(30) Haciendo una vez en el foro acciones indecentes con las manos, decía: «Ojalá que frotándome el vientre no tuviera hambre».

Aquí está en pleno la anáideia, la conducta sin prejuicios, por lo cual se dice que le vino el mote de «perro» a Diógenes. Pongo «conducta sin prejuicio», porque «desvergüenza» es nombre dislógico, no neutro. Puede decirse también «conducta sin vergüenza» o «conducta franca», aunque esta última expresión es más de empleo eulógico que neutro. Hay empleo eulógico, neutro y dislógico del lenguaje, como lo sabe cualquier retórico o agente de propaganda. Por ejemplo, en esta anécdota el traductor prefirió a «masturbación» que es neutro, «hacer acciones indecentes con las manos» que es dislógico. Si hubiera dicho «ofender a Afrodita entre sus dedos», o alguna tontera así, el nombre sería un tantín eulógico. El lenguaje en que viene recogida la tradición de Diógenes es comúnmente dislógico. Por lo demás, en estas materias uno está expuesto casi únicamente a la retórica de los defensores o los detractores. Casi puede decirse a priori que no hay habla neutra tratándose de doctrinas. (En esto de habla eulógica, neutra y dislógica mi autoridad es Bentham).

Lo que me interesa en este texto (quitada la anáideia de Diógenes que alcanza aquí su apogeo) es la analogía que, por decirlo así, lo traba y lo sostiene entero. Llena toda la anécdota para mí y, claro está, suscita de inmediato la pregunta por su adecuación. Comemos, con vistas a mantenernos, fornicamos, con vistas a procrear. Pero un hedonista podría disentir diciendo: Comemos, con vistas a deleitarnos; fornicamos, con vistas a deleitarnos. ¿Hubiera Diógenes satisfecho el «hambre sexual» con un mancebo? Supongo que la analogía de Diógenes, de tener curso, requiere que pongamos por meta del apetito el deleite, o la satisfacción del apetito. Si fuera así, el argumento analógico de Diógenes tendría curso fácil; porque, ¿quién, sin qué comer, no satisfaría entonces el hambre frotándose el estómago?

La dificultad es que la conservación del individuo y de la especie son cosas que no es fácil subordinar al deleite. Es por la obvia flojedad y hasta frivolidad del argumento que lo comento así, dejando de lado el griterío de los que no hacen estas cosas en público y que se suma al clamor grande por todo lo cual hay que adelantarse a reconocer que sí, sí, quiero decir, no, no, desde luego que no, porque, ¿sabe usted? lo que ocurre es que hay dos Diógenes, uno asceta, anacoreta, recoleta; otro «anáideioso», licencioso y libidinoso, y es este último el que propiamente no es Diógenes, aunque es Diógenes o mejor dicho pretende ser el único Diógenes que hay, el muy cínico, uf, ¡qué enredo!