(44) Entraba en el teatro contra la gente que salía, y preguntado por qué, respondió: «Esto tengo resuelto hacer toda mi vida».
Es decir, negar lo establecido, trastocar el orden, subvertir los valores, cambiar la moneda, etc. Se presta para una secuencia fílmica. Diógenes viene por la calle conversando con dos periodistas de la época que tratan de sacarle algún ladrido para venderlo en Creta o en Mileto. Y he aquí que están a un paso, digamos, del «Teatro Caupolicán» de Atenas, justo cuando la función termina y sale el público a la calle. Diógenes no tiene que pensar dos veces, ni una siquiera. Se recoge el palio (sucio y raído, como se entiende) y echa a correr que es un susto. La muchedumbre desborda todo lo desbordable. Casi revientan las puertas de entrada, quiero decir de salida. Diógenes ataca con el báculo tratando de abrir brecha. ¡Oh, que delicia, que delicia! ¡Esto es un baño de los cielos! Diógenes bracea que es una fiesta subiendo las escaleras contra la cascada vocinglera y presurosa. «¡Déjenme, déjenme entrar!» En torno suyo estalla la furia, la burla. «¿Pero dónde vas a entrar? ¿No ves que todos salen?» «¿Cómo que todos salen? ¿y quién soy yo?» «¡Échate a un lado, burro porfiado!», «¡Ja, ja, ja! ¡Diógenes burro» «Quiero entrar, quiero entrar!» «¿Entrar? pero, pero, ¿cómo vas a entrar, infeliz, no ves que todos salen?» «Quítate de en medio, perro mugriento!» «¡Sáquenlo a puntapiés!» «¡Pásenle por encima! ¡Que no le quede hueso por quebrar!» Diógenes atropella sin miramientos. «Déjenme pasar, mocosos de porquería». Pero, ¡si ésta es la panacea de las panaceas! ¡Contra la corriente, contra Atenas, contra Grecia toda! En medio de un río de esclavos, de mozalbetes, de buenos para nada, corriente arriba navega Diógenes. Los periodistas corren a cablegrafiar.
Esta anécdota sí que no ocurrió jamás. No es más que una invención para ilustrar la vocación de Diógenes: la abolición de la cultura toda por vía de subversión, exhibición y denuncia, nadando en contra, toda la vida en contra.
Como se ha dicho, siempre vale la pena tener presente lo probable y lo improbable al examinar las anécdotas y dichos de Diógenes. Hay encuentros que seguramente nunca se produjeron y en los que de tal manera se cargan las tintas que más parecen simplificaciones, reducciones populares. Lo que puede relacionarse con el «Mito-Diógenes» o «Leyenda de Diógenes» o el «Preparado Diógenes», sea en blanco, sea en negro. Un personaje se forma, o más bien se ahoga, bajo los atavíos de toda las ocurrencias que medio mundo le cuelga. Por ejemplo (y ahora, no en el siglo III antes o después de Cristo), Heinrich viste a Diógenes con la toga heideggeriana, Sayre le cuelga el manto de monje brahman, Seltman la ideología del resentido social. Yo supongo que eso que llamo aquí (siguiendo la costumbre y no muy seguro de nombrar algo) «tradición popular» trata de ajustar las cosas de modo que calcen con sus intuiciones: Diógenes versus Alejandro, versus Demóstenes, versus Friné, versus Platón.
Vimos como «falsificar la moneda» se acomoda según quien lea: «reacuñar la moneda», «cambiar la moneda», «poner la moneda fuera de circulación». Dudley dice que si Diógenes tuviera que ver con monedas, éstas serían o de la especie que llevan el sello «physis» o de la que lleva el sello «nomos», y que éstas serían puestas fuera de circulación y las primeras aceptadas. Una imagen más para el mosaico Diógenes.