6. Miami

VIRGINIA se despertó cuando la voz de Jack Campbell anunció por los altavoces que se disponían a aterrizar. La luz del sol entraba por las ventanillas del avión causando una más que considerable molestia en los ojos recién abiertos de la mujer. A su lado, Miguel se desperezó y se inclinó hacia la ventanilla para contemplar la ciudad.

—No recuerdo cuándo me he quedado dormida —comentó, levantando el libro que había dejado abierto sobre su regazo.

Corbal se volvió hacia ella.

—¿Has terminado de leerlo?

—Aún no. Me quedan un par de capítulos.

Él asintió, en silencio.

—Saber que no es una leyenda —continuó ella—, que es real, que fue real, es angustioso. Ahora sé que Bellver llevaba razón. Lo tomé por un viejo senil, pero estaba más cuerdo que nunca...

Miguel la tomó de la mano en una actitud consoladora.

—No te preocupes... Verás como todo sale bien.

—Quizá ya sea demasiado tarde, ¿no crees? Han pasado... seis años. —Su tono se desplomaba.

—Quizá no para él.

A la salida del aeropuerto, un coche los esperaba para conducirlos hasta el edificio de la Corporación. Virginia aún contaba con algo de tiempo para concluir su lectura...