(39) A los que lo instaban a que buscara a su esclavo (Manes) que había huido, respondió: «Cosa ridícula sería que pudiendo Manes vivir sin Diógenes no pudiera Diógenes vivir sin Manes.»

¿Un esclavo de Diógenes? ¿No será pura invención para adjudicarle el dicho? Todo ajusta tan bien que no se sabe si el hecho se inventó para el dicho o el dicho para el hecho. Si mi esclavo puede vivir sin mí, ¿cómo no voy a poder vivir yo sin mi esclavo? Parece un razonamiento imbatible; y contra la esclavitud.

Pero, veamos, ¿no parece también un argumento en el aire? Porque no tiene el amo sus esclavos en un florero. Vive de su explotación. ¿Cómo, pues, va a poder vivir sin ellos?

El texto sabe a panfleto antiesclavista, pero demasiado académico. Para probar si es firme en la realidad, propongámoslo a los amos. Estos van a gritar, no lo que dice Diógenes, sino lo contrario: que sin sus esclavos no pueden vivir. No sólo eso; van a decir que sin los amos tampoco pueden vivir los esclavos. Preguntemos, pues, a los esclavos. Acaso éstos griten también en coro que sí, que sin sus amos pueden vivir. Por lo menos, eso claman en todas formas los panfletos al uso en nuestros días. Pero, si es así, ¿cómo demonios es que no reaccionan los amos como lo hace Diógenes?

Divierte encontrar que un argumento aparentemente impecable no es más que una melodía de palabras. Situación común, por otra parte; y sorprende que siendo común no deja de ser común.