(13) Llamábase a sí mismo «perro»; pero decía que era «de los famosos y alabados no obstante que ninguno de los que lo alababan saldría con él de caza».
Supongo que esto vale por todas partes respecto de los hombres que ladran y muerden como Diógenes. Las alabanzas que reciben, eso sí, suelen presentarse en la forma de una «secreta envidia» («Hombre, aquí en mi interior, no sabes cuánto y cómo envidio tu franqueza»). Se la confiesa, esta envidia, al envidiado, sotto voce y mirando a todos lados, no sea que se den cuenta los demás. Pero, hay que andar alerta mientras nos desahogamos de la «secreta envidia» confesándola, no sea que Diógenes nos escupa en la cara arguyendo que no había otro escupitorio a la vista.
Este dictum se me ocurre primero que nada aplicarlo a las alabanzas de Alejandro («Si no fuera Alejandro querría ser Diógenes»), porque hasta del tirano absoluto vale decir que no iría de caza con Diógenes. ¿Y cómo iba a ir siendo que él sería la presa mayor?
La «secreta envidia de Diógenes» puede indagarse en detalle y extensión recurriendo a la «parresia secreta». No sé si la nombro bien: me refiero al trato duro que damos en nuestro fuero interno a quienes bien lo merecen, sólo que no nos atrevemos a hacerlo de verdad. En vena de encontrar modos de la «parresia secreta», supongo que hay «parresia subconsciente», «parresia sublimada», «parresia onírica». También, «parresia bravucona» («¡Yo le voy a cantar sus cuatro claras!»), «parresia fantástica» («Le dije que es un embustero y un canalla»). Lo propio de la «parresia secreta» es que no es más que ficción de parresia. He aquí, pues, un ejército de alabadores potenciales de Diógenes: los adictos a la «parresia secreta».
Este dictum de Diógenes, el can alabado por muchos pero seguido por pocos, se extiende muy bien a su posteridad y celebridad. Hasta se siente como una profecía: «Alabaréis mis hechos y mis dichos, ¡vaya que sí! Serán toda una sección de vuestro arsenal de artimañas verbales; como si fuerais de caza conmigo cuando es tan evidente que ni lo queréis ni lo podéis hacer».
Diógenes es perro mostrenco. Va de caza solo, siempre solo.