ANÓNIMO
Capítulo uno
No puedes ser verdaderamente Cabrona si no eres Millonaria… y viceversa
Suena un poco frívolo, pero es un hecho: la relación más larga que vas a tener en tu vida es con el dinero. Con el paso del tiempo, los hombres pueden ir y venir (algunos varias veces en la misma vida… otros no se van demasiado rápido… otros de plano nunca regresan), tus amigas también. Los hijos tarde o temprano encuentran su propio camino. Pero el dinero está siempre ahí, día tras día, en las buenas y en las malas (en el primer caso más que en el segundo), hasta que, literalmente, la muerte nos separe.
Es, a fin de cuentas, la única relación constante y perenne que vamos a tener en la vida. Por eso es vital (y no uso esta palabra como exageración, sino como un hecho) darle la importancia que se merece. Parafraseando a Marilyn Monroe, “un beso es grandioso pero no paga la renta… todas perdemos nuestros encantos a fin de cuentas… el dinero es el mejor amigo de una mujer.”
Y vaya que de dinero hablamos todas nosotras, el problema es que tenemos la conversación equivocada. ¿Quién es el hombre más rico de México? ¿Quién es el hombre más rico del mundo? ¿Cuánto dinero se gastó mi vecino en su nuevo coche? ¿Cuánto cuesta la nueva bolsa, el nuevo juguete, los nuevos zapatos?
Somos voyeristas financieras, nos gusta ver lo que hacen los otros. Nos da un placer enorme (rayano en lo sexual) hablar del dinero ajeno, de lo que compran los otros, de sus problemas de dinero… Pero rara vez volteamos la mirada hacia adentro, hacia lo que nosotras estamos haciendo, sea para bien o para mal. De dinero estamos acostumbradas a hablar en tercera persona (él hace, ella tiene), pero pocas veces en oraciones que comienzan con yo.
Empecemos por lo más obvio. Ni siquiera sabemos, bien a bien, cuál es el papel que el dinero juega en nuestra vida. Nuestro cerebro opera con base en dos visiones completamente diferentes que no alternamos entre sí, sino que participan al mismo tiempo (algo así como un angelito hablándonos sobre un hombro y un diablito aconsejándonos sobre el otro):
Visión 1. El dinero hace que el mundo gire. “El dinero es lo más importante en la vida. Por más que queramos negarlo, vivimos en un mundo en donde toooooodo está en venta. Quien dice que el dinero no compra la felicidad, o no tiene suficiente dinero o no sabe en dónde comprar.” Ésta es la visión racional, la que gobierna el cerebro de yuppies, titanes corporativos y adictos al trabajo.
Visión 2 (mejor conocida como la visión Beatle). El dinero no compra el amor. “El dinero es simplemente un mal necesario sin verdadera importancia porque hay cosas (las más valiosas de la vida) que no puede comprar. A fin de cuentas, a nadie lo entierran con su dinero o con sus bienes materiales, lo único que somos y dejamos en el mundo son las relaciones humanas y éstas trascienden el dinero.” Ésta es la visión emocional, la favorita de los amantes de la música de trova, de los enamorados y de los eternos adolescentes.
¿Cuál es la visión correcta? Ninguna. Para cada persona el dinero desempeña un papel diferente. Incluso para una misma persona la importancia del dinero cambia según los diferentes momentos de la vida. Generalmente, en los años de vacas flacas le damos más importancia a la parte racional del dinero (justamente porque lo necesitamos y no lo tenemos), mientras que en los años de vacas gordas nos podemos dar el lujo de observar y opinar sobre las emociones que nos genera la vida.
Ahora, el problema de manejar dos visiones en el mismo cerebro al mismo tiempo resulta un poco confuso. ¿A quién hacerle caso? ¿Con base en qué tomar decisiones? Pues con base en la única verdad que hay en torno al dinero: puede ser que no compre las cosas más valiosas de la vida, pero sólo en la medida en que manejamos bien lo que tenemos, sin importar la cantidad, podemos realmente disfrutar de esas cosas.
Saber manejar bien nuestro dinero no sólo nos da bienes materiales, también hace maravillas para nuestra autoestima y seguridad personal (y estoy segura de que en algunos años descubrirán que también sirve para arrugarse menos). Vivir angustiada o presionada por el dinero es, automáticamente, un freno para la vida. Como bien dice el dicho: puede ser que el dinero no compre la felicidad, pero tenerlo definitivamente ayuda a aligerar la tristeza.