24

Porter

Día 1 – 15:03

Se encontraron a Kloz acurrucado ante su terminal en el extremo más alejado del departamento de informática. Su mesa era un caos de manuales, papeles sueltos, envoltorios de comida rápida y una importante colección de objetos de Batman. Nash alargó la mano hacia una réplica del Batmóvil, pero se llevó un golpe con una regla antes de poder cogerlo.

—Yo no juego con tus Barbies cuando voy a tu casa. No toques mis cosas. —Kloz le fulminó con la mirada.

—¿Qué has encontrado? —le preguntó Porter.

—La segunda línea es un callejón sin salida —dijo Kloz—, pero mirad esto.

Señaló el monitor central del conjunto de cinco que tenía montado. La imagen de un autobús municipal aparecía congelada en el margen derecho de la pantalla. Próximo al lado izquierdo, un grupo de gente esperaba de pie en la esquina para cruzar la calle.

Porter se inclinó para acercarse.

—¿Tú lo ves ahí?

Kloz señaló un pequeño espacio en la pantalla, entre un hombre corpulento de traje oscuro y una mujer que empujaba un cochecito de bebé.

—¿Veis eso? Es la punta de su sombrero.

Nash entornó los ojos.

—Yo no lo distingo.

—Voy a pasar el vídeo hacia delante.

Kloz pulsó varias teclas, y la imagen avanzó. La mujer se inclinó hacia delante y susurró algo al bebé que llevaba en el carrito. Por un instante se pudo ver al hombre detrás de ella. Llevaba el sombrero calado en un ángulo muy leve que le protegía la cara de la cámara, pero era él, sin duda.

—¿Puedes acercarte más? —preguntó Porter.

Kloz hizo girar un pequeño controlador que tenía junto al ratón, y la imagen se amplió.

—La imagen se granula demasiado cuando me acerco. Aunque tampoco importa: está el sombrero de por medio. Mirad esto.

Volvió a pulsar el botón de reproducción, y la escena avanzó a cámara lenta. Porter observó cómo el autobús se arrastraba por la pantalla a una mínima fracción de la velocidad normal del vehículo y se acercaba al cruce centímetro a centímetro. Un semáforo se puso en verde en la esquina superior derecha de la pantalla.

—El conductor no mentía. El semáforo estaba en verde cuando él se aproximó.

Kloz tocó la pantalla con el bolígrafo.

—No perdáis de vista a nuestro hombre.

Al aproximarse el autobús, el hombre del sombrero se situó delante de los demás. Con la cara oculta por el ala, miró calle abajo, después a la calzada. En un movimiento rápido, se impulsó desde el bordillo y se lanzó a la vía. Los pies no llegaron a tocar el suelo: el hombro se encontró con la calandra del autobús, y el impacto lo despidió hacia delante. Aun a cámara lenta, todo sucedió muy rápido. Fue como si su cuerpo se fundiese con el morro del autobús. Acto seguido se despegó, salió volando por los aires y desapareció de la pantalla.

—Joder —masculló Nash.

El autobús siguió avanzando, y la gente se quedó en la esquina con cara de incredulidad.

—Los de uniforme han hablado con toda esa gente, y ninguno se acuerda del tío —les dijo Kloz—. La mayoría iban inmersos en sus móviles, caminando con el piloto automático. Nadie ha sido capaz de darnos una descripción. Sería lógico pensar que un individuo con un sombrero de ala ancha llamaría la atención.

—Está claro que se ha tirado él. Eso es seguro —dijo Nash—. Nunca tuvo la intención de llegar hasta el buzón. Suicidio por transporte público.

—He pasado la grabación un centenar de veces, a diferentes velocidades y ampliaciones. No hay una sola toma clara de su rostro —dijo Kloz—. Si queréis que os diga lo que pienso, actuó para la cámara. El atuendo estrafalario lo hace destacar, y aun así se puso el sombrero en el ángulo preciso para que obstaculizase una buena toma. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, y creo que quería que le viésemos a él, pero no la cara, de ahí el atuendo.

—Así que el CM sabe que se está muriendo y, en vez de dejar que la naturaleza siga su curso, atrapa a su última víctima, se pone su mejor traje y monta una especie de escenario para asegurarse de pasar a la posteridad, ¿no? —reflexionó Porter en voz alta—. Espera que encontremos la oreja y lo relacionemos; y deja el diario porque explica su historia en detalle y a su manera, especifica sus orígenes. Escribió su propio relato para que los libros de historia lo muestren bien. Siempre ha sido meticuloso. ¿Por qué dejar algo tan importante en manos de los reporteros y los colgados de internet? Nada de esto es tan casual como parecía al principio. Estoy casi seguro de que nada de esto ha sido fruto del azar. Para mí, eso significa que todo lo demás que llevaba encima, el reloj, el recibo de la tintorería, incluso la calderilla, todo podría ser intencionado.

Nash frunció el ceño.

—Sam, me parece que estás yendo demasiado lejos.

—Un traje barato, un sombrero de ala ancha, los zapatos que no son de su número…, no creo que dejase nada de eso al azar. Sigue jugando con nosotros, en una especie de juego, contando una historia. Todo esto encaja. No sé muy bien cómo, pero todo esto significa algo.

—O podrían ser las mierdas que por casualidad llevaba encima cuando se dio de morros contra el autobús.

Porter soltó un suspiro.

—Lo único que digo es que no todo tiene por qué ser una conspiración —dijo Nash.

—Este tío se ha tirado años actuando sin dejar una sola pista. Y, ahora, todo esto. Aquí hay algo. —Sonó el teléfono de Porter. Lo sacó del bolsillo y cogió la llamada. Asintió mientras hablaba la persona que le había llamado. Al colgar, cogió sus llaves de la mesa de Kloz—. Era Murray, desde Flair Tower. Han echado el guante a Burrow cuando subía por el ascensor de servicio.

El Cuarto Mono
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