(12) También cuentan haber dicho Alejandro que «si no fuera Alejandro querría ser Diógenes».

Suena como un gran elogio viniendo de un hombre tan grande. De paso, medio mundo hace empleo de un supuesto así: que todas las cosas que provienen de los hombres grandes son grandes. Si un hombre grande suelta un gas, bienaventurados los que no se encuentran en los alrededores. Pero, en fin, no es dicho de Diógenes. Lo consigno en mis comentarios por dos razones. O por tres.

Primero, como seña de que a las muchedumbres siempre interesó esta oposición: Alejandro versus Diógenes. Por lo demás, dicen algunos que es por satisfacer una inclinación así que se inventaron las anécdotas que oponen a Diógenes con Alejandro, Filipo, Demóstenes, Platón.

En la escala del poder, decir «Diógenes y Alejandro» es como decir «El cero y el infinito». Pero, el elogio de Alejandro alienta una idea atrevida: Sobre si no se apunta también aquí hacia una inversión formidable de modo que decir «Diógenes y Alejandro» no sea como decir «El cero y el infinito» sino «El infinito y el cero». ¡Cómo desprecia Diógenes a Alejandro! («¡Déjame el sol!» le dice) ¡Cómo ensalza Alejandro a Diógenes! («Me gustaría ser Diógenes», dice. Claro, siempre que no fuera Alejandro). Esta oposición entre el poder entero y la exposición absoluta no es más que una variación de la «inversión cínica» que igual está en la reversión de los hombres y las heces, Atenas y sus afueras, la vanidad de Platón y la humildad de Diógenes.

También con esta clave cínica, este hábito de invertir que Diógenes me inspira, trato de concebir un dictum de Diógenes que no tenemos y que tendría que producirse en el mismo lugar y hora de éste de Alejandro y en que Diógenes diría: «Si no fuera Diógenes, quisiera ser…»

¿Quién, a ver, quién?