Feroz: ¡Son para COMERTE mejor!
… Y es así como acaban nuestras mejores intenciones de ser Millonarias y de tomar buenas decisiones que hagan crecer nuestro dinero. Devoradas por las instituciones financieras que nos atraen con promesas y promociones que siempre tienen un lado oscuro; asechadas por productos con rendimientos mediocres y que nunca estamos seguras si son los adecuados; y atendidas, muchas veces, por personal que nos recibe con el cronómetro en la mano y la desesperación en la boca.
Y esto es cuando nos va bien, porque en caso de tener una duda o un problema, la situación se convierte en un vía crucis de llamadas en espera, de tener que repetir cientos de veces la misma historia a personas diferentes (al encargado, al subjefe, al jefe, al otro jefe, al supervisor…) y de topes en la pared.
Caperucita Roja tenía la ventaja de contar con un cazador con escopeta. Pero ¿y nosotras, qué?