SETENTA Y CUATRO

Se puso en pie.

—Oh, diablos —exclamó—. ¿Es que siempre tienes que salir de la nada? Como ese condenado fénix. Mitad sangre, mitad ceniza. No me gusta. Estoy cansado de esto. Cansado de abrir los ojos y encontrarme mujeres extrañas que me observan desde una gran altura. ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Cómo lo has sabido? Pensaba que te había despistado.

Gueparda ignoró sus preguntas.

—¿Has dicho «mujeres»? —susurró ella. Su voz era como hojas secas en un árbol.

—Sí, eso he dicho. Estaba Juno.

—No me interesa Juno. Ya he oído bastante sobre ella…, demasiado.

—¿Ah, sí?

—Sí.

—Qué tonto —dijo Titus, haciendo una mueca de desprecio—. Debes de haber saqueado mi inconsciente. Con entrañas y todo. ¿Qué vas a hacer con un botín tan absurdo? ¿Hasta dónde te he contado? ¿Qué dije? ¿Cómo la violé en un lecho de perejil?

—¿A quién? —preguntó la hija del científico.

—A mi bisadama. La de los dientes afilados.

—Vaya. ¡No lo recuerdo!

—Tu cara es sorprendente. Pero equivale al desastre. Tomarte sería como tomar una bomba de relojería. Y no porque pretendas ser peligrosa. ¡Oh, no! Pero tus facciones llevan consigo su propio peligro. No puedes evitarlo, ni ellas tampoco.

Gueparda se quedó mirando a su interlocutor durante un buen rato. Finalmente, dijo:

—¿Qué es lo que causa que nos aislemos, Titus? Parece que haces lo posible por mermar nuestra amistad. Eres una persona difícil. Yo sería feliz hablando contigo durante horas, pero tú no me tomas en serio. Sé que no soy una gran conversadora. Pero una palabra de respuesta de vez en cuando no estaría de más. Lo único que parece interesarte es hacer el amor conmigo o mostrarte chistoso.

—Sé lo que intentas decirme —dijo Titus—. Lo sé muy bien.

—Entonces… ¿por qué…?

—Es demasiado complejo para explicarlo con palabras. Necesito crear una barrera entre los dos. Una barrera de estupidez. No puedo, no debo tomarme en serio esta tierra vuestra, una tierra de fábricas, ni a ti. Llevo aquí el tiempo suficiente para saber que este lugar no es para mí. Tu peculiar riqueza y tu belleza no me sirven de nada. No llevan a ningún sitio. Me hacen sentirme como un oso bailando en lo alto de una cuerda. Ah…, eres una joven extraña. Pasas tu tiempo conmigo, presumiendo de mí ante tu padre. Pero ¿por qué? ¿Por qué? Para escandalizarlos a él y sus amigos. Desdeñas a tus pretendientes uno a uno y les haces enloquecer. Y los celos se avivan como un fuerte hedor. ¿Qué tienes?

Titus estiró el brazo para cogerla de la mano e hizo que se sentara.

—Con cuidado —dijo ella. Se tendió junto a él y enarcó las cejas.

Una libélula pasó sobre ellos con una leve vibración de sus alas transparentes, y luego volvió a hacerse el silencio.

—Aparta esa mano —dijo Gueparda—. No me gusta. Me pone enferma que me toquen. Lo entiendes, ¿verdad?

—Pues no, no lo entiendo —dijo Titus poniéndose en pie de un salto—. Eres fría como el hielo.

—¿Me estás diciendo que siempre ha sido mi cuerpo lo que te atraía, y sólo mi cuerpo? ¿Quieres decir que no hay ninguna otra razón para que quieras estar conmigo?

Su voz había adquirido un matiz diferente. Era seca y distante, pero se la oía nerviosa.

—Lo curioso —añadió— es que debería amarte. A ti. Un joven que no ha sentido más que lujuria por mí. Una enigmática criatura de un lugar que no aparece en los mapas. ¿No lo entiendes? Eras mi misterio. El sexo lo estropearía. No hay ningún misterio en el sexo. Lo que importa es tu mente, tus historias, y lo diferente que eres de todos los hombres que he conocido. Pero eres cruel, Titus, muy cruel.

—Entonces, cuanto antes me vaya, mejor —exclamó él, y cuando se volvió hacia ella se encontró más cerca de lo que imaginaba, pues estaba mirando su rostro menudo, extraño, profundamente femenino y delicioso. La rodeó con sus brazos y la atrajo hacia sí. No obtuvo respuesta. En cuanto al rostro, Gueparda lo había girado para que no pudiera besarla.

—Bueno, bueno —dijo soltándola—. Esto es el fin.

Nada más soltarla, ella se puso a arreglarse sus ropas de montar.

—He terminado contigo —dijo Titus—. He terminado con tu maravilloso rostro y tu mente deforme. Vuelve con tu círculo de vírgenes y olvídame igual que yo pienso olvidarte.

—Mala bestia —exclamó ella—. Mala bestia desagradecida. ¿Es que no soy nada por mí misma para que me abandones? ¿Tan importante es copular? Hay millones de amantes haciendo el amor de un millón de formas, pero para mí sólo hay una. —Le temblaban las manos—. Me has decepcionado. Eres vulgar. Eres indigno. Débil. Y seguramente estás loco. ¡Tú y tu Gormenghast! Me ponéis enferma.

—Yo mismo me pongo enfermo —replicó Titus.

—Me alegro —dijo la hija del científico—, que sigas así mucho tiempo.

Ahora que Gueparda sabía que no era amada por Titus, la brusquedad que se había colado en su voz se estaba transfiriendo a sus pensamientos. Nunca en su vida la habían tratado de esa forma. No había ni uno solo entre sus jadeantes admiradores que se hubiera atrevido a hablarle así. Hubieran esperado mil años por una sonrisa, porque les mirara enarcando una ceja. En ese momento miró a Titus, como si fuera la primera vez, y lo odió. En cierto modo, aunque lo había rechazado, era él quien la había humillado. La brusquedad de su voz y su mente se estaba transformando en una ira innata. Se había entregado a él en todos los sentidos, salvo en el acto consumado del amor, y se había burlado de ella; la había rechazado.

¿Qué le importaba si era o no señor de Gormenghast? ¿Si estaba cuerdo o loco? Lo único que sabía es que le habían arrebatado algo milagroso y que no pensaba conformarse con nada que no fuera la venganza.

Titus Solo
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
notaeditor.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
Section0095.xhtml
Section0096.xhtml
Section0097.xhtml
Section0098.xhtml
Section0099.xhtml
Section0100.xhtml
Section0101.xhtml
Section0102.xhtml
Section0103.xhtml
Section0104.xhtml
Section0105.xhtml
Section0106.xhtml
Section0107.xhtml
Section0108.xhtml
Section0109.xhtml
Section0110.xhtml
Section0111.xhtml
Section0112.xhtml
Section0113.xhtml
Section0114.xhtml
Section0115.xhtml
Section0116.xhtml
Section0117.xhtml
Section0118.xhtml
Section0119.xhtml
Section0120.xhtml
Section0121.xhtml
Section0122.xhtml
autor.xhtml