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Porter
Día 2 – 17:27
Porter tomó el cúter de manos del taxista y se lo guardó en el bolsillo.
—¿Cómo se llama?
—Marcus. Marcus Ingram.
—Marcus, ¿tiene usted un arma?
La voz de Kloz alcanzó el suficiente volumen como para que la oyesen a pesar de no tener activado el altavoz del teléfono.
—Sam, tú no vas a entrar ahí. Espera a los refuerzos. Te acaban de apuñalar, ¿lo recuerdas? No deberías andar por ahí paseándote, y punto. Clair tiene autorización para pegarte un tiro si lo intentas.
—Marcus, ¿tiene un arma? —le volvió a preguntar Porter.
El taxista le dijo que no con la cabeza.
—No me gustan las armas, pero sí tengo esto. —Metió la mano debajo del asiento del conductor y sacó un bate de béisbol pequeño con el letrero «Chicago Cubs» impreso en letras de colores—. Lo compré en 2008, cuando jugaron con los Dodgers por el título de la división. Perdieron, pero este chiquitín me ha ayudado a tumbar a unos cuantos atracadores y caraduras. No es uno de esos bates baratos que venden de recuerdo; está hecho de fresno blanco americano. Esto no se raja.
—¿Porter? He hablado con Control. Tienen coches en camino. No te muevas de donde estás.
Porter cogió el bate y calibró el peso en la mano. Pesaba un poco.
—¿Qué me dice de una linterna?
Marcus asintió.
—Sip. —Metió la mano en el coche y sacó una linterna de led pequeña—. Es canija, pero alumbra. —Se la entregó a Porter.
—¿Kloz? Te voy a mantener al teléfono tanto como pueda, pero me voy a guardar el móvil en el bolsillo para poder usar las dos manos. Intenta mantenerte en silencio. Si está ahí dentro, no quiero que me oiga llegar.
Pero Bishop sabía que iría; Porter estaba seguro de ello. El hombre que antes era Watson había dejado un clarísimo rastro de miguitas de pan, y no solo sabía que Porter iba para allá, sino que lo estaría esperando.
—Quiere que vaya solo, Kloz. Si esa chica sigue viva y está ahí dentro, nuestra única oportunidad de llegar hasta ella es que lo haga yo solo, tal y como él quiere —dijo Porter.
Kloz suspiró.
—Te matará. Eso lo entiendes, ¿verdad?
—Podría haberme matado ya. Él quiere que yo llegue vivo hasta el final de esto.
—Para poder matarte —contestó Kloz—. Este es su último acto, y quiere que tú representes tu papel. Esa es la única razón de que te haya mantenido con vida. Una vez que caiga ese telón, tu papel se habrá acabado, y él habrá terminado contigo. Aguanta ahí fuera hasta que lleguen los refuerzos. Estarán allí en menos de diez minutos. Si entras ahí solo, estarás cometiendo un suicidio.
Porter no necesitaba pensárselo ni un instante. Sin Heather en su vida, no tenía nada por lo que le mereciese la pena vivir.
—Diles que busquen a Marcus. Él se va a quedar aquí fuera y va a esperar al equipo táctico. Les podrá indicar por dónde he entrado.
Acto seguido, antes de que le diera tiempo a Kloz a responder, Porter se metió el móvil en el bolsillo y cruzó la acera hacia el 314 de Belmont Oeste con la linterna en una mano y el pequeño bate de béisbol en la otra.