(37) Viendo a un joven a quien le salían los colores al rostro le dijo: «Ten ánimo, que ese es el color de lo virtud».

Es ésta para mí la más hermosa de las historias que se cuentan de Diógenes. Detenerse en la vergüenza con ocasión del rubor es como contentarse con tantear la llaga. No es apenas pedagogía señalar el defecto. Sí, por el contrario, lo es cuando va de la vergüenza al conflicto que la origina y que resulta del choque entre lo que se hace y lo que se debiera hacer. Aquí, el rubor es referido a su causa profunda: la virtud defraudada. Decir a este joven que su rubor es el color de la virtud (además de conmoverlo con frase tan hermosa) es dar perspectiva a su vergüenza y ponerlo en ruta de superación. Siempre consideré este texto como una muestra del excelente pedagogo que con seguridad fue Diógenes.

Pero, desconcierta también, ¿Qué tiene que ver Diógenes con la vergüenza? Puesto a zurcir, podemos admitir la vergüenza como si se tratara de los pañales de la virtud.