14

Diario

—¿Quieres un poco de miel con los copos de avena, cariño?

Madre preparaba unos copos de avena maravillosos. No eran de los que vienen empaquetados, no señor. Compraba granos crudos de avena, los cocinaba para convertirlos en una mágica delicia y los servía con pan tostado y zumo de naranja en el rinconcito del desayuno de nuestra cocina.

—Sí, madre —respondí—. Más zumo también, por favor.

Apenas habían pasado unos minutos de las ocho de la mañana de un soleado jueves de verano.

Oí que llamaban con delicadeza a nuestra puerta mosquitera, y ambos nos dimos la vuelta para encontrarnos a la señora Carter de pie en la entrada.

Madre sonrió.

—Eh, hola. Venga, pasa.

La señora Carter correspondió a su sonrisa y tiró de la puerta para abrirla. Gracias a la intensidad del sol, pude verle la silueta de las piernas a través del vestido cuando atravesó el umbral de la puerta. Me apretó el hombro y me sonrió antes de dirigirse hacia mi madre y darle un beso muy ligero en la mejilla.

He de decir que, después del día anterior, fue algo bastante insulso. Sin embargo, capté la mirada que cruzaron entre ellas.

Madre acarició el cabello de la otra mujer.

—Hoy llevas el pelo absolutamente ideal. Mataría por tener un pelo así. Me estoy tomando un café irlandés. ¿Te apetece uno?

—¿Qué es un café irlandés?

—Ay, querida mía, qué bisoña eres en las cosas de la vida, ¿no crees? El café irlandés es un café con un chorrito de whisky Jameson. A mí me parece el reconstituyente perfecto en una cálida mañana de verano —le contó madre.

—¿Whisky por la mañana? ¡Qué maldad! Sí, por favor.

Madre le sirvió una taza de café recién hecho, y después bajó una botellita verde con la etiqueta amarilla del armario que no me permitían abrir. Le quitó el tapón y remató la taza de café antes de dársela a la señora Carter. No pude evitar darme cuenta de que sus manos habían permanecido juntas un instante más de lo que cabría juzgar necesario.

La señora Carter dio un sorbito y sonrió.

—Está para morirse. Debe de hacer maravillas en invierno.

Madre miró a la mujer y ladeó la cabeza.

—¿No es ese el mismo vestido que te pusiste ayer?

La señora Carter se sonrojó.

—Me temo que sí. Tengo verdadera necesidad de hacer hoy la colada.

—No puedo permitir que te pases todo el día con la ropa de ayer. Sígueme. —Se levantó y se dirigió a su habitación, llevándose consigo la botella—. Tengo unos cuantos vestidos que ya no me pongo. Estoy segura de que te quedarían perfectos.

La señora Carter me sonrió y salió detrás de madre con su café irlandés en la mano. Las vi desaparecer por el pasillo, y la puerta del cuarto de madre se cerró cuando entraron.

Por un breve instante, me planteé quedarme allí en la mesa y terminarme el desayuno. Al fin y al cabo, es la comida más importante del día. Al estar en edad de crecer, comprendía la importancia de la nutrición. Aun así, no lo hice. Recorrí de puntillas el pasillo y pegué la oreja a la puerta.

No se oía nada del otro lado.

Salí y rodeé la casa.

La ventana de madre estaba en la fachada este, sobre un rosal grande a la sombra de un viejo álamo de Virginia. Tomé las precauciones necesarias para asegurarme de que no se me vería desde la calle, me situé a un lado del árbol y me volví hacia la ventana. Por desgracia, aún era bastante bajo, mi cuerpecillo era el de un crío, y desde aquel ángulo solo era visible el techo de la habitación.

Corrí veloz a la parte de atrás de la casa y regresé con un cubo de plástico de veinte litros. Lo coloqué boca abajo junto al árbol, me subí a él y me volví a asomar a la ventana.

La señora Carter estaba de espaldas, mirando a madre mientras ella escarbaba en su vestidor con la ferocidad de un perro que cava un agujero para su hueso preferido. Cuando madre apareció, sostenía tres vestidos. Intercambiaron unas palabras, pero fui incapaz de distinguirlas, ya que la ventana de madre estaba cerrada. No era partidaria de abrir la ventana de su dormitorio, ni en los momentos de mayor calor veraniego.

La señora Carter se llevó la mano detrás de la cabeza y se desató el lazo que mantenía sujeta la espalda del vestido. Se me cortó la respiración cuando cayó la fina tela. Aparte de unos pantis finos de algodón blanco, estaba desnuda. Madre le entregó uno de sus vestidos, y ella se lo deslizó por la cabeza. Madre retrocedió entonces y elogió a la otra mujer. Sacó la botellita verde con la etiqueta amarilla y bebió directamente de ella. Se estremeció, sonrió y le pasó la botella a la señora Carter, que apenas dudó un segundo antes de llevársela a los labios y tomar un trago.

Yo ya sabía qué era el alcohol, pero no recordaba haber visto a madre bebiendo, solo a padre. Era algo bastante común que él se sirviese un trago o dos después de una larga jornada laboral, pero no que lo hiciese madre. Eso era nuevo. Era diferente.

Nuestra vecina le entregó la botella a madre, que volvió a beber y se la pasó otra vez entre las risas de ambas, silenciosas detrás del cristal.

Madre sostuvo en alto uno de los vestidos, y la señora Carter asintió con entusiasmo. Se quitó el vestido y se acercó al espejo grande de madre sujetándose el segundo vestido contra el pecho.

Se me aceleró el pulso.

Madre se colocó detrás de ella, le apartó el pelo hacia un lado y dejó al descubierto la curvatura de su cuello. Yo miraba mientras madre la besaba con extrema ternura en aquel lugar donde el cuello se encuentra con el hombro. La señora Carter cerró los ojos e inclinó levemente la cabeza hacia atrás, presionando contra ella. Dejó caer al suelo el vestido. Vi en el espejo que la mano de madre ascendía muy despacio por el vientre de la otra mujer y encontraba su pecho derecho.

Al contrario que la señora Carter, madre tenía los ojos abiertos. Lo sé porque podía verlos. Veía cómo me miraban fijamente en el espejo mientras sus manos recorrían el cuerpo de la otra mujer y descendían hasta desaparecer en sus pantis.

El Cuarto Mono
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
cita.xhtml
Capitulo01.xhtml
Capitulo02.xhtml
Capitulo03.xhtml
Capitulo04.xhtml
Capitulo05.xhtml
Capitulo06.xhtml
Capitulo07.xhtml
Capitulo08.xhtml
Capitulo09.xhtml
Capitulo10.xhtml
Capitulo11.xhtml
Capitulo12.xhtml
Capitulo13.xhtml
Capitulo14.xhtml
Capitulo15.xhtml
Capitulo16.xhtml
Capitulo17.xhtml
Capitulo18.xhtml
Capitulo19.xhtml
Capitulo20.xhtml
Capitulo21.xhtml
Capitulo22.xhtml
Capitulo23.xhtml
Capitulo24.xhtml
Capitulo25.xhtml
Capitulo26.xhtml
Capitulo27.xhtml
Capitulo28.xhtml
Capitulo29.xhtml
Capitulo30.xhtml
Capitulo31.xhtml
Capitulo32.xhtml
Capitulo33.xhtml
Capitulo34.xhtml
Capitulo35.xhtml
Capitulo36.xhtml
Capitulo37.xhtml
Capitulo38.xhtml
Capitulo39.xhtml
Capitulo40.xhtml
Capitulo41.xhtml
Capitulo42.xhtml
Capitulo43.xhtml
Capitulo44.xhtml
Capitulo45.xhtml
Capitulo46.xhtml
Capitulo47.xhtml
Capitulo48.xhtml
Capitulo49.xhtml
Capitulo50.xhtml
Capitulo51.xhtml
Capitulo52.xhtml
Capitulo53.xhtml
Capitulo54.xhtml
Capitulo55.xhtml
Capitulo56.xhtml
Capitulo57.xhtml
Capitulo58.xhtml
Capitulo59.xhtml
Capitulo60.xhtml
Capitulo61.xhtml
Capitulo62.xhtml
Capitulo63.xhtml
Capitulo64.xhtml
Capitulo65.xhtml
Capitulo66.xhtml
Capitulo67.xhtml
Capitulo68.xhtml
Capitulo69.xhtml
Capitulo70.xhtml
Capitulo71.xhtml
Capitulo72.xhtml
Capitulo73.xhtml
Capitulo74.xhtml
Capitulo75.xhtml
Capitulo76.xhtml
Capitulo77.xhtml
Capitulo78.xhtml
Capitulo79.xhtml
Capitulo80.xhtml
Capitulo81.xhtml
Capitulo82.xhtml
Capitulo83.xhtml
Capitulo84.xhtml
Capitulo85.xhtml
Capitulo86.xhtml
Capitulo87.xhtml
Capitulo88.xhtml
Capitulo89.xhtml
Capitulo90.xhtml
Capitulo91.xhtml
Capitulo92.xhtml
Epilogo.xhtml
Agradecimientos.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml