CIEN
Titus ¿dónde te has metido? ¿Tus ojos siguen vendados? ¿Aún llevas los brazos atados a la espalda?
A través de un hueco en el bosque, la noche observaba la carcasa sin tejado de la Casa Negra salpicada de fuegos y joyas. Por encima del hueco, alejándose para siempre de las ramas, había un pequeño globo verde hierba, ligeramente iluminado por la parte inferior. Debía de haberse soltado de su amarradero en la copa de los árboles. En lo alto del globo fugitivo iba una rata sentada. Se había subido a un árbol para investigar en aquel artefacto flotante; y entonces, con arrojo, se subió a la oscura coronilla del globo, sin pensar en ningún momento que la cuerda que lo sujetaba estaba a punto de soltarse. Pero se soltó, y el pequeño globo se alejó por los salvajes confines de la mente. Y entretanto, la rata seguía allí sentada, indefensa en su soberanía global.