NOVENTA Y UNO
Titus, adormecido en brazos de una moza campesina, una criatura rosada y dorada, abrió un ojo mientras yacían tendidos a orillas del río cantarín, pues entre el sonido del agua le había parecido oír otra cosa. Al principio no podía ver nada, pero, al levantar la cabeza, vio con sorpresa un vehículo aéreo amarillo que pasaba sobre las copas de los árboles. Estaba muy cerca, y sin embargo Titus fue incapaz de ver quién lo pilotaba. En cuanto a la moza, ni lo sabía ni le importaba.