(4) Decía que su ordinario modo de pensar era que «en la vida o nos hemos de valer de la razón o del dogal».
En lugar de «decía que su ordinario modo de pensar» (como traduce del griego José Ortiz y Sanz cuya versión sigo todo lo que puedo porque es la primera que conocí y la que he llevado siempre conmigo) ponen otros traductores mejor: «decía sin cesar».
Una sentencia así la refiero primero que nada al lema de nuestro escudo nacional que dice: «Por la razón o la fuerza». He ensayado sobre las interpretaciones de este lema en otra parte. Tiene muchas, tantas como para dudar de lo que quiso decir su autor. Porque se puede entender: «Por una de las dos, indistintamente, la razón o la fuerza»; o «Por la fuerza, si no se logra por la razón»; o «Por la razón, es decir, la fuerza»; o «La fuerza es la última razón»; o «La fuerza es el soporte último de la razón». Ciertamente hay muchas interpretaciones más. Cuando al presidente chileno Salvador Allende le llamó la atención un periodista americano sobre el lema de nuestro escudo, el presidente vaciló. Entrábamos en crisis. El lema, más que lema parecía oráculo. ¿Qué demonios significaba? El presidente Allende observó que había «una fuerza de la razón». Los militares no se demoraron en mostrar con tanques y fighters que había también «una razón de la fuerza». De donde resultaba una nueva y, como dicen algunos, provocativa, ominosa, inquietante interpretación del lema-oráculo: «Por la razón de la razón o por la fuerza de la fuerza» o «Por la fuerza de la razón o por la razón de la fuerza».
Este dicho de Diógenes tampoco es de lectura fácil, si es que puede leerse a cabalidad. Por culpa de la metáfora del dogal es así. Pienso que muchos comentarán: «Cierto es, así no más ocurre. Yo siempre me guío por la razón, mientras que a la mayoría hay que tirarlos con un dogal». ¿O estoy equivocado?
Decir «dogal» es decir «sujeción y conducción». En el texto que comentamos, ¿se está pensando la razón con la metáfora del dogal? Yo pienso que sí y leo: «Los hombres se sujetan y conducen con un dogal o se sujetan y conducen con la razón».
En todo caso, la disyuntiva parece explícita: una cosa o la otra, nada entremedio. Por ejemplo, si se sujeta y conduce con sofisterías, demagogia, arrumacos retóricos, ideologías; la verdad es que ni se sujeta ni se conduce (como no se reduzcan estas formas a eufemismos astutos de la fuerza o algo así).
A mí siempre me pareció cosa obvia en este texto la metáfora del dogal. Quiero decir que la razón está en el texto propuesta en términos de sujeción y conducción. Al fin de la lectura, leo así: «O nos sujetamos al dogal de la razón o al dogal del amo». Algo que desdice desde otro ángulo que sea verdadera una noción simple de hombre, puesto que habría amos y esclavos.
Descartes emplea una metáfora parecida: nos habla de «cadenas de razones». Hay que hacer valer aquí el proverbio chino que dice «una cadena de oro es una cadena» y decir por tanto: «las cadenas de razones son cadenas». Si afirmamos una proposición, nos vemos obligados (forzados, arrastrados) a afirmar todas las que van apareciendo a partir de ella. Porque las proposiciones van encadenadas. Descartes es, por lo que sé, nuestro modelo de racionalidad; y él nos propone el vínculo de las razones como un encadenamiento.
Yo imagino a Diógenes cruzándose con otros preceptores que llevan a sus discípulos con un dogal. A él lo siguen dóciles los suyos, el dogal no se ve. También, yo concibo a Diógenes como el primer eslabón de la cadena de razones que lo liga con su discípulo (Laercio refiere: «hacíales rapar la cabeza a navaja, los llevaba por las calles sin adornos, sin túnica, descalzos, en silencio y sólo mirándolo a él»); y pienso en la libertad de Diógenes como la de uno que no está sujeto a un dogal sensible, aunque sí está sujeto a un dogal.
Supongo que la cuestión que surge aquí es la del primer principio, el vínculo fundamental, el principio que nos liga. Muchos preguntarán asombrados: «¿Primeros principios? ¿Con Diógenes primeros principios? ¿Con Diógenes enredos de lógica y metafísica?»
Supongo que el can diría: «¿Ves ese ratón esquelético que se basta a sí mismo en el yermo inhóspito? Obsérvalo con mucha atención. Después, haz como hace él, si eres capaz. Y entonces, además de ir en cuatro patas, irán en dos los primeros principios».