Capítulo VIII
Del motín de los de Tlatellulco, y del primer rey que eligieron los mejicanos
Hecha la división de barrios y colaciones con el concierto dicho, a algunos de los viejos y ancianos, pareciéndoles que en la partición de los sitios no se les daba la ventaja que merecían, como gente agraviada, ellos, sus parientes y amigos se amotinaron y se fueron a buscar nuevo asiento; y discurriendo por la laguna, vinieron a hallar una pequeña albarrada o terrapleno, que ellos llaman Tlatelollí, adonde poblaron, dándole el nombre de Tlatellulco, que es lugar de terrapleno. Esta fué la tercera división, división de los mejicanos después que salieron de su tierra, siendo la primera la de Mechoacán y la segunda la de Malinalco.
Eran estos que se apartaron a Tlatellulco, de cuyo inquietos y mal intencionados, y así hacían a sus vecinos los mejicanos la peor vecindad que podían; siempre tuvieron revueltas con ellos y les fueron molestos, y aun hasta hoy duran la enemistad y bandos antiguos. Viendo, pues, los de Tenoxtitlán que les eran muy contrarios estos de Tlatellulco, y que iban multiplicando, con recelo y temor de que por tiempo viniesen a sobrepujarles, tuvieron sobre el caso larga consulta, y salió de acuerdo que era bien eligir rey a quien ellos obedeciesen y los contrarios temiesen, porque con esto estarían entre sí más unidos y fuertes, y los enemigos no se les atreverían tanto.
Puestos en eligir rey, tomaron otro acuerdo muy importante y acertado, de no elegirle de entre sí mismos, por evitar disenciones, y por ganar con el nuevo rey alguna de las naciones cercanas, de que se vían rodeados y destituídos de todo socorro. Y mirado todo, así para aplacar al rey de Culhuacán, a quien tenían gravemente ofendido por haberle muerto y desollado la hija de su antecesor, y hecho tan pesada burla, como también por tener rey que fuese de su sangre mejicana, de cuya generación había muchos en Culhuacán, del tiempo que vivieron en paz con ellos, determinaron eligir por rey un mancebo llamado Acamapixli, hijo de un gran príncipe mejicano y de una señora, hija del rey de Culhuacán.
Enviáronle luego embajadores a pedírselo con un gran presente, los cuales dieron su embajada en esta forma: Gran señor, nosotros, tus vasallos y siervos mejicanos, metidos y encerrados entre las espadañas y carrizales de la laguna, solos y desamparados de todas las naciones del mundo, encaminados solamente por nuestro dios al sitio donde agora estamos, que cae en la jurisdicción de tu término y del de Azcapuzalco y del de Tezcuco, ya que nos habéis permitido estar en él, no queremos, ni es razón, estar sin cabeza y señor que nos mande, corrija, guíe y enseñe en nuestro modo de vivir, y nos defienda y ampare de nuestros enemigos. Por tanto, acudimos a ti sabiendo que en tu casa y corte hay hijos de nuestra generación emparentada con la vuestra, salidos de nuestras entrañas y de las vuestras, sangre nuestra y vuestra. Entre éstos tenemos noticia de un nieto tuyo y nuestro, llamado Acamapixtli; suplicámoste nos lo des por señor, al cual estimaremos como merece, pues es de la línea de los señores mejicanos y de los reyes de Culhuacán.
El rey, visto el negocio y que no le estaba mal aliarse con los mejicanos, que eran valientes, les respondió que llevasen su nieto mucho en hora buena; aunque añadió que, si fuera mujer, no se la diera, significando el hecho tan feo que arriba se ha referido. Y acabó su plática con decir: Vaya mi nieto, y sirva a vuestro dios, y sea su lugarteniente y rija y gobierne las criaturas de aquel por quien vivimos, señor de la noche y día, y de los vientos. Vaya y sea señor del agua y de la tierra que posee la nación mejicana; llevalde en buena hora, y mirá que le tratéis como a hijo y nieto mío.
Los mejicanos le rindieron las gracias, y juntamente le pidieron le casase de su mano, y así le dió por mujer una señora muy principal entre ellos. Trajeron al nuevo rey y reina con la honra posible, y hiciéronles su recibimiento, saliendo cuantos había, hasta los muy chiquitos, a ver su rey, y llevándolos a unos palacios, que entonces eran harto pobres, y sentándolos en sus asientos de reyes, luego se levantó uno de aquellos ancianos y retóricos, de que tuvieron gran cuenta, y habló en esta manera: Hijo mío, señor y rey nuestro, seas muy bien venido a esta pobre casa y ciudad, entre estos carrizales y espadañas, adonde los pobres de tus padres, abuelos y parientes padecen lo que el señor de lo criado se sabe. Mira, señor, que vienes a ser amparo, sombra y abrigo de esta nación Mejicana, por ser la semejanza de nuestro dios Vitzilipuztli, por cuya causa se te da el mando y la jurisdicción. Bien sabes que no estamos en nuestra tierra, pues la que poseemos agora es ajena, y no sabemos lo que será de nosotros mañana o esotro día. Y así considera, que no vienes a descansar, ni a recrearte, sino a tomar nuevo trabajo con carga tan pesada, que siempre te ha de hacer trabajar, siendo esclavo de toda esta multitud, que te cupo en suerte, y de toda esotra gente comarcana, a quien has de procurar de tener muy gratos y contentos, pues sabes vivimos en sus tierras y término. Y así cesó, con repetir seáis muy bien venido tú y la reina nuestra señora a este vuestro reino.
Esta fué la plática del viejo, la cual, con las demás que celebran las historias mejicanas, tenían por uso aprender de coro los mozos, y por tradición se conservaron estos razonamientos, que algunos de ellos son dignos de referir por sus propias palabras. El rey respondió dando las gracias, y ofreciendo su diligencia y cuidado en defendelles y ayudarles cuanto él pudiese. Con esto le juraron, y conforme a su modo le pusieron la corona de rey, que tiene semejanza a la corona de la señoría de Venecia. El nombre de este rey primero Acamapixtli, quiere decir, cañas en puño; y así su insignia es una mano, que tiene muchas sacias de caña.