El verdadero final financiero de los cuentos de hadas
Blanca Nieves: Mantener de por vida a siete enanos acostumbrados a vivir de cultivar diamantes, todos ellos con tarjeta de crédito, acabó con la fortuna del príncipe (o qué, ¿creyeron que los enanitos le dieron refugio a Blanca Nieves sin esperar un pago futuro?). Hipotecaron el castillo justo antes de una crisis económica, no leyeron la letra pequeña del contrato y perdieron todo. Hoy tienen un pequeño huerto de manzanas orgánicas.
Cenicienta: El hada madrina le ofreció a la nueva pareja administrar sus inversiones (“los máximos rendimientos se obtienen con sólo decir bidibi badibi bu”, les cantó). Como le tenían fe ciega, accedieron y nunca le pidieron cuentas sobre sus manejos (muy desvelados estaban ahora que por fin podían quedarse en las fiestas más allá de las doce campanadas). Una noche, como por arte de magia, el hada madrina desapareció con todo el dinero. El príncipe es zapatero, Cenicienta regresó al trabajo doméstico.
Bella Durmiente: ¿Seguro de gastos médicos? Siempre lo consideraron innecesario. Cuando las secuelas de cien años de sueño empezaron a darle problemas de salud a Aurora (se quedaba dormida en todas partes), el costo de los gastos médicos los hizo caer en serias deudas. Pidieron prestado a las tres haditas y tuvieron que reducir al máximo los gastos (adiós a los vestidos que cambian de color). Empezaron los problemas de pareja, bien dice el dicho que cuando el dinero sale por la puerta, el amor salta por la ventana. Se rumora que el príncipe romancea a Maléfica (que, todo sea dicho, es guapa, asertiva, perseverante… una verdadera Cabrona).

La clave para ser Cabrona y Millonaria no tiene nada que ver con resolver ecuaciones matemáticas o con poder recitar números y cifras económicas. Se resume en una palabra: control.
Tener el control de mi dinero para hacerlo crecer y tener más.
Tener el control de mi dinero para conseguir y disfrutar lo que deseo.
Tener el control de mi dinero para formar mejores relaciones con la gente que me rodea (mi pareja, mis amigos, mi familia).
Irónicamente, en un mundo en el que las mujeres hemos aprendido a tomar las riendas en muchos otros escenarios, desde la cama hasta la sala de consejo, vivimos en total descontrol de uno de los espacios más íntimos e importantes de todos: nuestra propia cartera.
Y no, no estoy en contra del descontrol en sí (sobre todo después de un par de copas de vino…), pero el descuido y la negligencia financiera no son ni atractivos ni placenteros, y te hacen despertar con una terrible cruda moral cada día. (Cruda Financiera: esas mañanas al despertar, o momentos de insomnio en la madrugada, cuando te entra la angustia al pensar cuánto debes o cómo %$@ vas a conseguir cosas que necesitas o quieres.)
Así es que no importa si tienes 20, 50 u 80 años, si eres casada, soltera, divorciada o viuda (feliz o infelizmente), si te dedicas al hogar o si trabajas fuera de casa… TODA MUJER PUEDE, MEJOR DICHO, DEBE SER CABRONA Y MILLONARIA. Es posible y fácil, y con todo el respeto que Walt Disney se merece, es en realidad la única manera de tener finales felices en todo lo que haces todos los días de tu vida.
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