(8) Se conmovía de que se ofreciesen sacrificios a los dioses por la salud, y en los sacrificios mismos hubiesen banquetes, que le son contrarios.
Contradicciones como éstas no son infrecuentes. Por el contrario, se encuentran en aquellos que pagan «mandas» a los íconos y estatuas de su parroquia para que les vaya bien en los negocios, previendo con ello (y acaso en contra de ellos) tan sólo los negocios en los que reciben pagos; aquellos que ofrecen velas porque les vaya bien en estudios que tendrían que iluminarlos sobre la estupidez de encender velas; aquellos que quieren con vehemencia que se cumplan sus propósitos, diciendo «Señor, hágase tu voluntad»; aquellos que piden porque vuelva su mujer, sin quitar la vista de los traseros que circulan por el templo; o aquellas mujeres que invocan a María Pudorosa llenas de afeites y escasas de ropa.
Como se ve, un texto como éste está en línea con el gran programa cínico que se nombra «rechazo de las convenciones». Mejor sería decir «crítica de las convenciones», crítica que revela la inconsistencia de éstas; o su arbitrariedad y muchas veces la índole supersticiosa, pueril o antinatural de sus fundamentos. Pienso que la crítica en este sentido se encuentra incluso en el empleo vulgar de la palabra «cínico». El cínico, percibiendo las cosas en forma cínica no se hace ilusiones al obrar ni va a aceptar que pretendan vendérselas. El pan es pan, el vino es vino. No vamos a engañarnos unos a otros. La actitud desimplicada, analítica, crítica del cínico nos lleva a decir temblando nuestro rechazo. ¿A quién le place quedar en evidencia? Muchas veces no hay otra cosa que este desagrado en la frase que decimos: «¡Es un cínico!» (es decir y en lo profundo, «me pone en evidencia, primero que todo, ante mí mismo»).
Aquí, acaso, quepa la alusión al cinismo no como filosofía sino como «forma de vida». Siempre se oye del fracaso del cinismo como filosofía allá en los tiempos en que floreciera y se ofreciera como un proyecto de vida. ¿Por qué, pues, no se fue el cinismo con el polvo del pasado? Podría tratarse una persistencia así con la noción de remnant que he tomado de R. Jones y elaborado en otra parte. Así, el cinismo sería una doctrina que perviviría en el seno de ciertas minorías. Pero parece más apropiado enfocar el cinismo como categoría social, económica, política o simplemente cultural. La perspectiva cínica tiene su lugar natural en toda sociedad. Cuestiona la sociedad en todas sus conexiones; y puesto que hace esto, no se la puede desarraigar desde que se vive en sociedad. Con los altos y bajos del contrato social tiene inversamente sus bajos y altos el cinismo. Dos frases de Bradley vienen al caso: «Cuando todo anda mal debe ser bueno conocer lo peor» y «Cuando todo se pudre es el trabajo de quien se precie gritar: Pescado hediondo».