14

El asuntico de la embajada de Suecia dio que hacer. Creo que fui doce veces. En bicicleta por el Malecón. Diez kilómetros para allá. Diez kilómetros para acá. Siempre necesitaba nuevos datos, otra planilla. Agneta debía hacer tal o cual más gestión en Estocolmo. A veces pensé que se burlaban. Pero no. Parece que simplemente se aburren detrás del cristal antibalas y la gaveta de acero. Están tan protegidos contra terroristas, invasores, microbios, enfermedades tropicales y otras alimañas que, es evidente, se aburren y tienen que inventar travesuras. En algún momento el tipo, despreciativo, cerrando los párpados, me dijo: «Ya veo que los cubanos lo dejan todo para última hora.» Presentí que me provocaba. Quería tener algún pretexto para no darme el visado. ¿Tendré cara de delincuente, de proxeneta de Gloria, de mariguanero? No. No lo creo. Por tanto, lo ignoré. En realidad podía decirle: «Señor mío, hace más de un mes que estoy comiendo mierda con estos papeles. ¿Usted cree que me está dando una entrada al paraíso? Métase el visado por el culo. No voy a ninguna parte. Ustedes se lo pierden. Ya quisieran tener un animal tropical como yo de visita de vez en cuando.»

Pero no se lo dije, claro. Me sonreí igual que él, cínicamente, y le pregunté, como si no me importara: «Entonces, ¿mañana?» «Sí, señor. Le prometo que mañana le tengo listo su visado.» Cuando lo recogí al día siguiente, fui a la compañía aérea, recogí mi boleto y mi humor mejoró automáticamente. Me senté en una cafetería cercana y bebí dos o tres cervezas para celebrar. No sé cómo me ocurrió, pero allí mismo escribí un poema para Gloria. No es exactamente un poema de amor. Tal vez es un poema sangriento. Me sentía libre. Mi espíritu se expandía. En esos momentos, los pedritos sádicos y cínicos triunfan en mi interior.

Yo soy el vampiro

que siempre te sorprende

y chupa tu sangre.

Me alimento con tu sudor,

con tus lágrimas,

con tu semen.

Te quito el aliento

y te penetro besándote

hasta que ya ni sabes

que vivo dentro de ti.

Como un parásito.

Como una serpiente.

Como un virus.

Soy tu corazón y tu mierda.

Soy tu cerebro y tus manos.

Soy tus pies y tu lengua.

Y así te iré enloqueciendo

como un demonio encerrado en tu pecho.

Serás mía sin remedio.

La mujer del diablo.

Y cuando yo duerma,

porque entonces me quedaré dormido,

clavarás tus colmillos en mi garganta

y serás tú mi vampiresa

y chuparás mi sangre.

Y te alimentarás con mi sudor,

con mis lágrimas y mi semen.

Me quitarás el aliento

y me penetrarás besándome

hasta el alma.

Y yo viviré dentro de ti.

Y tú vivirás dentro de mí.