9
MIAMI, Florida.
Miami se levantó soleada aquella mañana. Tras aterrizar, Corbal se alojó en un hotel de Collins Avenue, con habitación reservada para tres días máximo. Tomó un desayuno en el restaurante del hotel y partió hacia el Centro Comercial Bal Harbour, donde tenía una cita con el contacto de Garner a mediodía.
En el interior del Centro, un hermoso jardín con fuentes confería un toque exótico al conjunto de tiendas de grandes diseñadores distribuidas por los pasillos. Junto a una de las fuentes, cuyo agua manaba en forma de delgados chorros hacia el centro, un hombre ataviado con un traje de lino claro, arrugado, parecía estar esperando a alguien. Corbal lo reconoció enseguida; se aproximaba bastante a la idea que se había hecho de él cuando fue descrito por Madsen. Se daba un aire a Don Johnson en aquella serie de Corrupción en Miami. Sus gafas de sol de cristal marrón colgaban del bolsillo exterior de su chaqueta y miraba aquí y allá con las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón con porte de duro de película. Cuando el periodista se acercó a él, el tipo alzó una ceja y ladeó ligeramente la cabeza diseccionándolo de arriba abajo. Corbal llevaba unos tejanos y una camisa de algodón blanca suelta, remangada; y tuvo la sensación de que el desconocido estuviera valorando su vestimenta mientras se aproximaba, lo que le incomodó ligeramente.
—¿Miguel Karral? —preguntó sin sacar las manos de su pantalón.
—Corbal —corrigió él extendiendo su mano.
El tipo sonrió. La sonrisa de alguien satisfecho por una artimaña que le ha salido bien. Estrechó su mano y comenzaron a caminar por el jardín.
—Así que Garner por fin se ha decidido a tomar cartas en el asunto...
—¿Lo conoce bien?
—Es un buen tipo. Sin duda, el mejor para encarrilar Nethuns. Y haría por él lo que hiciera falta, asumiendo los riesgos...
Aquel comentario sonó extraño a oídos de Corbal. Todo apuntaba a que se estaba metiendo en algo realmente peligroso.
—Me dijo que usted podría darme más información de la que él supo darme —afirmó el periodista al tipo que decía llamarse Sonny.
—Seguramente. Los accionistas no tienen idea de nada. Ellos ponen la pasta y el trabajo lo hacemos los peones.
—¿Qué trabajo desempeña en la Corporación, Sonny?
—Pertenezco al departamento de Cosmología, amigo —sentenció cambiando la mirada hacia uno de los pasillos laterales—. Fui la mano derecha de Andrew Ebner —giró la cabeza y le atravesó con sus ojos claros—, hasta que desapareció.
—Es curioso: tengo entendido que el avión se estrelló en el Pacífico. Sin embargo, tanto Garner como usted hablan de desapariciones...
Sonny bajó la cabeza con un sonido gutural de asentimiento.
—La versión oficial es esa. No se hallaron restos de ningún tipo —completó el doble de Don Johnson—. Así que puede que estén muertos... o puede que no.
—¿A qué se refiere?
—¿No se lo explicó Garner?
—¿El qué?
—De qué iba el proyecto "Paralelo treinta y dos".
—Por encima. Me habló de materia oscura, pero ni siquiera él parecía entenderlo.
—Y usted es otro profano, ¿no es así?
—Sí. ¿Hay algún problema?
La respuesta le provocó una risita y se detuvo junto a un peculiar estanque. Hacía un frescor agradable allí y olía a vegetación.
—Supongo que ha de ser un tipo de confianza para que alguien como Al Garner le encomiende esta investigación...
—Él no me la ha encomendado. Sólo aprovecha la oportunidad de que meta las narices en Nethuns para sacar información sobre Fitch.
Sonny lo miró fijamente.
—Entonces, ¿para quién trabaja?
—Para Dante Bellver.
—¿El profesor? Esto se pone interesante...
—Me alegro por usted. Y ahora, ¿va a explicarme el asunto de las desapariciones?
—¿Sabe lo que es la materia oscura?
—No tengo ni idea.
Sonny esbozó una sonrisa.
—Está bien. Se trata de materia que no refleja la suficiente radiación electromagnética para poder ser visible. Por lo demás, se sabe bastante poco de ella. Cosas como de qué está compuesta o cuáles son sus características se nos escapan al conocimiento. Está demostrado que un alto porcentaje del Universo está compuesto por esta materia, porque incide en la que es visible e interactúa con ella. Pero Ebner mantenía la teoría de que también forma parte de nuestro planeta. Que interactúa con la parte visible y, más aún, que en ella se encontrarían las respuestas que la ciencia lleva buscando durante décadas para conciliar la relatividad general con la mecánica cuántica.
El americano miró alrededor, como un confidente que siente que puedan estar espiándolo, e hizo un gesto con la cabeza al periodista para que siguiera andando.
—Como ya sabrá, Andrew se licenció en la Universidad de Florida con unas notas extraordinarias y fue reclutado por la N.A.S.A. —continuó—. Allí hizo sus mejores investigaciones sobre este campo, pero un buen día recibió una suculenta oferta de...
—Alice Carter —interrumpió Corbal tratando de ir al grano—. Me sé la historia: Alice desapareció con su padre en un viaje a las Bermudas y reapareció unos años después. Fundó Nethuns y contrató a Ebner. La única cuestión que me intriga de esta parte es: ¿alguien sabe dónde estuvo todo ese tiempo?
—La experiencia de la señorita Carter fue, precisamente, lo que dio fuerza a la teoría de Andrew. Parece ser que se topó de lleno con materia oscura...
El periodista se detuvo, perplejo.
—¿Es eso cierto? Me refiero a sí... bueno, si lo comprobaron de alguna manera.
—La aventura de Alice Carter, no. Evidentemente, sólo contábamos con su palabra. Pero su predisposición a invertir cuanto fuese necesario para encontrar una vía de regreso al lugar donde decía haber estado era razón suficiente para convencernos. En cuanto a la existencia de materia oscura en las coordenadas donde aseguraba haber atravesado una pantalla naranja que se elevaba desde el océano hasta el cielo, tampoco encontramos pruebas.
—De modo que Carter fundó la Corporación para poder regresar al lugar en el que desapareció años atrás —resumió Miguel Corbal—. ¿Por qué?
—Supongo que porque su padre no pudo acompañarla en el viaje de vuelta. Pero es sólo una especulación y tampoco creo que sea vital para su investigación. Así que, vayamos a lo que le puede interesar más. Basándose en la experiencia de la señorita Carter, Ebner dedujo que la materia no era estable. O, si lo era, podía desestabilizarse o desplazarse. Encontrar restos de la misma no parecía una tarea fácil, pero mi jefe dio con la solución. ¿Le apetece tomar algo?
Se sentaron en la barra de una cafetería del Centro Comercial y pidieron un par de refrescos. Aparte de los camareros, había poca gente más en el local.
—Alice Carter aseguró que su avión había sido atraído por aquella pantalla naranja y que, al cruzarla, habían logrado aterrizar en tierra firme —continuó retomando el hilo de la conversación—. Sin embargo, no se trataba de las Bermudas, pues al sobrevolar la zona se habían dado cuenta de que era más grande que una isla. Durante los años que permaneció allí buscando la forma de regresar, no hallaron vida; pero sí restos arqueológicos. Restos de civilizaciones muy antiguas. —Sonny introdujo una pajita en su refresco y succionó—. Y Andrew pensó que la clave estaba en hallar las huellas de los Continentes perdidos que hubiesen quedado en la zona visible de nuestro planeta.
—Esto es una locura...
—No. No lo es.
—¿Por eso crearon un departamento de arqueología?
—El profesor Bellver tenía buenas teorías acerca de la Atlántida, pero no había encontrado ni una pista fehaciente sobre ella. Con un equipo de profesionales y dinero, las ideas de Bellver podían dar sus frutos, o eso es lo que creyeron Carter y Andrew. Y acertaron.
—¿Bellver encontró restos de la Atlántida? —preguntó, escéptico, Corbal.
—En realidad, no. Encontró restos de civilizaciones perdidas que fueron situando puntos sobre el mapa del Mundo. Zonas cero, como nosotros las llamamos. Áreas que coincidían, más o menos, con otras teorías de investigadores en las que nos apoyaríamos para seguir ampliando las búsquedas. Y así, finalmente, encontramos lo que llevábamos más de una década buscando: un punto estable de materia oscura en el Pacífico.
Miguel Corbal trató de ordenar toda la información recabada hasta el momento para sacar una conclusión:
—Por eso sospecha que la gente que iba en aquel avión puede estar viva, al igual que le sucedió a Alice Carter en los ochenta...
—En efecto.
—¿Y por qué se lo han ocultado al profesor?
—Porque la información no debe salir de Nethuns. Es secreta. Aunque estuviesen vivos, las posibilidades de regreso son escasas. Y si el profesor tuviese la mínima sospecha, haría lo que fuese necesario por forzar un rescate. Incluso pedir ayuda externa. Y eso podría provocar el caos en la Corporación. —Volvió a beber—. Aparte de nuestro departamento de cosmología, ningún otro conoce los detalles del proyecto "Paralelo treinta y dos". Ni siquiera los accionistas; a excepción de Nathan Fitch, que colaboró con Ebner personalmente aportando información propia. El resto sólo tiene ideas generales. De ahí que ni siquiera Garner haya podido darle más explicaciones.
—Y, si tan secreto es, ¿por qué me las está dando usted a mí?
Sonny no respondió. Se limitó a mirarle con cara de a ver quien se chupa el dedo y dejó el vaso sobre la barra.
—¿Me está haciendo creer que Nathan Fitch no le ha contado nada de esto a Dante Bellver? —Rió—. ¡Vamos, hombre! ¿Por qué estaría usted aquí, de no ser así? Nadie trabaja en ese proyecto de Nubia, amigo. Nadie. Todos los departamentos seguimos volcados en nuestras investigaciones. Aquello es como si no estuviera ocurriendo. Nos hemos limitado a montar un campamento base y a instalar un inmenso generador de energía para los aparatos eléctricos antes de que el grupo de arqueología llegara. Nada más. Se trata de un asunto privado de Fitch. Desde que compró acciones de la Corporación, a finales de los noventa, sólo pretendía usarla para fines propios. Por eso se encargó del departamento de Bellver. Busca algo allí. Y estoy seguro de que le ha contado a su amigo la verdad del cuento sobre el incidente para que éste acceda a sus propósitos. Quizá hasta le haya prometido ayuda para rescatarlos. Quién sabe.
—Pero... me lo hubiera dicho... —confesó Corbal, reflexivo.
—Si no lo ha hecho es porque no se fía de ese tipejo. Igual que todos. A fin de cuentas, se rumorea que fue el propio Fitch quien boicoteó el viaje para que no regresaran. De ahí que le haya mandado a usted a investigarlo.
Tomó otro sorbo e introdujo su mano en un bolsillo de su chaqueta de lino. De allí sacó una hoja doblada en cuatro que le pasó disimuladamente a Corbal.
—En el archivo de la Central guardan un maravilloso dvd llamado Proyecto Paralelo Treinta y dos. Igual le apetece pasarse y llevarle una copia a su amigo. En cuanto a la información que busca Al Garner sobre Nathan Fitch, quizá pueda encontrarla siguiendo estas indicaciones.