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MIAMI, Florida.

El edificio Neptuno se elevaba en un enorme bloque de cinco alturas y cristal oscuro, de geometría triangular, con jardines y estanques en su interior sobrevolados por puentes cilíndricos que conectaban los tres lados del polígono. Corbal había recibido un dossier a la entrada que portaba en una mano, con información general de la Corporación. En él no figuraba nada de interés para sus propósitos, aparte de una introducción más detallada a la mecánica cuántica, unos datos sobre fenómenos cosmológicos y unos breves apuntes sobre varios proyectos de estudio que, en teoría, se estaban realizando actualmente.

Lo había recibido una atractiva joven llamada Emma Earbolt, vestida con traje de chaqueta beige, cuya tarjeta de identificación prendida de la solapa hacía constar que desempeñaba el cargo de Directora de Comunicación. La chica tenía entre sus funciones la de recibir a los periodistas y mostrarles una parte ínfima de aquel impresionante complejo, mientras les soltaba una charla sobre los diversos campos de estudio de la Corporación.

Para alguien interesado en escribir un reportaje en una revista divulgativa —esa había sido la invención de Miguel Corbal para conseguir una tarjeta de visitante—, el recorrido terminaba en una sala con un proyector donde se hacía un pase de una película documental de media hora en el que se alternaban aspectos teóricos con pruebas prácticas grabadas en las instalaciones de Nethuns. La filmación comenzaba con un recorrido por el presunto inicio del Universo hace catorce mil millones de años, el Big bang; el nacimiento de la Tierra hace cuatro mil quinientos millones de años y del hombre creado de materia inerte. Y así recorría la Historia hasta desembocar en lo que le había explicado la amable directora de Comunicación: la materia oscura, la energía oscura y los agujeros negros, la teoría de supercuerdas y otras ventanas a un nuevo Universo más propio de la literatura de ciencia ficción que de la realidad en la que se hallaba.

Al llegar a la recepción de la llamada Área Uno, Emma Earbolt estrechó la mano del visitante con una sonrisa amplia y le agradeció su visita. Corbal salió con el dossier, caminó por uno de los puentes acristalados sobre los jardines que le conducirían al aparcamiento y tiró la carpeta en una papelera. Del bolsillo de su elegante chaqueta sacó otra acreditación que prendió en el bolsillo exterior de la misma, a la altura de su pecho, y dio la vuelta nuevamente hacia la recepción. Ahora iba a buscar información de verdad y no aquella patraña de proyectos absurdos que funcionaban como cortinas de humo para los visitantes. Extrajo el papel doblado que le había entregado Sonny y le echó un vistazo. Contenía un plano detallado de los sitios a donde tenía que dirigirse. El primero de ellos: el archivo digital situado en la planta primera del Área Uno.

Pasó por la misma entrada donde le había despedido la señorita Earbolt. Aconsejado por el tipo que se creía Don Johnson, se había vestido de Armani para no levantar sospechas entre la gente de la Corporación cuando comprobaran su acreditación. Cruzó el lujoso hall circular, entró en uno de los ascensores panorámicos y pulsó el uno. Seguidamente, las puertas se cerraron y subió al primer piso.

El archivo tenía sus puertas cerradas y se hallaba custodiado por un vigilante sentado tras una consola en la puerta. El periodista se aproximó al poste de lectura de tarjetas, el cual emitió un disimulado pitido al grabar la banda, información que pasó inmediatamente a la pantalla del vigilante. Éste levantó la cabeza hacia él y le dio los buenos días. La puerta se abrió automáticamente.

Allí encontraría un dvd que contenía lo necesario como para comprender el verdadero sentido de Nethuns, sus proyectos y sus objetivos. Tras un mostrador atestado de pantallas planas y teclados bajo cada una de ellas, una mujer entrada en años se ofreció a ayudar a Corbal. Éste le pidió lo que andaba buscando: Grabación de la Junta de mayo de 2002. La mujer le preguntó si quería visionarla allí mismo o si deseaba una copia, a lo que él respondió que prefería llevársela. Cuando la mujer terminó de grabar el dvd, se lo entregó en una caja de plástico y, sonriente, le despidió diciendo:

—Aquí tiene, señor Garner. Que tenga un buen día.

Sonny le había proporcionado la misma tarjeta de Al Garner. Desde luego, era un pase que le abriría todas las puertas, sin excepción. Pero también suponía un alto riesgo en caso de que alguien conociera personalmente al accionista.

Corbal guardó el disco en su chaqueta y salió en dirección al siguiente objetivo: el despacho de Alice Carter.